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domingo, 1 de septiembre de 2013

Estados Unidos: en espera de la legitimidad




Por Mirta Balea


Los inspectores de la ONU encargados de investigar el supuesto ataque químico en las afueras de Damasco han partido hacia Nueva York, vía Países Bajos y tras pasar por la frontera de Líbano,  y presentarán su informe en tres semanas durante las cuales podrían ocurrir dos cosas: que tuviera lugar el voceado ataque de castigo al régimen de Damasco por parte de Estados Unidos o se esperara a las conclusiones del equipo.


El secretario general Ban Ki Moon "ansía" recibir el informe "lo antes posible", según su portavoz Martin Nesirky, para presentarlo al Consejo de Seguridad y a la Asamblea General.


El presidente norteamericano Barack Obama anunció ayer por sorpresa que antes de intervenir en Siria pedirá la aprobación del Congreso. Con este gesto, crea un impase en lo que se veía como algo inminente y obliga a las Cámaras a compartir la responsabilidad por una intervención breve y rápida, según el planteamiento inicial, pero que despierta objeciones entre una población y una clase política hartas de una década de frustraciones por las guerras en Iraq y Afganistán.


Algo que Obama no mencionó en su anuncio es que se ha quedado solo en el empeño tras el voto negativo del parlamento británico el pasado jueves. Esto le resta el apoyo militar de Reino Unido, su aliado desde la Segunda Guerra Mundial del siglo XX.


Aunque muchos recuerdan en este punto las palabras del secretario de Estado, John Kerry, el viernes último, cuando mencionó a Francia "como el aliado más antiguo" de Estados Unidos.


El presidente Francois Hollande se ha reiterado en su decisión de formar parte de la operación de castigo conjunta occidental, que en principio contemplaba también al Reino Unido,  y al propio tiempo ha pedido al Consejo de Seguridad que la apoye.


Francia y Estados Unidos han tenido desencuentros graves periódicos como el que enfrió las relaciones en 1966 cuando el general Charles De Gaulle retiró a los galos del mando integrado de la OTAN para recuperar una soberanía plena en política exterior.


El presidente Jacques Chirac se opuso también 2003 a la invasión norteamericana a Iraq, cuando antes había apoyado la de Afganistán. La llegada al gobierno de Nicolas Sarkozy en 2007 fue lo que equilibró la balanza. El nuevo mandatario se empleó a fondo para mejorar las relaciones bilaterales y regresó a Francia al mando conjunto de la OTAN en 2009, después de muchos años desde la frenada de De Gaulle.


Tanto Sarkozy, en el caso de la derecha, como Hollande, en la izquierda, han protagonizado un intento de romper con el anti-americanismo tradicional, heredado del "gaullismo". La historia da cuenta de que el General mantuvo siempre una desconfianza, que se volvió mutua, con los dirigentes norteamericanos.


El presidente Obama, al anunciar su apelación al Congreso, ha sentido de repente la necesidad de una legitimidad porque carecía de la del Consejo de Seguridad, donde el veto ruso era más que esperado.


Las tres cuartas partes de los norteamericanos- según las encuestas-instan a la autorización del Congreso, algo que en su día pidió el presidente George Bush para entrar en Iraq, en 2003, pero que no le hizo falta a Obama para actuar en Libia porque contaba con el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU.


En el Senado, los demócratas son mayoría. Otra cosa es la Cámara de Representantes, con una fuerte presencia del Tea Party, la facción más populista del Partido Republicano, que se lo pondrá difícil en los debates y en la votación.


Las mentiras para intervenir en Iraq, esgrimidas ante la ONU el 5 de febrero del 2003, por el entonces secretario de Defensa de la Administración Bush, Colin Powell, diciendo a todos que Saddam Hussen poseía armas biológicas e pronto dispondría de artefactos nucleares, resuenan aún en el hemiciclo y de esto se agarra el presidente ruso Vladimir Putin para dejar claro su veto en el Consejo de Seguridad a cualquier acción contra Siria.


Y aunque los planes para Siria tienen poco que ver con los que llevaron al fiasco de Iraq, esas mentiras  son las que impiden ahora que las más que probables verdades sobre el uso de armas químicas por el régimen de Damasco justifiquen una intervención militar, aunque sea rápida, en Siria, aun sin plantearse un derrocamiento de Bashir el-Assad.


El supuesto ataque con gas en la periferia de Damasco que mató a 355 personas, según Médicos sin Fronteras, o a más de 1,400, según Washington, podría deberse a un intento de Al Qaeda de procurar la intervención occidental en contra de el-Assad.


Fuentes israelíes que prefieren el anonimato se remiten a los últimos informes de varias agencias de prensa y el relato de algunos milicianos. En el barrio de Ghuta, donde tuvo lugar el ataque en principio cargado a aviones del régimen con gas tóxico, los rebeldes combaten cuerpo a cuerpo con el ejército.


Los testigos señalan a la milicia islámica radical Frente al Nusra como la proveedora de las armas, que habrían llegado desde Arabia Saudita, suministradas por el príncipe Bandar bin Sultan al Saud, jefe del servicio secreto en Riad. La inexperiencia en el uso de este arsenal entre las fuerzas de esa entidad habrían hecho el resto.


El presidente sirio ha manejado bien sus tiempos, presentándose tras mas de dos años de guerra, como el mal menor frente a lo que constituiría para el país la llegada al gobierno de los yihadistas o islamistas radicales, que se cuentan por miles entre las tropas rebeldes. Para muestra, tienen cerca el caso egipcio.


A pesar de las pruebas recopiladas sobre las atrocidades del ejército regular sirio contra la población y las fuerzas opositoras en armas, estos son otros tiempos, no los de Iraq, cuando la llamas de las torres gemelas de Nueva York ardían en la retina del mundo y los países occidentales y una parte de los árabes estaban dispuestos a derrocar al terrorismo de cualquier manera.


La primavera siria ha pasado de ser una revuelta popular por la libertad y la dignidad a una guerra sin cuartel, inhumana, donde los protagonistas nada tienen que ver con aquellas masas irredentes, sino que son soldados, milicianos y mercenarios, dentro de una zona con una importante presencia de los terroristas de Al Qaeda.


El tiempo transcurrido ha permitido también que el conflicto quede contagiado, quizá definitivamente, por otros latentes como el de suníes contra chiíes, el de los países moderados con otros que lo son bastante menos, el eterno entre Israel con su vecinos, al que se ha unido Irán, y la guerra larvada entre Washington y Moscú.


Rusia aprovecha ahora la credibilidad minada de Estados Unidos en la región para arremeter contra cualquier intervención en Siria porque cree que el-Assad tiene posibilidades de ganar.


A solo cuatro días del encuentro entre los presidentes Obama y Vladimir Putin en la Cumbre del G-20 en San Petersburgo, el ruso ha recordado al norteamericano su premio Nobel de la Paz y le ha pedido que actúa en consecuencia y piense en las víctimas.


Desde el primer momento, Putin ha calificado de disparate la versión extendida de que el ataque químico sobre Ghuta  el pasado 21 de agosto fue llevado a cabo por fuerzas regulares del ejército sirio.


Putin ha conminado a los norteamericanos a que presenten pruebas y no solo conclusiones, pero en Rusia se da por hecho el ataque a Siria, tanto con la aprobación del Congreso o de la ONU o como una iniciativa personal de Obama. Si la intervención tendrá lugar antes o después del G-20 es algo que está por verse.

Enlazar con: http://lasnoticiasdemirta.blogspot.com.es/2013/08/siria-los-crimenes-de-bashir-el-assad.html

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