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miércoles, 19 de marzo de 2014

Las tensiones en Crimea se incrementan con la anexión a Rusia



Por Mirta Balea

El discurso del presidente Vladimir Putin para la firma del decreto de anexión de Crimea a la Federación Rusa ha sido desafiante, tanto que apenas se puede creer que fuese tan claro en sus planteamientos.

No ha vacilado ni un instante, no le ha temblado la mano al estampar su rúbrica en el documento anexionista porque para él la recuperación de Crimea "ha sido la reparación de un error histórico".

Si alguien quiere escuchar completa la endecha del presidente puede enlazar con https://www.youtube.com/watch?v=-6GHw-Kz6hg

El error histórico aludido fue el de Nikita Kruschov, cuando era el mandamás en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y regaló Crimea a Ucrania en 1954.

Putin ha llegado al punto de calificar de "cinismo" la posición de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) sobre Crimea al comparar la situación con la que dio origen a que Kosovo, antigua región de la República Yugoslava, decidiera proclamarse independiente unilateralmente de Serbia y fuese reconocido como nuevo estado por Occidente.

Hay diferencias entre Crimea y Kosovo. Los rusos en la península frente al Mar Negro nunca han estado amenazados, como esgrimió Putin para lanzarse a invadir el territorio con sus soldados y blindados y empezara in situ su labor de zapa con los grupos pro rusos para la realización del referendo que brindaría justificación a Moscú para la anexión.

Kosovo era un territorio en guerra, que había pasado por una limpieza étnica de parte de Serbia, ordenada por su presidente Slobodan Miloséwic, quien fue llevado en 2001 ante el Tribunal Internacional de Justicia, en La Haya, tras una entrega pactada con Belgrado, y se "suicidó" en 2006 en su propia celda antes de finalizar el juicio.

La premura con la que ha sido firmado el tratado de anexión, apenas transcurridas 48 del plebiscito por el que una abrumadora mayoría de crimeos decidió declararse independiente y pedir el regreso a Rusia, ha tenido por objetivo darle trascendencia y legitimidad a la decisión calificada de ilegal y de violación de la soberanía e integridad territorial de Ucrania por la comunidad internacional.

Ninguna fanfarria en Moscú. El acto transcurrió sobriamente, eso sí, en el salón San Jorge del Kremlin, reservado solo para ocasiones muy especiales.

Ni las sanciones en curso contra personalidades del régimen y sus acólitos en Crimea, impuestas por Washington y Bruselas, pueden solapar el giro que ha dado el mundo hacia una reedición de la guerra fría, que se daba por amortizada.

"Crimea es sagrada para los rusos, parte inalienable de nuestro territorio", señaló Putin de forma rotunda, sin una sonrisa de satisfacción, sin un gesto de prepotencia, solo se podía ver un reflejo de socarronería en sus ojos azules por el jaque/mate dado a Occidente cuando la cámara se acercaba a su rostro.

"Nosotros no queremos dividir Ucrania. No solo somos vecinos, somos el mismo pueblo". Cito esta frase por si alguien tenía dudas de que se está ante el preludio de una política expansionista de corrimiento de fronteras para intentar, si no de buen grado, a la fuerza, integrar a los vecinos a la Federación Rusa y resucitar el finiquitado imperio.

Crimea es un territorio estratégico-puntualizó ante las barbas de Washington y Bruselas- que debe estar bajo una soberanía sólida y, esa soberanía, únicamente, puede ejercerla Rusia.

Según avanzaba el discurso, sus palabras mostraban lo que desde hace mucho tiempo se ha visto venir: que estamos al principio de grandes cambios en esa parte del mundo. Para apoyarlas hizo su particular valoración de la historia.

"La integración se decidió en la época de Kruschov, en la que nadie concebía la separación de Ucrania y Rusia, que ocurrió con la caída de la URSS. Crimea se vio de repente parte de otro país y Rusia entendió que la habían saqueado, pero las circunstancias eran difíciles y no pudo hacer nada, simplemente bajó la cabeza". Más claro ni el agua, para los que aún tengan esperanzas en las vías diplomáticas.

Esta manera de Putin de pontificar sobre las crisis de Ucrania y la anexión de Crimea son el eco de la guerra fría que vuelve, sin que le importen el aislamiento internacional a que quiere someterlo Occidente ni las sanciones actuales o venideras.


Soldados dejando las bases de ucranianas

Uno de los ayudantes del presidente ruso comentó con petulancia que lo único que le interesa de Estados Unidos son Shakur, Ginsberg y Pollock y "no necesita de una visa para acercarse a ellos". Y ahora les hablo de los personajes para que se hagan una idea de por qué le resultan interesantes.

Assata Shakur fue en los años 60 del pasado siglo miembro de los Pantera Negra y más tarde del Ejercito de Liberación Negra. Participó en un tiroteo donde hubo muertos del FBI, fue juzgada y se escapó. Vivió como fugitiva hasta que pudo viajar a Cuba, que le concedió asilo político. Desde 2005 figura en la lista de los más buscados de América.

Ginsberg, antimilitarista, poeta de la llamada generación beat de los años 50 del pasado siglo, y Jackson Pollock, muerto en 1956, referente del movimiento del expresionismo abstracto y considerado uno de los pintores más importantes del siglo XX en Estados Unidos.

Como jefe de estado, el presidente ruso no figura en lista alguna de sanciones en la que sí están sus acólitos en Rusia, Ucrania y Crimea, que verán congelados sus activos y no obtendrán visas para viajar a Estados Unidos y Europa.

El ministro de Defensa y almirante de la flota ucraniana en el Mar Negro, Igor Teniuk, habló de una tregua concertada con los ocupantes el pasado 15 de marzo, mientras Moscú duplicaba sus efectivos en la base de Crimea en violación del contrato de 2011 firmado con Kiev sobre la forma y estructura de permanencia.

La UE ha dicho que no reconocerá la anexión de Crimea y se ha puesto de acuerdo con Estados Unidos para examinar la próxima semana la situación en ocasión de la Cumbre de Seguridad Nuclear, en la que Moscú tiene vetada su asistencia.

Los efectos de la anexión se han hecho sentir de forma muy tensa. El comandante de la Marina ucraniana, Serguei Gaiduk (que hoy se ha confirmado fue sacado de su base y está en paradero desconocido), había informado de los intentos de unidades armadas por penetrar en cada una de las 38 bases ucranianas, todas bloqueadas por soldados rusos de ocupación.

So pena de convertirme en abogada del diablo diré que no me resulta descabellado que Crimea, con casi un 60 por ciento de la población rusa y el resto ruso parlantes, deseara volver a ser parte de Rusia habida cuenta de la forma en que fue cedida a Ucrania.

Lo cuestionable en todo caso es la realización del plebiscito saltándose a la torera las leyes de Ucrania e Internacional, sin las mínimas garantías para una votación libre de prejuicios.

Despierta inquietud también que pueda ser un ejemplo a seguir por otros nacionalismos separatistas, muy de moda en Europa en estos tiempos.

Occidente sabía como las gastaba el presidente ruso. Había dos antecedentes claros, el caso de Georgia, con la invasión y posterior anexión de Abjasia y Osetia del Sur, y el de Moldavia, con la región del Transdniéster en caldo de cultivo.

Este nuevo corrimiento de fronteras tendrá sus consecuencias para Rusia -y no lo dudo- en el plano internacional, pero los más fieles a determinadas formaciones políticas, ideológicas e incluso religiosas difícilmente cambian sus preferencias por otra opción.

Suele serles más fácil hacer la vista gorda ante determinados desmanes de gestión. Son lo que puede observarse como el suelo de las entidades e individuos, que como Putin, tienen vocación de poder.

Crimea -lo quiera o no Occidente- se convertirá oficialmente - cuando el parlamento otorgue su aval a lo firmado por el presidente- en la república número 22 de la Federación Rusia y nadie podrá cambiar este hecho, con sanciones o sin ellas.

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