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viernes, 19 de abril de 2019

Notre Dame o el lenguaje de la tradici{on





Por Mirta Balea

El devastador incendio en la catedral de Notre-Dame, en París, provocó una oleada de twits sobre ayuda para la reconstrucción, que los amantes de lo políticamente correcto han comenzado a criticar porque hay mucha hambruna en el mundo y a nadie parece importarle.

Y tienen razón. En comparación con campañas a favor de las ayudas para niños, refugiados o naciones del Tercer Mundo, que a veces no recaudan todo lo necesario para paliar desgracias, nos enfrentamos con una respuesta global y donaciones multimillonarias para la reconstrucción del emblemático edificio.

Pienso que no será solo por aparecer en las portadas de los periódicos y revistas o para que la hacienda pública se los tenga en cuenta, sino que han pensado en la impresionante obra de arte que la humanidad perdería definitivamente. Hay otras importantes también en territorio francés como la Chartres. Creo que se piensa mas en la simbología dentro de la tradición, presente en la mayoría de tales santuarios edificados durante la Edad Media como si se respondiera a una llamada.

El propio nombre de catedral como iglesia-residencia del obispo se impuso de forma decisiva entre los siglos XII y XIII, período en que se construyeron las mas bellas y majestuosas. El fenómeno -si nos remitimos a la historia- aparece vinculado a grandes cambios en esa época en Europa occidental, entre los más importantes, la explosión demográfica, el desarrollo de los intercambios comerciales y la creciente difusión de la cultura por la dominación cada vez más fuerte de los centros urbanos.

Si la economía feudal se había caracterizado por cerrarse al exterior, las ciudades se abrían al comercio. De manera que a muchos nos parece que la catedral es el símbolo del mundo ciudadano por encima de las grandes abadías, hasta ese momento provistas de enormes terrenos agrícolas, monasterios aislados viviendo en la autarquía a los que las bibliotecas otorgaban la primicia de la vida espiritual, cultural y artística. En ellas se copiaban y conservaban manuscritos antiguos, leídos por solo unos pocos privilegiados.

Hay mucha diferencia entre el uso actual de una catedral y el histórico. En el pasado eran lugares de reunión, tanto para el pueblo como para las corporaciones de artes y oficios, se vendía allí el trigo, el ganado, los tejidos, algo muy similar al Foro de Roma. Era la casa de todos, el centro de la actividad pública. Los proverbios esculpidos en la piedra, la representación del ciclo estacional de los meses, actuaban como enseñanza oral. Hoy siguen reuniendo a las personas, pero solo para la liturgia oficial.

Debo reconocer que no soy una expositora sin más del tema con motivo del incendio. En realidad mi objetivo es hablar de lo que no es visible, pero para mí esencial, que es la tradición como compendio de principios y leyes, una obra de civilización, cuyo lenguaje es el símbolo. Para que nos entendamos. Cualquier fragmento de conocimiento real que tengamos en la civilización occidental deriva de la tradición. Aferrarse a ella es volver a las raíces más profundas de nuestra humanidad. 

L
as catedrales medievales europeas apuntan al asentamiento de la arquitectura gótica y la importancia en esta de los curas trapenses de la Orden del Cister. Ellos decidieron no deshacer lo heredado del románico, primera forma arquitectónica claramente cristiana y europea con la piedra como material principal. A partir del desarrollo urbano antes mencionado, se crea una arquitectura civil, que independiza a las artes plásticas. La continuidad religiosa la vemos en la misma planta de las iglesias de carácter cruciforme con cabecera en el ábside, orientado al este, y el concepto intemporal de la propia obra.

La mayoría de catedrales medievales funden y suceden a los siglos, sabiendo sus constructores y arquitectos que ellos no verían terminada la obra, ni quizás sus propios hijos o nietos. Aquí vemos la audacia de iniciar un desafío técnico -y económico, también- que no se ha planificado cómo finalizar. Uno de los momentos más trágicos para Notre-Dame fueron los deterioros causados a la mole durante la Revolución Francesa.

Las restauraciones radicales comenzaron después del acontecimiento histórico, fundiendo siglos de tradición, que sirvieron para modificar y añadir otras partes como la aguja del cimborrio, devorada por el incendio reciente, junto con la cúpula y que, según testigos, hizo un ruido ensordecedor al caer. Tengamos presente que la catedral no es solo ciencia arquitectónica de los Antiguos y los Modernos, es también un lugar de protección, de reposo, su perfil es el de una montaña, con sus picos representados en los campanarios y las agujas, símbolos escogidos por los albañiles por su relación con lo sagrado.








El pórtico sería la entrada a  esa caverna o gruta natural utilizada por el hombre primitivo como santuario. Los arqueólogos definen a la catedral como lugar prehistórico de culto. Los antiguos las protegían con figuras temibles, monstruos, como aparecen en el arte románico y en el gótico. Entrar a este tipo de santuario es como hacerlo en una zona de peligro si nos guiamos por la percepción de las civilizaciones tribales, aunque es el símbolo de la ciudad celestial tanto como de la cabaña iniciática, arquetipos de gran influencia sobre los hombres. El paso del tiempo los adaptó al nuevo mensaje cristiano, alejado del simbolismo de la montaña y la caverna.

Hay una voluntad en los humanos de reproducir siempre lo que esta presente en la naturaleza y así los lugares sagrados van asociados a los bosques, las rocas, las cavernas y las montañas. Para Mayassis, un arquitecto que dedicó su vida al estudio de los orígenes, el culto al árbol y a la piedra tienen la misma importancia y sincronía en cuanto a la aparición del simbolismo en el Paleolítico. Con el desarrollo de la construcción, la noción de símbolo se perdió y ha prevalecido el estilo sobre el significado de lo que se edifica. 


Los albañiles constructores de las catedrales eran analfabetos, que usaban un modo diferente de comunicación. Dominaban el sistema de formas, proporciones y cifras necesarios a la proyección de sus obras, eran los herederos de un patrimonio de conocimientos exactos y específicos llegados desde una época lejana, toda una fuente de aprendizaje excepcional. Si pensamos en la ruptura que tuvo lugar con lo sagrado a partir del humanismo del siglo XV, podremos entender el valor simbólico de la arquitectura en la Edad Media como la unión de la naturaleza y la intervención humana.

En miniaturas datadas en la Edad Media, se puede ver a Dios como un geómetra aprovisionado de los instrumentos necesarios para diseñar el mundo. De ahí la afirmación de Simons de que el Maestro Albañil o Adam Magister sentía que imitaba al Maestro divino en su trabajo. La conclusión obvia es que la geometría  resultaba en esta época una vía de edificación espiritual.







La palabra gótico es objeto de interpretaciones diversas desde muy antiguo. Yo escogeré la de Fulcanelli, que vio una derivación del argot de los albañiles, cuyo significado en la lengua francesa son la fusión de los términos art y gotique y la sonoridad derivada de argotique. Este lenguaje secreto de los constructores de las catedrales se utilizó para impedir el acceso al conocimiento de los no iniciados. Tras las catedrales, encontraríamos entonces una historia compleja de conocimientos, transmitidos tan solo a aquellos capaces de entender su significado más profundo.

No podríamos aspirar a saber algo del gótico sin conocer que el estilo comenzó a desarrollarse con el empuje que dio a la Orden Cisterciense ( una de las más importantes de la Edad Media) el abad Bernardo de ClairveauxDescendiente de los celtas, prestaba más atención a la naturaleza que al estudio de los libros sagrados. A su título de Doctor Mellifluus o maestro en el arte de la palabra, se añadió el de Doctor de la Iglesia. Fue una figura predominante de la época, con la fuerza y autoridad necesarias para imponerse a los obispos y al Papa, intervino a menudo en concilios y fue testigo de los cismas que desgarraron a la Iglesia en ese tiempo, predicó las cruzadas y luchó contra los herejes. Creó también la Orden del Temple, a la que dotó de su propia Regla.



El espacio que ocupa la catedral, escogido por sus constructores con extremo cuidado, constituye uno de los elementos más importantes en su simbolismo. El ábside representa el cielo u Oriente y no solo la dirección del sol naciente, es el lugar en el que se manifestó el hijo de Dios para los cristianos. Las catedrales, sin embargo, miran al sudeste porque para un europeo el nacimiento de Jesús va en esta dirección. En las catedrales prevalece la dirección, como elemento cualitativo del espacio, porque también tiene una influencia física y de energías intrínsecas.


Con las ondas de forma, que dotan al edificio de vida propia, la geometría actúa sobre la naturaleza y las personas. Este fenómeno tiene que ver con el magnetismo natural, presente en algunos lugares, de ahí la importancia de elegir apropiadamente la zona  para edificar una catedral. Esta onda se proyecta sobre el individuo y le puede afectar de manera positiva o negativa o en absoluto, según el caso. Tales monumentos eran construidos precisamente para influir en nosotros como obra civilizadora de los iniciados, que lograron conservar los conocimientos mediante el uso de señales codificadas.


Los artesanos se encontraban periódicamente en ciudades y monasterios en tiempos de devastación y ruina absoluta y cada maestro, luego maestro masón, establecía su propio recorrido. Debido a la libertad del viajero, se empezó a hablar de libres masones o francmasones. La masonería moderna se atribuye la herencia medieval, pero con una forma menos operativa; no utiliza las fórmulas iniciáticas ni construye edificios. Tampoco es probable que los secretos de los albañiles medievales estén mejor guardados.


El paso del cuadrado al círculo, conocido como cuadratura del círculo, que obsesiona sin resultados a especialistas y matemáticos, figura como tema de la mayor importancia para resolver un enigma tecno-geométrico y alcanzar una iluminacion personal que permita entrar en el conocimiento real de las leyes del cosmos. Se dice que los egipcios conocieron bien la cuadratura del círculo y escondieron el secreto en las pirámides, y Leonardo da Vinci hizo otro tanto en el hombre de Vitrubio.


El secreto sigue estando ahí y es milenario, nadie ha hecho pública la manera de resolverlo porque en la época de las catedrales el arte por el arte era desconocido, solo era el símbolo lo importante y debía ser utilitario y activo. Fue Charpentier quien afirmó que en la catedral de Chartres se resolvió el gran problema matemático, pero hay quien porfía que se utilizó simplemente  un sistema de medidas de la época de Francia como el Pie de Rey y la toesa para elaborar el Laberinto.


El maestro albañil construye con todas las reglas y las medidas secretas, obra sobre la materia con los principios de la geometría, produciendo ondas de formas, y como masón se transforma a sí mismo. Las catedrales se edificaron todas en la misma época y para ello se hubo de disponer de mucho dinero, recogido en donativos de ciudadanos y señores, pero no fue suficiente y aquí entraron los templarios, que si querían catedrales las harían, como ha dicho un historiador. 


El uso de la cruz latina en las catedrales góticas proporciona al fiel un recorrido que une la entrada con el ábside, donde se halla el altar mayor, contrario a la cruz griega usada por los bizantinos en sus construcciones. La fachada es la visión sintetizada del significado del templo con un eje vertical reconocible como si se tratara de una montaña. La cúpula sobre la que se erige una cruz forma un triángulo, como la unión entre el cielo y la tierra.


La cúpula es el centro del mundo en el encuentro de la nave y el crucero. La presencia simultánea de ábside y cúpula en la visión de los constructores permite la comunicación con lo divino en todos los sentidos posibles: Dios descienda al hombre por el altar en el ábside y el hombre sube hasta dios por el oculus de la cúpula o puerta solar. Durante el incendio reciente de Notre-Dame, la caída de la aguja sobre el cimborrio resonó con fuerza ensordecedora, según los testigos, y este es el hueco enorme, que a vista de pájaro, queda expuesto como recordatorio de la desgracia acaecida sobre el edificio. 




 
En las construcciones góticas, el nártex o pórtico se convierte en el eje mismo, en el pilar del cielo, símbolo de la escalera de Jacob, el centro de la nave, guardado por monstruosas criaturas, tesoreros de las cavernas en las leyendas medievales y coronado por la torre en aguja del campanario. Y como en el arte gótico se concede mas atención a la progresión en grados y las naves se cubren con la bóveda, en general ojival, las nervaduras resultan la reminiscencia del final del recorrido



Charpentier escribió: El cristianismo primitivo y luego el bizantino y el románico construyeron en tierra la caja de resonancia, la caverna original, utilizando la cúpula y la bóveda de medio punto...estática, pesada, sin tensión, sin propiedad vibratoria alguna. Esto llevo a los abades benedictinos a dotar de música la acción terrenal, naciendo el canto gregoriano... La diferencia entre el románico y el gótico radica en la forma de los arcos y las bóvedas y en las ventanas altas y su vidriería, que a ojos de aquellos albañiles, herederos de un saber ancestral, resultaban el espacio interior de lo divino.


La luz pasa entre las vidrieras, que representan con vivo color imágenes de santos y profetas, símbolos o ilustraciones de la historia sagrada. El abate Bernardo quería proporcionar a sus visitantes la belleza y el atractivo de que carecían los monasterios benedictinos con el fin de atraer a los fieles a aquella obra divina. La Santa Capilla de Notre-Dame era un joyero de luz y color a los lados del crucero. La catedral representó también en el medioevo, y no lo olvidemos, el recinto en que un hombre sencillo sentía que sus derechos eran respetados, se le brindaba asilo y cuidados médicos, en tanto en el exterior se le pisoteaba. 


Se ha dicho que el gótico es un fenómeno de levitación, un arte que se expone a sí mismo. Las bóvedas no pesan sobre los muros debido a su proyección en vertical, estos tienen menos espesor y son las claves para que la estructura no se hunda, y gracias a los arbotantes el peso se anula. El impulso hacia arriba está en consonancia con el encanto profundo del misticismo de los siglos XII y XIII y todo esto se perderá si Notre-Dame no se reconstruye.