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viernes, 29 de agosto de 2014

Ucrania, Oriente Medio y la perplejidad de la comunidad internacional

Sede de la OTAN


Por Mirta Balea

Los soldados rusos combaten junto a los separatistas ucranianos contra el gobierno del presidente Petro Poroshenko. Este ha pedido una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU en relación con la invasión de similares características a la que precedió la anexión de Crimea por Rusia.

Mandos de la OTAN han respaldado las acusaciones de Poroshenko al confirmar que más de mil soldados rusos hacen la guerra al gobierno de Ucrania en su propio territorio.

Rusia ha sido objeto en dos ocasiones de sanciones por parte de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) desde lo de Crimea. El presidente norteamericano Barack Obama está por la labor de aumentarlas, pero su colega Vladimir Putin sigue sin darse por enterado y ha decretado un boicot contra productos importados de países europeos como represalia al castigo recibido.

La ofensiva rebelde -respaldada desde Moscú con armamento y hombres- ha hecho perder posiciones al ejército ucraniano no solo en el Este, sino algo más al Sur, en la última semana.

El ejército era apenas una metáfora durante el derrocado gobierno del presidente Viktor Yanukovich, quien no tuvo otra que dejar el mando y aterrizar en Moscú cuando en febrero de este año.

Los ucranianos salieron a la calle a mediados de ese mes para protestar por el nuevo acercamiento de Kiev a Moscú al negarse el gobierno a firmar un acuerdo comercial con la UE, que les hubiera facilitado en el futuro la entrada al club europeo. Yanukovich intentaba no enfadar a su vecino, que le ofrecía una ayuda monetaria y el constante flujo de petróleo por el oleoducto que atraviesa Ucrania y del que se sirven otros estados del continente. 

Estas protestas -con el saldo de más de un centenar de muertos- no gustaron a Rusia, pero Putin vio la oportunidad de poner en marcha una reconquista en la práctica de los territorios antes prosoviéticos y como primer paso se anexionó a Crimea. Ahora cree que podrá seguir adelante con su línea expansionista, en la seguridad de que nadie se le opondrá.

Pertenecer a la OTAN habría permitido a Ucrania salvaguardar su frontera con Rusia y quizás prevenir la anexión de Crimea. Yanukovich no dió el paso por no enfadar a Putin y perder sus prebendas.

El jefe de asuntos políticos de la ONU, Jeffrey Feltman, ha dicho que de confirmarse la implicación rusa "constituiría una contravención directa del derecho internacional y de la Carta" del organismo internacional.

El respaldo otanista a las acusaciones de Poroshenko se apoya en imágenes vía satélite en las que queda reflejado el trasvase en la frontera ruso-ucraniana de fuerzas militares y armamento muy sofisticado a los rebeldes.

Las imágenes dejan ver también a unos 20 mil soldados rusos aparcados en la frontera con Ucrania a la espera de una orden para avanzar sobre ese territorio.

A petición de Kiev, la OTAN se reune hoy en el marco de las amenazas de la Casa Blanca sobre nuevas sanciones y la perplejidad de la UE, indecisa en cuanto a si sería conveniente a sus intereses económicos dar ese paso, junto a Estados Unidos. O quizás nos equivoquemos y lo haga mañana en una prevista cumbre en Bruselas.

Sobre los desmentidos de Moscú por su implicación y participación militar en la rebelión separatista, ni caso. Resulta que es una imitación burda de la postura que sostuvo antes de anexarse Crimea.

Para algunos de los líderes que hoy gobiernan en la ex-zona del socialismo soviético, las sanciones resultarán inútiles a la larga y el boicot de los rusos, que ha afectado la economía de varios de estos países, parece confirmarlo. Otros como Polonia insisten en mantener una línea dura contra Moscú y aumentar las sanciones, así que el debate mañana promete ser caliente.

Un espectador de los acontecimientos mundiales podría sentirse estafado después de que le hayan machacado sin prisas y sin pausas sobre el insuperable encanto de los organismos internacionales en la búsqueda de un acuerdo de paz, mientras miden bien sus pasos para evitar dar uno en falso.

Tenemos que, junto a este conflicto en la misma Europa, otro de proporciones bíblicas tiene lugar en Oriente Próximo, como la imposición en una tercera parte del territorio sirio y zonas importantes de Irak de un califato medieval bajo una fuerza que se hace llamar Estado Islámico (EI).

He leído con estupor como un columnista hablaba de este conflicto e intercalaba, como de pasada, que en una ocasión conoció a un miembro de la etnia kurda de los yazidis, sometidos a un genocidio en Irak por el EI que enrojece la faz de la Tierra.

Lo ha dicho como quien informa de la conversación con un amigo tomando té en una cafetería y ha precisado que es una etnia zoroastrista.

Los yazidíes han sido durante generaciones una etnia de origen kurdo con dialecto propio, que no practica el monteísmo y se mantiene alejada por propia voluntad de otras comunidades, anclada pacíficamente en su pasado. Esto es algo sobre lo que ya se ha investigado y puede darse por seguro porque no fue hasta finales de los 90 del siglo XX que alguien les mencionara. Su existencia, hasta entonces, era ignorada hasta en el mismo Irak.

A partir de esta fecha, investigadores y académicos comenzaron el estudio de este grupo social del que se sabe poquísimo. Espero que el encuentro con un yazidi de este prestigioso periodista, conocedor del Oriente Próximo y las religiones que lo habitan, no sea también otra trola del gremio para estar a la moda de los acontecimientos.

Los kurdos hacen frente en Irak a los islamistas del EI, un grupo sunita con ínfulas de guiar a todos los musulmanes dentro de un califato, que debería extenderse a otras tierras, acuñando los sueños de Mahoma, el profeta del Islam, como el mejor de los mundos posibles.

Este califato tendría como premisas, la destrucción de quienes no piensen igual, como son los musulmanes chiítas; la destrucción de otras religiones; la involución social en un amplio espectro que incluye no dar derecho alguno a las mujeres. Esto por citar solo algunos propósitos declarados.

Algunas potencias occidentales se han planteado la posibilidad de armar a los kurdos y que Estados Unidos mantenga su lluvia de bombas sobre los radicales.

Estados Unidos se muestra de momento reticente en armar de igual manera a los rebeldes sirios, quienes no han sido incapaces de rechazar el empuje del EI por falta de recursos de todo tipo.

En un principio, se les negó la ayuda para evitar que las armas cayeran en manos de los radicales islamistas, pero evitar el regreso de la humanidad a la oscuridad de los tiempos debería ser un propósito que nos moviera en el dicho de ahora o nunca.


El presidente sirio Bashir el Assad ha mostrado su disposición a permitir apoyo aéreo para librarse de las fuerzas del EI, que sí amenazan en toda regla a su régimen. En el camino de su buena voluntad por aceptar la ayuda, se ha olvidado que él mismo propició la entrada en Siria de estas fuerzas desde Irak al principio de la guerra civil en 2011 como muro de contención de los rebeldes.

El protegido se ha ido haciendo fuerte desde entonces y le ha salido respondón, el monstruo ha sacado las uñas y El-Assad parece haber comprendido que resulta demasiado tarde porque está a punto de perderlo todo o quizá era un riesgo calculado que, simplemente, se le fue de las manos.

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