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martes, 11 de octubre de 2011

Jack el Destripador o el mito inextinguible

Whitechapel- Ubicación de los cinco asesinatos


Por Mirta Balea


Una gran mayoría de nosotros asume que un asesino en serie cuenta con un perfil irrefutable, busca siempre el mismo tipo de víctimas y sostiene un modus operandi concreto, pero la realidad refuta lo anterior en parte, sobre todo en lo tocante a víctimas y contexto, así que carecemos de una definición absoluta para la dinámica psicológica de tales individuos. La ciencia, a pesar de los muchos avances registrados en el siglo XX, no tiene todas las respuestas.


Que halla asesinatos y crueldades en este mundo, nada tiene de novedoso. Ser testigo de las secuelas de lo que le ocurre a las víctimas es lo que resulta difícil de concebir, como si el lado oscuro de la mente enviase al agresor un mensajero sin pezuñas y cuernos con un efecto letal.


Es como adquirir un vicio porque la virtud a la que sustituye ya no produce placer. Matar no es más que eso: matar y poco importa a la víctima de dónde viene el golpe o el pedigrí del que lo propina. Tampoco sirve de consuelo a los familiares, a veces sedientos de venganza más que de justicia. Pero cuando ésta última llega, se suele dormir mejor por la noches.


La historia de las cinco prostitutas muertas entre agosto y noviembre de 1888 en Whitechapel sembró de pánico ese distrito londinense envuelto en la noche brumosa de los tiempos y ha dado lugar a la leyenda de Jack el Destripador, sin que hasta el momento se tengan noticias fidedignas sobre la identidad tras el mote, a pesar de la abundancia de hipótesis y que, en algún que otro caso, se haya arañado la verdad.


A la prensa de la época victoriana, con periódicos todavía en pañales, le supuso un "aventón" la serie de asesinatos bien aliñados que multiplicaron sus ventas. Eran los tiempos en que los diarios aparecían en una o dos hojas de sucesos y la orgía asesina de Jack en el distrito más pobre de Londres ocupaba un cintillo en letras negras, enormes, en primera plana. Los recursos policiales eran escasos y había investigadores como el Inspector George Abberline que tan solo con tenacidad deseaban llegar al fondo del asunto.


Coincidía que la interesante obra sobre el Bien y el Mal, El doctor Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson, arrasaba la cartelera teatral con un público muy motivado. Recordemos que es la historia de un respetable médico, que ideaba una pócima para despojar a su ser de bondad y hundirlo en el lado oscuro. De esta manera se convirtió en un espíritu del Infierno, que salía a matar por las calles de Londres.


El descubrimiento casual en 1991 del diario personal de un respetable comerciante de algodón de Liverpol llamado James Maybrick, fechado en la década de 1880, parecía haber encausado a expertos, grafólogos, peritos psiquiatras e historiadores en el camino del verdadero hombre de Whitechapel.  Algunas caricaturas lo presentaban con garras y dientes largos manchados de sangre, persiguiendo como un vampiro a sus potenciales víctimas y, al propio tiempo, otras ilustraciones mostraban a un policía con los ojos vendados, muy en consonancia con la opinión popular que los veía como incapaces de resolver cualquier problema.
Cuerpo descurtizado de Mary Kelly

La editorial británica Smith Gryphon Publishers se hizo cargo de dar a conocer el diario en 1993, no sin antes contratar a expertos sobre Jack el Destripador, peritos en letra y papel de la época victoriana y a una escritora, que investigó con su equipo la vida y milagros de Maybrick. Todos parecieron dar por bueno el texto como para ser publicado.


Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly fueron las únicas muertes atribuidas a Jack, quien anunció a la Policía poco después su intención de dejar de matar. Su última víctima, conforme al orden señalado, resultó la única hallada en su propia casa, el resto lo fueron en callejones oscuros,  y con ella el asesino hizo gala de un particular sadismo, superándose a sí mismo.


Algunos historiadores han tejido su visión particular de la reina Victoria y de la monarquía inglesa tomando como elementos estas muertes. Han dicho que los asesinatos se cometieron por un equipo de cinco hombres para proteger de las habladurías al duque de Clarence, Alberto Victor, quien se había casado con su amante católica Annie Elizabeth. De este matrimonio nació una hija llamada Alice Margaret, según han afirmado.


La justificación de las supuestas acciones de la reina Victoria para escamotear la verdad sobre su nieto al público radicaban en el acoso sufrido por la monarquía en aquellos tiempos de parte de republicanos y socialistas. Todo indica, según los historiadores, que el matrimonio de Alberto Victor con Annie Elizabeth debilitaba la estabilidad de la institución, por lo que casi resultaba obligado deshacerlo con la eliminación de todos los involucrados o conocedores de que había tenido lugar.


La Policía Metropolitana detuvo en 1888 a Annie Elizabeth, declarada convenientemente loca y enviada a un manicomio, donde murió en 1920. Su esposo, el duque de Clarence, había fallecido en 1892 en circunstancias extrañas (otros dicen que de sífilis) y la pequeña Alice Margaret pasó a cargo de Marie Kelly (sin que exista una explicación clara sobre esta circunstancia) y que como ésta se encontraba escasa de recursos decidió darse a la prostitución para subsistir.


Los historiadores muestran una gran pena por la Corona que se veía extorsionada por una prostituta en posesión de una niña de la familia Real y que había contado el secreto del nacimiento de ésta a otras cuatro amigas de profesión. Otros, para dar un giro épico al asunto, apuntan que podría estar intentando salvar a la pequeña de una muerte segura, ayudada por sus colegas, y que esto habría conducido a sus asesinatos.


A mi me parece más plausible la historia de Maybrick,  en la que tratamos con un hombre de carne y hueso, un asesino en serie, y no con una invención oficial sobre secretos de almohada. Es mejor creer en la existencia del primer criminal que dejaba rastros a propósito -algunos impregnados de cierto humor negro- y que jugaba con la Policia al gato y al ratón, que es lo que lo ha convertido en mito, al margen del rostro tras el espectro.


Admito que el diario de Maybrick puede oler a timo, como ocurrió con los de Adolf Hitler descubiertos por la revista alemana Stern. La falsedad quedó al desnudo casi de inmediato por existir previamente una gran cantidad de escritos auténticos del lider nazi susceptibles de comparación y un enorme cuerpo de datos históricos y biográficos  de cuya exactitud no cabían dudas.


El magnate australiano Rupert Murdoch llegó a ofrecer 3.750.000 dólares a la revista alemana por los derechos de publicación en lengua inglesa. Su periódico Sunday Times dio a conocer extractos antes de que resultara descubierto el timo en 1955. El mismo diario ofreció en 1968 mas 250.000 libras por otro documento similar de Benito Mussolini y que corrió igual suerte que el de Hitler.


Murdoch siempre ha jugado a las primicias y en época reciente se le fue la mano. En la actualidad es objeto de un proceso judicial por instalar escuchas ilegales en los teléfonos de varias celebridades.

(Para más información sobre los escándalos de Murdoch consultar http://lasnoticiasdemirta.blogspot.com/2011/07/news-of-world-y-las-arenas-movedizas-de.html

El propietario del diario de Maybrick, Michael Barrett, resultó ser un trabajador en Liverpol, que vivía con su mujer y su hija de su pensión de invalidez y del sueldo de ella como secretaria en una vivienda modesta. Este hombre dice haberlo recibido de un amigo, Tony Devereux, en 1991, poco antes de este falleciera sin revelar cómo había llegado a sus manos.


Algunos de los investigadores empeñados en autentificar el diario del supuesto Jack el Destripador recuerdan que en 1888 se hicieron trabajos en la instalación eléctrica de la casa en que vivió y murió Maybrick, cuando se levantó incluso el tablón del suelo, y creen que tal habría sido el momento de recuperación del texto. Su autor señalaría que lo dejaba para que fuera encontrado.

Maybrick junto al retrato robot
realizado en su momento por la Policía

Maybrick era adicto al arsénico y la estrictinina,  drogas muy de moda en la época para un sin fin de afecciones. Lo interesante de esto es que David Forshaw, médico del hospital psiquiátrico de Maudsley, en Londres, certificó que la evolución de este hombre era compatible con la psicopatología de un asesino en serie, materia en la que es experto, como también en el tema de las adicciones.


Shirley Harrison, que escribió el libro sobre el diario para la editorial británica, supo que el respetable hombre de negocios de Liverpool tenía un móvil : la infidelidad de su esposa Florence. Algo que ha contribuido también a la certeza de que se trata de Jack el Destripador es que los fines de semana solía viajar a Londres y conocía la zona de Whitechapel por haber vivido cerca en compañía de una amante.


Hay un detalle importante en esto de las andanzas comerciales del negociante de Liverpol. El Daily Post publicó el 10 de octubre de 1888, apenas 10 días después de los asesinatos de Elizabeth Stride y Catherine Eddowes, un artículo sobre un hombre de esa ciudad entrevistado por el Departamento de Investigación Criminal en relación con los hechos y que tenía por costumbre vagar por los bajos fondos del East End de Londres.

Este sujeto se había dejado un maletín de cuero negro (los testigos eventuales describen al Destripador con bombín, capa y un maletín como de médico) en un hotel de primera categoría del West End, el Charing Cross. Como un elemento importante quiero señalar que el doctor George Bagster Phillips, un cirujano de la policía que realizó o participó en las autopsias de cuatro de las víctimas, indujo a engaño cuando afirmó que el asesino tenía que ser un médico.


Otras pruebas se hallan directamente relacionadas con la época del papel y la tinta utilizados en el diario y que,  el doctor Nicholas Eastaugh, especialista en la materia, comprobó que no había razones para impugnar.


Varios conocedores de las particularidades del mito de Jack el Destripador, algunos de ellos en posesión de teorías muy elaborados sobre qué tipo de persona podría encajar con el asesino de Whitechapel, quedaron fascinados por el contenido del diario cuando fueron convocados por la editorial británica. Según esta última, encontraron concordancia entre los actos y movimientos de Maybrick y los del asesino.


Una de las cuestiones descubiertas durante las investigaciones del equipo de Shirley Harrison ha sido la inadvertida hasta ese momento presencia de una M en las escenas del crimen, de una manera directa o indirecta, a pesar de que las fotos obtenidas en su momento por la Policia Metropolitana la muestran con claridad en la pared del domicilio de Mary Kelly.


Dos hermanos de Liverpol entregaron a los editores un reloj de bolsillo de oro con la firma de Maybrick y las iniciales de las cinco prostitutas asesinadas, así como una frase grabada: Yo soy Jack. El minerólogo, doctor S. Turgoose, certificó la validez del artículo en cuanto a su probable datación a finales de la década de 1880.


Lo que nutre este menú aliñado con las crónicas de la época es que la esposa de Maybrick, americana de Alabama,  fue juzgada y condenada por haberlo asesinado, aunque todo el proceso corrió sobre la base de suposiciones y como escarnio a su infidelidad. Para esa fecha ya se sabía que los adictos al arsénico sufrían regulares dolores grastrointestinales y  envenenamiento crónico. Hubo un silencio sobre este particular durante todo el proceso.


Durante siglos y esto abarca una buena parte del XX, se creía que la actividad sexual de la mujer quedaba circunscrita al matrimonio y que Dios le había otorgado esa capacidad con el único fin de preservar la especie, de procrear. El centro del universo de cada mujer, según esa creencia, que conservan aún algunas culturas y pueblos, radicaba en su útero y la menstruación provocaba grandes trastornos como lujuria, histeria y locura. Las hembras pertenecían a un orden inferior y el pensamiento abstracto y racional les era ajeno.

Walter Sickert
Florence Maybrick cumplió una condena de 15 años y siempre proclamó su inocencia. Para entonces le habían quitado a sus hijos. El hombre que la maltrató en vida continuó en la muerte vengándose de su infidelidad.


La célebre asesina decidió regresar a América y se instaló en una localidad de Connecticut, donde murió en 1941 rodeada de gatos y sin que ninguno de sus vecinos supiera de aquel tenebroso pasado. Si alguien quiere saber más debería leer su talentoso y emotivo libro "My Fifteen Lost Years".


Las investigaciones sobre Jack el Destripador no han cesado por mucho que el caso esté más frío que un invierno en Varsovia. Patricia Cornwell, conocida escritora de novelas de misterio, aportó su grano de arena al enigma en un libro llamado Retrato de un asesino,  en el que señala directamente al pintor impresionista y actor Walter Sickert, mediante un estudio de su obra y otros elementos de carácter circunstancial, como casi todo lo que rodea este centenario caso sin resolver.


El móvil que podría haber tenido Sickert se parece mucho al de Maybrick: ambos se sintieron traicionados por la persona a la que amaban. Escoger a prostitutas como víctimas lo hacía más fácil en la época porque nadie se ocuparía de esclarecer los crímenes, eran personas sin familia y si las tenían no deseaban saber nada de ellas, vivian sin recursos en la pocilga de la ciudad.


A Maybrick su mujer le humilló al acostarse con otro y no teniendo el valor para dejarla, como bien puede leerse en su diario, se dedicó a matar a rameras, probablemente también en otros lugares de Inglaterra a donde viajaba como comerciante de algodón. En el caso de Sickert - que a pesar de su ascendencia alemana figura como de los más importantes pintores ingleses- el cambio operó cuando su entrañable amigo, James McNeill Whistler, lo separó de su vida al casarse con una viudad.


Cornwell escribió en su Retrato de un asesino: "La psicología de un asesino violento y despiadado no se tiene por motivos lógicos. No existen explicaciones sencillas ni secuencia infalible de causa y efecto. Pero la brújula de la naturaleza humana a veces señala en una dirección determinada...". En este concepto hay una precisión adicional: "Apuñalar a alguiente treinta y nueve veces revela encono, y el ensañamiento frenético suele ser fruto de un hecho o una palabra que hace estallar al asesino de manera imprevista". O no tan imprevista, diría yo, porque hacerlo en callejones oscuros en una zona paupérrima, donde cada cual se ocupa de sus asuntos, parece un acto calculado.


El criminólogo del FBI, Ed Sulzbach, afirma que en la vida hay pocas coincidencias, así que si se presentan muchas habrá que estar alerta. De haber sido policía en la época victoriana hubiera puesto a Sickert bajo vigilancia de inmediato e incluso con las pruebas circunstanciales aportadas por Cornwell (más de cien años después y con otras técnicas) habría presentado el caso ante el fiscal de la Corona.


El Manual diagnóstico y estadística de los trastornos mentales establece como síntomas de la psicopatía el robo, la mentira, el consumo de drogas, la irresponsabilidad económica, la incapacidad para combatir el aburrimiento, la crueldad, la promiscuidad, la agresividad y la ausencia de remordimientos. Elementos presentes tanto en la lectura del diario de Maybrick como en las razones expuestas por Cornwell para incrustar a Sickert en la lista de sospechosos de ser Jack el Destripador.


Retrato robot reciente del Destripador
que dicen coincide con la cara de
Feigenbaun
Carecer de conciencia, que es lo que identifica mejor a un psicópata, no lo hace necesariamente violento, pero resulta un peligro inminente de transformación al ignorar las normas, rectoras de toda sociedad civilizada, y obedecer únicamente a sus necesidades. La Organización Mundial de la Salud considera una enfermedad el "trastorno de la personalidad disocial", lo que el común de los mortales conocemos como personalidad anti-social o sociopatía.


Tomando como base una posibilidad desarrollada en el orden genético y físico -que no se acepta por la comunidad científica en general- la escritora de novelas de misterio apela al llamado factor X (poco conocido y del que aún se desconoce si obedece a la genética del ser humano) para sugerir que el cerebro del psicópata no tiene por qué ser normal. Las estadísticas indican que cuatro quintas partes de los casos documentados de asesinos convictos los anotan como víctimas de abusos y malos tratos en la niñez y que la mitad, por lo menos, sufre anomalías en el lóbulo frontal, centro de la conducta humana civilizada.


El más reciente de los descubrimientos sobre el hombre que se esconde tras Jack el Destripador lo ha hecho la famosa antropóloga forense Xanthe Mallett, que en la web de la BBC ha dado a conocer el resultado de sus indagaciones, realizadas junto con el detective Trevor Marrito. El nombre del acusado, esta vez, es Carl Feigenbaum, un marinero alemán muy violento.


Mallett y Marrito se basan en la documentación en manos del abogado de Feibengaum en la que se puede constatar que había asesinado a más de una mujer en su Alemania natal y que huyó de la justicia en 1888 hacia Estados Unidos, no sin antes recalar en Londres durante un tiempo, que coincide con los asesinatos de Whitechapel.

Feigenbaum fue ejecutado en 1894 en Nueva York por el asesinato de su casera, un crimen cometido de un modo similar al de las cinco prostitutas londinenses.

El detective Marrito, tras años de investigación policial, jura y perjura que este marinero alemán es Jack el Destripador y sobre todo ha puesto énfasis en la falsedad del propio nombre del asesino a partir de una carta dudosa sobre la autoría de los delitos recibida por la Policía Metropolitana.


La primera carta de que se tiene noticias, entre otras posteriores, fue publicada en una edición del diario Star y se ha convertido en la más célebre de la historia de la criminalidad. Escrita en tinta roja contenía el  inspirado nombre que el asesino se daría a sí mismo. Una postal posterior ha arraigado la idea entre los expertos de que podría ser falsa ya que firmaba Jacky el Descarado.Un dato es que el facsímil de la caligrafía no resultó publicado lo que hace difícil la existencia de un imitador.


Nadie puede negar que las "hazañas" del destripador de prostitutas en el Londres victoriano ha alimentado toda una industria editorial y teatral, sin olvidarnos del cine y la televisión. Pero tal vez lo más importante de la trama es que la prensa que relataba las masacres en Whitechapel hablaba también de las pésimas condiciones de vida en el distrito londinense y del desempleo crónico.

Jack el Destripador sin proponérselo fue en parte responsable de posteriores reformas sociales en la capital del reino y del perfeccionamiento de los procesos policiales. El escritor irlandés George Bernard Shaw lo calificó de "genio independiente que, al destripar a cinco mujeres, ha conseguido reagrupar a los periódicos en el bando de los oprimidos".

Enlace también con http://lasnoticiasdemirta.blogspot.com/2011/10/aporte-gratuito-sobre-el-bien-y-el-mal.html

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