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domingo, 22 de diciembre de 2013

España: la insoportable levedad del gobierno



Por Mirta Balea


Por mucho que el ministro de Industria J.M.Soria dijera que la subida prevista de un 11% en el recibo de la luz de enero resultaba inaceptable y el Gobierno decretara invalidar la subasta previa para la fijación del coste, nada hay más seguro que España está obligada a operar con las tarifas eléctricas más altas de la Unión Europea (UE).


El insostenible modelo eléctrico, por el que se ha generado una deuda de 30 mil millones de euros, y la incapacidad de Soria de introducir en los Presupuestos Generales del Estado para este año la cobertura del déficit tarifario, ha sumido a los contribuyentes en la perspectiva de cubrirse con mantas y alumbrarse con velas este invierno.


La tarifa eléctrica ha subido el 63% en España desde el 2003 por la incompetencia de los gobiernos sucesivos de cumplir su cometido: administrar con sensatez los recursos disponibles.


Con la caída de la demanda, se ha visto paralizada la mitad del parque eléctrico instalado, a lo que se suma la  incompetencia en la distribución, la escasa transparencia y la volatilidad en la confección de los precios.


El gobierno del Partido Popular (PP) ha desestimado explorar -como era su deber- la raíz del problema o al menos hacer que los Presupuestos del Estado asuman las subvenciones que tan pródigamente se proporcionan al sector.


Los contribuyentes españoles deben estar muy preocupados por el destino de sus eléctricas. Endesa está tan "necesitada" que alcanza un dividendo de un 6,8% y otro tanto ocurre con Iberdrola, con un 6,15%.


Endesa e Iberdrola, a las que hay que "salvar", figuran también en un listado de las diez empresas de mayor rentabilidad por dividendo.



El recibo de la luz tiene dos aspectos: peaje o regulación gubernamental y la parte del mercado, que refleja los costes y va a la subasta cada año, la última, el pasado día 19, para fijar los precios.


El coste energético tiene a su vez dos formas de medición: el mercado mayorista y el mercado de futuros eléctricos. Sobre este último se basa la subasta para fijar los precios. Como puja, al fin, se empieza por el precio más bajo y se termina en el único aceptable para el suministro de luz.


La subasta es, supuestamente, secreta, ni siquiera se hace público el número de participantes, aunque los que se mueven en los entresijos de las finanzas dicen que son gigantes financieros como Goldman Sachs, Morgan Stanley y J.P. Morgan.


Estas fuerzas tremendas ofrecen un contrato de suministro de luz trimestral a un comercial, encargado de venderla a los hogares. Y son estas grandes empresas las que en la última subasta se retiraron en los primeros momentos para impedir que el precio se correspondiera con los mercados de futuros.


Los inversores, llegados a este punto no les queda otra que negociar con las compañías suministradoras la compra de electricidad para cumplir los contratos. Como puede verse, sin mucho esfuerzo, el coste de la energía más cara marca al resto del mercado.


En España, las autoridades apuestan abiertamente por el oligopolio de las eléctricas antes que por los ciudadanos, que están al borde del estallido social.


Si se eliminaran los impuestos y costes políticos como la moratoria nuclear, las ayudas a la insostenible industria del carbón, las primas a las energías renovables o los llamados costes extra-peninsulares se reduciría a la mitad la factura cada mes.


Después de siete años de socialismo desnortado, los electores confiaron en el PP, pero este, en vez de cumplir el programa de gobierno por el que le dieron la mayoría en el Congreso, se ha dedicado a obedecer a pie juntillas los dictados de Bruselas y ha empeorado la situación social, económica, financiera y política de España.


El Gobierno viene anunciando que hay luz al final del túnel y ha ocurrido lo de siempre, los especuladores han entrado a saco, porque la subasta permite mucho la especulación y no es la primera vez que salen a relucir las manipulaciones dentro de ese sistema.


La reforma impulsada por el ministro de Industria, aprobada por el Consejo de Ministros a principios de este mes, se ha mostrado insuficiente y ha fracasado antes de ponerse en práctica por las duras pugnas con los agentes del sector.


Lo ideal sería un gran pacto de Estado para definir un marco estable para el suministro eléctrico en una época en que hay 6 millones de parados y dos millones de hogares tienen al menos a uno de sus miembros sin trabajo; en un escenario en que se han bajado los salarios, se han congelado las pensiones y ha aumentado el número de familias que no llega fin de mes.


Puede que se diga que aumentar el precio es un fenómeno especulativo o que los recortes en la producción son artificiales, incluso que se trata se un caso claro de avaricia y estafa, pero nadie deberá esperar que el gobierno del PP se haga responsable o que Soria confirme que el cargo le queda grande y renuncie.


Las razones sociales resultan más que suficientes para que el Gobierno entre con la manga al codo en el mercado y ajuste los costes energéticos. Porque no siempre podemos culpar al mundo de las fechorías de unos pocos.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Economía: de bancos y de deudas





Lideres europeos en 2012




Por Mirta Balea


Thomas Wolfe no pretendió escribir una denuncia social cuando publicó en 1938 su novela Especulación.


Si la ficción sobre la burbuja inmobiliaria -que llevó a la gente a especular sobre la compra y venta de terrenos- trajo consigo el crack de 1929 en el sistema financiero de Estados Unidos no estuvo en el ánimo del escritor levantar polémicas políticas.


Su propósito era plasmar la condición humana, la deriva de los sueños, la fuerza del tiempo y todo aquello que nos resulta tan necesario para vivir o sentirnos vivos.


La reedición en España de Especulación recordará que la historia se repite una y otra vez, que cometemos errores constantemente y que no aprendemos la lección. Alguien dijo que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.


Leí la novela cuando tenía 14 años y la encontré aburridísima, pero no había vivido lo suficiente para apreciar la prosa profunda de un escritor que se zambullía en la oscuridad de lo que somos: una especie ávida de avistar tierras desconocidas y encallar en ellas.


De cualquier manera, si se prescinde de leerla, tenemos los diarios, con lecturas terroríficas sobre los índices económicos en nuestros propios países y lo que ha venido sucediendo en el mundo occidental desarrollado en los últimos 30 años.


Ahora la crisis no solo afecta a los pobres de solemnidad, sino que destruye, paso a paso, a la clase media y al propio sistema capitalista, endeble, frágil y quebradizo, pero para el que de momento no tenemos alternativa viable.


La capacidad de reacción nunca ha sido rápida para los humanos. Ni siquiera somos capaces de decidir el grado de desigualdad social tolerable -aun disponiendo del coeficiente Gini, que se queda corto ante cualquier predicción en la actualidad.


La sociedad europea tiene muchas dudas sobre si sus líderes están enterados de las investigaciones y estudios de los mejores economistas del mundo o solo siguen la voluntad política de los estados más fuertes.


Los objetivos del Fondo Monetario Internacional (FMI), de la Comisión Europea y de los países más importantes de la Unión Europea (UE), liderados por Alemania, han demostrado ser desacertados y, aún así, se pretende que las economías más vulnerables continúen con la llamada austeridad.


La pregunta que surge, sabiendo todo esto, es si hay otros objetivos NO declarados como degradar al máximo el status de la mayoría de los trabajadores, reducir las libertades y anular todas y cada una de las ventajas alcanzadas por estos, con mayor énfasis, tras la Segunda Guerra Mundial en el siglo XX.


Los investigadores del FMI -en discretos informes solo para los ojos de unos pocos- dieron por seguro que la aplicación de la política de aumento de impuestos, reducciones salariales y recortes a los servicios públicos afectaría la posibilidad de inversiones en Europa, contraería la actividad económica y aumentaría el desempleo, ahogando el crecimiento.


La canciller alemana Angela Merkel ha hecho creer a todos que la austeridad expansionista debería calmar a los mercados financieros, estimular las inversiones, relanzar la economía y crear empleo, es decir, todo al revés.


En el trasfondo, permanece oculto el verdadero objetivo que es satisfacer a los mercados y desentenderse de las actividades del Estado, de las garantías que éste debe dar a sus ciudadanos.



Esto disciplina a la población activa porque ejerce una presión a la baja sobre los salarios, las prestaciones sociales y las pensiones por jubilación, prolonga la jornada laboral, reduce costes a las empresas (que no están ya en la ruina), aumenta insistentemente el paro e impone una régimen fiscal draconiano sobre el 80% de la sociedad, dejando intacto al resto.

Lo previsible, según algunos analistas, es que se llegue a perder el control de la situación con las consecuencias vistas a través de la historia o que todos terminarán por aceptar que es un destino manifiesto y nada puede hacerse. 


La crisis comenzó en 2007, alcanzó su intensidad en el sector bancario en 2008 y se extendió a la esfera de lo público y al Estado entre 2010 y 2011, puntos en los que coinciden todos los analistas.


Al parecer nadie lo vio venir, nadie pensó que los exorbitantes préstamos hipotecarios traerían el desplome del valor de la vivienda cuando la gente estuviera al límite de los pagos.


Los bancos, sin contrapeso ni control, realizaban préstamos cada vez más altos para vender títulos que, más tarde, se vieron depreciados en su valor.

Lo hicieron con nocturnidad y ensañamiento, valiéndose de balances apartes, fuera de la vista de sus propios accionistas y clientes, e incluso de los organismos reguladores, hasta que las operaciones alcanzaron un peso tan desproporcionado que llegaron a poner en riesgo a la economía mundial.


Hizo falta que el Estado interviniera para rescatar a las instituciones financieras, "demasiado grandes para dejarlas caer" o esa fue la justificación. Las cantidades prestadas para que el abismo no se tragara a los bancos- hasta donde hay conocimiento- no han sido devueltas.


Pero tampoco se pidió a los bancos alguna concesión o contribución por el dinero aportado a costa de los contribuyentes y en cambio, este año, los más importantes en España dicen que registran superávits, con lo que se vuelven a pagar salarios desorbitados y elevadas primas a los operadores y grandes dividendos a los accionistas.

En la otra esfera de lo público, la mayoría de la gente sigue en paro e intentando sobrevivir cada mes.


Si alguien tiene dudas, no tiene más que consultar la deuda soberana de su país y verá cómo los gobiernos piden prestado a los bancos para sus gastos corrientes, con lo cual se endeudan y no pueden permitirse hacer inversiones públicas ni siquiera a corto plazo. La solución entonces es recortar "privilegios" en educación, salud pública, jubilación, prestaciones por desempleo y otros acápites.


Nos enfrentamos al hecho de la "pescadilla que se muerde la cola". Los Estados piden dinero a quienes han salvado del abismo dándoles dinero. Así que ustedes verán si tenemos o no un problema y gordo. Y no se crean eso de que la deuda pública es como la de una "familia que ha vivido por encima de sus posibilidades" porque es un cuento de tomo y lomo.


No son asuntos equiparables y la letanía solo responde a que los gobiernos tienen que mantener el tema a un nivel intelectual digerible para la gente.


A pesar de la generosidad de los contribuyentes al asumir la deuda de los bancos, éstos han restringido el crédito a las familias y las empresas, obviando su función primordial. La deuda pública no deja de subir y ellos tienen ganancias.


Nadie con un mínimo de sensatez se atreverá en estos momentos a calcular el coste real de la crisis, en el que no solo habrá que incluir el desembolso de los contribuyentes, sino la destrucción de millones de puestos de trabajo, la desparición de miles de empresas, el embargo y desahucio de viviendas, la reducción de los servicios públicos y la frustración de padres e hijos por el futuro de los jóvenes.


Todo esto para salvar el edificio financiero privado. ¡Ah! ¡Otra cosa! Las consignas de liberté, égalité y fraternité no son los puntos fuertes de Bruselas, a pesar de que los valores de la Ilustración resultan muy atractivos todavía para millones de personas que vuelven la vista atrás con nostalgia.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Mandela: funerales y más





Por Mirta Balea


A veces algunos hechos se asemejan a la huella de un pie en la arena: se cubre por una ola y desaparece de inmediato. Esto no ocurrirá con la foto de los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de Cuba, Raul Castro, estrechándose las manos en ocasión de los funerales de Nelson Mandela.


Dado que algunas cosas son más posibles que otras, la pregunta es ¿si deberíamos tomarnos la foto como un presagio, mas o menos verosímil, de lo que podrá suceder en el futuro? Porque ¡vaya qué inoportuno ese estrechamiento de manos cuando hace apenas 24 horas en La Habana fueron detenidas y apaleadas varias miembros del grupo disidente Damas de Blanco!


Hablamos de un régimen que como el de Robert Mugabe en Zimbabwe (quien asistió también a las exequias y fue ovacionado) practica la tortura o el encarcelamiento ilegal, restringe las libertades civiles y políticas, algunas recogidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos como la religión, el pensamiento, la expresión y la reunión.


A mi modo de ver no fue el único error de Obama, quien comparó a Mandela con el "Mahatma" Ghandi.


Mandela, a quien muchos identifican con su nombre tribal de Madiba, condujo la delicada transición de Sudáfrica de un régimen racista como el apartheid hasta el gobierno de una mayoría negra, con firmeza y estilo, redimiendo la imagen de un líder libertador y dando a Africa un ejemplo de a lo que podía aspirar.


Países recomponiéndose de diversos traumas crearon réplicas de la Comisión de Reconciliación -unos con más acierto que otros- y la mayoría de las Constituciones de los pueblos africanos introdujeron por él los límites a la presidencia, aun cuando ninguno de sus líderes lo haya llevado a la práctica porque todo en el continente es un marasmo de odios tribales y étnicos, sin que pueda asentarse el concepto de nación.


Por Mandela, todos fuera de Africa supieron del potencial económico del continente. Se espera todavía el proceso de renacimiento, en pañales, incluso en Sudáfrica, donde el gobierno del Congreso Nacional Africano (CNA), presidido por Jacob Zoma, encarcelado durante 10 años, junto al fallecido líder, en la Isla Robben, detiene con su corrupción cualquier intento de avanzar. 


Hay agotamiento entre los sudafricanos y el pueblo ha tenido ocasión durante los funerales de mostrarle su desprecio y hacer ver la diferencia con la figura de Mandela. Zoma fue abucheado cada vez que asomó la cara y excepto quizás los líderes y personalidades reunidas en Johannesburgo la mayoría de la gente se marchó durante su discurso.


La concentración de casi 100 jefes de estado y de gobierno en activo y líderes mundiales sobrepasó en algo los funerales del papa Juan Pablo II en el 2005. Pero la presencia de dictadores como Castro y Mugabe restó prestancia al encuentro de poderes.


Obama dijo que Mandela, como Gandhi, lideró la "resistencia pacífica"; dio voz a los oprimidos como Martin Luther King y como Lincoln mantuvo al país unido.


A Mandela se le puede respetar, pero no confundir con Gandhi. No lideró la resistencia pacífica en Sudáfrica. En verdad son ejemplos opuestos.


El fallecido líder sudafricano justificaba con el apartheid la violencia y hacía uso de ella. Cuando fue encarcelado en el tenebroso penal de Robben se le hizo responsable de 100 atentados, entre ellos la voladura de la terminal de Johannesburgo, en su condición de jefe militar del CNA.


Amnistía Internacional nunca lo consideró un preso político o de conciencia ni abogó por su liberación.


Se negó a salir de la cárcel, donde estuvo 27 años, si la condición para hacerlo era abjurar de sus acciones y sus ideas. Era la época en la que el CNA se identificaba con los peores terroristas y dictadores del mundo; la época en que hizo famosa una forma de acabar con sus enemigos, blancos o negros, colocándoles una llanta ardiendo alrededor del cuello, a modo de collar.


Puede que a Fidel Castro le esperen exequias de Estado como las de Mandela, pero otros como Saddam Hussein y Muammar el Ghadafi, con quienes se identificaba también el sudafricano, y a quienes dio la mano como presidente de Sudáfrica, NO tuvieron tanta suerte y sus "pecados" le pasaron factura.


El "gigante de la historia", como lo calificó Obama, disfrutaba de la amistad de Fidel Castro, con quien estrechó manos en La Habana en su primer acto público como el primer presidente salido de elecciones democráticas en Sudáfrica en 1994.


Cuba había apoyado al CNA contra viento y marea y Mandela fue a devolver el favor, pero ya para entonces se había fijado como punto de inflexión en su carrera revolucionaria la conciliación entre negros y blancos y la paz a toda costa. Y esto lo diferenciaba en lo público, al menos, del régimen cubano.


Lo chocante resultó ser con el tiempo que nunca salió de su boca una palabra de denuncia a las violaciones de los derechos humanos del régimen de los Castro.  No le pareció mal que en Cuba se persiguiera a la disidencia de mala manera ni que el Partido Comunista se hiciera con un poder feudal en la mayor isla de las Antillas. Y otro tanto puede decirse de su actitud hacia otros tiranos con quienes mantenía relaciones.


En cambio, una de sus imágenes imperecederas fue su mediación en Zaire (actual Congo) en el conflicto entre el dictador Mobuto Sese Seko y el rebelde Laurent Kabila, respaldado por Uganda y Ruanda, en su lucha por alcanzar el poder.


Raul Castro dijo durante los funerales que Mandela era el "profeta de la unidad y la reconciliación", pero su magia, que pretendió trascender los límites de Sudáfrica, fue ineficaz en otros países africanos en cuanto a lograr la paz anhelada en muchos de estos.


Obama, después de juntar palmas con Castro, no dejó pasar la ocasión en su discurso de criticar a quienes se muestran solidarios con el mensaje de Mandela de unidad y reconciliación y no toleran la disidencia en su propio país en clara referencia al régimen cubano.


Una parte de mi generación, que observó a distancia la lucha de los negros sudafricanos contra el apartheid, no puede estar más de acuerdo con Obama al decir que Mandela "no solo liberó al prisionero sino al carcelero".


La ignominia racista que fue el régimen del apartheid se fraguó en 1910 con la Unión Sudafricana y se legalizó en 1948 por el gobernante Daniel F. Malan, quien como ministro de la iglesia reformada de Holanda, supo buscar en los entresijos de la Biblia alguna justificación para los actos que envilecieron a todos los blancos sudafricanos, fueran o no partícipes de los intentos de hacer desaparecer a los negros.


Fue F. W. De Klerk, ovacionado durante las exequias, último primer ministro del apartheid, quien apostó el tipo y liberó a Mandela, propiciando con esto la entrada de un proceso democrático sin precedentes en Sudáfrica.


Mandela nunca dejó de agradecer a los Castro su solidaridad con el CNA, ni dejó de apoyar a ciertos dictadores de turno, pero esto no desmerece, a los ojos de la mayoría, la consideración de icono del siglo XX, que ha entrado en la historia y sobrevivirá en un limbo moral liofilizado y perenne.