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sábado, 26 de noviembre de 2016

FIDEL CASTRO: MUERTE DE UN DICTADOR




Por Mirta Balea

La gente con sentido común puede tolerar por razones diplomáticas que un gobierno ofrezca el pésame a Raúl Castro por la muerte de su hermano Fidel, pero lo que predomina en el ánimo de los millones de exiliados cubanos y de víctimas de su régimen no es la humanidad, ni el orgullo, ni la admiración, sino una alegría porque al fin se ha ido el amo de sus demonios más íntimos. 

En Cuba ha habido un antes y un después con la llegada de los "barbudos" de Fidel Castro a La Habana en enero de 1959 y la instauración en el país de una imitación del régimen comunista de la desaparecida Unión Soviética. Muchos cubanos sentían que  les empujaban, primero levemente y después con decisión para que traspasaran el umbral y se apartaran ante el nuevo regimen. Así nació el exilio de aproximadamente 3 millones 500 mil cubanos.

Algunos de los que se quedaron, intentaron subvertir las cosas y dieron con sus huesos en la cárcel y ahora, desde tierras lejanas, presumen de presos políticos, aunque en esencia hayan hecho al final lo que el resto: irse. Porque en la soledad de la celda entendieron, como otros en otras partes de este mundo, incluso antes que ellos, que el tiempo allí se hacía enorme. Por eso, como yo, se fueron sin plantar cara.

Tras la muerte de Fidel Castro he estado pensando mucho y creo que no hay que olvidarlo, tampoco homenajearlo. Lamento el desenlace porque ha impide un juicio en regla  a sus acciones. El mayor homenaje que podemos darnos los cubanos en el exilio, impuesto o elegido, es exponer con claridad lo que fue nuestro país y las mentiras que Castro contó para hacerse un hueco en la arena internacional y mantener para sí la aldea cubana.


Estas acciones comienzan en fecha temprana con los juicios express a militares de la dictadura de Fulgencio Batista, sin garantías procesales, por los cuales fueron llevados al paredón 546; el cierre de medios independientes, dejando como únicos referentes informativos a diarios gubernamentales, creados por él y sus acólitos; el envío a campos de re-educación de miles de homosexuales, y encerrando a todo aquel que se le opusiera de la manera que fuera. A cinco años de "revolución" había más de 15.000 presos políticos en las cárceles.

Hizo de la oposición a Estados Unidos su bandera de lucha y por eso se alineó al bloque soviético con celeridad y declaró el carácter socialista de su "revolución". Entre las primeras medidas estuvieron las reformas agraria y laboral por las que se expropió de empresas norteamericanas. Cuando logró esto, las reformas dejaron de favorecer a sus propósitos y se pararon.

Todos esperaban que siguiera dando tierras a los campesinos, pero no fue así, lo estatalizó todo, hasta las empresas de adornos de pelo, las barberías, las de pinzas para la ropa, los puestos de helados y los aglomeró en la Empresa de Industrias Locales, dependiente del ministerio de Industria. ¡Vaya ridiculez, si se piensa! Imaginemos la expropiación de un vendedor de pinzas de pelo.

Cuando logró formar parte del cordón umbilical soviético, cortó los envíos de azúcar a Estados Unidos. Muchos en la isla creyeron que la Unión Soviética venía al auxilio por los principios divulgados por los líderes en cuanto al motivo de renunciar a la venta a EEUU del índice básico de la economía nacional. No fue así fue como ocurrió. La realidad es más sórdida. Todo se había amañado previamente entre Moscú y La Habana para dar esa impresión y que los cubanos no se asustaran al entrar en el campo comunista.

Como también lo de crear un partido único con todas las fuerzas "progresistas y de izquierda" del país, del que fue elegido, por supuesto,  secretario general, y resultó el embrión del Partido Comunista de Cuba, que controla todos y cada uno de los estamentos del estado.

Cuando Estados Unidos reaccionó impidiendo las exportaciones norteamericanas, a excepción de alimentos y medicinas, y rescindió los lazos diplomáticos el 3 de enero de 1962, Castro decidió abrirse al mundo el 16 de abril con un fogonazo mediático.

Todo indicaba que aquella revolución no pretendía devolver la democracia al país como había prometido al bajar de la Sierra Maestra y de sopetón adquiría el carácter de socialista y su partido único sería en adelante el único facultado para llevar sin oposición los destinos de la nación. 

Como sabemos por la historia, miles de exiliados, amparados por la CIA, desembarcaron en Bahía de Cochinos y la historia fue otra con el fracaso de aquella invasión.

La falsificación histórica ha sido llamar al embargo bloqueo, porque esto ocurrió cuando los buques norteamericanos rodearon la isla para impedir el paso de material nuclear soviético.  Un bloqueo es una acción de guerra por mar o aire evitando la entrada a algún país. Eso fue lo que pasó durante la llamada crisis de octubre, en la que los tambores de guerra sonaron alto y claro como nunca antes ni después. 

El embargo fue la  respuesta económica y financiera de un gobierno hacia otro al ver confiscado su patrimonio y el de sus ciudadanos fuera de la legalidad internacional, solo porque en la Isla habían perpetrado una revolución, que justificaba cualquier acto. Al llamarlo bloqueo, la gente lo vio de otra manera y no como la obligación de un gobierno de defender a sus nacionales en el exterior. Por otra parte, Cuba en realidad comercia con muchos países, lo que no tiene es dinero para desarrollar ese comercio. 

Después sucedió algo que en la esfera internacional nadie esperaba: el mundo estuvo al borde de la tercera guerra mundial el 22 de octubre de 1962 cuando los norteamericanos obtuvieron pruebas gráficas de la instalación de misiles nucleares en la isla, de los que muy pocos tenían conocimiento. Los cubanos no entendían lo que estaba ocurriendo y el diario oficial Granma no dejaba de culpar a Estados Unidos porque sus barcos impedían la llegada a la isla de "alimentos". Y la gente lo creía y desde entonces resultó enarbolando  constantemente el espectro de una invasión "yanqui" para la que había que prepararse. Medio siglo preparados para el combate sin salir a pelear.

La correspondencia privada y confidencial entre Castro y Nikita Kruschev, entonces mandamas en la URSS, se pueden leer frases estremecedoras como que es la hora de apretar el botón rojo y no claudicar ante los norteamericanos, es decir, se instaba a Moscú a mostrar su poder  con la guerra nuclear. Este es el hombre de estado al que muchos admiran.
El líder soviético no se había vuelto loco aún -como después se dijo para apearlo de su cargo- y no hizo caso de las sugerencias tenebrosas de La Habana. Castro no encajó la decisión y siempre guardó rencor a los soviéticos por esto. Un rencor que salió a la luz en todo su esplendor cuando Mijaíl Gorbachev, el nuevo líder en los 80 del pasado siglo, le visitó en La Habana para imponerle de lo que iban la perestroika  y la glasnot y avisarle que el grifo se cortaba.

Es bien conocido que el gobierno de Fidel Castro se ha gastado mucho dinero para alimentar el mito de Ernesto "Che" Guevara. En los remotos caseríos de Vallegrande, en Bolivia, lo tienen en altares y le rezan pidiéndole milagros, convertido en el nuevo Cristo de los pobres latinoamericanos.

Quiénes conocen bien lo que representa el mito del "Che" Guevara? ¿Los que lo consideran un santo o un Cristo o aquellos que por el mes de mayo de 2009 le rompieron su nariz de bronce y le pusieron una placa que decía “Che terrorista” a su busto en la ciudad de Viena? ¿Lo conocen acaso los niños cubanos, obligados a decir cada mañana “seremos como el Che”?

O tal vez le conocen los que han tenido ocasión de leer algunas de sus cartas más reveladoras, divulgadas fuera de Cuba, porque el gobierno cubano jamás ha editado un epistolario, hurtando así al individuo común la verdadera personalidad de un icono de la revolución cubana? Una misiva a su padre sobre la ejecución de un guía campesino en 1957, sorprendido pasando  información al ejército de Batista sobre los rebeldes, muestra su orgullo cuando nadie quería matarlo y él lo hizo.

"Acabé el problema dándole un tiro en la sien. Boqueó un rato y quedó muerto. Ejecutar a un ser humano es algo feo, pero ejemplarizante. De ahora en adelante nadie aquí me va a decir saca muelas de la guerrilla. Tengo que confesarte, papá, que en ese momento descubrí realmente que me gusta matar", escribía.

Pese al bombardeo incesante de los medios de comunicación controlados por el gobierno, cada vez más los ojos de los ciudadanos se vuelven hacia la república anterior a 1959, pues nada provoca tanta suspicacia como la reiteración del discurso. Entre los temas preferidos está denigrar a los gobiernos cubanos anteriores en cuanto a educación y cultura.  Cuba no era ni por asomo  un país atrasado como se quiere hacer ver a los estudiantes para mantener el mito de que todo se lo deben únicamente a la revolución. 

Un suceso desconocido para muchos es el curso impartido en el verano de 1900 por la Universidad de Harvard a mil 700 maestros cubanos. Fue algo que revolucionó el magisterio y sus efectos se hicieron sentir de inmediato. Cuando Castro se hizo con el poder, Cuba tenía tres universidades financiadas por el gobierno y otras tres de carácter privado. La matrícula de las públicas era de 20 mil estudiantes.

El sistema de educación pública contaba con 25 mil maestros y el de la educación privada con 3 mil 500. A mediados de la década del 50, había mil 206 escuelas rurales en Cuba, así como un sistema de bibliotecas móviles con un total de 179 mil 738 volúmenes. La tasa de analfabetismo era de un 18% y pasaba en América Latina como el país con el mayor presupuesto dedicado a la educación en 1958 con un 23% del total.

Cuba fue el primer país latinoamericano en implantar la televisión y La Habana era la capital que más cines tenía con relación a su población. El ferrocarril cubano, data de tiempos del colonialismo, incluso antes de que España tuviera el suyo. La carretera central transcurría de este a oeste por toda la isla antes de 1959.

La ensayista y poetisa Uva de Aragón, en su texto titulado “El papel del intelectual en la República de Cuba”, asegura que en el período republicano se crearon con apoyo oficial y notorios esfuerzos individuales la Biblioteca Nacional (1901), la Academia de la Historia de Cuba (1910) -que el actual gobierno cerró para reabrirla después-, la Academia Nacional de Artes y Letras (1910), el Museo Nacional (1913), la Academia Cubana correspondiente a la Academia de la Lengua Española(1922), la Academia de Ciencias (1928) y la de Educación (1936), la Junta Nacional de Arqueología (1937), la Sociedad Geográfica de Cuba y la de Derecho Internacional y se publicaron al menos quinientas cincuenta y ocho revistas de mayor o menor duración. Ni hablar del número de diarios. Baste decir que Cienfuegos, una ciudad pequeña, llegó a contar en una misma época con once.

Lo más importante de un pequeño país en el que había una vida cultural y literaria moderna y militante, fue el clima en el que se desarrollaron esos intelectuales, que podían exponer sus puntos de vista sin censuras ni exclusiones. Uva de Aragón afirmó en el texto citado: "Los creadores cubanos fueron fieles a las normas estéticas que cada uno se fijó. No sacrificaron la calidad de sus obras ante ninguna otra exigencia y prefirieron siempre la ‘indiferencia oficial’ a un patrocinio estatal que pusiera bridas a la libertad creadora”.

Los más importantes escritores y artistas cubanos, reconocidos internacionalmente, habían hecho ya lo más importante de su obra antes de la llegada de Castro al poder. Entre éstos, sin importar su posición política, estaban José Lezama Lima, probablemente el hombre de letras más relevante de Cuba del siglo XX; el poeta y dramaturgo Virgilio Piñera, que revolucionó el teatro cubano con el estreno de Electra Garrigó en 1948, dos años antes de que el franco-rumano Eugenio Ionesco, padre del teatro del absurdo, estrenara en París La soprano calva; los pintores Amelia Peláez, René Portocarrero, Wilfredo Lam y otros tantos; el novelista Alejo Carpentier, autor de El siglo de las luces; el poeta Nicolás Guillén; la bailarina Alicia Alonso; y, por supuesto, un número extraordinario de compositores e intérpretes de la música popular como Ernesto Lecuona, Amadeo Roldán, Alejandro García Caturla, el Trío Matamoros, Sindo Garay, Eliseo Grenet, Hubert de Blank, Benny Moré, Dámaso Pérez Prado y muchos más.

El hombre que muchos homenajean hoy por llevar a los rebeldes a una más que improbable victoria, abrazar el comunismo soviético y desafiar a Estados Unidos durante 50 años, ha sumido a su país en la pobreza y en el subsuelo económico, por no hablar de las miles de víctimas que el proceso se ha cobrado. Los cubanos rechazan ese signo de igualdad que en el exterior se pretende patentar entre Cuba y Fidel Castro y su revolución. No existe tal igualdad, por mucho que lo intenten sus fans.

En el plano económico, en 1958, según cifras de la ONU y de la OIT, solo un 14% del capital total invertido en la isla era norteamericano. El 62% de los bienes de la industria azucarera estaba en manos de cubanos.

Cuba ocupaba en 1953 el número 22 en el mundo en médico por habitante, con 128.6 por cada 100 mil. Su tasa de mortalidad era de 5.8 -tercer lugar en el mundo-, mientras que la de Estados Unidos era de 9.5 y la de Canadá de 7.6. A fines de los 50, la isla tenía la tasa de mortalidad infantil más baja de América Latina con 3.76.

Cuba, con una población de 6 millones 630 mil 921 habitantes en 1958 disponía de 35 mil camas de hospitales, un promedio de una cama por cada 190 habitantes, cifra que excedía la meta de los países desarrollados de esa época de 200 personas por cama de hospital, y un promedio de un médico por cada 980 habitantes, superada en América Latina sólo por Argentina con uno por cada 760.

Cuba ocupaba en el año antes mencionado el lugar número 33 entre 112 naciones del mundo en cuanto a nivel de lectura diaria, con 101 ejemplares de periódicos por cada mil habitantes.
Tan sólo en materia de artículos suntuarios, Cuba poseía en 1959 un radio por cada cinco habitantes, un televisor por cada 28, un teléfono por cada 38 y un automóvil por cada 40 habitantes, según el Anuario Estadístico de Naciones Unidas.

La fuerza laboral era en 1958 de 2 millones 204 mil trabajadores. La tasa de desempleo de esa fecha era del 7.07%, la más baja de América Latina, según datos del Ministerio del Trabajo de Cuba. Cifras de la OIT nos muestran que  ocupaba el lugar número 8 en el mundo en el pago de salarios a trabajadores industriales y el número 7 en salarios a trabajadores agrícolas.

Así que dejémonos de monsergas y pongamos los puntos sobre las íes. El país no ha avanzado más por la revolución, no ha generado dinero para emprender importantes reformas estructurales y mucho menos para modernizar el país, estancado en los mediados del siglo XX, viviendo de glorias pasadas.

A Fidel Castro solo le interesó gastar dinero en promover su figura, como cuando fue líder en los NO Alineados, y en meterse en guerras que nada tenían que ver con Cuba, pero que le permitieron jugar a los soldaditos en un tablero instalado en una amplia sala,  creyéndose un Napoleón.

Si alguien se pregunta por qué hay una muchedumbre exultante en la calle Ocho de Miami, abrazándose, en un corro que se desbanda y vuelve a unirse porque se siente renacer, no tiene más que hacer el recuento de lo escrito aquí. Y aunque son conscientes que nada va a cambiar en Cuba como para permitirles volver a su tierra rodeada del amargo azote de la sal, les resulta suficiente unir sus manos y sentir que se acercan de cierto modo al caimán verde y quieto que reposa en el Caribe y a los que viven allí.


miércoles, 16 de noviembre de 2016

LOS ALIADOS EUROPEOS SE PREPARAN PARA LA ERA TRUMP.








Por Mirta Balea

El presidente norteamericano Barack Obama ha llegado a territorio europeo con la misión personal de calmar a los aliados y asegurar que el nuevo mandatario Donald Trump será leal a la OTAN, algo que nadie cree. La Unión Europea ha comenzado desde este lunes a preparar su propia defensa militar ante la nueva era.


El viaje dista mucho de ser la despedida soñada por Obama porque no ha pasado el testigo a su colega demócrata Hillary Clinton y tiene el telón de fondo de un presidente republicano electo, que ha amenazado con liquidar una gran parte de los pilares que conformaron las relaciones exteriores de Estados Unidos en los últimos años. Trump ha advertido que repensará el papel de los norteamericanos en la Alianza Atlántica.


Con esto fijado en términos de seguridad internacional, el fin de la colaboración estadounidense en la paz ha puesto en solfa la propia génesis de la OTAN y Europa esta convencida que a partir del próximo enero, cuando Trump entre en posesión del cargo, deberá ser capaz de defenderse sola.


El populismo crece en Europa, pero de momento, a trancas y barrancas, el estado de bienestar pone freno a sus ansias de poder. Parece significativo que el magnate devenido a político escogiera como primera opción entrevistarse con el líder del UKIPE, el británico Nigel Farage, artesano del voto por la salida de Reino Unido de la Unión Europea o Brexit. La foto publicada es de revista del corazón, sonrisas de oreja a oreja, una puerta dorada al fondo, y solo faltó la presencia de una de las Kardashian.

Farage le estuvo apoyando toda la campaña desde Londres. Ambos tienen las mismas actitudes, buscan los mismos votos, comparten la misma  idea del aislacionismo en favor de los suyos. El gobierno de Theresa May no se siente cómodo con el modo de pensar del presidente electo de Estados Unidos y ahora debe vérselas con que Europa sitúa como su prioridad más inmediata la Seguridad ante el brexit, sobre lo que aún no hay programa.



Lo que ha planteado Trump en síntesis es que Estados Unidos paga demasiado dinero por las bases militares en países como España, Arabia Saudita, Japón, y que estos países viven de los estadounidenses. En la etapa de George Busch, se había planteado la idea de crear alianzas con aportaciones puntuales para una batallas determinadas.


Cuando Trump habla del dinero que Estados Unidos gasta en esas bases, en su mentalidad empresarial lo que ve es una carga de gastos que no es rentable y pierde de vista lo que un político no haría, observar esos emplazamientos como una forma de tener presencia militar global. Pensando como una empresa de seguridad privada, quiere cobrar por los servicios prestados.


La OTAN se creó como muro de contención contra la ex-Unión Soviética y se mantuvo como elemento básico en la política exterior norteamericana. Ahora Europa no puede confiar en su aliado de medio siglo, porque el nuevo presidente está más interesado en un entendimiento con el presidente ruso Vladimir Putin.


Resulta paradójico que las últimas jornadas de Obama como presidente en la esfera internacional sirvan o pretendan apagar los fuegos del entrante. Quien dejará el mandato en enero del 2017 se esfuerza en transmitir que, aunque las personas y los nombres cambien, hay una política que lleva muchos años en marcha y debe continuar. Lo cierto es que ni siquiera él puede sellar esta máxima sin dejar en péndulo una duda razonable.


Trump alcanzó su riqueza por exenciones fiscales, por no tributar, por ocultar ingresos, por financiar bonos basura, por estafar en sus casinos al más puro estilo del sistema y, sin embargo, 60 y más millones de norteamericanos se fiaron de él y compraron con votos su discurso. Si como las encuestas señalaban había un alto nivel de rechazo a su figura, ¿donde se metieron los 100 millones que no acudieron a votar y pudieron impedir su ascenso? La pregunta se responderá con el tiempo.


Los dogmáticos como el presidente electo de Estados Unidos tienen su caladero de votos en un sector poblacional y literalmente pescan en río revuelto, para alcanzar su cuota de poder, a veces, como en este caso, la mayor. No se puede decir que este hombre tenga una ideología definida.


Los hechos contrastados y constatados es que su perfil es de un misógino, racista, xenófobo, y su vicepresidente Pence, un creacionista, que niega la evolución y cree que hemos llegado a la tierra porque Dios nos puso aquí, a poco que te descuides nos dirá también que nos quería blancos y puros. Este hombre niega hasta que el tabaco mate, una consigna de hace años de la OMS y que se ha probado científicamente cierta.

Que Trump tuviera esa cuota de pantalla, esa capacidad para entretener a la audiencia y que lograra el financiamiento por donaciones de gran parte de su campana, es algo que debemos mencionar también. Se traduce en alimentar un determinado sistema mediático, que hace espectáculo y no da información. Sus seguidores pretenden hacer creer que el lenguaje de odio viene de sus detractores y tildan de comunista a todo el que discrepe de estas ideas porque como ocurre a veces con los terroristas el fanatismo viene del ocultamiento de una duda secreta.


Habrá que analizar en el futuro la corte que le acompañara en el gobierno y a muchos les seguirá resultando difícil calificar sus anuncios políticos de fascistas, aunque lo son en el sentido aceptado del término en pedagogía política. Si alguien con tanto poder como Trump se empeña en demonizar a determinados colectivos como los culpables de todos los males de los norteamericanos, los efectos de sus palabras tendrán consecuencias, difíciles de sobrellevar después.


Sus seguidores se apoyan en que durante los ocho años de mandato de Obama se deportaron más de dos millones de inmigrantes indocumentados, la diferencia es que el presidente no hizo de esto una bandera de lucha, no amplificó el concepto de delincuencia a estas personas, lo hizo organizadamente en cumplimiento de la ley y no se sirvió de sus acciones para incitar al odio contra el de afuera o contra el que es distinto.


La BBC ha desmentido al presidente electo sobre la cifra de latinos con antecedentes penales en Estados Unidos, que en principio Trump situó en 11 millones y que tras la campaña redujo a 3 millones. El medio británico afirma, basándose en estadísticas del Congreso norteamericano, que no pasan de 170 mil. Nada ético resulta acusar a todos los inmigrantes de violadores y delincuentes como ha hecho en una campaña plagada de mentiras y medias verdades. 

Europa tiene una enorme preocupación e incertidumbre respecto a los movimientos de Trump. Los líderes europeos son conscientes que, tanto en la economía como en la defensa, las reglas van a cambiar. Obama les ha dicho que el nuevo presidente es pragmático, que en el no pesa la ideología, y que espera que se rodee de gente buena y con intención clara de mantener las alianzas. Pero esto casa mal con la propia campaña presidencial.


Putin y Trump han hablado y durante la campaña se lanzaron guiños; desde Rusia se hackearon todos los correos electrónicos de la demócrata Hillary Clinton y sus colaboradores, según han confirmado varias agencias de inteligencia. Los hackers entraron en esos dominios por encargo del gobierno ruso. Esto nos lleva sin dificultades a conocer que Moscú influyó en el resultado electoral.


Hay un punto en el que se puede cambiar sustancialmente la política mundial con la nueva relación Washington-Moscú: Siria. Ahora los rusos, que apoyan al régimen de Bashir el-Assad, son los únicos que combaten junto a él por igual a disidentes y terroristas. Recordemos que la guerra comenzó con actos de protesta contra el régimen y fue fagocitada por los islamistas radicales. La amenaza está en que Estados Unidos se sume a esta campaña de exterminio de todos por igual, lo que sería el primer cambio estratégico de la era Trump.


El Banco Central Europeo ha alertado sobre las consecuencias negativas del proteccionismo de Trump, que tendrá un amargo coste para la economía de Estados Unidos y del mundo. En medio del Brexit, llega un señor proteccionista que pretende cargarse todos los tratados de libre comercio.


NO existe algo que podamos visualizar como el programa económico de Donald Trump, al menos no como se puede apreciar en Europa cuando llegan las elecciones y los partidos presentan sus plataformas. Todo lo que tenemos son declaraciones, que no se sabe si se van a concretar.


Los pilares de su campaña han sido echar a inmigrantes, construir el muro con México, un proteccionismo comercial y una política fiscal expansiva de aumento del gasto militar y de las infraestructuras y reducir el impuesto de sociedades y los tramos más altos de la renta.


Los tratados norteamericanos con México y Canadá vienen de los años 90 del pasado siglo y son compromisos con una seguridad jurídica difícil de pasar por alto. Europa se prepara para la política fiscal expansiva, que afectará los países más endeudados al traducirse en una subida de tipos de interés. Esto llevará a un mayor endeudamiento y Estados Unidos tiene una deuda que se come un 110% del PIB.


Una anécdota curiosa de última hora es que el presidente electo ha preguntado a la Casa Blanca si sus hijos mayores de edad -muy activos en su campaña y supuestos futuros managers de sus negocios- pueden tener acceso a documentos sensibles de la seguridad nacional, la cia y otros servicios de inteligencia, que manejan unos pocos.


Como mínimo resulta ínsólita la pregunta, para no decir que todo el objetivo es irregular y no se haya justificado. Nadie sabe como será el gabinete del nuevo presidente, ni si alguno de sus hijos formará parte de este. Pero, aún así, se sabe que a este tipo de documentación acceden muy pocos mandos por razones obvias.


El discurso de Trump diciendo poco menos que los musulmanes ni siquiera denunciaban a los terroristas cuando los veían a su alrededor está teniendo consecuencias contabilizadas. El FBI ha dado a conocer datos estadísticos muy sugerentes en cuanto a que las palabras siempre tienen un coste. Las estadísticas de crímenes de odio, que incluyen el racismo, sufrieron un incremento en 2015, período estrechamente relacionado con las primarias del Partido Republicano y con la retórica más dura. Frente a pesos pesados como Jeb Bush, Marco Rubio o Ted Cruz, que contaban además con el resuelto apoyo del establishment republicano, muy pocos lo veían imponerse y, sin embargo, redujo a sus adversarios a cenizas.


Los ataques a musulmanes subieron el 67%, no importa el tiempo que lleven viviendo en Estados Unidos, ni si se han integrado o no. Los crímenes de odio contra otras razas han crecido un 7%, que es mucho también, y en las escuelas y universidades se conoce de hechos reprobables contra las minorías por parte de los vencedores.


Entre las entidades que han dado apoyo público al presidente electo está el KKK y los jerarcas de la Asociación del Rifle. El líder del autodenominado Partido Nazi de Estados Unidos, Rocky Suhayda, ha dicho que la nueva etapa abre "una oportunidad real".


El fenómeno Trump estuvo precedido en 2010 por el del Tea Party. La irrupción del multimillonario no ha hecho más que prolongarlo y constituye una revolución electoral, que ningún analista supo prever. La vieja bicefalia entre demócratas y republicanos para pervivir, que se ha convertido en seísmo por la victoria de un candidato heterodoxo. Su estilo directo, populachero, y su mensaje maniqueo y reduccionista, apelando a los bajos instintos de ciertos sectores de la sociedad, le ha conferido un carácter de autenticidad a ojos del sector más decepcionado del electorado de la derecha.

Muchos electores irritados por lo «políticamente correcto»,  creen que ya no se puede decir lo que se piensa so pena de ser acusado de racista, así que la «palabra libre» de Trump sobre los latinos, los inmigrantes o los musulmanes es percibida como un auténtico desahogo. Lo peor es que el apoyo viene muchas veces de latinos o musulmanes inmigrantes, que entraron en otras épocas y se han asentado y conseguido la nacionalidad.


Trump no es un antisistema, ni obviamente un revolucionario. Censura a los políticos y por ende al modelo que los acuna, y su discurso es emocional, apela a los instintos, a las tripas, no a lo cerebral, ni a la razón. Habla para esa parte del electorado en la que ha empezado a cundir el desánimo y el descontento.


Lo que está ocurriendo en Estados Unidos y en Europa es que ciertos grupos, a los que muchos llaman populistas, con un alto grado de demagogia porque engañan prometiendo resolver problemas complejos a la mayor brevedad como ha sido el caso de Trump, pretenden derogar la democracia liberal. En eso me apunto a la frase de Churchill de que la democracia es el peor gobierno posible a excepción de los demás.


Todo lo que está ocurriendo se parece mucho al movimiento que precedió a hechos luctuosos del siglo XX. Los líderes de entonces apelaban a derogar la política, porque sin ésta no hay democracia, y sin democracia pueden hacer lo que quieran.

viernes, 11 de noviembre de 2016

El abrazo de los enemigos


Por Mirta Balea

Lo vivido en los últimos meses en EEUU es probablemente la campaña electoral más brutal y descarnada de toda la historia de esta democracia bi-centenaria y asentada. Pero ni siquiera ésta ha podido librarse de que la política es un reality show, que crea realidad cuando estamos ante el espectáculo de los medios.

El encuentro la víspera entre el electo Donald Trump y el saliente Barack Obama - al que aun quedan 72 días para tomar decisiones-  se pareció mucho al abrazo cordial y frío de enemigos a los que no les queda otra que impedir que se evidencien sus importantes diferencias políticas so pena de poner en riesgo el tradicional período de transición de poderes.

La nación fue testigo -probablemente con la boca abierta- de un Trump admitiendo que Obama es un buen hombre y esperando que estos encuentros se repitan en el futuro, apelando a la experiencia presidencial de su oponente. Había que rebajar la tensión en la que el candidato electo se instaló durante la campaña y hacer caso omiso de sus propias expresiones, que han logrado dividir a la sociedad.

Esto ha sido palpable en estos días con las manifestaciones en unas 25 ciudades en protesta por el resultado electoral, que dio la victoria al magnate de la construcción. Dudo mucho que todos los inconformes beligerantes hayan votado a Hillary Clinton, que por cierto hoy se fue sola a pasear por el bosque, aunque alguien la encontró y se hizo un selfie. Querría solo fondear en la tranquila vergüenza, hinchada de benévola ironía.

El inicio del proceso de transición tuvo ayer un matiz: Obama ni su mujer recibieron a las puertas de la Casa Blanca al elegido por mayoría popular. Lo esperaron dentro, algo que no hicieron hace ocho años sus antecesores, George Bush y esposa. Trump había puesto en duda que el actual presidente hubiera nacido en Estados Unidos y le acusó de ser el fundador del Estado Islámico, lo que resultan ataques muy duros a la integridad del Ejecutivo en ejercicio.

He escuchado a algún periodista español decir que es inusual en la sociedad norteamericana las manifestaciones y no voy a referirme ya a las que viví en diferido en los años 60 en contra de la guerra en Vietnam, solo recordaré las pasadas recientes, contra la situación económica y contra el racismo policial.

Y aunque no creo que las actuales, con un alto contenido político, vayan a derivar en agresiones significativas, debo señalar que las manifestaciones se dan en democracia, donde no se ven es en los países dictatoriales y totalitarios. El desahogo se requiere para evitar que la olla reviente.

Lo que me permitiré subrayar aquí es que el comportamiento no verbal de Trump fue muy distinto ayer del exhibido en la campaña. Si apelamos a la hemeroteca y observamos con detenimiento las imágenes veremos que ha sido agresivo, emotivo, despreciativo, en cambio la que dio en su discurso al país tras la victoria este miércoles y en su encuentro con Obama hace suponer una metamorfosis en el personaje.

En el discurso de la victoria, se mantuvo tranquilo en el atril, en tanto en campaña mostraba claramente su enfado, moviéndose de un lado a otro, dramatizando, con un tono de voz grave, apelando a las ofensas y a los insultos directos y hasta a las amenazas, cuando dijo a Clinton que la procesaría.

Quizás entendió que su puesta en escena le conduciría a la victoria, porque como él mismo ha dicho no le gusta perder y es ambicioso, narcisista y megalómano. Y, mira por donde, le funcionó. Incluso cuando se atrevió a decir que no deseaba ser una buena persona sino un killer.


Si las palabras son un arma de doble filo,  el daño que han provocado las suyas en una buena parte de la sociedad americana no resultará fácil de recomponer.  El odio canalizado a manera de voto es un auténtico peligro, ya que muchos las entenderán como un aval para alterar el orden público y el contrato de convivencia social.

Un hecho cierto es que si algo nos enseñan estas elecciones es que el poder está cambiando de manos, ha pasado en algunos casos a fragmentarse y es más imprevisible, difícil de comprender, entender e interpretar y nos obliga a una profunda reflexión. Lo más inusitado es que el efecto Trump en Wall Street ha marcado records en la Bolsa.

No se si yo hubiera votado a Clinton, colocando una pinza en mi nariz para evitar el hedor de la corrupción, o si me habría abstenido, pero lo que si no haría es votar a alguien como Trump. Al margen de esta actitud personal, que se apoya mucho en mi condición femenina y de inmigrante, hay millones de personas que le apoyan. Mas de 60 millones para ser exactos.

Todo esto a pesar de que ha atacado a las mujeres, a los inmigrantes, a personas con discapacidad, ha prometido quitar la ciudadanía a los hijos de indocumentados, expulsar a once millones de personas, 15 mil por día si hacemos cuentas, y ha dicho que prohibirá la entrada a los musulmanes. Pero ¿qué había enfrente? Una Clinton amenazando con el continuismo político, que, por lo que se ve, ha cansado a muchos votantes.

A Obama en España se le veía como un hombre progresista, que había enfrentado y sabido salir de una crisis planetaria. Nadie con sentido común lo consideraría de izquierdas, en el sentido tradicional de la palabra, pero sí, centrista. A Trump lo ven como una extrema derecha con cantos de sirena y a Clinton como una derecha rancia, dependiente de las élites financieras. Pero estos son parámetros europeos, no estadounidenses.

Trump dijo en un twitter hace apenas unas horas que le encantaba que "pequeños grupos" de manifestantes tuvieran pasión por el país y que todos se reunirían y estarían orgullosos. Esto probablemente coincidió con su desayuno y lo habrá puesto su equipo, porque siete horas antes, por la misma vía y con la sinceridad que le es propia, el mensaje iba de echarle la culpa a los medios por incitar las protestas y calificar de profesionales a los manifestantes. Quizás acababa de despertarse y vio que las protestas seguían.

Sus colaboradores aparecieron en la cadena televisiva Fox para preguntar cómo se habría reflejado en los medios si la ganadora hubiera sido Clinton y los votantes de Trump se lanzaran a protestar a las calles. A mi me resulta una reflexión sensata porque lo que no pueda darse en democracia es cuestionar un resultado electoral hasta esos límites.

El sustrato de la democracia es el consenso social de las clases medias, ahora sumidas en el mundo entero en una profunda crisis de desigualdad, exclusión social, donde el proteccionismo se vislumbra como la única salida. En Estados Unidos, el viejo dicho de "América para los americanos" porque el dogmatismo de Trump es dar respuestas rápidas y fáciles a problemas económicos complejos.

La crisis social es tan profunda que trasciende lo económico para convertirse en estructural. Ya no valen las reglas tradicionales vigentes, la brecha se puede ver con claridad donde antes había una sociedad común y ahora encontramos marginación traducida en el voto.

Clinton recordaba a la gente el pasado tenebroso de su clan y que representaba al sistema que ha perdido el respeto a la mayoría social. Y ¿quién ha sido capaz de enfrentarse al establishment -aunque forme parte de él-, a las televisiones, a los medios financieros, a los propios republicanos, aun diciendo barbaridades y haciendo promesas hueras que no podrá cumplir: Donald Trump.

La globalización en la que estamos moviéndonos ahora mismo ha sido salvaje y nada tiene que ver con la economía de mercado, sino con las burbujas especulativas. No deja de ser paradójico -al menos visto desde Europa- como un Obama, considerado progresista, no ha podido acabar con las desigualdades raciales, ni con las diferencias entre ricos y pobres a pesar de todas sus promesas.

Son estas personas desprotegidas, que han vivido una deslocalización de las industrias en sus ciudades, privadas de derechos, las que han creído que Trump es la solución. Y esto es un fenómeno también europeo. El votante, en su mente, compensa con esta esperanza la falta de experiencia política del personaje.

Trump ha propuesto incrementar el gasto público con un plan en el que se dará más dinero a la esfera militar y a las transferencias a veteranos de guerra, olvidando que es algo que los republicanos criticaban a Obama. Lo cierto es que más gasto incrementa la deuda, que en Estados Unidos es muy abultada y está comprometida.

El Tratado Comercial con Europa, al que se comprometió la Administración Obama, se da por muerto. El eje del discurso del presidente electo ha sido el nacionalismo y el aislacionismo frente al resto del mundo y el proteccionismo a partir de un sector mercantil cerrado al exterior para supuestamente poner a EEUU por delante del resto del mundo.

El proteccionismo es un error económico de base, que convirtió en 1930 una crisis importante en una Gran Depresión y esta es la razón de que en la del 2008 se haya intentado no caer en el mismo error.  Si Trump insiste en sus tesis provocará una crisis mundial de calado.

Las Bolsas han recibido el "trumpazo" mejor de lo esperado. La caída vaticinada de un 4% no se ha cumplido. Los empresarios han gestionado sus recursos en un mundo globalizado mediante intercambios con otras firmas y con los gobiernos y se adaptan. Ahora se aferran al clavo ardiendo del discurso del presidente electo tras la victoria. Pero será el sector neo-con, tan criticado en la era Bush, el que le pare los pies.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Donald Trump a la Casa Blanca



Por Mirta Balea

Donald Trump se ha hecho con la Casa Blanca. Un constructor, con muchos fracasos y deudas con el fisco, de 70 años y con una carencia absoluta de conocimiento político, nacido en cuna de oro, que hizo su dinero gracias al sistema, al que ha machacado sin tregua durante toda la campaña.


En su primer contacto anoche con los norteamericanos tras su victoria, dejó a un lado su discurso bronco y esbozó uno conciliador. Típico de una mentalidad empresarial en la que se entra a matar al adversario y una vez tienes el poder, bajas el tono. Vendió su falta de experiencia política como una virtud ante los golpeados por la globalización, el terrorismo y la incertidumbre ante el futuro.

La América blanca obrera y rural y de clase media baja dio un puñetazo en la mesa, el voto hispano se dividió y el negro brilló por su ausencia con un 30% menos de lo esperado. Lo que podría considerarse como una socialización política de los valores democráticos, impone que los ciudadanos crean en ellos, los conozcan, los asimilen y los practiquen dentro del régimen vigente.

Esto es algo que saben muy bien aquellos instauradores de sistemas autoritarios o totalitarios, tanto de izquierda como de derecha, por eso no es casual que Marine Le Penn, líder del Frente Nacional francés, xenófobo, racista y nacionalista, fuera la primera en felicitar desde Europa a Trump y con gran alegría.


La oponente demócrata Hillary Clinton no supo o no quiso acaparar el discurso de la protección, pensando, quizás, que Trump cavaría su propia tumba. Y no fue así. Los estados bisagras, que fluctúan entre demócratas y republicanos, y algunos hasta ahora votantes demócratas, le dieron la victoria al republicano.


Trump supo conectar con la ira social, a pesar de sus tintes xenófobos, racistas, machistas, su nulo apego a abrirse al mundo y su escaso interés por las soluciones viables a los problemas denunciados. Una última encuesta dice que a un 60% de norteamericanos no le gusta su imagen, pero tenemos en frente la conversión.


A veces se dicen cosas en campaña que habría que haber matizado a tiempo, al menos para que se enteren los votantes, porque gobernar es otra cosa. Y aquí nos encontramos ante la eterna incógnita por los valores que han de sustituir asideros tan largamente utilizados.


Así escuchamos a los que dicen que el discurso del magnate les ha llegado al corazón y que ha dicho verdades como puños. A tenor de lo que Trump impuso como discurso de campaña, se ha reforzado el tradicional recelo hacia el Estado, y el no menos tradicional apego sin límites a lo mío frente a lo tuyo, que suele acabar siempre en el duelo, tú o yo.


Los líderes europeos llaman a preocuparse y ocuparse ante esta nueva articulación del discurso político. Bruselas intenta digerir la noticia, asumiendo que tendrá consecuencias, porque la mayoría de las ideas de Trump suponen un giro de 180 grados sobre las tesis de este lado del Atlántico, y temen el efecto contagio sobre el populismo, tanto de izquierda como de derecha.


Lo cierto es que ha quedado claro que ni Barack Obama es el brillante pasado, ni Trump el tenebroso futuro. El sistema norteamericano es compensatorio y su principal oponente en el Congreso serán los propios republicanos. Todos aspiran a que el presidente se rodee de economistas razonables.


La crisis del 2011 fue devastadora para todos los países. Obama consiguió no entrar en recesión y ha recuperado poco a poco el empleo, pero con mucho coste social. La gente siente que aumenta la desigualdad y que su país ha dejado de ser la potencia que era. Uno no puede dejar de preguntarse como se habría salido del epicentro crítico con un Trump, porque recordando a Ronald Reagan, los republicanos dejaron mucho déficit.


Hemos sido testigos en esta dramática campaña electoral en Estados Unidos de la apertura de discursos fáciles, que abren la puerta a las lamentaciones, a debates sin chicha, y a ver como Hillary perdía todos los activos demócratas por su rigidez en el relato, sin enfrentar los retos a los que la exponía Trump, algo con lo que él ya contaba.


Europa, que ha dado grandes ejemplos de democracias consolidadas, a pesar de los múltiples retos de hoy para cohesionar sus filas, no parece que vaya a replantarse los valores del sistema, ni la propia globalización. Todo indica que reforzará el proyecto para hacerlo más integrador en lo político y social y en lo fiscal.


Ahora toca ser provocativos y adelantarse a las movidas de Trump, en especial la re-edición de las relaciones con Rusia, y tomar nota de las razones que han llevado a los norteamericanos a brindar su confianza al republicano y la incertidumbre mundial que esto supone.


Los países de América Latina son los que deben estar de verdad preocupados, en especial Méjico, con un 80% de exportaciones a Estados Unidos. Trump ha amenazado con aumentar los aranceles a este país en un 35% y en un 45% a China.


Asombra que un mensaje de unilateralismo, proteccionismo y contención, haya calado en tanta gente, sobre todo en los trabajadores, en los negros y los hispanos, a pesar de la patente contradicción entre sus muchas propuestas y el plano económico de hallar el dinero para ponerlas en práctica.  Esto lo sabe la Bolsa, que ha caído moderadamente, consciente que el presidente no hará lo que ha dicho, entre otras razones, por que no puede, y porque la Bolsa es siempre largo-placista.


Trump ha sabido absorber la revuelta contra el sistema al que culpan de la afectación de muchos sectores, excluidos de la riqueza por las burbujas especulativas, que han dejado fuera a la mayoría, las tensiones demográficas, las transferencias culturales, la desindustrialización, y han optado por la ilusión en lugar del realismo.


Este magnate ha encarnado al arquetipo del genuino norteamericano ante la desgastada Clinton. La gente no se fió de los encuestadores y su triunfo se vio venir por muy pocos. Ahora hay que tocar madera y esperar.