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domingo, 30 de octubre de 2011

UNION EUROPEA: borrascas sobre el euro

Por Mirta Balea

Los seres humanos pertenecemos al sistema binario de unos y ceros y, al más puro estilo mafioso, estamos expuestos a que nos trituren las tarjetas de crédito y nos hagan engullirlas por no estar al día en los pagos.

En este punto de las crisis económica y financiera de los países afiliados al euro, los políticos tienen miedo de cómo podrían reaccionar los mercados ante sus decisiones y los ciudadanos tiemblan ante lo que se les pueda ocurrir a éstos. Es una época en que para la gente de a pie no hay Europa que valga, solo preocupación por las pensiones, el trabajo y los salarios.

Durante el último año y medio se han organizado 14 cumbres para el rescate de la moneda única, pero la situación en la que ésta se halla no se ha aclarado en ningún momento, solo se habla de que hay que resolver la debilidad del sistema financiero europeo y lo cierto es que los problemas bancarios de Europa y los de la deuda soberana se refuerzan mutuamente.

La situación fragmentaria progresiva de la zona euro es el resultado de la dependencia mutua de bancos y Gobiernos. Los primeros son vulnerables a la crisis de la deuda soberana porque tienen en su poder gran cantidad de bonos del Estado emitidos en su mayoría por el país de origen.

Los Gobiernos son frágiles ante las crisis bancarias porque han adquirido la responsabilidad de ir al rescate de las instituciones financieras nacionales y cada golpe de la crisis actual pone de relieve esta interdependencia.

De manera que, lo primero que habría que hacer es garantizar el sistema bancario para re-capitalizarlo después. Pero en la última Cumbre de la Unión Europea, la pasada semana, se ha vuelto al círculo vicioso en el que gira como consecuencia de la permeabilidad de las deudas soberanas y el deterioro de los activos bancarios.

En opinión de Bruselas, la re-capitalización fortalecería a los bancos y eliminaría los muros reguladores, que separan los sistemas bancarios nacionales, y limitaría la exposición excesiva al riesgo de incumplimiento del pago de la deuda por los Gobiernos.

Esto va en la línea alemana de que la euro-zona sería más saludable con un sistema bancario bien capitalizado, que mantenga los activos diversificados y los sujete a un marco común de supervisión y garantía de los depósitos. Lo que estaría muy bien si esta no fuera una Europa a dos velocidades.

El 15 de septiembre del 2008, la compañía financiera estadounidense Lehman Brothers se declaró en bancarrota, suceso identificado por muchos como el primer signo de la actual crisis. Las pérdidas eran superiores a los 2.000 millones de euros y la institución fue acusada de prácticas de venta “a corto plazo”.

Este tipo de práctica hace referencia a desprenderse de activos cuya caída en Bolsa estaba asegurada, obligando al comprador a aceptar un compromiso de reventa. Con esto, los valores volverían a subir y Lehman Brothers los habrías adquirido de nuevo garantizándose un buen beneficio.

Ni más ni menos que un intento desleal de salvar el culo antes del desplome por llenar su cartera de activos tóxicos, algo que los legos en la materia podrían ver en el thriller financiero Margin Call. En contra de la película hay que decir que en su trasfondo apoya, o parecer hacerlo, las triquiñuelas sucias del grupo financiero, al que no se llama por su nombre.

Un día antes de la cumbre ocurrió algo sin precedentes: fue suspendido el Consejo de Ministros de Economía y Finanzas encargado de ultimar la preparación del encuentro de los jefes de Estado y de Gobierno, bajo el pretexto de finalizar asuntos técnicos, lo que no impidió la inmediata caída de las Bolsas.

Todo señala a la crisis, el lunes de la pasada semana, en el Parlamento británico cuando cayó una moción para convocar un referendo sobre la salida del Reino Unido de la UE. Los euro-escépticos, una vez más, intentaron meter baza aterrorizados ante la debacle de la que es protagonista el euro.

Podría parecer un éxito del Gobierno en Londres, pero la emboscada tendida al primer ministro David Cameron no ha hecho más que hacer públicas las tensiones y los problemas de su coalición con los liberal- demócratas, mal digerida por una importante parte de los tories o conservadores.

Bruselas ha reclamado al Fondo Monetario Internacional a que provea de más dinero al Fondo de Rescate. La directora gerente Christine Lagarde ha planteado la posibilidad de aumentar el aporte del organismo financiero.

Se ha presionado también a Brasil y China, ambas ubicadas en el grupo BRIC de economías emergentes del planeta, junto a Rusia e India, para que arrimen el hombro con los europeos, aprovechando el interés mundial por sacar al euro del atolladero.

China ha impedido que las economías de España e Italia colapsen con la compra de mas activos de las deuda respectivas. Esto tiene que ver con las privatizaciones forzadas por los Gobiernos de los países con dificultades para reducir el déficit, lo que incluiría la compra del aeropuerto de Atenas.

La crisis de la euro-zona está afectando el crecimiento en todo el mundo. Los mercados están permanentemente en la cuerda floja y el sistema bancario sigue siendo frágil. Y si resulta cierto que en los negocios la confianza es importante, la falta de ésta está socavando a la moneda única.

La situación presupuestaria del Reino Unido es peor que la de España, pero la certeza de que el Banco de Inglaterra podría prevenir la especulación con la deuda británica es suficiente para tranquilizar a los inversores internacionales.

En Europa hay empresas fuertes y unos déficits presupuestarios aceptables y la deuda pública en la zona euro, en su conjunto, no resulta especialmente alta. Estados Unidos y el Reino Unidos son los que deberían estar sufriendo las consecuencias de la burbuja de la deuda de la última década.

¿Por qué está entonces en crisis la euro-zona? Porque el sistema monetario único se ha desarrollado de manera disfuncional, ha venido ignorando sus propios desequilibrios y ha permitido a algunos estados miembros a infringir las propias reglas impuestas para su correcto funcionamiento.

Si el FMI aumenta la financiación del Fondo de Rescate, gran parte del dinero prestado vendrá de Estados Unidos y Reino Unido, dos economías con grandes socavones presupuestarios y la economía mundial empeorará y la zona euro seguirá necesitando préstamos de países con dificultades económicas.

Las causas de la crisis continúan siendo las mismas. Los países periféricos de Europa (Portugal, Italia, Grecia y España) han sufrido una enorme pérdida de competitividad frente a Alemania, que se toma como referencia para cualquier cálculo económico o inversionista, y las reformas que están dispuestos a acometer solo tratan el síntoma, no curan la enfermedad ni ayudan a superar el bache. Ya serían difíciles  de acometer tales transformaciones en tiempos mejores.

Esto nos trae a la realidad de que en 2012 se estará discutiendo de nuevo sobre cómo ingresar dinero en una economía que podría ser la griega o quizás la italiana.

Lo preocupante fue el espectáculo dado por Italia en la última Cumbre. Miembro del G-8 (las mayores economías del planeta), la cuarta economía de la UE y que supone un 16.8% del PIB conjunto está a punto de reemplazar a Grecia en la trágica espiral de rescates.

Primero hubo que enfrentar el rescate a Grecia y cuando aún no se había resuelto saltó la crisis de Irlanda, que comenzaba a encauzarse cuando quedó superada por la de Portugal y un segundo rescate griego. Ahora Italia se halla en la antesala de los perdedores.

Los problemas políticos internos a los que se enfrenta el primer ministro italiano Silvio Berlusconi le han impedido cumplir con un plan de ajuste anunciado y prometido muchas veces a Bruselas y que ha venido incumpliendo desde agosto pasado.

Los estados no deberían re-capitalizar la banca, como ha querido e impuesto Alemania, pues se quedarán sin fondos para hacer frente a la deuda. Podrán aplicarse recortes fiscales y medidas de austerirad en la etapa de emergencia, al propio tiempo que negociar un nuevo pacto para la moneda única, que siente las bases para un crecimiento económico.

Los líderes europeos en todo caso tienen la responsabilidad -porque para eso le han elegido-de aplicar ingeniería financiera para ampliar los recursos del Fondo de Estabilidad Financiera, que de momento no sobrepasa los 440.000 millones de euros (de los que la mitad están ya comprometidos) y parecen suficientes para hacer frente al segundo rescate griego y para apuntalar las economías irlandesa y portuguesa, pero no para la llegada de la avisada turbulencia de Italia y en un caso más improbable de España.

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