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jueves, 22 de mayo de 2014

China se hace con el combustible de Rusia






Por Mirta Balea


Un gran dragón rojo ha recorrido con sus garras Estados Unidos y ha atrapado información y tecnología sensible. Como no es de papel, pone en solfa la sinceridad de las relaciones de Washington y Pekin, pero no la de Rusia, que le acaba de proporcionar a China combustible suficiente para dos décadas.

El ganbei o brindis chino ha cerrado este miércoles unas negociaciones de casi una década entre dos compañías insignia para Rusia y China en el orden energético: Gazprom y la Corporación Nacional de Petróleo de China.

El acuerdo supone que los rusos suministrarán a China 38.000 millones de metros cúbicos de gas natural anualmente a partir del 2018 y en los siguientes 30 años a un precio de 350 dólares o 256 euros por cada mil metros cúbicos de gas natural.

Esto resulta algo más caro que lo que Pekin importa de Asia central, pero menos de lo que los rusos pedían inicialmente. Rusia ha bajado su precio y China lo ha subido un poco.

Para Moscú resultaba apremiante firmar el acuerdo en la búsqueda de nuevos compradores tras las sanciones impuestas en su contra por la Unión Europea (UE) y Estados Unidos debido a su injerencia en la crisis en Ucrania.

El presidente Vladimir Putin ha logrado no solo diversificar sus suministros hacia Asia, sino que China ha invertido en combustible limpio, cuando intenta frenar su dependencia energética del carbón, que provoca serios problemas de contaminación.

El gas será transportado a través del gasoducto oriental La Fuerza, la misma ruta geográfica por la que Moscú exporta petróleo al noreste. Así había quedado decidido en un memorando del 2013, cuando Pekin rechazó el plan de importar el gas por la región nororiental de Xinjiang, por la que Gazprom exigía precios europeos.

El acuerdo ha hecho saltar las alarmas en la UE. El presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, ha tenido que recordar a Rusia que el club es su mejor cliente en energía.

Rusia exporta el 80% de su petróleo y más del 70% de su gas a la UE y los ingresos por este concepto son claves en la economía del país. Barroso aprovechó para recordar al Kremlin que la energía no debe ser utilizada como arma política.

En una carta a Putin, Barroso advirtió que la dependencia energética europea es una calle en dos direcciones que ata tanto a suministradores como a clientes.

El 53% de la energía que consume a la UE es importada, casi el 90% del petróleo y alrededor del 66% del gas vienen de Rusia y seis países comunitarios son dependientes absolutamente de éstas para satisfacer un cuarto de sus necesidades totales de energía.

¿Por qué si tanto chinos como rusos se benefician con el acuerdo se ha demorado en fraguar casi 10 años? Algunos analistas creen incluso que podría traer una nueva geometría a las relaciones comerciales entre dos potencias emergentes, que junto a India y Brasil, forman el elitista grupo BRIC.

La respuesta más inmediata es que Estados Unidos ha intentado poner freno a la hegemonía china en Asia y ha venido presionando al presidente ruso para que renuncie a su política expansionista en Europa, que, por lo pronto, ha originado al menos dos crisis, con el epicentro en Ucrania: la salida de Crimea para formar parte de la Federación Rusa y 
la secesión de dos regiones del sureste (Donetsk y Lugansk), con miras a que en el futuro hagan otro tanto.

Con este acuerdo de 400.000 millones de dólares o 292.680 millones de euros, se pone un broche de oro al fracaso de la política de aislamiento de Occidente hacia Putin y se fortalece la alianza de Rusia con China, que había tenido réditos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

La UE debía haber comprendido hace tiempo, antes de que estallara la crisis de Ucrania, que carecía de fuentes alternativas de combustible para tener las manos libres a la hora de sancionar los planes esquivos de Moscú.

Putin parece haberse librado de las trabas en el plano interno que le impedían acercarse mucho más a Pekin. Algunos políticos en Moscú siguen desconfiando de un país que se alejó de los postulados leninistas cuando la Unión Soviética tenía la hegemonía ideológica del comunismo y que creó otra por su parte, el maoísmo.

Tampoco hay que rasgarse las vestiduras, porque Rusia, el pasado año, fue en ayuda de China suministrándole 24,350 millones de dólares en petróleo. 

China le ha devuelto el favor varias veces al alinearse con Moscú en la ONU, sobre todo respecto a la permanencia de Bashir el Assad en Siria, a pesar de que la comunidad internacional lo considera el causante de la guerra civil que azota desde 2011 a ese país y varias organizaciones de derechos humanos lo han denunciado como genocida de su propio pueblo.

Pekin habría tenido un momento de duda hace un mes en el Consejo de Seguridad de la ONU para alienarse con los occidentales y condenar la anexión de Crimea por Rusia. Al final, optó por abstenerse y esto le puso la batería a Putin.

Envió a Pekin al ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, y poco después ya se hablaba de concluir el acuerdo pendiente de los últimos 10 años sobre el suministro de energía al gigante asiático.

El tema de la sanciones, tanto las de Estados Unidos como las de la UE, para que Putin volviera a la senda de la distensión, no han sido más que el despliegue de una política blanda por la que solo se han impuesto medidas contra individuos en Rusia y Ucrania, acusados de estar implicados en el movimiento secesionista.

En el caso de la UE, la reticencia, producto de las gestiones vivas de la canciller alemana Angela Merkel, ha tenido como trasfondo la dependencia energética de Rusia. Para Estados Unidos, que se ha comprometido a tomar medidas similares a las de los europeos como forma de alianza y apoyo, lo de Ucrania le toca de lejos y no desea verse implicado en ningún conflicto armado después de haber salido de dos hace muy poco tiempo.

El presidente Barack Obama considera, no obstante, que la seguridad nacional y la energética van de la mano y ha advertido a Rusia, como ya hizo Barroso, que no utilice este rublo como moneda de cambio.

Lo que de verdad importa en estos días a la Administración Obama son los ciberataques de parte de militares chinos, cuyos nombres han sido publicados convenientemente. Se ha evitado, quizás ex profeso, dar los nombres de las compañías beneficiadas con el robo de tecnología e información.

Otro fleco en las relaciones chino-norteamericanas, por las que Pekin se ha resentido, ha sido un nuevo viaje de Obama por el Pacífico, donde ha apuntalado alianzas, y que China ha sentido como "una puñalada trapera".

Esto no supone que el acuerdo entre Rusia y China vaya a crear de la noche a la mañana un bloque anti occidental, pero redistribuye el poder global o lo que se conoce como equilibrio de fuerzas. 

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