Datos personales

lunes, 19 de diciembre de 2011

Vaclav Havel : in memoriam

Un último adiós


Por Mirta Balea

Cuando cayó el comunismo en la antigua Checoslovaquia, Vaclav Havel, el mentor de la Revolución de Terciopelo, acogió el cambio con sencillez, consciente que por primera vez respiraba aires de libertad, sin verse obligado a olfatear con cautela. Durante muchos años había preferido expeler más que respirar, siempre pensando en algo más puro y transparente.

Havel ha muerto a los 75 años dejando como legado una revolución inteligente y como estela su figura determinante en los acontecimientos de finales del siglo XX, que pusieron fin al comunismo y abrieron la era de la democracia en  Europa del Este. Solo un hombre con su sentido del deber podía vivir el poder, sin mancharse.

Le conocí de manera fortuita durante la llamada Primavera de Praga en 1968, cuando disfrutaba de cierta fama como dramaturgo y salía a la calle, como muchos otros ciudadanos, a apoyar las reformas impulsadas por Alexander Dubcek, frustradas por la invasión soviética a Checoslovaquia. Entonces no me impresionó mucho y lo vi como uno de los tantos disidentes de Europa del Este sobre los que pesaba la incógnita de si continuarían la lucha o se acomodarían a las circunstancias con el paso del tiempo.

Cuando en medio de los sísmicos acontecimientos en Europa del Este, que darían al traste con los regímenes comunistas, regresé a la capital checa para participar en una reunión de corresponsales de  la agencia de noticias para la que trabajaba, recuerdo haber recorrido las calles con una admiración contemplativa, en un extraño intento de reproducir en mis sentidos los gritos y los pasos vibrantes de los ciudadanos en pos de su Revolución de Terciopelo. Sin proponérmelo entré en el bar donde unos amigos me habían presentado  al "prometedor" escritor y donde le escuché varias veces decir que todo podía cambiarse sin violencia.

Había comenzado a  seguir su quehacer político cuando vi su nombre entre unos 100 intelectuales checos en la Carta 77, en la que se exigía a los invasores del Pacto de Varsovia que cumplieran con sus promesas de respetar los derechos humanos. Le habia oído hablar en el 68 de la importancia de lo que Dubcek buscaba, de lo necesario de aquellas reformas, cuando aún pensaba que podrían darse giros dentro del mismo régimen, como ocurre ahora en Cuba con algunos miembros de la disidencia.

Dudaba de que todas esas reformas pudieran realizarse dentro del comunismo. Hablamos de libertad de prensa, de constitución de partidos, de elecciones. Luego viví en Polonia, en los 70, las huelgas mineras, que pedían también reformas en el sistema, y conocía que la gente tiene un umbral de resistencia para la adversidad, pero, poco después me sentía en condiciones de afirmar, por mi propia experiencia, que no había solución si no tenía lugar un cambio en la estructura de poder del sistema.

Dubcek había resultado proscrito y condenado al ostracismo por los soviéticos y en su lugar fue instalado Gustav Husak, para dar paso a lo que la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia consideraron la era de la "normalidad" en contraposición al "socialismo con rostro humano" , que era el empeño de los líderes opositores en diversos países de Europa del Este. Para 1970, las obras de Havel habían sido prohibidas y en 1979, como no desistía de su labor disidente, fue encarcelado por "sedición".

Cuando comenzó a finales de los 80 la Revolución de Terciopelo, Havel se hallaba en libertad y formaba parte de un grupo opositor al régimen comunista llamado Foro Cívico. Tras el triunfo de todo aquel movimiento de protesta, se creó la República Checa y Eslovaca y el tenaz disidente resultó elegido para la presidencia.

Poco después renunció, cuando se vió abocado a decidir sobre la partición del territorio en dos Repúblicas y dos Estados independientes, a pesar de los esfuerzos unionistas de muchos intelectuales, entre ellos, él mismo. El destino le deparaba repetir en 1993 el cargo de presidente, esta vez en Chequia, hasta que sus fuerzas empezaron a mermar con el cáncer, que le fue detectado en 1996. Aún así, mantuvo su posición hasta el 2003.

Un amigo checo me dijo una vez que un día sin luz es como una noche. Recuerdo que pensé: ¡Vaya, una verdad de perogrullo! Estaba equivocada en mi juicio. El formaba parte de un movimiento que, con una implosión  fragmentada, le dio la patada a un régimen aborrecido y aborrecible y cuando hablaba de la luz, pensaba en la libertad, y solo en eso.

Cuando el muro de Berlín cayó, habían tenido lugar los cambios en Polonia y Checoslovaquia, Hungría descorría el Telón de Acero al abrir su frontera con Austria y Mijail Gorbachov, como máximo lider soviético, visitaba Berlín Este y criticaba a los timoratos en Europa del Este en emprender las reformas del sistema.

El 9 de noviembre de 1989, apenas un mes después de la visita de Gorbachov, mi familia y yo veíamos por la televisión polaca a los berlineses del Este romper el muro, que dividíó durante décadas a los alemanes, y brindar con sus compatriotas sobre el cemento destrozado.

Havel publicó sus memorias bajo el título de "Sea breve, por favor: pensamientos y recuerdos". Pero en mi opinión su libro más reivindicativo y que da la medida de lo que fue y por lo que luchó, editado en1990, es "El poder de los sin poder". El título lo dice todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario