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jueves, 3 de noviembre de 2011

Siria: el laberinto de la violencia

Por Mirta Balea

La olas no son el resultado del agua moviéndose sino de la energía moviéndose a través del agua, tal y como ocurre en un tsunami.

Este fenómeno de temblor acuífero ha venido produciéndose en varios países árabes y en algún caso ha dejado de moverse cuando se ha cobrado a su presa como en Libia o las demandas populares han sido aceptadas.

Siria ha sido, comparada con Egipto, Túnez y Libia, una excepción, si valoramos la consideración que le ha merecido a los líderes occidentales la represión institucional del régimen de Bashir el Assad contra sus opositores, algunos asesinados en los propios hospitales. Apenas se han trazado círculos alrededor de unas pocas notas en los meses transcurridos tras el estallido en marzo del descontento popular.

Fotografías aparecidas en varios periódicos y divulgadas por diversas agencias de noticias pretendían hacer creer que el Assad atesoraba un gran apoyo popular. Se hicieron referencias a actos de solidaridad con el presidente sirio en Damasco y en otra ciudad en el nordeste, fronteriza con Iraq, y se afirmó la asistencia de un millón de personas en la primera y de cientos de miles en la segunda.

Uno no puede más que preguntarse cómo, si cuenta con tanto apoyo, ha podido aceptar el Assad negociar con la oposición, liberar a los presos, retirar a las fuerzas desplegadas en las calles para reprimir a los manifestantes, en una hoja de ruta de la Liga Arabe, que le ha servido de intermediaria para estas decisiones, que de otra manera podrían haberse considerado una rendición, muy a cuento tras el trágico final de Muamar el Gadafi.

Bashir el Assad, segundo en una dinastía, que gobierna Siria desde 1971, sin interrupción, a pesar de la muerte del patriarca Hafez el Assad, es muy consciente que no es solo la presidencia lo que se está jugando en este ajedrez improvisado sino su propia vida. Y no por la voluntad de sus opositores, que se han negado a toda ayuda exterior para lograr sus fines, sino por el propio avance de los acontecimientos.

La Liga Arabe interviene también por lo que le afecta. Siria tiene una gran influencia en Jordania, muy buenas relaciones con Irán y ha sido aliado de Turquía hasta que refugiados sirios comenzaron a llegar a ese país huyendo de la represión. El número actual es de 7.000.

Ankara envió en agosto pasado al jefe de la diplomacia Ahmed Davutoglu con un mensaje del primer ministro Recep Tayyip Erdogan informando a el Assad que la paciencia turca estaba al límite. Hacía pocos días que las fuerzas leales a la dictadura seguían arremetiendo contra la gente en Deir Ez-Zur, una de las villas sublevadas y atacada por columnas de blindados.

Resultó que, según fuentes bien informadas, el presidente sirio impuso el tono de la conversación en términos chulescos. Advirtió que necesitaria tan solo seis horas para enviar cientos de misiles a los Altos del Golán y disparar contra Israel y que podía pedir a la organización terrorista Hezbolá que atacara también desde el Líbano. Hablando en nombre de Teheran amenazó con que Irán arremetería contra barcos norteamericanos en el Golfo.

Abdul-Karim Rihawi, director de la Liga de Derechos Humanos de Siria, con sede en Damasco, informó que el asalto contra Deir Ez-Zur, desde donde los refugiados entran a Turquía, dejó un balance de 42 muertos, mientras otras 10 personas fallecieron en Huleh.

Las protestas comenzaron y se fueron haciendo más intensas en ciudades de mayoría suní como Homs, Hama y Aleppo y en áreas kurdas, lo que preocupaba en particular a Turquía, que sobrelleva un conflicto con esa minoría, recrudecido en los últimos diez días de octubre.

Homs
Hay que tener en cuenta que Siria es mayoritariamente suní (74% de la población) y el Assad forma parte de la minoría religiosa alauí, que es una rama del islam chií (12%).

El presidente norteamericano Barack Obama y Erdogan trataron una transición ordenada en Siria, dentro de los contactos bilaterales, que con frecuencia realiza con líderes internacionales el morador de la Casa Blanca,  entre sesiones de la Asamblea General de la ONU, para tratar temas escabrosos.

El riesgo de una guerra civil en Siria se había incrementado considerablemente. Turquía decretó por esta razón un embargo armamentístico al régimen, pero se negaba aún a  tomar medidas económicas sobre los 2.500 millones de dólares anuales de intercambio.

Las sanciones económicas habrían perjudicado a sus respectivas élites de Damasco y Aleppo. En cambio Estados Unidos y la Unión Europea decidieron congelar los fondos de los hombres fuertes del régimen y prohibieron la importación de petróleo sirio. El 95% de ese crudo va a dar a Europa.

Turquía realizó maniobras militares de advertencia al régimen de Damasco en Hatey, una ciudad fronteriza, a donde ha ido a parar el grueso de los refugiados.

Norteamericanos y europeos promovieron ante el Consejo de Seguridad de la ONU la adopción de sanciones, pero la resolución no salió adelante por el veto de Rusia y China. Esta retirada táctica de las potencias con intereses políticos y económicos en Siria coincidió con el momento en que Amnistía Internacional denunció que el largo brazo de la muhabarat o servicio secreto sirio acosaba a activistas anti-régimen en 8 países.

Había dos opciones para Siria. La intervención extranjera o armar y apoyar a los rebeldes como se había hecho en Libia. Los Comités de Coordinación Local, que dirigen las revueltas, rechazaron ambas, a pesar del momento tan importante que suponía el agotamiento del crédito político de el Assad y estaba además que, contrario a lo que había ocurrido con Libia, no existía el consenso necesario para dar ese paso.

Cuando aún negociaba la hoja de ruta con la Liga Arabe, el Assad desató una nueva represión contra los opositores en Homs, una ciudad castigada particularmente por las Fuerzas de Seguridad del régimen, que, tras la muerte de Gadafi en Libia, han soportado un creciente número de deserciones entre las tropas frente a una intensificación del levantamiento popular. Varios hombres armados pro-régimen atacaron a obreros de la aldea de Houla este miércoles y mataron a once personas con balas en la nuca o decapitándolas, mientras se encontraban maniatadas.

El problema de la propuesta de la Liga Arabe es que constituye un balón de oxígeno para el Assad, que todavía hoy no había realizado el repliegue de "toda presencia armada" en las ciudades y barrios, de ahí el escepticismo con que la oposición ha recibido la invitación al diálogo nacional por parte del organismo regional.

El antecedente más inmediato para la duda es que hace unos meses, el presidente sirio aseguró al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, que ordenaría el cese de las operaciones de sus Fuerzas de Seguridad y cumplió su promesa. Tal y como hiciera al menos tres veces Ghadafi con sus célebres altos al fuego, burlándose de la comunidad internacional.

El jefe del régimen sigue manteniendo que Siria no es Libia y que aún hay importantes sectores de la sociedad que le  apoyan.

El ministro de Relaciones Exteriores de los Emiratos Arabes Unidos dijo tras el encuentro de la Liga en Qatar, el pasado domingo, que no se quiere una internacionalización del conflicto en Siria e instó a la oposición "a no estar asociada con elementos de carácter destructivo, radicales y extremistas y grupos armados que reciben munición desde el extranjero".

Si la escalada de violencia no cesa y el Assad decide hacer caso omiso a la hoja de ruta, la población deberá defenderse y las armas han fluido y seguirán haciéndolo desde Líbano para el alzamiento popular, en tanto el Gobierno está confrontando falta de liquidez al extremo de no poder pagar a sus funcionarios, junto a un importante repliegue de las inversiones internacionales. La yugular del régimen está expuesta al mordisco final si la tosudez sigue teniendo más peso que el buen juicio ante lo que resulta inevitable.

Enlazar con: http://lasnoticiasdemirta.blogspot.com/2011/10/libia-muerte-de-un-dictador.html
http://lasnoticiasdemirta.blogspot.com/2011/08/libia-guerra-y-paz.html
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