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martes, 21 de junio de 2016

LOS CANDIDATOS A LA PRESIDENCIA ESPAÑOLA ARAÑAN VOTOS EN LA ULTIMA SEMANA PARA LAS ELECCIONES




Por Mirta Balea

El poder, una vez adquirido, no necesita justificación para manifestarse, todo lo que requiere es legitimidad. Permanecer investido de la autoridad conferida exige el respeto a la persona y a la entidad que representa. Una vez que se pierden ambas cosas resulta imposible seguir siquiera de manera derivativa o puramente funcional.

En España conocemos el mejor ejemplo de esto: el Partido Popular (PP), atenazado por tramas de corrupción, que no solo han debilitado a la entidad en Madrid y Valencia sino que salpican al propio centro, el presidente Mariano Rajoy, que entre 2012 hasta 2016 mantuvo un gobierno de mayoría absoluta, que jamás contó con otras fuerzas para lanzar leyes o gestionar la crisis económica, y sigue en funciones.

El voto plural nacido de las elecciones del pasado 20 de diciembre no resultó sabiamente entendido por los principales líderes políticos para formar un nuevo ejecutivo y esto ha llevado al país a nuevas elecciones el próximo 26-J.

Podemos votó junto al PP contra el candidato socialista Pedro Sánchez porque los de la izquierda no querían un gobierno en el que ellos no tuvieran importantes sillones de mando como la vicepresidencia, el control de los medios y de la Inteligencia o los ministerios de Defensa, Interior y Justicia, entre otros. Ahora el discurso es otro porque los sondeos colocan a la coalición con Izquierda Unida, Unidos Podemos, en segundo lugar, por encima del PSOE.

Rajoy abusó de su mayoría y consideró e hizo sentir al resto de fuerzas parlamentarias como meros observadores de su gestión, imbuido de que sabía lo que había que hacer para sacar a España de la mayor crisis económica de su historia y que derivó - ante los recortes ordenados por Bruselas, que afectaron el consumo, los servicios sociales y sanitarios- en una crisis político-social, que trasciende el mero marco económico.

La pluralidad de votos surgida por primera vez en democracia en las elecciones de diciembre es el efecto directo de la entrada en el juego nacional de partidos o entidades políticas como Ciudadanos y Podemos y con ellos sus promesas de cambio y regeneración democrática, con programa propios y diferentes en el tratamiento de los problemas.

Se machacó mucho en eliminar los bloques, entendiéndose como PP y PSOE ( que siempre paraba los pies a la derecha) y la gente votó en consecuencia, pero ahora nos hallamos ante un escenario igual de bipolarizado, situando como novedad en los extremos al PP y Unidos Podemos.

Los discursos de los 4 candidatos a la presidencia en la campaña actual nos muestran el camino. Ningún bloque del abanico político nacional tendrá mayoría si nos guiamos por los sondeos de opinión, así que pactar se impone, como debe ser en un sistema parlamentario NO presidencialista.

Rajoy advirtió la víspera que no se presentará a la investidura si no tiene los apoyos necesarios en el Congreso, repitiendo lo de escurrir el bulto como hizo en las pasadas elecciones, como en una rabieta pre-adolescente. Como la fórmula tiene una nueva interpretación con la llegada de Unidos Podemos al segundo lugar del escalafón de favoritos, el líder de los populares llama a concentrar el voto en su partido y lanza la amenaza sobre los indecisos, una tercera parte nada desdeñable del electorado.

Unidos Podemos, que bloqueó la investidura de Pedro Sánchez en la legislatura fallida de los últimos cuatro meses, ahora sí cree que se impone un acuerdo con el PSOE y se comporta ante esto con la ansiedad propia de un matón. Emplea una fuerza extrema para colocar contra la pared a los socialistas y hacerlos inclinar la cerviz ante ellos.

Resulta divertido observar como el líder de Unidos Podemos, Pablo Iglesias, cada vez que aparece en televisión, suelta el latiguillo de que "él sabe que hay muchos votantes socialistas que desearían ese acuerdo". Esto se llama crear un estado de opinión. 

A esto se suma la violencia callejera de lo piquetes de llorones y de huelguistas del último mes en diversos puntos de la geografía española dirigidos especialmente contra PP y Ciudadanos. El latiguillo y estos comportamientos son suficientes para mantener su presencia en la mente de sus votantes. El poder, como lo he visto y vivido, necesita una masa cada vez más creciente que le apoye, sería inconcebible su existencia sin esa agitación consciente y artificial de grupos cada vez mayores. Esto que ocurre le daría el nombre de manual del izquierdista reivindicado. 

Estadísticas conocidas -y poco divulgadas- de esta misma semana reflejan que el 53% de los votantes socialistas no quieren acuerdo alguno con Unidos Podemos y que el 56% de los votantes no ven a Iglesias como presidente de España. Pero él sigue en pos de una última certidumbre de destrucción del PSOE bajo ciertas circunstancias calculadas, con el objetivo último y único -muy legítimo por cierto- de conquistar el poder.


Ha faltado en esta campaña un mea culpa de Rajoy por la corrupcion injertada en su partido como mala hierba. Lo óptimo sería que pasara a la oposición y se regenerara en los próximos 4 años para ser una alternativa creíble, aun cuando gane más escaños o votos el 26j. Es lo que ha dicho Ciudadanos al pedirle que se eche a un lado. En cambio, lo encontramos parapetado tras su candidatura contra viento y marea, dando malos ejemplos de nuevo al llevar a Rita Barberá en la lista al Senado, un personaje como mínimo responsable político de la debacle del PP en Valencia, que ha salpicado y mucho a la propia sede.

Sánchez pudo decirlo más alto, pero no más claro. Rajoy debió renunciar en el mismo momento en que se publicaron los llamados papeles del ex-tesorero del PP, Bárcenas, al que el propio presidente envió un sms de apoyo cuando ya estaba en la cárcel y que le colocó bajo sospecha al declarar que había recibido más de 200 mil euros en dinero negro.

Rajoy arrastra una frustración, la de no repetir limpiamente mandato como hizo en su momento José María Aznar. No contaba con que la pinza lanzada por sus "genios de la comunicación" de aupar moderamente a Podemos para desbancar a su enemigo de siempre, el PSOE, se saldría de madre. Puede que piense que tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe y en unas terceras elecciones las cosas cambien. 

Unidos Podemos ha eliminado de su discurso temas espinosos como el de Venezuela y Grecia, antes ejemplos a seguir, banderas de sus intenciones de cambio del sistema en España, o el comunismo, aunque con gran coherencia logró formar alianza con Izquierda Unida y formar la coalición Unidos Podemos para el 26j.

Sánchez ha calificado con acierto los giros habituales en el discurso de Iglesias al llamarlos sus "juguetes rotos". Podemos, con apenas tres años a lo sumo de actividad, es un haz de ramitas en las que vemos comunistas, antisistemas, nacionalistas y otras tendencias; lo que no vemos es socialdemócratas o moderados de izquierda. 

Unidos Podemos ha copado tanto y en tan poco tiempo el espacio de la socialdemocracia, correspondiente al PSOE por derecho propio, que ha empezado a venderse ahora, en las dos últimas semanas, como una fuerza socialdemócrata para captar el voto de algún que otro indeciso o -su gran esperanza- la base socialista.

Sus votantes dicen saber lo que votan. Su caladero son jóvenes entre 18 y 30 años. Puede que crean tener una comprensión de los acontecimientos y un control sobre su fluir, pero en realidad no lo tienen.

Ha habido en la historia formas homicidas de resolver los problemas, que pueden sorprender a los más jóvenes. Recordaré uno de esos extremos, la crisis del desempleo de la Gran Depresión que se resolvió con la Segunda Guerra Mundial. Hasta una fecha tan temprana como 2013, Iglesias hablaba de políticas comunistas, de la salida de España de la Unión Europea y del euro, de la OTAN, un discurso que puede retomar una vez en el poder.

Nada convendría más que el aislamiento de España a una coalición de fuerzas interesadas en controlar todas las instituciones al más puro estilo de los regímenes totalitarios. Espero que los jóvenes votantes de Unidos Podemos se hayan molestado en leer la historia porque lo de empeñarse en sostener el vaso con auténtico machismo de clase obrera resulta anacrónico. Como diría Aristóteles, lo que podemos hacer, podríamos también no hacerlo.

Iglesias aboga con claridad por la desaparición del PP, deseo difícil de conceder hasta por el hada madrina de Cenicienta, porque la derecha no desaparecerá del panorama político nacional a no ser que se implante el régimen de partido único. El PP sigue siendo el más votado, les guste o no, y son millones de personas las que se sienten representadas por esta entidad en el Congreso.


Este es el mejor momento para que el PP rectifique y se olvide de salvar el pellejo de Rajoy. Ciudadanos y PSOE lo tienen muy claro, Unidos Podemos no debería gobernar porque entraríamos en una espiral incontrolable. Rivera propuso hoy que el día después de las elecciones se sienten a dialogar los partidos constitucionalistas. Y esto es a lo que teme la formación de Iglesias porque si en ese encuentro se alcanza un acuerdo de gobernabilidad quedaran fuera del tablero de ajedrez. Este pánico inundó hoy el debate televisivo del programa Al Rojo Vivo.

Uno de los invitados al programa de la Sexta era Carolina Bescansa, de Unidos Podemos, a quien se le vio histérica al no poder convencer a Antonio Hernando, del PSOE, de que debían pactar con ellos y que "el enemigo común" es el PP. ¿Qué pasaría si Sánchez se presentara a la investidura y obtuviera los votos a favor de Ciudadanos y de la parte de diputados del PP necesaria estrictamente para hacer esto posible? El pánico es auténtico, sobre todo después de pasarse toda la campaña diciendo que solo hay dos alternativas: un gobierno del PP o uno del cambio de PSOE y Unidos Podemos, descartando cualquier otra salida. 

Algunos medios hablan de que el gobierno que salga del 26j será de corta duración legislativa porque lo haría en minoría. Eso no conviene tampoco a España, necesitada de estabilidad política para poder acabar de salir de la crisis. Entender esto es de importancia capital para el futuro del país.

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