Datos personales

martes, 4 de marzo de 2014

Ucrania: Putin y su estrategia revanchista




Por Mirta Balea

Lo que ocurre con la invasión rusa a Crimea -ante la actitud aturdida de la comunidad internacional sobre cómo enfrentar el reto- tiene que ver con la visión atávica de las relaciones con sus vecinos del presidente Vladimir Putin.

El mandatario no se ha adaptado -y nunca lo hará- a la idea de la irreversibilidad del proceso que culminó en 1991 con la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y sigue en Ucrania una estrategia revanchista.

El centro de gravedad de lo que fuera la URSS, los países satélites llamados Repúblicas Socialistas, se ha girado a Occidente, un movimiento que Ucrania estaba dispuesta a hacer en noviembre pasado con la firma de un acuerdo comercial con la Unión Europea (UE).

Putin sobornó al presidente Victor Yanukovich y frustró el paso con 15 mil millones de euros en ayuda, sin exigir nada a cambio, como habría hecho la UE, y una reducción del precio del gas. El ruso vió ante sí una oportunidad de recuperar terreno en ese lado de la frontera y la aprovechó.

Los ucranianos se sintieron traicionados - en su gran mayoría- por su presidente y salieron a la calle a protestar por lo que sintieron como un retroceso histórico.

Yanukovich decidió huir y dejó al país sin gobierno, así que el Parlamento nombró uno interino, encargado de trazar una linea divisoria con Moscú.

El Partido de las Regiones de Yanukovic, en contra de todos los pronósticos, no se disolvió y reanudó sus actividades públicas sin su líder. Muchos de sus miembros ostentaban cargos en el gobierno depuesto y renunciaron a tiempo para no verse arrastrados por el frenesí homicida del presidente.

El parlamento ruso, que comparte el atavismo político de Putin, aprobó la entrada de tropas a Crimea, que han ocupado en los últimos días las instalaciones civiles y militares de la península y dieron el ultimatum a los militares en las bases ucranianas para que no opongan resistencia y entreguen sus armas.

Es público que la política rusa se vuelve cada año más despótica y corrupta por lo que el carácter reivindicativo de la estrategia de Moscú con las otroras repúblicas integradas al sistema soviético no admite desviación a Occidente. Mucho menos en Ucrania, justo en la frontera, porque resultaría un "mal ejemplo" para los propios ciudadanos rusos.

Putin cuenta con muchos discípulos, que le aman y tienen fé en él, y lo ven como el zar de los tiempos modernos, que devolverá al país el lustre de antaño.

La manera lineal con que usualmente vemos el tiempo nos impide a veces observar que las épocas no son tan diferentes como creíamos. Los vínculos y los puntos con que se une la Historia son por lo general uniformes.

Parece haberse empleado en Crimea la misma política que en 2008 llevó a Rusia a arrebatar a Georgia las provincias de Abjasya y Osetia del Sur con una invasión similar y bajo el mismo pretexto de "proteger los intereses de los rusos en la región".

La diferencia es que Georgia se hallaba envuelta en una guerra y esto le dió a Putin una justificación para intervenir. En Ucrania no ha tenido lugar un conflicto armado, ni siquiera en Crimea, aun cuando la prensa rusa -manejada por el gobierno- insista en incrementar la tensión sacando a pasear el fantasma de que los ucranianos están preparándose para cruzar la frontera.

Una manipulación dirigida a las gradas rusas, más que a la comunidad internacional, y que provocó que miles de ciudadanos salieran a la calle en Moscú para mostrar su apoyo a la política invasora de las autoridades.

Puede que la comunidad internacional tuviera en principio dudas sobre la legitimidad de la llegada al poder de un gobierno interino e incluso que las manifestaciones no fuesen más que una punta de lanza radicalizada. Los acontecimientos posteriores se han encargado de descartar tales recelos.

Con un gasoducto ruso pasando por territorio ucraniano, las pérdidas serían cuantiosas si algunos revoltosos decidieran castigar a Moscú donde más le duele. Sin embargo, esto no ha sucedido.

El gasoducto y la recuperación para Rusia de Crimea son elementos importantes para que Putin -contra viento y marea- ignore las advertencias de Estados Unidos y de la Unión Europea (UE)

Crimea fue rusa hasta 1954, cuando Nikita Kruschov la regaló a Ucrania, con un Tratado de Amistad y Cooperación que permitía a Moscú permanecer en la base de Sebastopol con derecho a intervenir en cualquier conflicto.

Los prorrusos de Crimea -aunque carece del supuesto del coflicto- parecían haber estado esperando el momento porque su movilización fue inmediata tras la huída de Yanukovic y el nombramiento de un gobierno interino en Kiev.

Cuando se habla de Historia, no recorremos con la vista un libro de páginas impávidas y de figuras sepulcrales. Se habla del recuerdo vivo y los pensamientos insumisos en orden cronológico. El pasado es la condición de todo.

Las fronteras europeas no siempre coinciden con patrones religiosos o étnicos debido al "tejemaneje" de políticas e imperios. Hasta el siglo XX y tras dos guerras mundiales, primero la Carta Atlántica de 1941, firmada por Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill, y más tarde la Carta de las Naciones Unidas, han considerado el derecho a la autodeterminación de los pueblos básico para la paz entre las naciones, pero ha resultado ser también una carta en blanco para las potencias. 

Es un hecho incontrovertible que Yanukovich -asilado ahora en Rusia- lanzó contra los manifestantes todo su poderío militar, los masacró, y su fechoría ha dejado un saldo de 82 muertos y cientos de heridos, por los que tendrá que dar cuentas en el momento oportuno. 

Tuvo que huir a Crimea para evitar la ira ciudadana o ser juzgado por las nuevas autoridades. De ahí saltó a Rusia, que lo acogió con los brazos abiertos, a pesar de que las relaciones con su vecino en estos años han sido como lava tibia, dividida entre la espera de un suceso y la eternidad.

En ese abrazo del oso, Yanukovich encontró fuerzas para decir que era "el legítimo" presidente de Ucrania- reforzando así la tésis de Moscú de un golpe de Estado- y que estaría dispuesto a regresar.

Volver a Ucrania no le sería tan fácil, a no ser escoltado por militares rusos, porque se enfrentaría a la ira popular. Los ciudadanos han sabido tras su salida de la inmensa riqueza que sustrajo a las arcas públicas.

Las banderas nacionales han sido retiradas de todos los edificios públicos en Crimea y sustituidas por la rusa o la de la propia región, en la que un 60 por ciento de la población es rusa.


Bandera de Crimea



El presidente norteamericano Barack Obama intentó, este domingo, con una llamada telefónica de 45 minutos, persuadir a Putin de llevar a cabo la invasión. Resultó un paso infructuoso. Estados Unidos ni siquiera está entre los 10 más importantes socios comerciales de Moscú.

Obama ha decidido suspender los vínculos militares con Rusia, que tan provechosamente se desarrollaron en los últimos años, "dentro de la transparencia, la construcción del entendimiento mutuo y la reducción de riesgo en la toma de decisiones de carácter militar", según ha dicho el vocero del Pentágono John Kerby, entre otras medidas de tipo consular y comercial.

El Congreso se ha reservado el derecho, al margen de las decisiones de la Casa Blanca, de aplicar más sanciones a Rusia y aprobó una ayuda inmediata económica para el gobierno interino de Kiev de 200 millones en moneda y créditos. Esto es parte de un paquete de rescate internacional de un billón de dólares.

Los legisladores decidieron suspender los visados para el círculo de funcionarios cercanos a Putin, percibidos como cómplices de la invasión, e intentarán que el Fondo Monetario Internacional retire la ayuda a Moscú.

La crisis ha provocado reuniones urgentes de la Organización de las Naciones Unidas, de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa.

El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmusen, apuntó lo obvio, que Rusia amenaza la seguridad de Europa y pidió un despliegue de observadores en Moscú. El hecho de que Ucrania no forme parte de la organización bloquea la obligación de defenderla.

En lo único que coinciden con Estados Unidos todos estos centros de poder mundial, incluida la UE, es en el corte en los visados, en suspender la cooperación económica y la cumbre del G-8, prevista a realizarse en junio en Sochi.

Los europeos no irán más allá. Rusia es el mayor suministrador de energía del mundo, realiza las mayores exportaciones de gas natural, por encima incluso de Arabia Saudita, posee una fuerte industria metalúrgica y está entre los cinco mayores consumidores en el mercado global.

Las sanciones impuestas por Estados Unidos podrían verse muy minimizadas porque importantes compañías del país como la Boeing, General Motors, John Deere y Procter & Gamble mantienen vínculos provechosos con los rusos.

La Exxon Mobile, la mayor petrolera norteamericana, tiene proyectos conjuntos de explotación con la estatal rusa Rosneft en el Mar de Kara, en el Artico, y en zonas del Mar Báltico.

Alemania y Holanda hacen énfasis en la vía diplomática para resolver el entuerto y no pelearse o ir de frente contra Rusia. El Reino Unido, cuyo ministro del Exterior, William Hague, acaba de visitar Kiev, advirtió que la invasión tendrá consecuencias.

La BBC ha desvelado tras la visita de Hague un documento confidencial del gabinete de David Cameron en el que explícitamente se señala que el Reino Unido no apoyará las sanciones ni bloqueará el rublo en el mercado británico.

Rusia aguarda la mínima provocación de palabra o de hecho de los militares en Crimea o de las nuevas autoridades ucranianas- a las que no reconoce- para realizar un ataque en regla contra otras zonas en el este y sur del país.

El primer ministro interino Arseny Yalsenyuk ha instado a Moscú a retirar sus tropas y ha calificado el despliegue militar ruso en Crimea como "una declaración de guerra".

Ucrania carece de una tradición democrática y hasta que Yanukovich se negó a firmar con la UE en favor de Rusia, sus ciudadanos no se preocupaban mucho por la política. El intento de alejamiento de Bruselas al negarse a firmar el acuerdo en noviembre pasado tuvo el "tufillo" de que se hallaban de nuevo bajo el paraguas "soviético", algo que la mayoría de la población no desea.


La pregunta a estas alturas de la crisis es si Estados Unidos y Europa estarán dispuestos a romper hostilidades con Rusia por Ucrania, cuando la cosa vaya a peor y lo hará, y enfrentarse a un Putin que les pondrá muy difícil lo de la acción diplomática y la moderación.


No hay comentarios:

Publicar un comentario