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sábado, 8 de marzo de 2014

Rusia se prepara para la anexión de Crimea

Primer ministro interino de Ucrania



Por Mirta Balea

Rusia ha desafiado al mundo al admitir por primera vez que su propósito es anexionar Crimea a su territorio. Este ha resultado ser el reto más claro frente a las sanciones de castigo y las advertencias de Estados Unidos y otros países sobre los peligros de mantener tropas en la península y, eventualmente, invadir partes de Ucrania.

Unos siete mil efectivos con blindados de las fuerzas rusas ocuparon el pasado fin de semana la región autónoma de Crimea, con apoyo de una importante parte de la población, poniendo en solfa las relaciones con Occidente y los acuerdos derivados del fin de la guerra fría en torno a la soberanía de las naciones surgidas del colapso de la Unión Soviética (URSS).

La posible anexión de Crimea por los rusos ha sido siempre una realidad mucho más constatable que el ambiguo apoyo brindado a Ucrania por Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Las medidas financieras y económicas acordadas por separado por Estados Unidos y la UE -cada una de ellas con un calibre diferente y a la vez complementario- podrían causar daños económicos a Rusia e, incluso, resultar a la larga más efectivas ante la ausencia de una respuesta militar si -y recalco SI- se pusieran en practica en su totalidad y con rigor y SI pudieran ampliarse a actividades financieras ilícitas.

Tanto Estados Unidos como la UE han intentado, en las últimos tiempos, que Rusia se convirtiera en el socio del esfuerzo global contra el financiamiento del terrorismo y la evasión de dinero.

Esto se halla relacionado de manera directa con los pasos para el aislamiento de Irán, Corea del Norte y otros regímenes peligrosos para la paz mundial con Rusia actuando como válvula de escape en el gran juego de ajedrez de la política internacional.

Tales cuestiones han sido calculadas ya por el presidente Vladimir Putin al desafiar a Occidente con su invasión abierta a Crimea.

Hay que prestar atención a la burla flagrante que resultó ser la conferencia de prensa ofrecida tras varios días de silencio, a 24 horas de haber invadido la península del Mar Negro y después de conversar por teléfono, durante 45 minutos, con el presidente norteamericano Barack Obama, cuando señaló que Rusia nada tenía que ver con los soldados y los blindados sin distintivos que se paseaban por las calles.

Las sanciones -ha calculado Putin- serán solo un arañazo en la economía rusa.

Su antecedente más inmediato podemos hallarlo en la invasión rusa a Georgia en 2008, cuando se pretendió aislar a Moscú (como ahora) con un paquete de sanciones, que luego se incumplieron, incluso cuando violó los términos del cese del fuego al final del conflicto.

La sanción que realmente recibió fue la reanudación de las relaciones diplomáticas y militares - a pesar de haberse anexado Absajan y Osetia del Sur, territorios de Georgia- en un acto de borrón y cuenta nueva.

El presidente norteamericano se abstuvo entonces de continuar insistiendo en la necesidad de que Georgia y Ucrania formaran parte de la OTAN, canceló la instalación en Polonia de misiles defensivos, en un nuevo reconocimiento tácito de la esfera de influencia rusa en Europa.

Un paso similar habían dado Estados Unidos, Inglaterra y URSS en la conferencia de Yalta, en Crimea, tras el final de la II Guerra Mundial, en la que las grandes potencias se repartieron Europa y las occidentales dejaron a Stalin el control del Este.

La vulnerabilidad económica de Rusia es compartida por Occidente, algunos de cuyos países empiezan a salir de la crisis global y dependen de la energía, el comercio y las inversiones rusas. La pregunta sería ¿alguien puede creerse que estén dispuestos a aislar a la Federación?

La mayoría de los líderes occidentales abogan por una solución diplomática de la crisis para evitar enfrentarse a Rusia, así que, una vez que las sanciones se pongan en marcha -si es que lo hacen alguna vez- sería muy difícil resolverla en el plano diplomático. Y Putin lo sabe.

Los líderes del parlamento bicameral de Moscú han dejado claro que están a la espera del voto afirmativo de la mayoría prorrusa de Crimea, en el referendo previsto para el día 16 de este mes, encaminado a que forme parte de la Federación Rusa, a despecho de violar la Constitución de Ucrania y la ley internacional.

Hoy se han dado en Crimea las primeras manifestaciones de ciudadanos que quieren pertenecer a Ucrania. Kiev ha reiterado sus órdenes a los militares ucranianos de que no se dejen provocar y protejan la vida de los ciudadanos, dado que el estallido de una guerra daría el pretexto a Moscú para llevar la invasión más allá.

La crisis ha evolucionado con celeridad en los últimos días. En la conferencia de prensa, Putin habría negado la posibilidad de que Rusia se anexionase Crimea, pero, ayer, los líderes parlamentarios dijeron lo contrario.

Es público que en el sistema de poder en Rusia y en la estrategia de Putin en su quehacer internacional, el presidente calle antes determinados acontecimientos y deje hablar a sus acólitos por él. Pero no hay que olvidar que éstos siempre llevarán su palabra.

Rusia ha respondido de inmediato a la creación de un gobierno interino en Kiev con su NO reconocimiento, la suspensión de la ayuda acordada con el régimen de Victor Yanukovich y advirtiendo que podría cortar el suministro de gas si no se paga a precios del mercado internacional. La tasa actual se vería duplicada para Ucrania que requerirá de dos mil millones para abonarla.

Si alguien duda de hasta donde puede llevarse adelante esa amenaza, hay que recordar que el consorcio ruso Gazprom cortó una vez en enero del 2009 el gas a Ucrania durante dos semanas, lo que causó serios problemas económicos al país y a otros consumidores europeos, dependientes del suministro proveniente del gasoducto que cruza ese territorio.

El que fuera embajador norteamericano en Rusia, Michael A. McFaul, ha colgado un Twitter  con una pregunta cuya presumible respuesta es NO. "¿El gobierno ruso, que apoya el referendo de Crimea, haría otro tanto con otras repúblicas de la Federación Rusa?".

Más de medio centenar de observadores de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa se han visto impedidos de cruzar hoy, por segundo día consecutivo, la frontera hacia Crimea por fuerzas militares sin identificar y con la única autoridad de las armas para hacerlo.

El viaje del grupo a la Península fue acordado por Putin -a sabiendas de que no les dejarían trabajar- con la canciller alemana Angela Merkel, una de las abanderadas de la vía diplomática para resolver la crisis de Ucrania. 

A principios de esta semana, hombres armados habían sacado también de Crimea al diplomático de Naciones Unidas, Robert H. Serry.

Haciendo un resumen de todo lo que hemos sabido hasta hoy de las intenciones rusas y los movimientos occidentales para impedir la anexión de Crimea, asi como su replica de invasión potencial al este y sur de Ucrania, hay que convenir en que las expectativas para Occidente son negativas.

Rusia ha sido un elemento importante en el desmantelamiento, lento, pero al parecer seguro, del arsenal químico de Siria. Sin su intervención no habría sido posible.

Ha brindado su apoyo al intento de desmantelar el programa nuclear de Irán y como muestra de su poder logró persuadir a los ayatollahs a concluir un primer acuerdo, que Occidente vio como una buena perspectiva de futuro, aunque el balance es más favorable a Teherán.

La dependencia de varios países de la UE del gas ruso y la vacilación y desunión entre sus filas sobre cómo afrontar la crisis de Ucrania parecen confirmar que el pulso de Putin con el resto del mundo de momento se inclina a su favor.

La UE ha estado a la espera de que Rusia se retire, así que sus sanciones han estado por debajo de las expectativas en relación con las de Estados Unidos.

Un comunicado de Bruselas ha dejado claro que las reprimendas adicionales, como prohibición de viajes a figuras del régimen de Putin, el congelamiento de ciertos activos y la cancelación de una cumbre con Rusia serían objeto de un análisis posterior.

Pues bien, la posterioridad es ahora.


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