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sábado, 31 de octubre de 2015

Puntos sobre las íes en el embargo cubano.

Por Oscar Peña.

Al abordar el tema del embargo a Cuba no voy andar con ambigüedades, miedos y rodeos. Marco tarjeta: quisiera fuera levantado hoy mismo.
Para evitar falsificaciones históricas no es correcto llamar “bloqueo” a una medida económica y financiera de un gobierno con otro por la confiscación de todas las propiedades de sus ciudadanos en la isla. Un bloqueo es una operación de guerra evitando entradas por mar y aeropuertos.
Preguntémonos todos hoy. ¿Fue esa prohibición a negociar con Cuba una reacción justa o injusta de los Estados Unidos? Fue justa. Los gobiernos se deben a sus ciudadanos y la medida fue un acto de respaldo y apoyo a los norteamericanos que les fueron robadas sus propiedades en Cuba.
El lector también debe preguntarse. ¿Aquellas razones y motivos justificados del gobierno de los Estados Unidos a quién han beneficiado más en todos estos años? Definitivamente a la dirección histórica de Cuba. Pudieron vestirse de victimas y justificar todos los desaciertos y deficiencias de un sistema totalitario. Confundieron al pueblo cubano y a la comunidad internacional. Evidencia: hoy se está regresando a lo que se elimino. El bloqueo interno fue el dañino.
Para entender bien la situación actual, también preguntémonos. ¿Quien puso el embargo a Cuba en 1960? El gobierno norteamericano. Fue su derecho y decisión. ¿Y quién lucha por quitarlo hoy? El gobierno y el pueblo norteamericano. Nuevamente es su derecho y decisión. Republicanos y demócratas están pidiendo la revisión de esa ley en el congreso de los Estados Unidos. El embargo a Cuba tiene hoy “muerte clínica” y esta respirando artificialmente.
¿Y qué está pasando? El gobierno de Cuba en vez de ser aliado del presidente de los Estados Unidos y de la mayoría de los estadounidenses y cubanos en los propósitos de levantar esas sanciones, sigue con la voluntad provocando confrontación. Solo hablan de pasado y no de futuro. El último ejemplo reciente fue la anacrónica, irreconciliable y poco elegante resolución presentada en la ONU
He pensado que esas almidonadas posiciones y discursos de los años 60 de las autoridades de Cuba prevalecen por el gusto y costumbre a seguir conviviendo en guerra fría con Estados Unidos, mantener el mito de víctima y el control social en extremo. Y si a ello se le agrega el fatal complejo de los países latinoamericano de criticarse por parecer muy amigo de los Estados Unidos siguiendo la tradicional influencia española y de otros países europeos encontramos la explicación de las respuestas de la Habana a las acciones del presidente de los Estados los y de los cubanos exiliados que han luchado por el levantamiento del embargo. El gobierno de Cuba debe bajarse de la Sierra Maestra.

Tomado de Facebook.

jueves, 29 de octubre de 2015

El hombre que le gustaba matar. El Ché Guevara

(foto tomada de internet)


Por Tania Díaz Castro


Es bien conocido que, con el fin de alimentar el mito de Ernesto Che Guevara, en numerosas ocasiones el gobierno cubano ha invertido mucho dinero. Muchas veces proveniente del pueblo cubano, uno de los más necesitados del mundo.
¿Cuánto habrá costado, por ejemplo, la investigación sobre la muerte del guerrillero en Bolivia? Un monumento a su figura, valorado en 180 mil euros, fue erigido en el pueblo natal de la antigua familia española de los Castro, además de muchas otras grandes sumas gastadas en propaganda.
Como si se tratara de un genio, de un gran descubridor o de un ser sobrenatural al que se le atribuyen poderes mágicos, se utiliza al Che Guevara, mediocre hasta los tuétanos, para engañar a los  tontos de este mundo.
En los remotos caseríos de Vallegrande, en Bolivia, lo tienen en altares que le rezan, le piden milagros y lo llaman San Ernesto, o San Che, convertido así en el nuevo Cristo para muchos de los pobres latinoamericanos.
En La Habana, el año pasado, cientos de colaboradores de Mariela Castro, hija del gobernante cubano, se manifestaron en las avenidas más importantes, portando una gran foto del Che muerto, rodeada de plumas, que coreaban a toda voz: “Socialismo si, homofobia no”.
Pero, ¿quiénes son los que conocen bien qué representa el mito del Che Guevara? ¿Los que lo consideran un santo o un Cristo, o aquellos que por el mes de mayo de 2009 le rompieron su nariz en bronce con un aparato eléctrico y le pusieron una placa que decía “Che terrorista” a su busto en la ciudad de Viena?
¿Lo conocen acaso los niños cubanos, obligados todos a decir cada mañana “Seremos como el Che”?
Ni siquiera sus hijos y su antigua esposa conocieron realmente al hombre al que le gustaba matar.
Para que su verdadera personalidad no se descubra, el gobierno cubano jamás ha editado su epistolario. Aun así, muchas de sus cartas, reveladoras de su ser más íntimo, han podido divulgarse fuera de Cuba.
En carta a su padre, se refiere a la ejecución del guía campesino Eutimio Guerra el 18 de febrero de 1957, acusado este de pasar información al enemigo. Cuando nadie se atrevía a matarlo, él lo mató: “Acabé el problema dándole un tiro en la sien. Boqueó un rato y quedó muerto. Ejecutar a un ser humano es algo feo, pero ejemplarizante. De ahora en adelante aquí nadie me va a decir  saca muelas de la guerrilla. Tengo que confesarte, papá, que en ese momento descubrí realmente que me gusta matar”.
También a su madre le había escrito algo parecido: “Soy todo lo contrario de un Cristo. Lucho por las cosas en las que creo (…) y trato de dejar muerto al otro para que no me claven en ninguna cruz”.
O a su primera esposa, Hilda Gadea, desde la Sierra Maestra, el 28 de enero de 1957: “Aquí en la selva cubana vivo sediento de matar, escribo estas ardientes líneas inspiradas en Martí”.
¿¡En nuestro José Martí!?
También reveló su sadismo en la ONU, en diciembre de 1964, ante un grupo de periodistas extranjeros, cuando le preguntaron si en Cuba se seguía fusilando: “Sí, estamos fusilando y seguiremos fusilando a todos los que se opongan a la Revolución”.
Mucho antes, en agosto de 1952, lo deja dicho todo por lo claro, en una carta a su primera novia, María del Carmen Chichina Ferreyra: “no puedo sacrificar mi libertad interior por vos; sería sacrificarme a mí y yo soy lo más importante que hay en el mundo, ya te lo he dicho”.
No había nacido para vivir en familia. Mucho menos un enamorado de su trabajo. El afán por la aventura lo atrapó hasta la muerte, como la droga al débil de carácter o al enfermo mental.


(Este trabajo ha sido tomado de Cubanet)

viernes, 16 de octubre de 2015

 

Eleuterio, personaje de la obra "Crematorio" (foto de archivo)
Eleuterio, personaje obra "Crematorio"
 
Por Victor Manuel Domínguez


En un país donde la burla, el sarcasmo, la sátira, el choteo, en fin, algunos de los diferentes tipos de humor, son más cotidianos que los esmirriados, ácidos, peludos y verdosos panes nuestros de cada día, las autoridades se crispan y hacen la guerra a una broma mínima o colosal que desate la risa.
Al parecer, el control político y económico, las sobras para la ciudadanía y otros actos de una revolución en el poder, les impiden carcajear, reír, o siquiera esbozar una sonrisa que les permita semejarse a un ser humano, y no al mísero patán que teme a una trompetilla más que el Diablo a la cruz.
Según el artículo Una broma muy seria, publicado en el diario Granma por Sergio Alejandro Gómez, la Oficina de Transmisión para Cuba (OCB, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos, se apresta a financiar un acto de subversión en Cuba, en forma de programa satírico.
Choteadores choteados
Para información y sosiego del “des-riza-do” vocero, si “el humor es la gentileza de la desesperación”, como sentenciara Oscar Wilde, los cubanos somos los amables señores del choteo, los corteses caballeros de la burla, y los atentos comensales de la parodia, en un país donde se ríe para no llorar.
Y si ni el mismísimo Jorge Mañach, con su Indagación del choteo, no pudo impedir que los cubanos nos riéramos hasta de nosotros mismos, menos lo hará un amargado dictador, un perrito faldero con anemia en la sonrisa, o alguien que por miedo censura en público el humor, y se encierra para reír.
Además, nadie como las autoridades cubanas para incitar al choteo siempre que no sean ellos los choteados. Desde los inicios de la revolución, la revista Mella, y el suplemento El Sable, del Juventud Rebelde, comenzaron a satirizar al pueblo, gobierno y modos de vida norteamericanos.
Marcos Behmaras, en sus Salaciones del Reader´s Indigest y otros relatos, se burló de ellos con “un humor fresco y sugerente, a tono con nuestra idiosincrasia, pero suscitando siempre la reflexión por medio de la sátira certera, ingeniosa, a través de un humorismo que ataca siempre a fondo, sin quedarse en la superficie”, según la “bromóloga” Aleida Lliraldi Rodríguez.
Es decir que, cuando la sátira es contra el otro, el enemigo, es útil y refrescante. En caso contrario es subversiva. Si Marcos Behmaras hubiera enfilado sus cañones satíricos contra la pudibundez y pacatería verde olivo, las salaciones le habrían caído a él como un diluvio de carnés del partido.
Sus geniales artículos satíricos ¿Vale la pena tener dinero?, Esos felices muertos de hambre, por Miss Mona P. Chugga, El viaje de Eisenhower: ¿fracaso o triunfo?, por Mary Wannah, o, ¿Es usted un psicópata en potencia?, por el doctor John Toasted, lo hubieran condenado al choteicidio

A ese lo cuelgo yo
Para ilustrar aún más lo que cuesta un chiste, una sátira o cualquier tipo de humor contra un régimen totalitario, recordemos, de paso, que La broma (1961), novela del escritor checo Milan Kundera, fue calificada como “la Biblia de la contrarrevolución”. Otra de sus obras, El libro de la risa y el olvido, le valió que fuera despojado de su nacionalidad. Tolerantes ¿no?
Pero los gobernantes cubanos no se quedan atrás. Como émulos de cuanto sistema o religión consideran la risa un relajamiento de las buenas costumbres, falta de seriedad y de otras poses hieráticas que llevan a la muerte por aburrimiento, aportan su granito de hiel contra el humorismo.
En los años 60, el dúo humorístico Los Tadeos fue expulsado de la televisión cubana y condenado al ostracismo o al exilio por el simple delito de preguntar en un programa en vivo: ¿Cuál es el colmo de un presidente? Y responder: Matar a un pueblo de hambre y hacerles gratis el entierro.
Por la misma época, pero en el Teatro Martí, un comediante de altura como Leopoldo Fernández (Tres Patines), en una escena donde había que colgar varios cuadros de figuras célebres en la pared, al ver uno con la imagen de Fidel, lo apuntó con el dedo y expresó: “A ese lo cuelgo yo”. Fue el acabose.
Ese chiste bastó para que fuera cerrado el teatro y el humorista tuviera que partir al exilio o se moriría de hambre en el país de no vender mangos. Y aunque otros casos hasta la actualidad dan fe del temor de los gobernantes a la burla o la sátira, ninguna quedó en el imaginario popular como aquellas.
Todas, salvo una broma popular y premonitoria que se atribuyó a Cataneo, cantante del Trío Taicuba, quien al ver pasar la Caravana de la Libertad con los barbudos por el malecón habanero aquel lejano 8 de Enero de 1959, dicen que pronunció: “Sólo se salvarán los que sepan nadar”. Y así fue.
 

(Este comentario ha sido tomado de Cubanet)