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viernes, 2 de mayo de 2014

El gobierno de Ucrania ha perdido el control sobre Donetsk y Luhanks.



Por Mirta Balea

Rusia está a punto de dar un golpe de coronilla y de autoridad, como se suele decir en fútbol, a las autoridades internacionales al reclamar una reunión urgente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para tratar la crisis de Ucrania.

La cita pedida por Moscú tendrá un carácter político, no humanitario, sobre la grave situación provocada por una minoría separatista en el sureste de Ucrania, donde controla, quizás de manera irreversible, las regiones de Donetsk y Lugansk.

Dicho por el presidente norteamericano Barack Obama; dicho por la canciller alemana Angela Merkel; dicho por el secretario general de la OTAN, Fogh Rasmussen; dicho por el primer ministro de Ucrania, Alexander Turchinov; y finalmente confesado por el presidente de la Comisión Europea, Joao Barroso: el elemento que ha desestabilizado a esa región del mundo es la política expansionista de Moscú y es lo único que impide que la crisis se disipe.

A Barroso no le ha quedado otra que hacer público un secreto que había guardado hasta ahora: Putin quiere el "control de Ucrania", porque "ya le había confesado que consideraba que ese territorio independiente no era más que una creación occidental".

El embajador británico en Naciones Unidas, Mark Lyall Grant, ha aprovechado la reunión de urgencia del Consejo, pedida por Rusia, para apuntar su dedo acusador sobre el culpable: Hay que vigilar, y muy de cerca, los esfuerzos del Kremlin por desestabilizar la zona.

Lo que viene sucediendo es la puesta en ejecución de una política injerencista de Moscú para anexarse Ucrania sin que Rusia y sus tropas aparezcan en primer plano. Así sus peones, han venido eliminando las estructuras administrativas y militares, dependientes del gobierno de Kiev, y han sacado a luz la división étnica heredada de la política de transculturación e interferencia lingüística de la URSS en las regiones otrora bajo su égida.

Lo peor no es que los rebeldes separatistas en Donetsk y Lugansk cometan desmanes y atrocidades contra la población ucraniana, porque esta es la manera que tienen de hacerse con el poder, sino que ésta actuación la imiten militares ucranianos contra los rusos residentes en aquellas regiones donde el arrebato separatista no ha tenido arraigo de momento.

Al erigir nuevas estructuras administrativas y militares, donde antes estaban las oficiales, y proclamar una república, como ya lo ha hecho Donetsk, se busca emular lo logrado en Crimea, integrada a la Federación Rusa sin muchos titubeos por parte de Moscú.

Hay un nombre que suena más que cualquier otro en todos los tejemanejes en esa región del mundo, tanto si hablamos de Crimea como de Donetsk: Igor Stalko, auto proclamado jefe militar de la "Nueva República", responsable del secuestro de los miembros de la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) y persona de confianza en cuanto a seguridad del también auto proclamado primer ministro de Crimea, Sergei Aksinov.

Strelko, que ha formado parte de todos los disturbios y agresiones en el sureste de Ucrania, pertenece a la Dirección Central de Inteligencia del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Rusas (GRU), según han señalados los cancilleres europeos en Bruselas.

Ha reconocido públicamente además que un tercio de sus hombres son soldados rusos, por mucho que no lleven insignias y oculten sus caras tras pasamontañas, como ya habían hecho durante el asalto a Crimea.

Merkel, siguiendo siempre su política tibia hacia Moscú, volvió, por enésima vez, a hablar con Putin, esta vez para pedir que interceda en la liberación de miembros de la OSCE, entre los que se haya una mayoría de alemanes.

Resulta que Strelko, que no representa a nadie ni es nada en esa región desde el punto de vista oficial, se permite decir a la UE que no habrá liberación hasta tanto no se levanten las sanciones contra algunos elementos separatistas, a los que se les niega visado para viajar a cualquier país de la unión y a quienes se les han congelado sus activos.

Parece difícil de comprender este pulso abierto, a no ser que tengamos en cuenta el apoyo, no solo logístico, sino político, de Moscú, que hace tiempo rompió lo acordado con Estados Unidos y el Reino Unido, en 1994 en Helsinki, cuando aceptó la independencia de Ucrania a cambio de renunciar a su arsenal nuclear.

El proyecto político tan largamente acariciado por Putin de recuperar y rearmar un imperio similar a la otrora URSS, bajo la nueva denominación de Federación Rusa o, en un futuro, quizás, Unión Euroasiática, está a un tris de hacerse realidad.

Estamos ante un experimentado miembro del KGB, que ha utilizado en muchos casos los viejos métodos de la organización en la que se formó con tanto ahínco, de crear problemas internos a un país, internacionalizarlos después y en muchos casos que se viera como una solución la mediación de Moscú.

Si hay rusos en la región, y por fuerza los habrá, el Kremlin considerara ese territorio como parte de Rusia y si alguien lo duda, no debe pasar por alto los discursos del que llaman el nuevo zar, sobre todo su locución ante los diputados rusos en la firma del acuerdo de anexión de Crimea.

En el plano interno, su popularidad es indiscutible. La gente pasa ya por alto que haya silenciado agresivamente a la oposición, que gobierne con mano dura, que la economía esté por los suelos, mientras lance mensajes populistas, sin contenido real, que renuevan el interés ciudadano por regresar a los viejos días de gloria de la URSS, un proyecto que cayó por su propio peso cuando en Europa del Este quedó al desnudo que el sistema de gobierno, económico y socio-político, implantado tras la II Guerra Mundial, resultaba inviable.

La "vía diplomática" que con tanto denuedo persiguen Rasmussen - porque la OTAN no prestará apoyo a Ucrania- y Merkel, junto a otros líderes europeos, pasó hace mucho, incluso, mucho antes de lo de Crimea. 

El músculo solo se ha visto en Bruselas en los representantes de las repúblicas bálticas, Hungría, Rumanía, Bulgaria y, muy en especial, Polonia, y resulta una prueba fehaciente de que quienes batieron palmas por la caída de la URSS, porque sufrieron en su propia tierra los efectos del comunismo, no quieren que el cadáver resucite.

El Reino Unido se ha colocado junto a estos países y ha reclamado de Bruselas un castigo ejemplar, que debería ir más allá del simple congelamiento de activos y negativa de visados a unos 48 rusos y ucranianos responsables de lo que está ocurriendo.

En resumen, lo que ha hecho Bruselas ha sido sancionar a individuos, sin que esto afecte sustancialmente a la economía rusa. Los moderados impulsores de la medida no ven en Rusia una amenaza tan tremenda.

Merkel debe creer que lo de la crisis de Ucrania es un tema cuasi religioso, totémico, para Putin, todo un hito en la apropiación de lo que no le pertenece. Respeto a la intimidad, es probablemente la frase que suena en la cabeza de la canciller y de otros.

El chico listo del Kremlin, apostado como francotirador, experto en crear conflictos, sabe que las cosas al final marcharán a su favor y luego todo esto se olvidará, pasando a formar parte del Departamento de Cosas sin Importancia en los gabinete occidentales.

Putin vio el descalabro de la URSS como un tiempo de herejía, de relajamiento moral, que provocó la caída del imperio, y ahora intenta reconstruirlo y ha ido al rescate de las ramas caídas del árbol con psicología motivacional.

El gobierno de Kiev ha lanzado una ofensiva militar sobre Donetz para recuperarla, algo que ha subido por las paredes a las autoridades rusas y las ha impulsado a pedir la reunión del Consejo de Seguridad para poder controlar a Kiev y que permita hacer a los separatistas, que han invadido el espacio público en el sureste de Ucrania, aún cuando los rusos son minorías en toda esa región.

Estados Unidos y la UE deberían saber que Putin no va a impulsar el respeto al derecho ajeno, a la democracia, a la libertad individual, a la convivencia, porque en su propio país no lo ha promocionado. No es lo que quiere, no es lo que necesita de sus peones.

Con un excelente manejo de los tiempos, va más de prisa que sus rivales, se mueve con una hoja de ruta que Occidente conoce, como ya ha confesado Barroso, y que ahora ve tomar forma ante sus propios ojos.

Enlazar con: http://lasnoticiasdemirta.blogspot.com.es/2014/04/los-planes-de-putin-y-la-calma-chicha.html

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