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sábado, 26 de noviembre de 2016

FIDEL CASTRO: MUERTE DE UN DICTADOR




Por Mirta Balea

La gente con sentido común puede tolerar por razones diplomáticas que un gobierno ofrezca el pésame a Raúl Castro por la muerte de su hermano Fidel, pero lo que predomina en el ánimo de los millones de exiliados cubanos y de víctimas de su régimen no es la humanidad, ni el orgullo, ni la admiración, sino una alegría porque al fin se ha ido el amo de sus demonios más íntimos. 

En Cuba ha habido un antes y un después con la llegada de los "barbudos" de Fidel Castro a La Habana en enero de 1959 y la instauración en el país de una imitación del régimen comunista de la desaparecida Unión Soviética. Muchos cubanos sentían que  les empujaban, primero levemente y después con decisión para que traspasaran el umbral y se apartaran ante el nuevo regimen. Así nació el exilio de aproximadamente 3 millones 500 mil cubanos.

Algunos de los que se quedaron, intentaron subvertir las cosas y dieron con sus huesos en la cárcel y ahora, desde tierras lejanas, presumen de presos políticos, aunque en esencia hayan hecho al final lo que el resto: irse. Porque en la soledad de la celda entendieron, como otros en otras partes de este mundo, incluso antes que ellos, que el tiempo allí se hacía enorme. Por eso, como yo, se fueron sin plantar cara.

Tras la muerte de Fidel Castro he estado pensando mucho y creo que no hay que olvidarlo, tampoco homenajearlo. Lamento el desenlace porque ha impide un juicio en regla  a sus acciones. El mayor homenaje que podemos darnos los cubanos en el exilio, impuesto o elegido, es exponer con claridad lo que fue nuestro país y las mentiras que Castro contó para hacerse un hueco en la arena internacional y mantener para sí la aldea cubana.


Estas acciones comienzan en fecha temprana con los juicios express a militares de la dictadura de Fulgencio Batista, sin garantías procesales, por los cuales fueron llevados al paredón 546; el cierre de medios independientes, dejando como únicos referentes informativos a diarios gubernamentales, creados por él y sus acólitos; el envío a campos de re-educación de miles de homosexuales, y encerrando a todo aquel que se le opusiera de la manera que fuera. A cinco años de "revolución" había más de 15.000 presos políticos en las cárceles.

Hizo de la oposición a Estados Unidos su bandera de lucha y por eso se alineó al bloque soviético con celeridad y declaró el carácter socialista de su "revolución". Entre las primeras medidas estuvieron las reformas agraria y laboral por las que se expropió de empresas norteamericanas. Cuando logró esto, las reformas dejaron de favorecer a sus propósitos y se pararon.

Todos esperaban que siguiera dando tierras a los campesinos, pero no fue así, lo estatalizó todo, hasta las empresas de adornos de pelo, las barberías, las de pinzas para la ropa, los puestos de helados y los aglomeró en la Empresa de Industrias Locales, dependiente del ministerio de Industria. ¡Vaya ridiculez, si se piensa! Imaginemos la expropiación de un vendedor de pinzas de pelo.

Cuando logró formar parte del cordón umbilical soviético, cortó los envíos de azúcar a Estados Unidos. Muchos en la isla creyeron que la Unión Soviética venía al auxilio por los principios divulgados por los líderes en cuanto al motivo de renunciar a la venta a EEUU del índice básico de la economía nacional. No fue así fue como ocurrió. La realidad es más sórdida. Todo se había amañado previamente entre Moscú y La Habana para dar esa impresión y que los cubanos no se asustaran al entrar en el campo comunista.

Como también lo de crear un partido único con todas las fuerzas "progresistas y de izquierda" del país, del que fue elegido, por supuesto,  secretario general, y resultó el embrión del Partido Comunista de Cuba, que controla todos y cada uno de los estamentos del estado.

Cuando Estados Unidos reaccionó impidiendo las exportaciones norteamericanas, a excepción de alimentos y medicinas, y rescindió los lazos diplomáticos el 3 de enero de 1962, Castro decidió abrirse al mundo el 16 de abril con un fogonazo mediático.

Todo indicaba que aquella revolución no pretendía devolver la democracia al país como había prometido al bajar de la Sierra Maestra y de sopetón adquiría el carácter de socialista y su partido único sería en adelante el único facultado para llevar sin oposición los destinos de la nación. 

Como sabemos por la historia, miles de exiliados, amparados por la CIA, desembarcaron en Bahía de Cochinos y la historia fue otra con el fracaso de aquella invasión.

La falsificación histórica ha sido llamar al embargo bloqueo, porque esto ocurrió cuando los buques norteamericanos rodearon la isla para impedir el paso de material nuclear soviético.  Un bloqueo es una acción de guerra por mar o aire evitando la entrada a algún país. Eso fue lo que pasó durante la llamada crisis de octubre, en la que los tambores de guerra sonaron alto y claro como nunca antes ni después. 

El embargo fue la  respuesta económica y financiera de un gobierno hacia otro al ver confiscado su patrimonio y el de sus ciudadanos fuera de la legalidad internacional, solo porque en la Isla habían perpetrado una revolución, que justificaba cualquier acto. Al llamarlo bloqueo, la gente lo vio de otra manera y no como la obligación de un gobierno de defender a sus nacionales en el exterior. Por otra parte, Cuba en realidad comercia con muchos países, lo que no tiene es dinero para desarrollar ese comercio. 

Después sucedió algo que en la esfera internacional nadie esperaba: el mundo estuvo al borde de la tercera guerra mundial el 22 de octubre de 1962 cuando los norteamericanos obtuvieron pruebas gráficas de la instalación de misiles nucleares en la isla, de los que muy pocos tenían conocimiento. Los cubanos no entendían lo que estaba ocurriendo y el diario oficial Granma no dejaba de culpar a Estados Unidos porque sus barcos impedían la llegada a la isla de "alimentos". Y la gente lo creía y desde entonces resultó enarbolando  constantemente el espectro de una invasión "yanqui" para la que había que prepararse. Medio siglo preparados para el combate sin salir a pelear.

La correspondencia privada y confidencial entre Castro y Nikita Kruschev, entonces mandamas en la URSS, se pueden leer frases estremecedoras como que es la hora de apretar el botón rojo y no claudicar ante los norteamericanos, es decir, se instaba a Moscú a mostrar su poder  con la guerra nuclear. Este es el hombre de estado al que muchos admiran.
El líder soviético no se había vuelto loco aún -como después se dijo para apearlo de su cargo- y no hizo caso de las sugerencias tenebrosas de La Habana. Castro no encajó la decisión y siempre guardó rencor a los soviéticos por esto. Un rencor que salió a la luz en todo su esplendor cuando Mijaíl Gorbachev, el nuevo líder en los 80 del pasado siglo, le visitó en La Habana para imponerle de lo que iban la perestroika  y la glasnot y avisarle que el grifo se cortaba.

Es bien conocido que el gobierno de Fidel Castro se ha gastado mucho dinero para alimentar el mito de Ernesto "Che" Guevara. En los remotos caseríos de Vallegrande, en Bolivia, lo tienen en altares y le rezan pidiéndole milagros, convertido en el nuevo Cristo de los pobres latinoamericanos.

Quiénes conocen bien lo que representa el mito del "Che" Guevara? ¿Los que lo consideran un santo o un Cristo o aquellos que por el mes de mayo de 2009 le rompieron su nariz de bronce y le pusieron una placa que decía “Che terrorista” a su busto en la ciudad de Viena? ¿Lo conocen acaso los niños cubanos, obligados a decir cada mañana “seremos como el Che”?

O tal vez le conocen los que han tenido ocasión de leer algunas de sus cartas más reveladoras, divulgadas fuera de Cuba, porque el gobierno cubano jamás ha editado un epistolario, hurtando así al individuo común la verdadera personalidad de un icono de la revolución cubana? Una misiva a su padre sobre la ejecución de un guía campesino en 1957, sorprendido pasando  información al ejército de Batista sobre los rebeldes, muestra su orgullo cuando nadie quería matarlo y él lo hizo.

"Acabé el problema dándole un tiro en la sien. Boqueó un rato y quedó muerto. Ejecutar a un ser humano es algo feo, pero ejemplarizante. De ahora en adelante nadie aquí me va a decir saca muelas de la guerrilla. Tengo que confesarte, papá, que en ese momento descubrí realmente que me gusta matar", escribía.

Pese al bombardeo incesante de los medios de comunicación controlados por el gobierno, cada vez más los ojos de los ciudadanos se vuelven hacia la república anterior a 1959, pues nada provoca tanta suspicacia como la reiteración del discurso. Entre los temas preferidos está denigrar a los gobiernos cubanos anteriores en cuanto a educación y cultura.  Cuba no era ni por asomo  un país atrasado como se quiere hacer ver a los estudiantes para mantener el mito de que todo se lo deben únicamente a la revolución. 

Un suceso desconocido para muchos es el curso impartido en el verano de 1900 por la Universidad de Harvard a mil 700 maestros cubanos. Fue algo que revolucionó el magisterio y sus efectos se hicieron sentir de inmediato. Cuando Castro se hizo con el poder, Cuba tenía tres universidades financiadas por el gobierno y otras tres de carácter privado. La matrícula de las públicas era de 20 mil estudiantes.

El sistema de educación pública contaba con 25 mil maestros y el de la educación privada con 3 mil 500. A mediados de la década del 50, había mil 206 escuelas rurales en Cuba, así como un sistema de bibliotecas móviles con un total de 179 mil 738 volúmenes. La tasa de analfabetismo era de un 18% y pasaba en América Latina como el país con el mayor presupuesto dedicado a la educación en 1958 con un 23% del total.

Cuba fue el primer país latinoamericano en implantar la televisión y La Habana era la capital que más cines tenía con relación a su población. El ferrocarril cubano, data de tiempos del colonialismo, incluso antes de que España tuviera el suyo. La carretera central transcurría de este a oeste por toda la isla antes de 1959.

La ensayista y poetisa Uva de Aragón, en su texto titulado “El papel del intelectual en la República de Cuba”, asegura que en el período republicano se crearon con apoyo oficial y notorios esfuerzos individuales la Biblioteca Nacional (1901), la Academia de la Historia de Cuba (1910) -que el actual gobierno cerró para reabrirla después-, la Academia Nacional de Artes y Letras (1910), el Museo Nacional (1913), la Academia Cubana correspondiente a la Academia de la Lengua Española(1922), la Academia de Ciencias (1928) y la de Educación (1936), la Junta Nacional de Arqueología (1937), la Sociedad Geográfica de Cuba y la de Derecho Internacional y se publicaron al menos quinientas cincuenta y ocho revistas de mayor o menor duración. Ni hablar del número de diarios. Baste decir que Cienfuegos, una ciudad pequeña, llegó a contar en una misma época con once.

Lo más importante de un pequeño país en el que había una vida cultural y literaria moderna y militante, fue el clima en el que se desarrollaron esos intelectuales, que podían exponer sus puntos de vista sin censuras ni exclusiones. Uva de Aragón afirmó en el texto citado: "Los creadores cubanos fueron fieles a las normas estéticas que cada uno se fijó. No sacrificaron la calidad de sus obras ante ninguna otra exigencia y prefirieron siempre la ‘indiferencia oficial’ a un patrocinio estatal que pusiera bridas a la libertad creadora”.

Los más importantes escritores y artistas cubanos, reconocidos internacionalmente, habían hecho ya lo más importante de su obra antes de la llegada de Castro al poder. Entre éstos, sin importar su posición política, estaban José Lezama Lima, probablemente el hombre de letras más relevante de Cuba del siglo XX; el poeta y dramaturgo Virgilio Piñera, que revolucionó el teatro cubano con el estreno de Electra Garrigó en 1948, dos años antes de que el franco-rumano Eugenio Ionesco, padre del teatro del absurdo, estrenara en París La soprano calva; los pintores Amelia Peláez, René Portocarrero, Wilfredo Lam y otros tantos; el novelista Alejo Carpentier, autor de El siglo de las luces; el poeta Nicolás Guillén; la bailarina Alicia Alonso; y, por supuesto, un número extraordinario de compositores e intérpretes de la música popular como Ernesto Lecuona, Amadeo Roldán, Alejandro García Caturla, el Trío Matamoros, Sindo Garay, Eliseo Grenet, Hubert de Blank, Benny Moré, Dámaso Pérez Prado y muchos más.

El hombre que muchos homenajean hoy por llevar a los rebeldes a una más que improbable victoria, abrazar el comunismo soviético y desafiar a Estados Unidos durante 50 años, ha sumido a su país en la pobreza y en el subsuelo económico, por no hablar de las miles de víctimas que el proceso se ha cobrado. Los cubanos rechazan ese signo de igualdad que en el exterior se pretende patentar entre Cuba y Fidel Castro y su revolución. No existe tal igualdad, por mucho que lo intenten sus fans.

En el plano económico, en 1958, según cifras de la ONU y de la OIT, solo un 14% del capital total invertido en la isla era norteamericano. El 62% de los bienes de la industria azucarera estaba en manos de cubanos.

Cuba ocupaba en 1953 el número 22 en el mundo en médico por habitante, con 128.6 por cada 100 mil. Su tasa de mortalidad era de 5.8 -tercer lugar en el mundo-, mientras que la de Estados Unidos era de 9.5 y la de Canadá de 7.6. A fines de los 50, la isla tenía la tasa de mortalidad infantil más baja de América Latina con 3.76.

Cuba, con una población de 6 millones 630 mil 921 habitantes en 1958 disponía de 35 mil camas de hospitales, un promedio de una cama por cada 190 habitantes, cifra que excedía la meta de los países desarrollados de esa época de 200 personas por cama de hospital, y un promedio de un médico por cada 980 habitantes, superada en América Latina sólo por Argentina con uno por cada 760.

Cuba ocupaba en el año antes mencionado el lugar número 33 entre 112 naciones del mundo en cuanto a nivel de lectura diaria, con 101 ejemplares de periódicos por cada mil habitantes.
Tan sólo en materia de artículos suntuarios, Cuba poseía en 1959 un radio por cada cinco habitantes, un televisor por cada 28, un teléfono por cada 38 y un automóvil por cada 40 habitantes, según el Anuario Estadístico de Naciones Unidas.

La fuerza laboral era en 1958 de 2 millones 204 mil trabajadores. La tasa de desempleo de esa fecha era del 7.07%, la más baja de América Latina, según datos del Ministerio del Trabajo de Cuba. Cifras de la OIT nos muestran que  ocupaba el lugar número 8 en el mundo en el pago de salarios a trabajadores industriales y el número 7 en salarios a trabajadores agrícolas.

Así que dejémonos de monsergas y pongamos los puntos sobre las íes. El país no ha avanzado más por la revolución, no ha generado dinero para emprender importantes reformas estructurales y mucho menos para modernizar el país, estancado en los mediados del siglo XX, viviendo de glorias pasadas.

A Fidel Castro solo le interesó gastar dinero en promover su figura, como cuando fue líder en los NO Alineados, y en meterse en guerras que nada tenían que ver con Cuba, pero que le permitieron jugar a los soldaditos en un tablero instalado en una amplia sala,  creyéndose un Napoleón.

Si alguien se pregunta por qué hay una muchedumbre exultante en la calle Ocho de Miami, abrazándose, en un corro que se desbanda y vuelve a unirse porque se siente renacer, no tiene más que hacer el recuento de lo escrito aquí. Y aunque son conscientes que nada va a cambiar en Cuba como para permitirles volver a su tierra rodeada del amargo azote de la sal, les resulta suficiente unir sus manos y sentir que se acercan de cierto modo al caimán verde y quieto que reposa en el Caribe y a los que viven allí.


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