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domingo, 4 de septiembre de 2011

Una historia de fantasmas en Nápoles

Foto publicada en el diario napolitano  Il Mattino



Por Mirta Balea


Si un cubo aparece lleno de agua cuando lo has dejado vacío o a la inversa; si unas herramientas se hallan en un sitio en el que no las dejaste, si los objetos se caen sin ton ni son, pueden resultar indicios sospechosos, aunque no concluyentes por mucha disposición que tengas a creer en fantasmas. En cambio, si captada por el ojo de una cámara vemos una figura borrosa, donde nadie debería haber estado,  entonces hay que preocuparse porque podemos estar ante una aparición que quiere salir en la foto.


Los obreros reconstructores de una parte del Museo Arqueológico de Nápoles llamaron por teléfono a su jefe, el arquitecto Oreste Albarano, para decirle: "Aquí pasan cosas muy raras" y el profesional, viendo en peligro las remodelaciones del área, intentó disuadirlos de que no se dejaran llevar por supersticiones. Luego decidió ir al lugar los hechos, hablar personalmente con ellos y tomar algunas fotos de la marcha de las obras.


Lo que reveló el contenido de la cámara de Albarano obligó a detener la obra el 22 de agosto pasado, aunque la directora del museo, Valeria Sampaolo, no se cree nada y afirma que todo es una superchería y que la foto, aunque la hayan examinado expertos, puede estar trucada porque estas técnicas han avanzado mucho.


Albarano parece haber dejado constancia sin pensarlo de la visita de una niña de pelo largo y rizado, con falda corta, parada entre herramientas, cubos, pinturas y toldos y entre obreros y capataces como si se hallara en su propia casa. Cuando la foto apareció en el diario local Il Mattino, los lugareños recordaron que, en 2003, al iniciarse la fase de la restauración de esa parte del museo, se habían encontrado varias tumbas.


Los periodistas se han movilizado a Nápoles, una ciudad de tres mil años de antigüedad, donde las supersticiones anidan junto a las pizzas, que apenas ha conocido la expansión porque ha venido edificándose hacia arriba,  capa sobre capa de varias civilizaciones, y dispone hasta de catacumbas y túneles datados en la era paleo-cristiana y que sirvieron a sus moradores, durante la II Guerra Mundial del siglo XX, como refugio para evitar los bombardeos.


Siempre he pensado que ser una persona corriente no le va bien a los fantasmas ni a quienes los ven. Es ese resquicio de humanidad lo que los hace visibles porque incluso para ellos la oscuridad resulta en un anonimato. Algunos hasta serían personas luchadoras en la vida antes que la muerte les cambiara y atrapara en la eternidad. Una visitación como la de Nápoles sería un punto para quienes piensan que el cese de las funciones corporales no son el fin de todo.


El Vesubio
Nápoles hubiera podido muy bien servir de objeto de estudio al médico y psicoanalista Carl Joung en sus investigaciones sobre el subconsciente, cuando pretendía soñar con la muerte y el territorio de los muertos y su renacimiento. Para él todo aquello era la representación del inconsciente mismo y no del "pequeño inconsciente" de que hablaba su profesor y mentor Sigmund Freud.



Ese inconsciente -según Jung- podía contener todas las muertes, no solo nuestros fantasmas personales. Así empezó a considerar que los enfermos mentales podrían estar poseídos por ellos, llevándolo a considerar que si "recapturamos" nuestros mitos podríamos ser capaces de entender a los que vienen de ultratumba a visitarnos.

Los médicos han visto en estas ideas los síntomas de una patología, pero lo cierto es que Jung avanzó en piloto automático por el bosque de la mente sin importarle cuan aterrador pudiera resultar el viaje. Con toda seguridad habría encontrado respuesta a la visión de la cámara de Albarano y a otras supersticiones y creencias, habitantes de la tierra colocada por la naturaleza frente al mar Tirreno  (parte del Mediterráneo) y el Golfo de Nápoles.

El próximo 19 de septiembre la capital de la Campania, otrora propiedad de griegos, normandos, romanos, castellanos y franceses, celebrará una vez más, como cada año, el famoso milagro de la licuación de la sangre de San Genaro, obispo decapitado en el siglo III por los romanos y  que ejerció su magisterio oculto en las catacumbas, reptantes a lo largo del subsuelo de esta ciudad del mezzogiorno (mediodía) italiano.

Los napolitanos rezan en la basílica pidiendo a San Genaro que mantenga al Vesubio bajo rienda. La acústica lleva al techo de la nave, como una serpentina, los murmullos, que después caen como una luz cálida, tal si vivieran un duelo. Y es que el volcán, a cuyos pies se halla la ciudad, es una mole astuta, siempre queriendo lucir por sí mismo, un pecador impenitente que lleva su belleza de manera desenvuelta.


Cuanto más tarde se licúe el líquido vital del santo, recogido al morir por dos venerables mujeres, mejor será el año por venir, más prospero para una población vinculada genéticamente a los primeros habitantes de la región, como si los napolitanos fueran una cadena de oración en la que alguien está siempre rezando. Uno se pregunta si Dios escuchará por igual las plegarias de todas las personas o si tanto ruego se convertirá en una torre de Babel de lenguajes irreconocibles.


Catedral


Religiosidad y superstición pueden verse como los factores primarios en la vida de Nápoles, que en la antigüedad compitió en grandiosidad con Londres y París y hoy da la impresión de haber sido abandonada. Los conflictos sindicales con la municipalidad, que la sumieron en toneladas de basura durante dos años hasta hace muy poco y afearon su perfil, han traído un cortejo clamoroso, con bromas y risas y una serie de chistes malos.


Por suerte el clima suave, agradable y benéfico, dispersaba el mal olor en tanto se hablaba en presente del conflicto, pero lo que continúa vigente en el folklore local es la merienda de las familias sobre las tumbas de sus antepasados en el Día de Todos los Santos. Una auténtica superchería por la que se cree invertir en la relación con Dios, para sentirse colmados de esperanzas, porque dudar es alejar el murmullo de la nostalgia.


Si un visitante se muestra ante esto excesivamente suspicaz, e intenta eliminar sus interpretaciones y expectativas sobre el suceso, sin realizar una suspensión de la incredulidad, su conocimiento de los napolitanos será fragmentado y carente de significado. Así que lo mejor es tener en cuenta que las personas están llenas de matices.

Túnel de Nápoles
En Nápoles se respira fatalismo y ganas de vivir, tristeza y alegría a partes iguales, amistad y desconfianza para establecer una relación y lo más impresionante es que no puedes quitar de tu mente que las ruinas griegas conviven con un muro romano y debajo de todo esto se hallan las cenizas de las muchas erupciones del Vesubio, siempre amenazante.

La ciudad guarda tesoros, que en su conjunto, son tan importantes como los de la reina de Inglaterra. El Vaticano se ocupó de custodiarlos durante la II Guerra Mundial del pasado siglo y luego no quería devolverlos, hasta que al fin se le persuadió que los dueños legítimos eran los napolitanos.

Las ruinas de lo que fueran las ciudades de Pompeya y Herculano, antes de que en el año 79 de esta era el Vesubio las convirtiera en cenizas, se hallan en el Museo Arqueológico, testigo del fantasma de la niña de melena larga y rizos y con falda corta. El volcán se encuentra entre los más peligrosos del planeta y cualquiera accede hasta la misma boca del cráter si viaja en coche por una carretera durante dos kilómeros y luego sigue el camino andando.

Si lo haces, te cuidarás mucho de decir a tus amigos que has tenido miedo y has subido a velocidad crucero, porque si se cree en dragones, la bestia podría tenderte allí una trampa.


La UNESCO declaró a Nápoles Patrimonio de la Humanidad en 1995, porque es un sitio de riquezas dispares, de una historia que recorre  todos los imperios europeos. Giuseppe Garibaldi,  político y militar, considerado un héroe de la unificación nacional, la incorporó a Italia en 1861, bajo el reinado de Victor Manuel III, y desde entonces no se ha podido desprender del mote de advenediza.


Sus calles son ruidosas, el tráfico caótico, algo común a muchas ciudades italianas. Por su rítimico magma, se puede llegar a entender la forma especial de ver el mundo de sus habitantes. Tras 30 años en obras, se abrió la sección del museo arqueológico conocida como Gabinete Secreto, con una colección de frescos, esculturas  y mosaicos eróticos ex-cavados en las ruinas de Pompeya y

Fresco erótico
Herculano. Hay numerosas escenas de sexo explícito en la que participan hombres y mujeres.

Un mito muy antiguo dice que Nápoles se erigió donde la sirena Parténope fue enterrada después de resultar rechazada por Ulises (Odiseo) durante su larga travesia por el mar de la sirenas, que con su canto podían seducir a cualquier navegante. El héroe de Homero se ató a un mástil para no sucumbir a la tentación y lo logró, no sin antes colocar también cera en los oídos de sus marineros para no quedarse sin tripulación.

Cristo velado
Otro mito de la ciudad es el del Cristo Velado, obra de Giuseppe Sanmartino (1753), que puede verse en el recinto funerario de la capilla en el jardín del palacio de Sanservo. Un catafalco con el cuerpo de Jesús, cuya cabeza reposa caprichosamente sobre dos cojines. Está cubierto por un velo como una tela de araña.

El rostro sin vida de Jesús, el desmadejamiento de sus miembros, la languidez del cuerpo, son de una naturalidad sobrecogedora. Pero los lugareños no paran aquí. Están convencidos de que un alquimista petrificó el velo, tal y como si la escultura hubiese sido en algún momento real, lo que apela una vez más a la mística y compleja tradición de lo simbólico de la que hablaba Jung..

En el subsuelo napolitano, por galerías de toba, que van desde la Vía Tribunali, pasando por la iglesia de San Pablo Maggiori, hasta la Piazza San Gaetano, se encuentran las catacumbas, en las que los cristianos perseguidos por romanos realizaban sus cultos, escondidos, y en las que se puede entrar si formas parte de una grey de turistas encantados de la pestilencia, que allí habita.

La bohemia de Nápoles se puede encontrar en el puerto de Santa Lucía por la ruta del paseo marítimo. Hay bares, pizzerias, tiendas y muchos barcos de pesca. La memoria sellada de los napolitanos guarda el registro del pasado como imágenes vívidas y he áquí que hay también historias de naves que en la oscuridad de la noche salen a flote desde el pasado con marineros fenicios, dispuestos a conocer a los citadinos de hoy día.


Tal si confundieras a las estrellas que miras hoy como algo presente, cuando lo que ves es un gran cementerio astral dado que la mayoría murió hace al menos dos millones de años.

La prensa napolitana ha dicho que este mes vendrán los cazafantasmas, que se sumaran a la prensa, con  acceso restringido a la zona donde se vio con claridad el fantasma de la niña del cabello largo y rizado y la falta corta. Sampaolo sigue en sus trece y dice que toda la historia "carece de cualquier fundamento" y es "pura fantasía.

Voltaire dijo que si algo es demasiado tonto para ser dicho, al menos siempre podrá ser cantado. De esto habrá también en Nápoles.

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