Datos personales

domingo, 27 de mayo de 2012

Los mayas y el fin del mundo

Las pinturas de Xultun

Un equipo de arqueólogos norteamericanos ha descubierto en Xultun, una gran ciudad escondida en la selva de Peten, en Guatemala, el calendario maya más antiguo conocido hasta ahora y que antecede en muchos siglos a famosos códices escritos en papel de corteza -procedentes también de los maya- y que dieron pie a la interpretación popular de que el mundo llegaría a su final en diciembre del 2012.




Las pinturas son únicas al constituirse en el primer hallazgo de arte maya en los muros intactos de una casa, en este caso, la de un escribano, y no en un templo o sitial ceremonial.




Los mayas representan el máximo exponente de las civilizaciones de Centroamérica. Su territorio se extendió entre los territorios actuales del itsmo de Tehuantepec y Nicaragua. Fueron una raza intelectual suprema, que superó en mucho a la más antigua de los nahuas, de Méjico. Sus artes y sus industrias eran una invención propia. En las leyendas semihistóricas se les conoce como el Gran Reino de la Gran Serpiente o Xibalba.




Esta es una palabra que se deriva de una raíz asociada con temer y de la que procede también el nombre de fantasma. Los habitantes de Xibalba no eran dioses ni demonios, según las crónicas nativas reunidas en el Popol Vuh. Los invasores maya-quiché habrían encontrado a unos pobladores en cuevas en las laderas montañosas guatemaltecas y los asociaron al mundo de las sombras y la oscuridad.




Las pinturas de Xultun resultan únicas. En una se recrea una formación de hombres con uniformes negros. Los glifos que los acompañan resultan cálculos de ciclos: el ceremonial de 260 días, el solar de 365, el del planeta Venus de 584 días y el de Marte, de 780 días.




Las tablas, que pretenden armonizar los eventos celestes y los rituales sagrados, se extienden hasta unos 7.000 años y son cíclicas. Los investigadores consideran que esta predicción tan larga pone fin a la creencia popular de que el fin del mundo ocurrirá en 2012.




El sorprendente hallazgo, dado a conocer en la revista Science, define a Xultun como un territorio de 12 kilómetros cuadrados en el que decenas de miles de personas vivieron alguna vez. Data del siglo I antes de la era cristiana y aparece como una próspera sociedad hasta finales del período clásico maya, fijado por el último monumento conocido de esa cultura  del año 890 de nuestra era.




Una expedición financiada por la National Geographic Society en 2010 descubrió el sitio de Xultun y, con éste, la vivienda del escriba, oculta por la vegetación a un metro bajo la superficie.




Conocer la historia remota de los mayas supone un ejercio basado en la tradición y restos arquitectónicos y en época mas cercana con los escritos de los españoles llegados a esa tierra, escasos y menos profusos que los que tratan las culturas de Méjico. Las ruinas de Palenque, Piedras Negras y Ocosingo, en las faldas de las escarpadas cordilleras de la actual Chiapas, nos llevan a un mundo de opulenta imaginación y concepción grandiosa, solo posibles en las culturas muy avanzadas.




El Popol Vuh nos abre los ojos a una amplia colección de tradiciones, intimamente relacionadas con las leyendas y acontecimientos remotos de los mayas. No puede ser utilizado como libro de historia, pero nadie tiene duda de que una base de realismo subyace en este impresionante documento de cuatro libros.




El Popol Vuh, de cuya existencia comenzó a hablarse en el siglo XIX, fue buscado infructuosamente durante generaciones por percibirse como una maravillosa recopilación de leyendas a partir de su utilización por un tal Félix Cabrera. Podía hallarse en cualquier sitio de Guatemala, enterrado, pero los trámites para sacarlo de su oscuridad resultaron a veces interminables. El médico austríaco C. Scherzer decidió probar suerte y viajó al país centroamericano. Tras una ardua búsqueda lo encontró en 1854.




Se trata de los escritos originales en quiché del monje Francisco Jiménez, que tuvo la precaución de traducirlos al español en el siglo XVII. El perdido manuscrito había dormido el sueño del tiempo en la Universidad de San Carlos, no sin antes haberse puesto a buen recaudo por el clérico en el convento de Chichicastenango.




Es en este interesante documento donde hallamos la historia de la Creación, según los mayas. Hay todo un universo mitológico de considerable antigüedad como cabría esperar de una reunión de creencias. Son tales los movimientos y conflictos, que parece poco menos que difícil a los investigadores discernir entre epopeya e historia, entre lo real y lo fabuloso.




Dentro de la vivienda del escriba, los glifos son pequeños, rojos y negros, arriba y abajo por toda la pared; barras y puntos en vertical de números. "No es un templo ni un monumento. Por primera vez, tenemos ante nuestros ojos, los registros reales en poder de un escribano", confesó al periódico ABC el profesor de arqueología William Saturno, de la Universidad de Boston, y miembro de la expedición.




"Es como ver un episodio de la serie televisiva Big Bang Theory. Los mayas usaban las paredes como pizarrón para escribir sus problemas matemáticos", ha señalado la misma fuente, que cree que los escribanos y astrónomos de la época copiaron los datos de algún otro libro, del que aún no se tiene noticias.




En el sistema aritmético maya -como en el nuestro-, lo que da valor es la posición del signo. Las figuras se colocan en línea vertical y una de ellas se utiliza como multiplicador decimal. Es una creación que admite el cálculo hasta millones y resulta de los métodos más seguros de la cultura maya.




La mitología maya se base en el calendario, idéntico al de los mejicanos en su significado astronómico y en su duración. El año ritual de veinte semanas de trece días se divide en cuatro cuartos, cada uno bajo los auspicios de una habitación celestial diferente y cada semana bajo la supervisión de un determinado dios.




El sol es el gran regente en esta religión y las leyendas que dan fe del nacimiento del pueblo maya son todas solares. Al igual que el astro nace en el este, los dioses tienen un origen oriental. Las diversas tribus adoraban divinidades diferentes, pero todas eran formas de una misma llamada Hunakbu, invisible y suprema, pero con la relativa importancia que puede tener para otras religiones el padre de los cielos.




El muro norte de la casa del escriba maya muestra a un rey sedente, adornado con plumas azules. La imagen de otro hombre aparece en un vibrante color naranja. Los glifos cercanos a esta figura lo identifican como el hermano más joven de Obsidian, por lo que Saturno interpreta que debe tratarse del hijo o del hermano menor del rey y posible residente de esa vivienda.




En la pared oeste, otras tres misteriosas figuras masculinas aparecen pintadas de negro, con taparrabos blancos, medallones alrededor de sus cuellos y tocados con una pluma, algo que, según los investigadores, ha resultado toda una novedad. Una, muy musculada, se la identifica como el hermano mayor de Obsidian.




Los importante del hallazgo en Xultun son los calendarios y los cálculos que, en vez de en códices, como se haría cientos de años después, aparecen en paredes. El muro oriental se halla dominado por números, incluidas las columnas de conteo y calendario. Algunas siguen las fases lunares, otras intentan conciliar los períodos con el calendario solar para, según relató Saturno al ABC, predecir eclipses.




Notas aparecidas junto a los cálculos se las considera correcciones por los investigadores, quienes recuerdan el amplio conocimiento astronómico de los mayas, utilizado para planificar la vida diaria de la población, para fijar fechas como la coronación del rey o el inicio de una guerra.




Los principales manuscritos mayas, que han superado la prueba del tiempo, son los códices de las bibliotecas de Dresden, Paris y Madrid. El de Francia se conoce como Perezianus; el aleman se le había considerado durante mucho tiempo de origen azteca; y el españil lleva el nombre de Troano, por sus propietarios, Tro y Ortolano. Aunque relacionados con esa cultura centroamericana, no han podido ser descifrados con exactitud.




La piedra Rosetta, que sirvió para descifrar el sistema jeroglífico de los antiguos egipcios, porque llevaba la misma inscripción jeroglífica en griego y demótico, no tiene un igual en Centroamérica. Puede acercarse algo la tabla de la cruz, que contiene una idea general del sistema de escritura de la zona, pero ésta cambia en la mayoría de los manuscritos e inscripciones a pesar de tener una fuente común.




Lo más importante del hallazgo de Xultun se encuentra en el muro norte, donde ´cuatro números de amplia longitud representan a un tercio de millon de días de ciclos solares considerados importantes por los mayas. Son los de Marte, Venus y los eclipses lunares. Las fechas se extienden al futuro en 7.000 años así que probablemente seguiremos existiendo después del 2012.




En las consideraciones de Saturno al ABC, ha recordado que en los mayas todo era cíclico, aunque apuesta porque cuando llegue diciembre del 2012 y no se acabe el mundo, los catastrofistas volverán a poner en marcha el cuentakilometros y darán otra fecha.



Si nos atenemos al Popol Vuh, los dioses nunca quisieron que los hombres les superaran y por eso se crearon solo cuatro criaturas desde una pasta de maíz amarillo y blanco. Les llamaron Balam-Quitze (tigre de sonrisa dulce), Balam-Agab (tigre nocturno); Iqi-Balam (tigre lunar) y Mahacutah (el nombre distinguido).




A pesar de haber creado una raza tan pobre, los hombres fueron capaces, según la leyenda maya, de generar nuevos pueblos. Las divinidades estaban siempre temerosas de su inteligencia y así, el dios Hurakan, que les había dado la vida, les echó un aliento de nube para que no pudieran ampliar sus horizontes y les condenó a ver solo una parte de la tierra, sumiéndolos en la más profunda oscuridad. Para que se la pasaran mejor, los dioses optaron por darle a los "tigres" cuatro esposas, pero esto ya sería otra historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario