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sábado, 9 de mayo de 2015

¿Seguirá o no el Reino Unido en la Unión Europea?

David Cameron, el ganador.
Por Mirta Balea

Para la Unión Europea resultaría una debacle sin paliativos enfrentarse a las consecuencias de que 35 millones de británicos dejasen de formar parte del Club de Bruselas.

Desde la firma del Tratado de Roma en 1957, con el que quedó constituida la Comunidad Económica Europea (CEE) siempre se ha visto el tema de la secesión como un asunto que no afectaría demasiado, ni al euro, ni al tratado de libre circulación de Schengen u otros, ni a la recuperación económica, que enfrenta aún algunas dificultades. 

El inesperado resultado en las elecciones de este jueves en el Reino Unido que ha dado mayoría absoluta a los conservadores de David Cameron, con lo que repetirá en el cargo de primer ministro, hace presumir que mucho ha tenido que ver en la inclinación de la balanza su promesa de realizar para 2017 un referendo sobre permanencia británica en la UE y el prometido cierre de fronteras para disminuir la inmigración.

Nadie puede obviar que Cameron ha sacado al país de la recesión y elevado el nivel de vida. Así que eso ha afectado también al resultado de contar con un 36,9% del electorado, lo que pone en sus manos 331 escaños parlamentarios.

La hipotética salida de la UE tendría lugar dos años después de la notificación formal, según las normas de Bruselas. A esto se opone la City o el sector financiero, que quedaría muy vulnerable ante esa decisión.

Un reingreso de los estados salientes no se ha contemplado en las normas y en todo caso merecería de facto una renegociación, en opinión de algunos expertos. Lo que si resulta innegable es que respecto a su estatuto oficial ante el mundo, el Reino Unido quedaría en un limbo en caso de pedir la salid de la UE desde la realización del referendo en 2017 y que sea oficial dos años después.


La City londinense alberga 250 bancos europeos con 160 mil empleados. El mayor de todos, el HSBO, ha amenazado regresar a Hong Kong si el Reino Unido sale de la UE y se vaticina que el resto hará también las maletas.

Las cifras son muy desiguales a favor de Bruselas. Reino Unido aporta 12 mil millones de libras anuales a las arcas europeas, pero recibe mucho más de Europa, su mayor socio comercial, que aporta al Producto Interno Bruto británico un 5%, es decir, 78 mil millones de libras anuales. La mitad del intercambio tiene lugar con dos pesos pesados: Francia y Alemania, nada partidarios de echar por tierra lo que ha llevado tantas décadas construir.

En cuanto a su promesa sobre cortar la inmigración, en al menos 100 mil personas anuales, los extranjeros siguen siendo una cifra menor que la de los británicos que salen al exterior en busca de mejores opciones, la mayoría con destino a países vecinos y miembros de la UE.

La curiosidad mayor en estas elecciones ha sido la dimisión en cascada de los líderes de los partidos laborista, liberal demócrata y el eurófobo UKIP.

El laborista Ed Miliband, que hasta el último momento confió en las encuestas que le igualaban en voto con los toris, terminó con 48 escaños menos que en 2010.

El liberal demócrata Nick Clegg tuvo también su varapalo al perder 49 escaños respecto al 2010. El líder del UKIP, Nigel Farage, contaba hasta ahora con dos diputados y ahora solo le quedará uno.

La única que mantiene su puesto es Nicola Sturgeon, del Partido Nacionalista Escoces, que de 59 escaños se ha quedado con 56. Esto le ha hecho replantearse la posibilidad de un nuevo referendo sobre la independencia de Escocia (hubo uno en 2014 que perdieron) porque el resultado de las elecciones no inclina la balanza hacia esa decisión, así que al menos que la situación política de un vuelco inesperado, la amenaza secesionista se ha estancado de momento.

Europa no es más que dos guerras mundiales en el siglo XX, un laberinto de fronteras y pueblos construidos sobre imperios finitos y con unos nacionalismos tan complejos que hace difícil definir que país se enfrenta a cual o saber cuales lo harán en el futuro.

Hubo ampliaciones del Club entre 2004 y 2007 como colofón de conflictos iniciados con la Primera Guerra Mundial, pero aún permanecen sin resolver reclamaciones regionales y étnicas de, al menos, 12 países.

La independencia de Argelia en 1962 provocó su salida de la CEE y no se ha producido desde entonces reclamación alguna para volver. Figuró en los tratados hasta Maastricht, firmado en febrero de 1992, porque Argelia formaba parte de Francia  como Departamento, treinta años después de la liberación.

Groenlandia se fue en 1985 por referendo, aunque sigue perteneciendo a Dinamarca, miembro de la UE, por lo que no es un caso cerrado.

La unificación alemana produjo ajustes jurídicos y como en los casos anteriores hubo que retocar tratados. Un reingreso de los estados salientes, sin embargo, no está contemplado y en todo caso merecería una renegociación.

Los principales movimientos independentistas en Europa hasta 2014 están en Escocia e Irlanda del Norte, dentro del Reino Unido; Bretaña, en Francia; Flandes, en Bélgica; Padania, en Italia; y Cataluña, en España.

El derecho internacional avala dos principios incompatibles: el derecho a la autodeterminación de los pueblos y el respeto a la integridad de los Estados existentes. Escoceses y catalanes evocan el primero de estos derechos, contenido en la Carta de las Naciones Unidas, en dos resoluciones de su Asamblea General y en varios pactos internacionales.

El derecho a la autodeterminación nació y solo es explicable a través de pueblos dependientes por estar en una situación colonial o bajo una invasión militar. Así que para conlleva a minorías nacionales dentro de un Estado a no ser que carezcan de instituciones democráticas o sean tratadas con discriminación.

El contrato social no puede renegociarse cada vez que alguien le venga en gana, aun cuando tenemos el derecho a intentar superar el modo en que funciona el Estado a que pertenecemos.

 Europa no es una etnia, ni una comunidad culturalmente integrada, y no podemos pensar que vivir en un país democrático con otras culturas, credos políticos y religiosos o étnicos nos da el derecho a prescindir del diálogo y la negociación para entendernos.

El concepto de ciudadanía en democracia no radica en una identidad nacional, sino en la socialización a través de una cultura política común con iguales derechos y deberes para todos.

La aldea  o sociedad global como se ha dado en llamar a esta forma compleja de vida desarrollada por los humanos no garantiza la homogeneidad, más bien lo contrario. Pertenecer a una minoría no denigra si se tienen iguales derechos, como deberes, sin discriminación.

En Europa coinciden, en la actualidad, lo importante y lo urgente. Los populismos se alzan en el norte inclinados a la derecha y en el sur a la izquierda y nos dan dos aspectos del futuro continental.

De un lado persisten los austeros a ultranza, que solo buscan salir de la crisis, controlar las cuentas, pagar la deuda a como dé lugar, y del otro, la destrucción del proyecto europeo porque si hay que sufrir tanto no vale la pena.

Los radicales intentan agruparse. El Frente Nacional, de Francia, intenta llevar a su seno a los holandeses e italianos, y el UKIP británico a los nórdicos. Tanto si son ultraizquierda como derecha extrema, tienden a acabar con todo lo que no les gusta e instalarse en el tren ignorando al resto de pasajeros.

La inmigración, el desafío de acabar de fraguar la unidad continental y el ascenso de las fuerzas eurófobas han dejado su impronta en la mayoría de elecciones realizadas en los países europeos en los últimos cinco años.

La estrategia Cameron de tocar dos aspectos vulnerables como la salida de la UE y la inmigración le ha valido, y mucho, ganar por mayoría las elecciones. Otra cosa es si podrá cumplir con sus compromisos ante los británicos.








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