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domingo, 17 de mayo de 2015

El Papa Francisco y la paz en el Medio Oriente

El papa Francisco

Por Mirta Balea

Los evangelios del Nuevo Testamento, como otros escritos que forman parte de la historia sagrada del cristianismo, han resultado ser un gran manto elaborado a partir de parches de telas diferentes, pero la inmensa mayoría de creyentes los sigue considerando verdades inmutables. 

Los textos aceptados por la Iglesia de Roma coinciden en decir que los seguidores de Jesús habían huído cuando fue crucificado, así que allí no quedó nadie para dar testimonio de lo que ocurrió o de cómo ocurrió. 

La tradición cristiana asegura que la iglesia del Santo Sepulcro, en Jerusalem, fue erigida sobre el lugar de ejecución de Jesús. En el año 30, que es la época de la que hablamos, era una cantera de piedra caliza llamada Gólgota, un lugar inhóspito, estrecho, porque no tenía más de tres metros de ancho, lo que habría impedido levantar siquiera una cruz y, muchos menos, tres como se afirma.

Los evangelios resultan ser testimonios de oidas, no de testigos oculares, y en muchos aspectos lo que narran no encaja con la forma de vida en esa zona en el siglo I si nos remitimos a los hallazgos arqueológicos.

La historia, como ocurre con la vida, se abre paso y deja al descubierto ciertos engaños, ciertas prácticas perversas, que, en su momento, llegaron a enfermar el cuerpo social; y aún cuando muchos cristianos se resisten a aceptarlo, la Iglesia católica hace ya tiempo exoneró a los judíos de la culpa colectiva por la muerte de Jesús.

Todo empezó en los años 60 del pasado siglo cuando tuvo lugar el Concilio Vaticano II, que realizó el primer intento de corregir la mentira con la declaración Nostra Aetate. Luego Juan Pablo II se convirtió en el primer papa de la era moderna en visitar una sinagoga, la Gran Sinagoga de Roma, donde sus predecesores habían confinado a los judíos hasta el siglo XIX.

Visitó Jerusalém en el año 2000 y rezó ante el Muro de las Lamentaciones, no sin antes abrir, en 1992, las puertas a las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede e Israel.

Hay que decir que Israel no fue recíproco en ese gesto puesto que hasta el día de hoy no han negociado acuerdos bilaterales para permitir a las instituciones cristianas tener propiedades ni acudir a los tribunales, es decir, no les han conferido identidad jurídica.

Pasos similares en el proceso de reparación de errores iniciado por Juan Pablo II, los dió el sucesor Benedicto XVI y todos apostaron porque el papa Francisco haría aún mucho más que ésto.

Habida cuenta de que Buenos Aires tiene la mayor comunidad hebrea del hemisferio sur, cuando era arzobispo de la capital argentina, Jorge Mario Bergoglio, celebró el Rosh Hashaná y el Hannukah en sinagogas locales, expresó su solidaridad con las víctimas del Holocausto judío durante la era nazi y se hizo amigo de un prominente rabino, Abraham Skorka, con quien escribió un libro sobre este tema de la reconciliación : En la Tierra como en el Cielo.

Esta famosa frase procede de los Herméticos, definidos como escritos en griego y latín con las enseñanzas religiosas o filosóficas atribuidas a Hermes Trismegisto, una figura de ficción que engloba a un maestro y a su alumno en las narraciones. Carece de importancia considerarlas religiosas o filosóficas porque las doctrinas eran el medio para ayudar a la fe en aquellos tiempos.

No voy a extenderme en este punto, solo aclarar que los Herméticos llegados a nosotros datan del siglo III de nuestra era. Guiados por la tradición del Timeo de Platón y no por el Nuevo Testamento, los hermetistas creían en el Cosmos como el Dios, no veían a Cristo como el salvador de la humanidad, sino que la propia nous divina proporcionaba al hombre su salvación, que no había que encarnar en la Tierra, sino considerar que como era en el Cosmos era abajo, como en una gran bóveda de conocimiento.

En los Herméticos, si nos tomamos el trabajo de leer los escritos llegados a nuestros días, obtenemos un vislumbre de los talleres que dieron forma a la cristiandad.


La tradición cuenta que Judas se escabulló para hablar con los sacerdotes del Templo que le pagaron 30 monedas de plata por llevar a los soldados romanos hasta el olivar de Getsemaní donde se hallaban recogidos Jesús y sus discípulos.

Judas es la forma griega de Judea y que el nombre del traidor represente un símil resulta muy sospechoso. Si leemos los escritos de Pablo, muy anteriores a los evangelios, no encontraremos mención alguna a un traidor ni que se le identifique como uno de los seguidores de Jesús. 

La similitud -como han probado algunos estudiosos- proviene de un cuento de Zacarías en el Libro de los Reyes de cómo el rey pastor de Israel resultó traicionado por 30 monedas de plata por un hombre que lo señaló con un beso.

En el evangelio de Marcos, Jesús comparece ante el Sanedrín, allí se entrevista con Caifás, y las altas autoridades del Templo realizan un juicio secreto incompatible con las normas de la Torá. Lo hacen con nocturnidad, lo que resulta improbable puesto que los juicios se hacían de día y no queda claro si estos señores tendrían jurisdicción para ésto. Aun así, lo sentencian a la pena de muerte, que en este caso no sería la crucifixión, un instrumento puramente romano, sino a la lapidación.

La decisión de crucificar a Jesús fue de Poncio Pilatos y si revisamos cronológicamente los escritos cristianos veremos que cuanto más avanzamos mejor persona resulta. El ofreció a Barrabás al pueblo judío, como si se tratara de una amnistía, y la gente lo rechazó, como si los romanos realizaran asambleas para saber a quien matar o a quien no.

No hay ningún indicio histórico de una amnistía siquiera parecida otorgada por los romanos a un reo de culpa. El historiador Filón asegura que Pilatos era despiadado y vicioso, ejecutaba a muchos sin juzgarlos e insultaba la fe judía, una y otra vez.

Si prescindimos la proyección histórica que le confiere a Jesús una gran preponderancia, concluiremos que ante los ojos romanos era un hombre más del pueblo y un patricio como Pilatos jamás habría dudado en colgarlo. La pasión de Jesús, no lo olvidemos, apareció narrada entre 20 0 30 años después de su muerte y ante la ausencia de testigos lo lógico sería pensar que la imaginería creó las escenas y diálogos que dieron forma al mito.

Los textos que relatan esta parte de la leyenda, al señalar que los judíos decidieron la muerte de Jesús y no Pilatos porque tenían agravios en su contra, no hicieron más que iniciar lo que hasta nuestros días se ha ido desarrollando como antisemitismo. Para lograrlo no dudaron en reinventarse a Pilatos, cuanto más comprensivo, cuanto más se lavara las manos, más malévolos aparecerían en la historia los judíos. 

Hace un año, el papa Francisco visitó Jerusalem. Entre su cohorte figuraron un rabino y una autoridad musulmana. Allí instó a los líderes de las tres grandes religiones monoteístas a salvar diferencias y dialogar en favor de la reconciliación y la paz en el Medio Oriente.

Habló a las comunidades que "se reconocen bíblicamente como descendientes de Abraham", un patriarca, tan devoto de Dios, que estuvo dispuesto a sacrificar a un hijo en una pira cuando Dios se lo pidió. La Divinidad, en un acto misericordioso, envió a un ángel para impedirlo y en lugar del niño se sacrificó un cordero.

Cuenta la leyenda que Abraham tuvo dos hijos: Ismael e Isaac. El primero, fruto de su relación con la esclava Agar, y el segundo, cuando Dios tuvo a bien concedérselo a la edad de 100 años, con su esposa, Sara, entonces por los 90, al que llamaron Isaac.

Los textos de las diversas religiones difieren en quien fue el llamado por Dios al sacrificio. Como es usual en este tipo de historias, se aprecia una contradicción. Los musulmanes apuestan por Ismael, con 14 años cuando nació el de Sara, y, los cristianos, por Isaac. El primero fue expulsado al nacer el segundo para no menospreciar la maternidad de Sara y salió a vagar con su madre Agar por el desierto. Dios dijo entonces que "de la sierva también haré una nación".

Al cumplirse el primer aniversario de su viaje a Jerusalém, el papa Francisco ha decidido reconocer al Estado Palestino, sumándose a los 130 países que han dado un paso similar, ha recibido este sábado, cuatro días despues, en audiencia privada, al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Hamas, y ha canonizado al día siguiente a dos monjas palestinas.

El reconocimiento del estado palestino ha tenido lugar con un Acuerdo Global, que sustituye al Acuerdo Base firmado en el año 2000 con la Organización para la Liberación de Palestina.

Recordemos que la Asamblea General de la ONU reconoció a Palestina como Estado observador el 29 de noviembre del 2012, un estatuto similar al que gozan Suiza y la propia Santa Sede. Así que el paso dado por el Vaticano tiene el carácter simbólico de tomar en consideración que en los territorios ocupados hay lugares sagrados del cristianismo.

El comunicado sobre el reconocimiento por parte del Vaticano del estado palestino señala que se espera incida "en aspectos esenciales de la vida y la actividad de la Iglesia Católica en Palestina". Lo cual es tanto como decirle a Israel, a un año de la visita a Jerusalem, que se ponga las pilas y comience a dar pasos concretos a favor de las instituciones cristianas en su territorio.

Consultar: http://lasnoticiasdemirta.blogspot.com.es/2012/12/israel-y-la-anp-juego-de-tronos-i.html
http://lasnoticiasdemirta.blogspot.com.es/2012/12/israel-y-la-anp-juego-de-tronos-ii-final.html


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