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viernes, 24 de junio de 2016

REINO UNIDOS DICE BYE BYE A EUROPA



Por Mirta Balea

Reino Unido ha dado un portazo a la Unión Europea al decidir separarse del club que contribuyó a construir hace más de 40 años.

El primer ministro británico David Cameron había abierto en febrero pasado la Caja de Pandora cuando presentó en Bruselas el hecho consumado del referendo conocido como Brexit y prometió que trabajaría porque Reino Unido se quedara en la UE. Era la reacción de un político que proponía soluciones ficticias a problemas muy reales.

La excepcionalidad británica, que ha regido este largo matrimonio, se consolidó de nuevo en menos de 40 horas con un acuerdo por el que Londres consolidaba su estatuto especial. Ningún país ha acumulado tantas excepciones en Europa.

Los socios ofrecieron a Cameron, a cambio de su publicidad porque Reino Unido se mantuviera dentro de la UE, concesiones que dinamitaron los principios fundamentales por los que se ha regido hasta ahora: discriminar a los trabajadores en función de su pasaporte para intentar limitar la inmigración.

Cameron ha cargado contra Bruselas en los últimos cinco años poniendo palos en la rueda de la integración, sembrando discordia entre los líderes e instituciones en medio de la mayor crisis económica y política y de refugiados de los últimos tiempos. No veo cómo podría convencer a sus seguidores de que votaran por la permanencia, lo que me parece es que con el brexit quemó toda posibilidad de entendimiento.

El acuerdo del pasado febrero quedaría en si mismo destruido -según una cláusula- si la decisión de los británicos fuera salir , como así ha sido este jueves, y que este proceso sería automático, lo que resulta lo más aconsejable.

Cameron ha dicho esta mañana que seguirá en su puesto hasta octubre cuando otro miembro del Partido Conservador asumirá sus funciones para llevar adelante el proceso de salida que puede durar dos años. Se habla de que el nuevo ocupante de Downing Street podría ser Boris Johnson un euroescéptico visceral como más de la mitad del partido Conservador o Tori.

Las cifras reflejan que los jóvenes (73 %) votaron permanecer en la UE, lo mismo que las ciudades principales, como Londres, en donde se registró un 60 % de votos por la permanencia, un poco más se registró en Escocia, Irlanda del Norte y norte de Gales. Fueron las zonas rurales y los mayores de 65 los factores que inclinaron la balanza hasta un 52% de favorables a salir. El margen es pequeño, pero suficiente para una decisión.

Si desgranamos el voto en cuanto a valores políticos e ideológicos, vemos que el 59% de los conservadores y el 90% de los populistas, tanto de izquierda como de derecha, votaron salir de la UE. Los europeístas se pueden dividir entre demócratas liberales y laboristas con el 75 y el 69%, respectivamente.


Si algo se impone tras esta ruptura británica, aunque podría denominarse mejor inglesa, es que la salida deberá ser rápida. No parece necesario agotar los dos años preceptivos considerados en los tratados de la Unión. Otra cuestión es que el divorcio sea amistoso para que ninguna de las partes se haga daño.

La UE quedó establecida mediante Tratado en 1993 sobre tres pilares pre-existentes: Comunidad Europea del Carbón y el Acero, Comunidad Europea de Energía Atómica y Comunidad Económica Europea, a la que se le sumaron  la política exterior y la cooperación judicial y policial.

Cuando las bases que le dieron vida fueron establecidas, los países fundadores: Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y Países Bajos habían salido de dos guerras mundiales, que le habían debilitado económica y políticamente, y necesitaban desesperadamente la paz y la estabilidad para renovar el comercio e invertir en derechos humanos. Pero desde entonces se han registrado en el mundo muchos cambios, que han afectado a los propósitos originales del proyecto de integración.

El expresidente español Felipe González lo dijo con claridad meridiana esta mañana: Cameron incendió su casa y quiso salvar los muebles y se ha quedado sin casa y sin muebles. Pasará a la historia como el líder que, a pesar de mostrarse como un europeísta convencido, sacó a su país de la UE y apretó el botón del riesgo.

Cameron abdicó de sus responsabilidades al convocar el referendo. Hizo dejación de sus funciones políticas y traspasó a los británicos la solución de un problema que debía resolver él y nadie más que él. La democracia participativa está bien, pero no debe sustituir a la democracia representativa. Los referendos deben ser excepcionales y tasados.

Cameron ha conseguido por segunda vez, en menos de dos años, dividir al país. La primera fue con el referendo sobre la independencia de Escocia, que ganó por los pelos. Quizás pensó que el brexit tendría iguales resultados. La situación sobrevenida le pega un bofetón a la sociedad comunitaria europea y la libra esterlina se desplomó a niveles de 1985.

La Unión Europea figura en el plano mundial como un bloque económico importante y lo seguirá siendo a pesar de la salida de la segunda economía del grupo. A partir de ahora deberá proteger mucho más la libre circulación de ciudadanos, de mercancías y de servicios y sobre todo redefinir el proyecto, defenderlo, y no solo en lo económico.

El Reino Unido se las verá con un competidor fuerte en Europa, que encajará el golpe de la ruptura con mayor o menor rapidez, y por eso desde la gran isla se llama a otros estados del Club de los 27 a irse también. A algunos no parece necesario agitarlos mucho, son los casos de  Holanda, Dinamarca y Hungría. Se mire como se mire por algunos, la integración ha sido el proyecto de mayor trascendencia histórica, el mayor espacio de paz y libertad de la humanidad desde la II Guerra Mundial. 

Hay que decir que dentro de las fronteras  británicas, Escocia e Irlanda del Norte abogan por un referendo que les permita permanecer en la UE como estados independientes. Esto será en el futuro un nuevo dolor de cabeza para el partido de Cameron.

Con esto en mente, la cumbre de los 27, los próximos 28 y 29 de junio, debería abordar la necesidad de dar un nuevo impulso al proyecto de unión para que el desencanto no prime sobre los valores construidos durante estas décadas. Esta es una oportunidad de cambiar para mejor. Europa debe continuar siendo relevante en un concierto en el que se estrenan en la lucha por los mercados otras fuerzas económicas emergentes.

El denominador común de los estados que desean salir de la UE es que ven su riqueza como algo estrictamente del esfuerzo de sus países y que tienen por que compartir con otros por un bien común, al dar preferencia a sus intereses locales, en un mundo cada vez más globalizado, en el que las luces largas tienen que estar permanentemente encendidas, entran en el salón del maquillaje. Lo que se impone es no crear un problema inexistente porque luego no habrá manera de gestionar. 

El Banco Central Europeo tiene intenciones de cumplir su compromiso de vigilancia de los mercados y ha decidido suministrar liquidez adicional a sus miembros ante la situación surgida por la salida del Reino Unido. Por la misma razón, el Banco de Inglaterra ha dado un paso similar para favorecer las finanzas internas.

El sistema bancario resulta siempre el mas defenestrado en tsunamis financieros como el que vive hoy la bolsa, que ha caído con mucha velocidad, aunque los especialistas señalan que en pocos días se calmará.

Es la reacción de pánico propia del primer día, siempre brusca. Los inversores se van al dinero seguro, el bono alemán, y al dólar como moneda refugio. De ahí que repunten las primas de riesgo periféricas y el IBEX 35 como lo hizo en 1997 y 2008 caiga en un 11%. Este índice lo conforman en su mayoría bancos, como los trasatlánticos BBVA y Santander, que oscilan entre un 16  un 20% de pérdida. Contrario a lo que ocurre en la bolsa británica, en la que priman las empresas de minería y petróleo.

Hay un movimiento de sosiego de parte de los distintos líderes europeos ante este punto de inflexión en el proyecto común que, sin embargo, no acaba de calmar a los ciudadanos. Todos saben que el talón de Aquiles han sido las fuertes oleadas de inmigrantes, en su mayoría sirios, de los últimos meses. Un problema que Bruselas cometió el error de encerrarlo en las fronteras turcas, como si se tratara de aislar un virus.

Para quitarse de encima su responsabilidad jurídica y humanitaria de proteger a toda esta gente, prometió al gobierno de Ankara que si aceptaba quedárselos, Turquía, un país musulmán y que limita con Siria, entraría a formar parte del Club de los 27. Nadie siente lástima ni se preocupa por gente que no conoce y los ciudadanos, incluso los más progresistas, se sintieron aliviados momentáneamente con la medida.

El presidente español en funciones Mariano Rajoy ha sido de los primeros líderes europeos en hacer  hoy una valoración del brexit en cuanto a lo que puede afectar a su país. Ha pedido serenidad y tranquilidad argumentando que están cubiertas las necesidades financieras porque el sistema está saneado y las cuentas se han equilibrado.










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