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domingo, 22 de enero de 2012

Marruecos: el presidente español visita el reino vecino.



Por Mirta Balea

La porfía ha de estar en la voluntad, no en el juicio, parece el mensaje subyacente en la reciente visita del presidente español Mariano Rajoy al vecino Marruecos, donde el islamismo ha pretendido echar  un pulso al rey Mohamed VI, en las elecciones legislativas del pasado noviembre, sin conseguirlo del todo, a pesar de haber logrado ubicar en el puesto de primer ministro a Abdelila Benkiran, del Partido Justicia y Desarrollo (PJD).

Los predecesores de Rajoy en el cargo habían desembarcado también en Rabat en una primera escala oficial nada más ser elegidos. La tradición dio inició en 1983 con el socialista Felipe González, continuada en 1996 por el popular José María Aznar. Ambos tuvieron como anfitrión a Hassan II. En 2004, el turno le tocó al socialista José Luis Rodríguez Zapatero, esta vez con Mohamed VI en el trono.

Rajoy ha considerado que su visita abre "una nueva etapa en la relación de vecindad". Antes de reunirse con el rey y el primer ministro, visitó el mausoleo compartido por Hassan II y Mohamed V y pasó revista a las tropas marroquíes, en un nuevo contexto para la monarquía alauita, obligada a realizar una serie de reformas, por imperativo de la llamada primavera árabe, cuya vitalidad inundó también de jóvenes airados las calles de Rabat y otras ciudades.

El soberano quiso probar fuerza ante sus súbditos y evitar que la calle se impusiera, lo que ha supuesto manejar mejor la situación que, por ejemplo, el presidente sirio Bashir al-Assad. La primera ficha la movió en fecha tan pronto como marzo pasado al dar a conocer una serie de reformas constitucionales. La oposición se sintió incentivada con el paso y ha contribuido al juego político de Mohamed.

Unos 13.6 millones de marroquíes fueron convocados a las urnas el pasado 25 de noviembre, tras la aprobación en referendo en el verano de la nueva Constitución. Los símbolos de los partidos en liza resultaban más visibles en las papeletas electorales que sus propios nombres para facilitar el voto a un 34% de la población adulta analfabeta, según reportaron periódicos españoles. La participación resultó en un 45%, ocho puntos más que en los comicios del 2007.

La nueva Ley de leyes ha pretendido recortar un poco los poderes reales transfiriéndolos al jefe del Gobierno, que sigue siendo elegido por el monarca entre el partido con más escaños parlamentarios.  En la legislatura anterior, fue el Itstiqlal. El PJD dispone de 107 diputados, pero carece de la mayoría absoluta, de manera que, para poder gobernar, ha debido  crear una coalición con este partido de la derecha nacionalista, el Movimiento Popular, que representa a los bereberes, y restos de los ex-comunistas.

Benkiran no lo ha tenido fácil con Mohamed a la hora de integrar su Ejecutivo. El monarca tardó hasta el 4 de enero en aprobar las 31 carteras propuestas y entremedias aprovechó para incrementer su gabinete de consejeros como contrapeso.

El rey ha conservado con la nueva Constitución la potestad de elegir, sin consultar al primer ministro, a los titulares de Asuntos Religiosos, de Defensa y el secretario general del Ejecutivo, con rango de ministro, una suerte de clan factico.

La tardanza en la aprobación de la lista presentada tiene que ver con su oposición a ciertos ministros, como Mustafá Ramid, dirigente del PJD, muy crítico con la monarquía, propuesto como ministro de Justicia, o la diputada saharaui por el Partido del Progreso y el Socialismo, Gajmula Ebbi, aspirante a la cartera de Emigración.

Los islamistas están presentes  en 11 de las carteras, el resto han debido compartirlo con el Istiqlal y el Movimiento Popular, dándole una cuota mínima a los ex-comunistas. El Ejecutivo cuenta con una sola mujer, la ministra de Asuntos de la Mujer, la islamista Bassima Hakkaoui.

La importancia de estas primeras elecciones bajo un nuevo documento constitucional podía verse en la insistencia por SMS del ministerio del Interior para que la gente acudiera a votar, incluso con anuncios por televisión. Algunos imanes funcionarios del estado se prestaron a cooperar al disculpar a sus fieles en los rezos en las mezquitas si aprovechaban el tiempo acudiendo a las urnas. Las legislativas se adelantaron 10 meses como broche a las manifestaciones y al descontento popular, en lo que se traducía en clamor de mayor democracia.


Los jóvenes marroquíes de todo pelaje político y social iniciaron las demostraciones contra Mohamed VI el 20 de febrero del pasado año. Algunos estuvieron pidiendo el boicot a los comicios hasta el último momento al ver que los cambios permitían al monarca mantener las riendas del curso nacional. Dos días antes, el Partido Justicia y Espiritualidad, el gran movimiento islamista ilegal, aunque tolerado, echó a la calle a sus militantes y simpatizantes en Tánger - donde son muy fuertes- para rechazar la celebración de los comicios.


La junta electoral dispuso la apertura de 38 colegios, cinco veces más que los abiertos en Túnez, para un electorado dos veces más reducido. Ante este exceso, los partidos no contaron con suficientes interventores y, en muchos casos, a falta de voluntarios, debieron pagar por esos servicios.

Las monarquías del Golfo Pérsico entraron en escena en los días previos a las elecciones. Brindaron su apoyo a Mohamed en el propio Rabat, a donde se trasladó el emir de Catar, jeque Bin Jalifa Al Thani; el príncipe heredero de Abu Dabi y el ministro de Finanzas de Kuwait para la firma de un acuerdo canalizador de las próximas inversiones de 2.000 millones de euros en el sector turístico marroquí.

El Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), que agrupa a las seis monarquías petroleras, había ofrecido en mayo del pasado año a las dos únicas que se sitúan fuera de la región árabe: Jordania ( que lo había solicitado) y Marruecos ( que aún no había dado ese paso), la entrada en la institución. De momento, el reino alauita sigue sin aceptar la propuesta, porque desde tiempos de Hassan II, todo su afán se ha centrado en estrechar lazos con Europa.

Mohamed VI ha creado una solución intermedia, aceptar toda ayuda económica de parte del CCG para incrementar sus índices, que en 2011 se traducían en un 4,7% del Producto Interno Bruto y acallar las reivindicaciones populares, que parecen no aplacarse del todo.

El CCG, un organismo ante todo militar, sigue interesado en tener a Marruecos entre sus integrantes para contrarrestar la amenaza que supone Irán y su programa nuclear en desarrollo y para estar en condiciones de repetir una intervención similar a la de Bahrein, en marzo último, al estilo de la llamada Primavera de Praga de los años 60 del pasado siglo para sofocar la sublevación de la población.

Francia, ha considerado -contrario a lo que piensan los jóvenes marroquíes- que la monarquía alauita ha realizado transformaciones ordenadas y pacíficas y se ha impuesto en el G-8 (que agrupa a las  grandes potencias mundiales) para que Marruecos reciba parte de la ayuda de 28.700 millones de euros concedida a los países de la primavera árabe encaminados a realizar reformas.

En las entrevistas de Rajoy con el rey y el primer ministro, resultó soslayado el tema de Ceuta y Melilla, dos enclaves españoles en el norte de Africa, que Marruecos reivindica. Un tema espinoso, sobre todo tratándose de este presidente español, quien, hace dos años y  en la oposición, reclamó de Zapatero mano dura para contener a grupos marroquíes, instados por su gobierno, que traspasaron la frontera melillense y provocaron disturbios durante un mes.

Las reclamaciones de Rajoy como presidente del PP disgustaron a Mohamed VI, quien llegó a decir que sería muy difícil un entendimiento mutuo, si éste llegase a ganar las elecciones presidenciales. A pesar de aquellas palabras, el soberano tuvo la deferencia de dirigirse al invitado de este miércoles en español en el encuentro bilateral en Rabat.

Tanto en su media hora de despacho con el soberano alauita, como en el más largo encuentro con el primer ministro, con quien incluso almorzó, fue abordado el tema del Sahara Occidental, sin entrar en polémicas, según la versión oficial. El presidente español se limitó a abogar "por un proceso de negociaciones entre las partes (Marruecos y el Frente Polisario), patrocinadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU)".

Rabat se siente ahora más cómoda en el magreb árabe tras la desaparición de escena del dictador Muamar el Ghadafi, que en sus tiempos de "kamikaze" contra todo lo que oliera a influencia occidental coqueteó con el Frente Polisario, brindándole apoyo en foros internacionales hasta  su crisálida transformación a principios del actual milenio, cuando decidió mostrarse como el hijo pródigo y retornar al redil, en especial con Italia y Francia.


Esta es la razón subyacente en el apoyo de la monarquía alauita al Consejo Nacional de Transición en Trípoli, con el que podría hacer una pinza contra Argelia, tradicional apoyo de los saharauies, y que ha sido el último país en reconocer a las nuevas autoridades libias.

Mohamed VI, como su padre, está determinado a incorporar "como sea" el Sahara Occidental a Marruecos, aunque para esto tenga que desoir a la ONU. En un discurso reciente, en ocasión del 36 aniversario de la Marcha Verde, que supuso la toma por la fuerza del antiguo territorio colonial español, dijo que aplicará las resoluciones internacionales solo "en el marco de la unidad nacional y de la integridad" del reino.

A mediados de noviembre del 2010, se desató una nueva crisis en el Sahara Occidental con la intervención "manu militari" en el desmantelamiento de un campamento saharui a pocos kilómetros de El Aioun.

España, con Zapatero como jefe de Gobierno, junto a Francia y Estados Unidos, apoyó implicitamente a Rabat en aquel momento al sopesar su importancia en la geo-estrategia occidental para el magreb encaminada a la contención del islamismo radical y el tráfico de drogas por el estrecho.

Las alineaciones derivadas de las diversas posturas políticas en la llamada Guerra Fría llevaron a Marruecos y Estados Unidos a mancomunar esfuerzos en la tarea de impedir que el Sahara Occidental cayera en la órbita soviética.  Tras la caída del comunismo en Europa, estos lazos se han visto afianzados ante la reverberación del terrorismo islamista. El reino alauita fue además el primer país en reconocer la independencia de Estados Unidos y firmó con la nueva nación un acuerdo bilateral de amistad en 1783, vigente hasta ahora.

Francia, por su parte, está compelida a no perder influencia en el magreb desde sus tiempos de potencia colonial. Como miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, ha impedido que el conflicto con los saharauies se llame claramente por su nombre en las resoluciones del organismo internacional, detalle que ha servido para bloquear la buena marcha de innumerables planes de arreglo desde 1988.

Existen razones económicas también para tanto apoyo: las reservas minerales del Sahara Occidental, entre estas, y quizás la más importante, los fosfatos, utilizados en la agricultura y que se encuentran en minas a cielo abierto con el bajo coste que esto representa. Estados Unidos es el primer importador mundial y Marruecos, el primer exportador. Hay que mencionar también  la explotación pesquera de las costas saharauies por cien compañías extranjeras y marroquíes.

El Parlamento europeo decidió en diciembre pasado no prorrogar el acuerdo de pesca entre la Unión Europea y Rabat, un asunto que ha perjudicado gravemente a los intereses de España. Rajoy prometió presionar para que el Consejo otorgue un mandato a la Comisión a fin de re-negociar un nuevo acuerdo ante las carencias del anterior.

La monarquía alauita ha contemplado tan solo y desde siempre al Sahara Occidental como un territorio autónomo. Los saharauies reclaman la autodeterminación, porque nunca formaron parte del reino marroquí, algo que fue reconocido en 1975 por el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya y provocó una pataleta de Hassan II, padre de Mohamed, transformada en Marcha Verde, con el consecuente éxodo masivo y la creación de campamentos de refugiados en la zona argelina de Tindouf.

España, lo ponga como lo ponga, abandonó a su suerte a los saharauies tras unos acuerdos alcanzados en Madrid, presionada por Francia y Estados Unidos, con el telón de fondo de la Marcha Verde.  Esto ha permitido a Marruecos administrar la mayoría del territorio saharaui. El resto quedó en manos de Mauritania y Argelia, observadoras en las rondas negociadoras realizadas hasta el momento.

Hay unas 800 empresas españolas instaladas en el vecino árabe y otras 20.000 exportan productos a un mercado que ocupa el segundo lugar en el ranking nacional de exportación. El presidente español dijo que había que impulsar las inversiones y el comercio y mantener la cooperación en temas de Interior e Inmigración.

Rajoy pareció dejar una buena impresión en Benkiran, quien observó la visita como un eslabón de una cadena de buenos encuentros. Sobre su invitado tuvo palabras de elogio al calificarlo como una "persona muy simpática" y "muy capacitada" para ostentar la función que le corresponde.

El jefe del Ejecutivo español quiso alentar los cambios perpetrados por la monarquía alauita y dijo que "no hay país más interesado que España en contar con un Marruecos democrático, próspero y estable". Con esto parece haberse puesto fin a los días en que Benkiran, recien elegido primer ministro, auguraba malas relaciones con el Gobierno del PP, en un remedo de su rey, y miles de marroquíes se echaban a la calle en protesta por la victoria electoral de Rajoy.

Tras el verano, y como extensión de los objetivos y resultados de esta visita, Rajoy ha convocado a una reunión de alto nivel con Marruecos en Madrid, como se había venido haciendo cada año antes de resultar interrumpidos estos encuentros en 2008. De realizarse, estaríamos ante la X cumbre bilateral y se haría coincidir con toda probabilidad con los 21 años del Tratado de Amistad entre los dos países.

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