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jueves, 7 de julio de 2016

UNA MANERA DE ANALIZAR LOS RESULTADOS ELECTORALES EN ESPAÑA

Por Mirta Balea

Algunos esperan a última hora para tomar una decisión sobre a quien votar y, según la experiencia, lo hacen por aquel que perciben puede llevar a buen puerto sus ansias de estabilidad.

A la sociedad no le va la agitación ni la incertidumbre más que en ciclos puntuales. Muchos partidos y agrupaciones políticas en el mundo contratan los servicios de profesionales del marketing porque estas características del votante  les resultan difíciles de controlar con el simple ejercicio de la política.

El haz de ramas formado por la coalición Unidos Podemos para las elecciones del pasado 26 de junio utilizó la estrategia de la moderación para no asustar al personal. Soy de la opinion de que les faltó tener en cuenta todo lo que los potenciales electores habían absorbido en el período interregno entre la cita a las urnas del 20 de diciembre del 2015-que resultó una legislatura fallida- y la repetición de elecciones del pasado día 26.

Unidos Podemos pretendía convencer a la audiencia de que su líder Pablo Iglesias era el candidato idóneo para presidir España y no un mitinero, como el que habían visto en sus intervenciones en las Cortes durante el interregno. En suma, intentó condicionar su discurso con el único objetivo de captar a una específica parte del electorado que tradicionalmente votaba al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), pero que era susceptible de cambiar si se le ofrecía una alternativa de izquierda creíble.

Iglesias utilizó la vieja táctica de definirse tangencialmente a partir de estereotipos positivos como halagar al expresidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero (que se tiene como el peor mandatario de la democracia); por esta misma línea se definió como de "la nueva" socialdemocracia", se confesó admirador también del socialista chileno Salvador Allende y hasta del híbrido argentino Juan Domingo Perón.

Y esto ¿por qué? Cuando uno compara las grandes decisiones y los retos a que tuvieron que enfrentarse muchos líderes mundiales en el siglo XX, en especial en Europa, y las compara con los que nos gobiernan o intentan gobernarnos hoy día, es como para echarse a llorar. Los ejemplos que escogió no parecen los más representativos.

Para que la audiencia percibiera con nitidez el elemento diferenciador del particular universo moral capaz de unir a 15 formaciones políticas, Iglesias utilizó la táctica de endosar al resto de contendientes los estereotipos negativos. Machacó en la política económica de recortes del Partido Popular (PP), cuya ejecución hizo desaparecer en breve tiempo a la clase media y colocó en precario el empleo, privatizó la sanidad pública y aprobó una ley de Educación con la que nadie está de acuerdo, entre otros decisiones. Pretendió convencer al PSOE de que Unidos Podemos no era su enemigo sino el PP, algo que la formación socialista conocía de antemano por su lucha democrática contra la derecha en todos estos años; a Ciudadanos lo ninguneó, categorizándolo como satélite de los populares.

El efecto inmediato visible de esta lanza política ha sido el boomerang. Los receptores del mensaje no compraron lo que vendía Unidos Podemos y ¿qué hicieron en cambio? Depositaron muchos votos en las urnas del PP o simplemente decidieron no acudir a la cita. El resultado: PSOE y Ciudadanos, a trancas y barrancas, han conservado su suelo, en tanto la formación de Iglesias ha perdido un 36% de votos en relación con el 20 de diciembre y se ha visto vapuleada por la realidad de que la coalición no ha supuesto más electorado.

El pensamiento grupal, que es lo que prima en una formación política, puede llevarnos a una aceptación poco crítica de una línea de conducta nada inteligente, incluso a veces nociva a la propia continuidad del grupo. Eso de que cuatro ojos ven más que dos no es del todo preciso. Es un error y por lo general sirve para justificar el ego de un líder de masas.

En situaciones vitales como unas elecciones presidenciales, cada partido o formación política debe enfrentar con sus propios resultados la tarea de saber por que otros han actuado como lo han hecho o por qué las cifras no son las esperadas. Baruch Spinoza, en una época tan lejana como 1677, decía que "los hombres se creen libres porque son conscientes de sus voluntades y deseos, pero son ignorantes respecto a la causa por las que tienen tales deseos y esperanzas".

Los votantes se dejan persuadir si la mercancía les gusta y esto nada tiene que ver con sus creencias, sus tradiciones o sus prejuicios, sino con el disgusto, con el votar al contrario para fastidiar a otro. Existía una sobreabundancia de información previa si sumamos la campaña de diciembre último, que podía apelar tanto a la emoción como a la razón. Esto fue lo que ofreció alternativas a  muchas personas y que no se tuvo en cuenta en los surveys demoscópicos.

Muchos creadores de opinión han alucinado porque la gente voto al PP, al extremo de que fue el único partido que subió y logró 14 diputados más, a pesar de todo el ruido que armaron alrededor de la corrupción, añadido a la cantidad de tiempo en pantalla y prensa obtenido por Iglesias y otros dirigentes de la coalición en detrimento del resto de candidatos. Y esto es una realidad que puede constatarse fácilmente.

Hay que tener en cuenta que, aunque participes en un debate, esto no supone que puedas hablar libremente. El moderador tiene la sartén por el mango y puede cortar tus argumentos cuando le plazca y dar paso a los de otro dispuesto a aplastarte y al que, con toda seguridad (siendo este el caso) concederá todo el tiempo del mundo.

Al optar por enviar el mensaje de forma periférica, mediante discursos claros y sencillos, utilizando sus dotes de predicador, Iglesias entró en el juego nefasto del "cortoplacismo", que tiende a hacerlos menos duraderos por el absolutismo que se requiere en el lenguaje. Así apelaba y recreaba determinados climas sociales, algunos de los cuales el tiempo transcurrido había hecho que dejaran de ocupar espacio en el imaginario popular.

La inteligencia cristalizada por medio de la cual Iglesias plasma juicios y da soluciones, en ocasiones pueriles, a problemas peliagudos, puede aprenderse, al igual que sabemos utilizar los cubiertos en un ambiente mundano. El canal guerrilla, de Podemos, difundió durante la campaña un video en el que el candidato socialista Pedro Sánchez se limpiaba las manos tras darla a una familia negra en un paseo por las calles.

Nadie se creyó ni por asomo que Sánchez sea un racista y la reacción airada de los socialistas fue inmediata, lo que hizo recular a los de la formación morada. Comenzaron entonces a decir que el video se  había sacado de contexto, lo que ni al más memo de los españoles se le habría escapado que era el propósito exacto de su divulgación. Hago la salvedad que en guerrilla vale todo para eliminar al contrario y es un canal unidireccional, de envío de mensajes, como aconsejan los gurús de la información en Podemos para que la pluralidad quede excluida.

Siempre me he preguntado si Mariano Rajoy, candidato a presidente por el PP, e Iglesias no serán una suerte de líderes "accidentalistas". Estoy segura que el primero ha soñado alguna vez con ser hijo del siglo XIX, cuando la noción de democracia no había cuajado aún, y el segundo, con ser líder en la Revolución Rusa de Octubre de 1917.

La disolución de Izquierda Unida por su coalición con Podemos, dejándose privar de sus funciones y de las formas que alguna vez constituyeron su propia existencia, puede muy bien observarse como el mecanismo más nuclear y más oculto del poder.

Iglesias, que cambia el discurso a conveniencia, dijo a la Sexta Noche que la "la clave de la libertad es que haya cuantos más medios de comunicación privados mejor, pero siempre resulta una mala noticia...su concentración...". Antes el argumento carecía de matices y atacaba la "mera existencia de los medios de comunicación privados como un ataque a la libertad de expresión", al más puro estilo del discurso de la izquierda más rancia y radical.

La forma en que hacemos nuestros juicios es importante para valorar el fracaso. Si sentimos que alguien parece empujarnos al abismo y entramos en la conspiranoia es probable que empecemos a desbarrar de los que no piensan como nosotros, considerándolos incluso inferiores intelectualmente.

Eso es lo que se respira en redes sociales cuando algunos llaman fachas a los votantes del PP. Hay algo arcaico en cualquier actitud violenta, aunque se trate de un insulto, muestra hostilidad, seguida de brusquedad y crueldad. Esa es la razón de que la forma más baja de supervivencia consista precisamente matar al contrario, al que no piensa como nosotros, como hace el ISI hasta con los mismos musulmanes. 

Los tópicos resultan inevitables en nuestra manera de pensar, como ocurre, por ejemplo, en País Vasco, donde una parte de la población percibe a los populares como los herederos del dictador Francisco Franco. A estas alturas parece un sentimiento obsoleto, pero es una visión que se fomenta ampliamente por EA-Bildu y el PNV.

El primero es el heredero político de ETA en las instituciones democráticas españolas y el segundo, fundado por el racista Sabino Arana, mostró su culipandeo habitual durante la  sangrante Guerra Civil Española. Por un lado, apoyó al Frente Popular en Vizcaya y Guipúzcoa y por otro el alzamiento nacional en Navarra y Alava. Llegó incluso a considerar a Mussolini como el único líder del momento capaz de comprender las aspiraciones de los guraes.

La ansiedad que apreciábamos en campaña en líderes como Carolina Bescansa, apunta al afán de afecto y aprobación, perfección e inexpugnabilidad, al decir a su contertulia del PSOE que el enemigo a abatir era el PP y no ellos. Estas personas olvidan por lo general que el público al que se dirigen no vive en una cápsula, tiene una formación y unos intereses previos.

Iglesias repetía este mantra como si escenas bochornosas como la que protagonizó en las Cortes cuando acusó a los socialistas de estar envueltos en cal viva pudieran borrarse de un plumazo, o votar junto al PP para que Pedro Sanchez no fuese investido. ¿Habrán valorado esto los científicos e investigadores sociales de Unidos Podemos a la hora de elaborar las 11 preguntas a militantes y simpatizantes para saber la opinión sobre los resultados electorales? A juzgar por el contenido de las preguntas, no lo creo.

Oscar Wilde decía que la verdad raramente es pura y nunca sencilla. Vencer y sobrevivir pueden ser lo mismo en un momento dado, pero siempre se pagará un precio.

Cuando tenga lugar el Congreso de Podemos en los próximos meses se visualizará mejor la actual correlación de fuerzas. El jefe de asuntos políticos, Iñigo Errejón, apuesta porque "nadie sea imprescindible" y "donde ahora hay un líder pueda haber tres", lo que casa muy bien con los objetivos iniciales de la formación, que comenzó su actividad político-social hace poco más de dos años.

Otra cosa es cuando vemos el trazado de la nueva hoja de ruta -promocionada por Iglesias- en foros no oficiosos y comprobamos que hablan únicamente sus afines, como en los debates en Fort Apache donde la crítica o la discrepancia brillan por su ausencia. Así cualquier hace un debate. El "errejonismo" parece hallarse en un estado marginal. Tal vez se pueda especular que el Congreso no será relevante para la renovación. 

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