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sábado, 23 de julio de 2016

Negociaciones para la investidura de un presidente en España.


Tras lo ocurrido en la votación para la Mesa del Congreso, todo apunta a que los independentistas serán decisivos a la hora de la investidura del presidente del Gobierno, lo que favorecería la posición del PSOE de votar NO a Mariano Rajoy.

Se enciende la alerta roja con un posible NO de Ciudadanos en segunda votación, en vez de abstenerse, ante un posible pacto del PP con los independentistas. Esta postura forma parte del propio ADN de la formación, nacida hace 10 años en Cataluña para combatir precisamente la fiebre del nacionalismo.

Lo ideal sería que los partidos constitucionalistas se pusieran de acuerdo para investir a Rajoy, pero esta opción no cuenta con el beneplácito socialista, que perdería a favor de Unidos Podemos su posición de líder de la oposición. La idea fue lanzada por Ciudadanos y la recogió con guante grande el PP.

Rajoy se ha puesto manos a la obra para lograr ser investido y lo sucedido en la votación de la Mesa del Congreso así lo demuestra. Lleva las negociaciones con la mayor discreción y personalmente. Utiliza ahora técnicas de solución de conflictos que abandonó cuando tuvo mayoría absoluta y pudo hacer lo que quiso entre el 2011 a 2015. Ahora piensa en los intereses del contrario.



El PSOE habría proporcionado a los independentistas catalanes de ERC y al PNV vasco un par de diputados para que tuvieran grupo propio en la pasada legislatura fallida y luego pactó con Ciudadanos un acuerdo de mínimos para que Pedro Sánchez fuera presidente. En la actualidad, los socialistas gobiernan en varias circunscripciones catalanas, por el pacto del beso con los nacionalistas. Se impone recordar esto en las actuales circunstancias, como también que perdió la oportunidad de gobernar por los votos negativos de PP y Podemos, porque de todo esto va el estira y encoge del Congreso. 

A lo largo de cuatro décadas de democracia, tanto PP como PSOE han pactado con los nacionalistas catalanes y vascos para que sus respectivos candidatos alcanzaran la presidencia del Gobierno. Rajoy no es el primero ni será el último, la diferencia es que entonces los ánimos de independencia no estaban tan exacerbados, sobre todo en Cataluña, ni existía a nivel nacional un partido como Ciudadanos.

Tras el batacazo que supuso para el nacionalismo vasco el fracaso del intento de secesión en 2003 por iniciativa del entonces lendakari Juan José Ibarretxe, el PNV se ha mostrado más moderado en sus objetivos y solo exige al gobierno el acercamiento de los presos a Euskadi. Esto no resta para recordar que históricamente haya sido una veleta al viento, como durante la Guerra Civil, cuando estuvo con unos y con otros; tampoco que ha sido el padre putativo de ETA, a cuyos líderes facilitó el ascenso a las instituciones con barniz de legalidad. Los terroristas nunca han entregado las armas ni han pedido perdón por el dolor causado al país con más de mil muertos a sus espaldas.

El PNV logró un asiento en la Mesa del Senado en esta legislatura y eso nos muestra unas líneas abiertas de negociación, aun cuando la máxima autoridad, Iñigo Urkulo, ha reiterado que votarán NO a la investidura de Rajoy. Se juegan mucho en las próximas elecciones autonómicas y las líneas rojas, al final, se ven discontínuas.

Sobre todo porque el "Mandela" vasco de turno, Arnaldo Otegi, recién salido de la cárcel por cooperación con el terrorismo etarra, anda paseando su humanidad por el parlamento catalán, asegurando que él será el próximo lendakari. Esto no sería posible porque parte de su sentencia implica no tener cargo público alguno hasta el 2021.

Sus andares por Cataluña no son más que el pago de facturas vencidas. Otegi colaboró con los secesionistas catalanes en la confección de su propia hoja de ruta soberanista, con su momento cumbre en noviembre del 2015 cuando tuvo lugar el referendo sobre independencia, que el Tribunal Constitucional había ordenado suspender.

El ex-presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, y dos de sus colaboradoras, están siendo juzgados por este hecho, considerado una declaración de rebeldía ante el alto Tribunal. La Fiscalía le acusó de muchas cosas, entre estas, malversación de caudales públicos en la realización del susodicho referendo. Pero, apenas 48 horas antes de la constitución de la Mesa del Congreso,  desestimó esta parte de la acusación para salvar in extremis al ex-líder de Convergencia de una larga condena. La sentencia, al final, quedará en un tirón de orejas.

Las aspiraciones independentistas catalanas no han perdido fuelle a pesar de cuatro años transcurridos sin avances y la aparición en el panorama de un referendo de autodeterminación impulsado por Podemos. El último baremo del Centro de Investigaciones Sociológicas en el espacio catalán ha dejado claro este julio que por primera vez y con una diferencia claramente importante el Si a la independencia supera al NO, respectivamente, 47,7% y 42,4%-

El arco parlamentario de que se dispone tras las recientes elecciones dice que de haber terceras elecciones los líderes de los partidos nacionales principales tendrán que dimitir. No se puede seguir el juego del Pokemon Go si se ha perdido y no hay precedentes en Europa que ante tanto fracaso un dirigente continúe al frente de su formación.

Albert Rivera, líder de C's, ha dicho incluso públicamente que pedirá al Rey que inste al PSOE a que se abstenga para no seguir bloqueados. El monarca deberá reunirse la próxima semana con todos los líderes para proponer un candidato a la Presidencia, pero mediar o presionar en un sentido u otro no está entre sus capacidades de contacto.

Muchos han visto un resbalón político en lo dicho por Rivera, olvidando que el pasado enero, el PP pretendió que el Congreso certificase la falta de mayorías y precipitase la celebración de nuevas elecciones, lo que hubiera dejado al Rey sin su función constitucional de proponer otro candidato a la Presidencia y evitado a Rajoy un mal trago.

El candidato del PP había eludido ante el Rey su responsabilidad de presentarse a la investidura, lo que propició al rival socialista, Pedro Sánchez, presentarse como alternativa, aceptada por el monarca. En voz baja, los populares se quejaban de esta decisión porque se veía que los números no daban.

Rajoy ha dicho que solo ha ofrecido en esta legislatura acuerdos de gobierno al PSOE y Ciudadanos. Pero de lo que todos, medios y partidos políticos, están seguros, es que conversó con los nacionalistas para que cedieran 10 votos y forzar que Ciudadanos obtuviera la Primera Vicepresidencia de la Cámara Baja y el PP, la tercera. A nadie se le pasaría por la cabeza que negociará con esta gente la unidad de España, en cambio hay otros temas que pueden condicionar si no una abstención al menos la ausencia conveniente de un número necesario de diputados para permitir a Rajoy ser presidente.

De momento hemos visto en los últimos días como el vicepresidente primero de la Generalitat de Cataluña, Oriol Junqueras, sostenía encuentros con la vicepresidenta y el ministro de Hacienda, ambos en funciones, respecto al quehacer financiero de la comunidad para los próximos meses.

El gobierno ha permitido a Cataluña emitir deuda a corto plazo por 6,5 millones, ha prometido estudiar la petición de convertir l,6 millones de deuda de corto a largo plazo y la posibilidad de que en Barcelona, llegado el caso, pueda ubicarse una de las instituciones europeas provenientes de la City londinense tras el Brexit.

Ciudadanos en este juego no es más que un partido bisagra. Ese es su papel, al menos en las actuales circunstancias, y verlo de otra manera carece de pragmatismo. Diga lo que digan sus portavoces y esté lo que esté en su ADN, permitirán, si su voto es decisivo, que haya gobierno en un futuro próximo.

Un hecho curioso es que en la anterior legislatura, PP y Podemos buscaban con sus posiciones, que no con sus declaraciones, unas segundas elecciones, quizás porque preveían mejores resultados que en las del 20 de diciembre. Así fue para el PP, no, para Podemos. Ahora todos los grupos dicen que de ninguna manera se repetirán las elecciones y suena a veces hasta convincente.

Pero el menú solo tiene un plato, el PP, así que para que tal proclama tenga visos de credibilidad tendrán que primar fórmulas de compromiso al final de todo este proceso de investidura.

El PSOE, para marcar con claridad que es oposición, deberá tener enfrente un gobierno para que el parlamento legisle las mas de 25 proposiciones que han dejado ya en la Secretaria del Congreso.

Si Rajoy no sale en la primera votación, como todos esperan, el PSOE sufrirá una tremenda presión. Sánchez desearía que su rival político sufriera la misma decepción que sufrió él en marzo pasado cuando PP y Podemos se opusieron a su investidura. Y aquí entramos en los deseos personales de cada cual.


Rajoy por su parte ha lanzado dos órdagos: abstención o terceras elecciones, aprobación de los presupuestos del 2015 -para lo cual está sosteniendo conversaciones discretas- o las pensiones y el salario de los funcionarios se verán congelados.

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