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sábado, 18 de junio de 2016

GRIBALTAR Y LA INDESEADA VISITA DE DAVID CAMERON



Por Mirta Balea

La visita reciente del primer ministro inglés David Cameron a Gibraltar no ha sentado bien a las autoridades españolas, aunque hay que decir que la protesta ha sido moderada y no ha trascendido el marco de una intervención televisiva breve del presidente en funciones Mariano Rajoy.

Lo que quiero decir es que los despachos de Downing Street no han temblado y ni siquiera han respondido la queja. Cameron corría al peñón para solicitar el apoyo de los "llanitos" ingleses para que Reino Unido no salga de la Unión Europea si, como todas las encuestas indican, triunfa el exit en el referendo de remain o live convocado por él para el próximo miércoles.

Ningún primer ministro británico había puesto los pies en la Roca desde 1968, cuando lo hizo Harold Wilson. Todo el programa de mítines y encuentros se vio frustrado en esta ocasión y pudo rebajar la tensión -que ciertamente no se sintió- entre Reino Unido y España con la muerte de la parlamentaria Jo Cos, asesinada por un extremista y exaltado al grito de "¡Gran Bretaña, primero!".

Ambas potencias mantienen un contencioso sobre ese territorio desde hace tres siglos en que el tratado de Utrecht del siglo XVIII decidió que formaría parte de Inglaterra dentro de la jurisdicción española. España siempre ha pensado que Gibraltar le pertenece.


Algunos desaprensivos, como sería mi caso, podrían acusar al primer ministro de ser directamente responsable de haber provocado la muerte de Cox. Cameron ha seccionado el país al menos en dos ocasiones, dando pábulo a los extremistas y separatistas. Lo primero fue el referendo sobre la salida de Escocia del Reino Unido, que ganó por los pelos, y lo segundo, el referendo actual bautizado como brexit.

Viendo las imágenes con las entrevistas a testigos del asesinato me he enterado que el extremista le pegó a Cox antes de dispararla y luego acuchillarla en plena calle. Me devanaba los sesos porque todo indica que los viandantes se separaron o huyeron del escenario dejándola a merced de su verdugo y me preguntaba a dónde ha ido a parar en nuestras sociedades, la dignidad y el decoro y, sobre todo, el valor de enfrentarse a lo que está mal.

Elementos circunstanciales aparte, el contencioso sobre Gibraltar proviene de un simple acto de piratería del almirante Rooke. Por la historia sabemos que los ingleses instituyeron y desarrollaron esta forma de "pacificar" con cañoneras a territorios que se le resistían en el siglo XIX, cuando Francia entró en decadencia e Inglaterra ocupó su lugar en la rapiña del mundo. 

Los 6 kilómetros cuadrados de superficie gibraltareña se hallan sobre un peñón calcáreo de 425 metros de altitud, desde el que se domina totalmente el Estrecho y esta es al parecer su importancia estratégica por ser una vía para el comercio por mar, más que una base militar, que dejó de tener importancia en 1984.

El nombre de Gibraltar es inglés, antes se conocía como la Roca de Taric, un general moro, que la conquistó en el 725 y la retuvo en manos musulmanas hasta 1462. En esa fecha, fue incorporada a la Corona de Castilla. A los ingleses le vio la idea de quedarse con ella cuando el lord protector y fundador de la República, Thomas Cromwell, dijo que sería de gran ventaja para el comercio inglés. 

Las tésis de Cromwell se tradujeron en la Guerra de Sucesión, que estalló cuando Luis XIV intentó que los Estados Generales reconocieron los derechos de su nieto Felipe, duque de Anjou, rey de España, al trono francés. Los reinos europeos fueron contrarios a una alianza de esta naturaleza y en 1702, ingleses, holandeses y austríacos firmaron la Gran Alianza, a la que sumó después Portugal, contra el predominio de los Borbones.

El asedio inglés a Gribraltar dio inicio a mediados de 1702, con las cañoneras inglesas enfiladas a los españoles, que terminaron por rendirse. Los "llanitos" sobrevivientes tenían dos opciones y solo dos, irse, lo que hicieron algunos a la vecina San Roque, o reconocer el predominio de los Habsburgos sobre el peñón con un juramento de lealtad a Carlos III. El territorio comprendía en ese momento la comarca costera de la bahía de Algeciras. Rooke había tomado posesión de la plaza no en nombre del archiduque Carlos, a quien debía obediencia sino a favor de su graciosa majestad inglesa la reina Ana.

En el tratado de Utrecht se reconoció la conquista de Gibraltar, con la salvedad de que el dominio inglés no se extendería a las aguas circundantes del estrecho y habría dos dependencias, la inglesa y la española.

 "El Rey Católico, por sí y por sus herederos y sucesores, cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillos de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas que le pertenecen [...] para evitar cualquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías [...] dicha propiedad se ceda a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra. Y como la comunicación por mar con la costa de España no puede estar abierta y segura en todos los tiempos, y de aquí puede resultar que los soldados de la guarnición de Gibraltar y los vecinos de aquella ciudad se ven reducidos a grandes angustias, siendo la mente del Rey Católico sólo impedir, como queda dicho más arriba, la introducción fraudulenta de mercaderías por la vía de tierra, se ha acordado que en estos casos se pueda comprar a dinero de contado en tierra de España circunvencina la provisión y demás cosas necesarias para el uso de las tropas del presidio, de los vecinos y de las naves surtas en el puerto. "

España no cejó por esto en su empeño de recuperar Gibraltar y puso el peñon en asedio en el siglo XVIII al menos en tres ocasiones. Con la paz de Versalles de 1783 entre Francia e Inglaterra, desistió de su reivindicación a favor de recobrar Menorca, la Florida, la costa de Campeche y Honduras.

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Una epidemia de fiebre amarilla en 1815 diezmó a los ingleses en el peñón y los españoles ofrecieron su ayuda y trasladaron a los enfermos para ser curados a una zona neutral dentro de su propio territorio, construyeron barracas y hospitales para atenderlos. Londres aprovechó esto para practicar su política expansiva y en 1908 levantó una verja cogiendo esa parte para separar aun más a España de la Roca. 
.En 1938, con la guerra civil en marcha, tuvo otra ocasión que no desaprovechó y construyó en el área neutral el Aeropuerto. 

El territorio tiene en la actualidad más empresas que habitantes, monopoliza el negocio del juego, el contrabando de todo tipo de mercancías, incluido el petróleo, suministra ilegalmente crudo a naves en alta mar, blanquea dinero y es un auténtico paraíso fiscal para las élites españolas. A pesar de que España ocupó un sillón en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas durante el mandato de Rajoy dejó pasar la ocasión de replantear sus demandas sobre el Peñón.

Gibraltar no ha dejado de ser nunca una colonia, y pasó como otras por un supuesto proceso de descolonización a mediados del siglo XX. El gobierno británico contrarrestó repoblando el territorio para legitimar su supervivencia como potencia colonial en las mismas barbas del organismo internacional. En una resolución, le habían instado a iniciar conversaciones con España, sin que se hablara de independencia en ese escrito..


La promulgación de una Constitución para la colonia en 1969 decidieron al gobierno de Madrid a aplicar el tratado de Utrecht y cerrar la verja, que se reabrió en 1985 con el gobierno socialista de Felipe González.

Desde entonces, el Peñón ha pasado de ser una base militar, reduciendo los ingresos por esa vía del 60% a un 7%,  para convertirse en un antro de narcotráfico, corrupción y otras lindezas. La política exterior de otro socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, trajo el desinterés por negociar la soberanía española y dio entrada como interlocutor al gobierno de Gibraltar sobre cualquier negociación de derechos sobre la colonia inglesa.

España no ha sabido o no ha querido defender su heredado contencioso sobre el Peñón, al menos no como lo hicieron los ingleses en los años 80 del pasado siglo cuando la junta mlitar Argentina quiso quedarse con las islas Malvinas, distante de Londres unos 10 mil kilómetros. El gobierno de Margaret Thatcher, apoyado en su revindicación por Estados Unidos (que aportó Inteligencia) y los chilenos, plantó cara a los generales golpistas y hundio el buque Belgrano para hacer valer sus derechos sobre el invadido por los argentinos, que tienen también su contencioso sobre el tema.

Thatcher, llegados a este punto y a pesar de herir el corazoncito de los pacifistas progres, hundió el buque al más puro estilo de las cañoneras del siglo XIX ante lo que Londres consideró un atropellos "de sus derechos".

El gobierno español, que tan "enojado" se ha mostrado por la visita de Cameron, podría haber cerrado la verja en signo de protesta, pero no lo hizo, porque aquí juega que España, al tener un ejecutivo en funciones, tiene una marcada debilidad institucional. Quizás Rajoy evaluó que Londres protestaría porque la acción no estaría protegida por los tratados europeos de libre circulación.

El tema de Gibraltar es muy complejo, como puede verse, y nadie tiene la varita mágica, que garantice una solución en un futuro inmediato. Quien sabe si el brexit podría traerla en caso de que los ingleses opten por salir de la Unión Europea. Pero como dije antes, Cameron está en un lodazal del que no sabe cómo salir, porque de darse esta contingencia, Escocia y Gales podrían plantear realizar sendos referendos porque ellos sí "se sienten europeos".

Personalmente, creo que Cameron decidió ambos referendos porque desde el inicio el ala más halcónica de su partido conservador pide su cabeza y él intenta mantenerla donde está ahora, líder de la formación. Tanto si el brexit saca a Reino Unidos del club europeo, en lo que necesitaran por un tiempo de sus buenos oficios porque el proceso tardará al menos dos años, como si se quedan, que hará de su liderazgo papel mojado, el primer ministro no lo tiene fácil.


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