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viernes, 30 de septiembre de 2011

Mujeres y la sharia del Islam

El rostro tras el velo


Por Mirta Balea

El lado oscuro de la quimera de la mujer por sus derechos y el respeto que merece como ente social ha quedado en las cenizas de épocas anteriores, aunque parece difícil escapar del todo del ciclo de las re-encarnaciones. Hubo un tiempo no tan lejano en que solo podían hablar de sexo los catedráticos de Medicina y la única expresión intelectual corría a cargo de poetas eróticos.

El hinduísmo ha sido una mezcla de la filosofía védica y del panteón de dioses arios traído de allende el Himalaya y el budismo un retorno a la fuente védica sin las supersticiones embellecedoras de los cuentos hindúes, tal y como el cristianismo y el Islam han constituído intentos de retornar a un judaísmo puro. Nada de esto te convierte necesariamente en un asceta compasivo.

La crisis provocada por las 12 caricaturas de Mahoma (el profeta del islam), publicadas en 2006 por el rotativo danés Jyllands Posten, robusteció el debate sobre la inmigración, en especial, la musulmana, iniciado dos años antes con la muerte del cineasta Theo van Gogh a manos de un joven musulman radical, holandés, con estudios secundarios y viviendo del subsidio del paro.

Los musulmanes residentes en Europa van por la tercera generación en algunos países por lo que resulta difícil digerir actitudes tan radicales de parte de los jóvenes creyentes. Hay una respuesta parcial al fenómeno que estaría en la propia actitud de los autóctonos al denigrar el Islam hiriendo la sensibilidad de sus seguidores.


Hablamos de ejemplos negativos en la política como el del populista holandés Geert Winders, cuyo partido Libertad se ha constituido en la tercera fuerza pólítica parlamentaria y pretende crear una alianza internacional anti-islam. Un libro en esta línea ha sido muy bien acogido en algunos países europeos. Hace 10 años, por razones parecidas, fue boicoteado el ultraderechista austriaco Jorg Heider, pero entonces el terrorismo radical islamista de nuevo tipo empezaba apenas su quehacer destructor.


Cristianismo e Islam se colocan respectivamente en el primero y segundo lugar en las preferencias de las sociedades europeas. El Instituto Forum, favorable al desarrollo de la multiculturalidad, ha dado a conocer que en Alemania hay 4 millones, en Francia, 3,5 millones y en Reino Unido, 1,6 millones en 2009 para constatar que son las mayores cápsulas de la inmigración musulmana.



Mujer saudita ante el volante
Al principio, en los años 60 y 70 del siglo XX, la mayoría procedía de Turquía y Marruecos como fuerza de trabajo importada. En la actualidad, la inmensa población étnica, con casi 38 millones en el continente, viene también de Irak, Afganistán, Irán, Somalía, Egipto, Pakistán y Bosnia por una de las razones más antiguas de la humanidad: huir de las guerras y de la inestabilidad política en sus países.


Naciones como Irán, Afganistán, Pakistan, Nigeria, Arabia Saudita y Sudan se rigen por la sharia, la ley divina sobre el ordenamiento de las acciones del ser humano y que abarca un conjunto de normas coránicas y de costumbres en la sunna, es decir, de aquellos primeros musulmanes y de los hafices o dichos de Mahoma, no incluídos en el Coran.


Este sistema tan detallado de conducta describe en los llamados hadd los modos del culto, los criterios morales y de vida y lo que está permitido o no, así como la diferencia entre el bien y el mal. La sharia obliga a una occidental de visita en Arabia Saudita y que no profesa el Islam a utilizar el velo.


Una mujer hindú usa el sari, el vestido típico de la India, como sello de identidad, como símbolo de lo tradicional en su país, algo exótico y que no incomoda a nadie, pero el velo o el burka forman parte de la primacia acordada a la religión en el mundo árabe, que castiga la disensión y la apostasía con la muerte y que constituye la única regla por la que se rige la política nacional donde se haga cumplir.


La mujer se hace invisible, no sabe hasta dónde ser indulgente con sus propios gustos. La vanidad no es algo intrínsecamente femenino, como tampoco lo es el amor por la belleza. Pero ellas deben ocultarla para "no incitar a los hombres", que basan su honor en la entrepierna de sus parientes hembras.


La musulmana está obligada a echarse a un lado para dejar paso a un hombre, va detrás de su marido con sumisión, y debe tragarse la pena que la asfixia y mentir diciendo que la satisface su "status quo". La intimidad mental y emocional, que podría compartir con su pareja, queda así erosionada.


Si alguien busca razones y respuestas en el intelecto no debe atreverse a tocar el corazón. Alá esquiva el escrutinio a conciencia de sus normas y de la sharia, tanto como hace 20 años, solo que entonces no había una crisis económica, ni una aguzada pérdida de valores como en la actualidad y los gobiernos árabes no daban cuenta de sus actos ni se conocía a Al Qaeda.


El burka
La invisibilidad femenina en el Islam no es solo producto de la imposición del velo porque no hay lugar para ellas en la esfera pública. Comoquiera que se le de la vuelta al calcetín, los problemas que enfrentan las mujeres en las sociedades musulmanas e incluso en las occidentales, donde persisten estos problema en el micro-mundo de la minoría, son fenómenos derivados únicamente del Islam y su identidad como musulmanas supera los esfuerzos por el cambio como género social.


El velo se utilizó en los años 60 en la revolución argelina como símbolo de identidad nacional frente a los franceses. Ahora resulta una preocupación que distrae la atención de los temas sobre las estructuras y los sistemas que las perpetúan como ciudadanas de segunda clase y afianza la idea de solo hay un modo de verlas.


Los países musulmanes, al tiempo que imponen penas severas al adulterio y la homosexualidad, permiten la unión de hombres maduros con niñas de 11 años. Algunos hospitales en el mundo árabe tienen unidades especiales para atender los casos de VVF, una dolencia debida a dar a luz antes de que los órganos estén plenamente desarrollados para la tarea.


Las mujeres de Arabia Saudita han protagonizado recientemente una pequeña rebelión al ponerse delante de un volante y conducir libremente por la  ciudad, algo que les está prohibido desde 1990. Es el único país del mundo que lo hace. Como consecuencia hay cinco de ellas presas en espera del castigo de lapidación por la desobediencia.


La monarquía ha querido resarcirlas ofreciéndoles el derecho a votar en un país que discrimina por sexo. Lo anunció el rey Abdalá en la apertura del curso parlamentario (shura) 2011, previo a la votación popular solo de varones la víspera. Las mujeres entrarán a ese nivel del juego político en la próxima legislatura, a dos años vista para la renovación del órgano y a cuatro, para las legislativas.


A muchas les hubiese gustado más que se incluyera en la apertura lo de la conducción, porque apenas se hizo este anuncio, Abdalá se obligó a perdonar la vida de una de las encarceladas por este "delito", que estaba a punto de ser lapidada, según Amnistía Internacional.


El rey Abdalá
La prensa ha hecho mucho ruido alrededor de esta "apertura" recordando que el rey Abdalá, en una sociedad ultraconservadora como la de Arabia Saudita y en contra del criterio de los clérigos, que hacen cumplir la sharia, creó una universidad mixta de hombres y mujeres.


Importantes corrientes reformistas y feministas dentro del Islam han denunciado el monopolio que ejercen los varones y en concreto los clérigos en la exégesis del Coran, en cuanto a su interpretación patriarcal "contraria al espíritu originario y a su defensa de la igualdad entre hombres y mujeres".


El Coran es un libro de los más ambiguos que puedan leerse, porque tan pronto predica una cosa como su contraria, así que resulta difícil afirmar  que habla a favor de la igualdad entre hombres y mujeres como dicen los progresistas y moderados musulmanes.


Esta hipótesis o creencia sincera sirve como caballo de batalla a esas corrientes en el reclamo del derecho femenino a acceder a los textos sagrados e interpretarlos, como primer paso para desinhibirse de las imposiciones de una ley que ni siquiera han tenido ocasión de analizar.


Abdala persigue con su "apertura" apaciguar al sector de la sociedad que se ha mostrado más activo y retador desde la primavera árabe este año. Apenas ha habido repercusión en Arabia Saudita, salvo pequeños conatos de la minoría chiíta, debidamente reprimidos por las Fuerzas de Seguridad. Después repartió dinero a manos llenas a fondos sociales y empresas claves y todo quedó zanjado.


Las únicas a las que la Casa Real no ha podido poner la mordaza ha sido a las mujeres, que no pueden siquiera viajar fuera del país sin un acompañante varón de la familia.


Los movimientos feministas del pasado siglo hicieron hincapié en la eliminación del velo y ese traje de viudas negras en los que se ven envueltas, sin olvidar el burka, que apenas les permite dar un paso por el panal de abejas que les cubre el rostro y que cumple otra función, que ellas no se interesen por el entorno.


El mayor peso de las manifestaciones de aquella época estuvo en Alejandría y El Cairo, en Egipto, en 1920, a finales de la I Guerra Mundial. Turquía se convirtió entonces en república de tipo occidental y fue el primer país musulmán en prohibir este atuendo y otros elementos culturales considerados anacrónicos por el Gran Ataturk.


Los derechos humanos han venido evolucionando desde el siglo XVI mediante diversos textos normativos entre los que destacan la Declaración de los Derechos de Virginia, dentro de la guerra de independencia de Estados Unidos, en 1776, y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en la revolución francesa de 1789, aunque ninguno de ellos consideraba la emancipación de la mujer.


La Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, redactada en 1791 por Olympe de Gouges y que parafraseaba el texto fundamental de la Revolución Francesa fue el primero en proponer la igualdad de derechos y la equiparación jurídica y legal de las mujeres en relación con los hombres, hasta la aparición de la Carta Internacional de los Derechos Humanos, que de manera genérica aborda el respeto por igual de los ciudadanos, al margen de sus ideas políticas o religiosas y de sus razas, etnias o género


Puede que lo del velo haya sido en un inicio la demostración de una clase social superior en imitación de las esposas de Mahoma, que, según el Coran, disfrutaban así de un estatuto elevado al del resto y recibían y consultaban a los creyentes en nombre del Profeta. Luego se constituyó, por una norma clerical de carácter social y no religioso, en el simbolo distintivo de la honorabilidad femenina y de paso de los hombres de su entorno.

2 comentarios:

  1. Muy buen artículo Mirta, de mucha clase, como dirían los comentaristas deportivos "te empleaste a fondo". Te felicito. MAS

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  2. Mirta, muy interesante, pero en mi opinion las mujeres que protestan son una minoria ya que la mayoria de ellas, por miedo, por educacion o por falta de posibilidades apoyan el uso del velo. Incluso hay muchas mujeres jovenes que pudiendo escoger no llevarlo, se lo ponen para manifestar su orgullo y su sentido patriotico.
    No las critico porque hay que estar en su situacion para hablar pero creo que mientras ellas no cambien en su totalidad, hay poco que hacer.
    En cualquier caso, muy interesante.
    Cinthya

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