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domingo, 20 de mayo de 2012

El 15-M, día a día



Por Eduardo Dominguez-Lobato Rubio


Y dirán ustedes que muchos nos repetimos en las ideas, en las sensaciones y en las palabras, pero, todas las mañanas seguimos hipnotizados por las voces magnéticas de las primeras horas, digo magnéticas porque esperamos, detrás de la radio, pongamos mi caso, que algo bueno, positivo, colorido, se nos diga, cuando menos por aquello de alagar a los oídos…





Pero nada, porque siempre, después, vienen las ganas tontas de reir, y luego de llorar, cuando vamos ya para cuatro años de “crisis ”, cuatro años de “ desaceleración”, “colapsada”, calentada, alentada, eso sí, por los mercados internacionales, dicen.




Y si fuéramos más jóvenes, quizá debiéramos optar por esa calle pacífica, preparada, respaldada por las buenas ideas y siempre amparada por el incontestable sentido común. Sí, yo he visto muchas veces a la gente del 15M, y las he visto en su salsa, cuando no eran todavía 15M, cuando nada podía decirse de influencias politizadas, de anticipos del caos, ni de arrogancias iletradas.




Sí , he hablado con muchos de ellos, por esos vericuetos del Madrid artista y bohemio, donde se afanaban por mostrar a todos su rotura con el sistema, ya mal sistema por entonces. Y les veía razonables, conocedores, con sensaciones indescriptibles en sus adentros, y que como muchos de nosotros en juventud, hablaban de las corazonadas utópicas del bien común, de las listas abiertas, de la solidaridad efectiva, y del embridar necesario para este perenne mercantilismo. Y hablaban también de arte, de sonidos, de nuevas formas, de pensamiento abierto y de ingrávidas ideas para el futuro.




Porque a lo mejor, a lo peor, el problema lo llevamos en nuestros adentros, cuando hoy, pocos quieren, queremos, complicarnos la vida por ideales, por utopías, acostumbrados como estamos a que el Estado nos repartiera las migajas de su festín infinito y nos aletargara con sus aguas sulfurosas perfumadas de bienestar social.





De todas formas, y aunque hoy me muestre más desapacible de lo habitual, hoy, creo que, anticipadamente piensan nuestros ilustres representantes políticos de su éxito, de su eficacia de aparato y de la existencia de su astucia como apagadores de incendios, cuando la realidad es que las llamas desaparecen, las gentes se diluyen, las voces vuelven a sus madrigueras pero, el rescoldo sigue ahí, y a veces, muchas veces, hay que temerle más a las aguas tranquilas, y llamativamente silenciosas que a las bravuconadas sonoras y a los gritos.




Cuando bien nos dejan a las claras que el ánimo de los que nos gobiernan, por todos los lados, no está en el buen y honesto reflexionar sobre lo que mal se hace, sino en que los intereses políticos se recrezcan a base de esa orfebrería de los pactos, los acuerdos, de promociones políticas y entre los lenguajes mitineros y divagatorios.




Sí, hoy más que nunca sé que la solución está en las gentes, en la ausencia de etiquetas, de pegatinas. La solución está en las gentes que corren para su propio equipo, y porque en ese correr propio se va haciendo el frente común ante las fuerza del aire. Dicen que en esto consiste la Economía del Bien Común. Y que sin horarios, ni de entradas ni de salidas, en esa libertad infinita de agrupación humana, si es a pequeña escala mejor, en esa libertad, está el futuro cercano, el del más acá.

eduardo dominguez-lobato rubio

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