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martes, 18 de febrero de 2014

Suiza y Unión Europea: sobre inmigración





Por Mirta Balea


El sueño de la Europa unida sigue en proceso de fragmentación, incluso por flancos que no le son en general propios. Las ideas proteccionistas se enfrentan a un mundo globalizado y el nacionalismo, al liberalismo; en ese pulso todo apunta de momento a tablas.

Igual que el cambio en el mundo árabe no puede llegar con la renuncia de sus pueblos al Islam, sino por la unión de la fé con la modernidad, la Europa unida, por la que se ha luchado durante decenas de años, tampoco resolverá sus problemas sobre sociedades cerradas e intolerantes.

La sociedad suiza ha votado NO a la inmigración el día 9 de este mes y su gobierno ha comenzado a poner en marcha esta decisión basada en un sistema de voluntad popular.

El Consejo Federal de Berna (gobierno) informó a Croacia el sábado último la suspensión de la extensión del acuerdo vigente sobre libre circulación ciudadana con la UE firmado hace 10 años. Este paso se asume en Bruselas como el inicio del cierre de fronteras.

Un raspante 50,3% de votos situó la balanza del lado del NO a la inmigración en masa. La misma forma de actuación popular que impidió a los suizos, con el apabullante 76%, descartar su pertenencia a la UE en 2001.

Nueve años antes habían resuelto negarse a formar parte del Espacio Económico Europeo y, por consiguiente, de la moneda única.

En cambio, admitieron la eliminación de controles fronterizos y garantizar la libre circulación de personas, adhiriéndose al Tratado de Schengen, por el que se rige el resto de los estados comunitarios.

Lo ratificaron en 2009, para aplicarlo a los rumanos y búlgaros, recién incorporados al Club.

El referendo sobre inmigración ha colocado en el limbo a un millón de europeos residentes en Suiza y a 430 mil suizos repartidos entre los 28 países de la UE. A todos afectará el cambio en las reglas del juego surgido de la voluntad popular y que ha convertido en letra muerta en Suiza el Tratado de Schengen.

A este pacto se suman otros seis sobre la libre circulación del transporte, mercados públicos, agricultura e investigación, que han cesado para Suiza por su propia decisión.

Bruselas ha procedido, en respuesta, a suspender de inmediato los programas de educación e investigación, son ellos el de ciencia Horizonte 2020 y el de intercambio de estudiantes conocido como Erasmus Plus.

Un portavoz apuntó que se hacía en cumplimiento de la advertencia de la Comisión Europea de que no admite el cambio de política de los suizos, aunque saben que el gobierno de Berna abogó por lo contrario a lo que se aprobó en el referendo.

La vicepresidenta de la UE, Vivianne Redding, ha dejado claro que los suizos "o lo toman todo, o lo dejan", en consonancia con lo que han venido declarando varios líderes de los países miembros.

Para la UE, la libre circulación es un principio básico, inquebrantable, según Redding. El presupuesto aprobado para este año en cuanto a investigación y becas de estudio alcanzará los 16 mil millones de euros. Suiza no entrará en el reparto.

Hasta el momento -según cifras de Eurostat- Suiza ha aportado a la UE mucho menos de lo que ha recibido.

Fuentes comunitarias consideran que Suiza se ha visto beneficiada sustancialmente al pertenecer al ámbito de la UE y seguir otorgándole ventajas en esta hora sería como "poner la otra mejilla".


Resulta más que seguro que Bruselas tampoco negocie la libre circulación de capitales de empresas y bancos y que deje de dilatar ciertas medidas, de las que se vienen hablando desde hace tiempo, de exigir transparencia a los entidades suizas.

Lo cierto es que el paso dado por los suizos no puede salir gratis si la UE desea contener el efecto contagio. Esto comprometería seriamente la integración y hay muchos partidos en países miembros que desearían imitar a Suiza. 

Los partidos euroescépticos se definen a sí mismos como nacionalistas y han logrado un importante avance de la mano de la crisis económica para llenar buena parte de los escaños parlamentarios en sus respectivos estados.

Suelen cargar el peso en los temas más sensibles como la seguridad y la inmigración. Eurostat ha dado una cifra, correspondiente al 2010: hay 31 millones de inmigrantes extracomunitarios en países de la UE.

Con vistas a las elecciones al parlamento europeo de mayo próximo, estas formaciones políticas se esfuerzan por acercar posiciones entre ellas y han alcanzado -según informaciones no confirmadas- un consenso para un manifiesto y proyecto común en Europa.

Algunos de estos dirigentes, logran ejercer su dominio mostrándose inescrutables en sus proyectos más ambiciosos, ponen mucho cuidado en controlar quien sabe qué, de manera que nadie, más que ellos, tenga un mapa completo fiable de una situación determinada.

En cifras del europarlamento, los partidos contrarios a la Unión Europea requerirán 25 diputados como mínimo de al menos siete países para tener un grupo propio que refuerce su voz y genere financiación para el proyecto de ruptura.

Se calcula -basándose en los sondeos más recientes- que podrían llegar a manejar un 20 por ciento de los asientos en la eurocámara.

Aunque la inmigración ha resuelto durante años las necesidades de mano de obra en Suiza, sobre todo la proveniente de Alemania y Francia, con personal muy calificado, los partidos extremistas bajo las siglas de UDC-SVP han logrado que se vea como un problema.

Habrá que esperar más tiempo para que se hagan ver las consecuencias de la decisión tomada este mes por los suizos.

Los que fueron a votar y decidieron remar contracorriente parecen ser más conscientes del hecho de que el mundo ha cambiado y no se trata de cerrar fronteras, sino de proponer alternativas y políticas a favor de la tolerancia y el bien común.

Enlace con http://lasnoticiasdemirta.blogspot.com.es/2013/11/la-union-europea-y-los-flujos.html

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