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sábado, 11 de mayo de 2019

China y Estados Unidos: comienza la guerra de aranceles






Por Mirta Balea

Los casos de Oracle y China Mobile son los dos últimos ejemplos del divorcio express de las economías de Estados Unidos y China, vinculadas muy estrechamente en las últimas décadas a través de enormes inversiones en los respectivos territorios. La actual confrontación parece buscar la supremacía mundial, un "quítate tu para ponerme yo" que ha comenzado a salpicar a todos.


Las economías asiáticas se enfocaban hace apenas una década a servir a los mercados occidentales, pero la aparición de una clase media china de mas de 400 millones de personas generó un ansia desmedida entre las compañías europeas y estadounidenses por convertir a esos consumidores en un objetivo preferencial.

¿Qué efectos visibles tiene esta pugna en la actualidad? China es testigo de como huyen de su territorio las empresas occidentales en prevención del riesgo que entrañará la guerra fría con Estados Unidos y los inversores chinos han comenzado también a ralentizar su interés por la nación norteamericana.


La confrontación comercial ha generado ya una significativa disminución en las exportaciones chinas a Estados Unidos, que en abril alcanzó un 13% menos respecto al año anterior. Entre los fabricantes electrónicos, la herida ha sido de un 40 %. Pero el diario Global Times, exponente de los intereses del Partido Comunista Chino, ha dado a conocer por donde irán los tiros.

Esta caja de resonancia advierte que China no está obligado a someterse a las reglas comerciales y arancelarias de occidente y priorizará y se concentrará en sus intereses nacionales. Ventajas de ser una dictadura, lo que también le permite contramedidas como depreciar otra vez el yuan para favorecer sus exportaciones, restringir el turismo hacia Estados Unidos y entorpecer la producción de las empresas norteamericanas que todavía fabriquen o vendan en su territorio.

En la revista Nikkei Asian Review, un analista afirmaba que la mayoría de socios norteamericanos en Asia, como Japón, Corea del Sur, Taiwán, Singapur y otros estarían más integrados a China que a Estados Unidos y necesariamente no tendrían que seguir los pasos dados por la Administración de Donald Trump para deshacerse de su más peligroso competidor. Los mercados han temido desde el minuto uno que la escalada de tensión entre las dos potencias pueda afectar al comercio global e impulsar a otros países a levantar también barreras arancelarias. De momento, los inversionistas buscan refugio en el yen, la moneda japonesa, que se presenta más estable.

Pekin no parecía desear entrar en una guerra de aranceles con Washington a juzgar por la forma en que reaccionó frente a la decisión norteamericana de imponer un paquete arancelario, cuya factura alcanzaría los 50 mil millones de dólares. El vocero del ministerio de Comercio chino Gao Feng admitió el 29 de marzo del pasado año que una guerra bilateral con Estados Unidos en este tema podría tener un efecto dominó.


El gigante asiático había anunciado a su vez en esas fechas un paquete arancelario por tres mil millones de dólares sobre varios productos estadounidenses , advirtiendo que esto podría ampliarse al sector tecnológico, lo que afectaría y mucho a empresas radicadas en China, que se benefician de la mano de obra barata. Pekin perdería en esta guerra un tercio de su empleo manufacturero, un equivalente a medio billón de dólares, pero las empresas norteamericanas, todas rentables en ese país, se veran seriamente perjudicadas, aun cuando el ambiente en Estados Unidos clama venganza. 

China ha manipulado siempre su moneda, el yuan, para favorecer sus exportaciones a Estados Unidos,. manteniendo un cambio fijo y controlado por su Banco Central, cuya política está dictada por el omnipotente y omnipresente PCCH. Esta única autoridad política reguladora de todo lo divino y lo terrenal mantiene una política monetaria en la que compra dólares en los mercados cada vez que su contrapartida tiene un superavit, lo que permite depreciar el yuan y aumentar sus reservas internacionales, dinero que a su vez invierte en la adquisición de deuda norteamericana. 

Los empleados chinos de Oracle se manifestaron contra el cierre del Centro de Desarrollo e Investigación de la compañía, que lanzará a la calle a mil 600 trabajadores, y lo atribuyó a la pugna iniciada en 2018. El diario Global Times culpó de conmoción de las últimas semanas a la presión norteamericana sobre la tecnología china y ponía de ejemplo el caso de Huawei.



Un hecho cierto es que las maniobras chinas sobre su propia moneda han hecho vulnerable al dólar. China y Japón son los principales acreedores de bonos norteamericanos. De manera que puede decirse que la tensión viene del enorme déficit contraído con Pekin, que está en condiciones de modular la tendencia bajista del dólar y decidir sus tipos de interés, vendiendo o comprando deuda pública. Estados Unidos ha perdido el control sobre su moneda, carece de política hacia el dólar, no interviene en el mercado de divisas ni su política de tipos de interés está pensada para favorecer su propio dinero. A esto se suma que muchos de los productos importados de China no pueden ser fabricados en territorio de la Unión, lo que hace previsible un aumento de la inflación y un desabastecimiento.



La política monetaria ha sido el elemento clave de los gobiernos y los bancos centrales para paliar la economía y sostener los mercados financieros en momentos críticos. Las entidades financieras han vivido peligrosamente durante mucho tiempo. Los bajos tipos de interés y la "bonanza" económica han favorecido el endeudamiento y la creación de burbujas de todo tipo como la crediticia, formada cuando los bancos centrales van demasiado lejos al dotar de liquidez a los mercados.


Pongamos por caso la burbuja inmobiliaria del 2007, que el presidente José Luis Rodríguez Zapatero ignoró olímpicamente y así le fue después a España. Esta burbuja tuvo como trasfondo que los mercados se inundaron de liquidez, descendieron casi a cero los tipos de interés como resultado de una revalorización exagerada de los inmuebles (algo que por cierto se esta repitiendo ahora mismo en España), lo que dio paso a una ilusión de riqueza. Con esto se incrementó el consumo y el endeudamiento creció con devastadoras consecuencias. Eso es lo que tienen las burbujas, que siempre dan una falsa sensación de prosperidad.


Las economías, sin embargo, no crecen sobre la base de acumular deuda, En los últimos años, se ha creado un mundo de crédito fácil, que distorsiona la economía y la percepción de los hechos. Lo que se compra sobrepasa el valor del tipo de interés, los gobiernos ganan dinero y la espiral se acelera y esto se hace para mantener la ilusión de un mundo sin riesgo. Este supuesto requiere ingentes cantidades de liquidez y crédito sin que se cree verdadera riqueza. La burbuja inmobiliaria tardó años en formarse y pensar que todo se ha superado es una falacia. La debilidad del dólar fue elemento clave en 2007 y lo sigue siendo ahora.



La inclusión de China en el 2001 en la Organización Mundial del Comercio abrió las puertas a los inversores estadounidenses e incrementó en el 500% las exportaciones en los últimos años en comparación con el 90% con el resto del mundo. Diga lo que diga la prensa norteamericana, las exportaciones chinas aumentaron también el empleo en territorio de la Unión. Baste citar las estadísticas públicas del 2015 en las que se refleja la creación indirecta por esa vía de 1,8 millones de ocupaciones. 

Washingron no está conforme con las reivindicaciones cada vez mas firmes de China en el Mar del Sur, sus violaciones recurrentes de los derechos humanos, los ciber-ataques a empresas estadounidenses, entre otros ejemplos de tal calado, pero Pekin cree que EEUU se entromete demasiado en sus asuntos domésticos. Una guerra arancelaria no sería recomendable para la geopolítica en temas tan espinosos como Corea del Norte en el marco de las Naciones Unidas, donde el respaldo chino y ruso son fundamentales, como vimos el pasado año en la sanciones contra PyongYang en la que los tres se pusieron de acuerdo. Habría que precisar que el respaldo chino estuvo supeditado a la promesa de Trump de abstenerse de represalias comerciales contra China.


Lo que habríamos de considerar es que ninguna esfera crítica en este mundo global podrá resolverse sin que ambos países se pongan de acuerdo. Tras la muerte de Mao Zedong, China entró en una vorágine de reformas en el marco de lo que se ha dado en llamar capitalismo autoritario porque el Partido Comunista sigue teniendo la hegemonía política. Hemos entrado así en un compás de espera sobre el más que presumido relevo de Estados Unidos en la hegemonía mundial, algo que ni la propia población norteamericana estaría dispuesta a aceptar. Dejar de ser el número uno en favor de China no parece una meta inalcanzable, pero, en todo caso, la pregunta sería si podría realizarse mediante un aumento de la cooperación o como un incremento de tensiones, empezando por este asunto de los aranceles.