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viernes, 18 de abril de 2014

El dialogo en Venezuela un camino a ninguna parte


Por Mirta Balea

El diálogo realizado esta semana por una parte de la oposición y el presidente Nicolás Maduro en Caracas en nada ha contribuido a mejorar la situación del país, inmerso en oleadas diarias de manifestaciones desde mediados de febrero pasado.

La máquina represiva se ha mantenido activa todo este tiempo, incluido los dos encuentros de gobierno y oposición, en los que participó el nuncio del Vaticano, Aldo Giordano, como testigo de buena fe.

Giordano no desaprovechó la ocasión para leer una carta del papa Francisco, quien exhortó al gobierno y a la oposición a dejar de lado diferencias políticas y obrar "por el reconocimiento y el respeto por el otro".

El Pontífice expresó "su preocupación por todo lo que está ocurriendo" en Venezuela y agregó que está "convencido que la violencia nunca podrá traer la paz y el bienestar a un país".


El balance de la represión, dado a conocer por la propia Fiscalía del estado, es de 41 muertos, 674 heridos y unos 2,285 detenidos, de los cuales 175 siguen arrestados y sujetos a procesos judiciales por haber "conspirado" contra Maduro al participar en las protestas iniciadas a mediados de febrero pasado.

La represión ha sido expuesta a la luz pública por las redes sociales con vídeos, fotografías y testimonios, que decidieron ignorar los miembros de UNASUR, una suerte de conjunción de doce países de América Latina en lo político, económico y comercial, patrocinadora del diálogo.


Los únicos puntos en discusión debieron ser la salida de Maduro, la convocatoria de elecciones y la liberación de los presos políticos como viene demandando la sociedad civil en sus protestas, pero lo único acordado fue establecer una Mesa de la Verdad para investigar a los participantes directos en la represión.

La Mesa de Unidad Democrática (MUD), que había agrupado a buena parte de la oposición de cara a las dos últimas elecciones, con su líder Henrique Capriles, fue la única que aceptó negociar con los "chavistas". Algunos de sus integrantes se desentendieron de este paso y continuaron en la calle junto a los manifestantes.

Un recién creado movimiento de La Salida, que agrupa a la parte de la oposición negada a dialogar con el gobierno por considerar que esto solo serviría para ofrecer a Maduro un balón de oxígeno, es la mejor prueba de que el encuentro ha creado o quizás, mostrado, las fisuras dentro de quienes no comulgan con el régimen "chavista".

Este mismo mes, Amnistía Internacional ha denunciado las violaciones de los derechos humanos en Venezuela con palizas a detenidos, detenciones arbitrarias por la Guardia Nacional, la Policía y el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional.

El organismo de defensa de los derechos humanos en el mundo ha recibido y documentado miles de denuncias de estas violaciones y abusos tanto por las fuerzas del régimen, como por las brigadas paramilitares, creadas hace 10 años por el fallecido presidente Hugo Chávez para "defender" su revolución bolivariana bajo el nombre de "colectivos", contra los que Maduro se ha negado a actuar a pesar de las peticiones de la oposición.

La actividad del régimen de destituir a opositores, como el caso de la diputada María Corina Machado, impedida de cumplir sus labores en la Asamblea Nacional para la que fue elegida por una parte de la sociedad venezolana y sobre la que pesa una orden de encarcelamiento, y el apresamiento de líderes de la oposición como el presidente del Partido Voluntad Popular, Leopoldo López, no ha impedido que el gran abanico de fuerzas civiles en la calle le niegue una tregua al gobierno.


Las manifestaciones se realizan en favor de una mejor administración del país ante la incompetencia manifesta de Maduro, heredero político de Chávez y de su legado económico desastroso y que él se ha encargado de empeorar.

La inflación ha pasado en menos de dos años de 25,1% al 56,2%; la compra de productos básicos creció en el 58,85% en el último año y la inseguridad ciudadana alcanza las cuotas más altas de América Latina. 

Caracas registra todos los días 79 asesinatos, 5075 robos y 1793 hurtos, en su mayoría perpetrados por los mismos "colectivos chavistas", imbuidos de una patente de corso por la que no pueden ser procesados.


Quizás sea importante que los participantes en el diálogo por la MUD hayan logrado establecer la Mesa de la Verdad para que pasen por los tribunales los responsables de tanta brutalidad, pero lo cierto es que en Venezuela, nadie se lo cree.

La gente lo que ha visto es que esos líderes de la oposición han reconocido a Maduro como el legítimo presidente y de cierto modo se han humillado ante él al aceptar el diálogo.

Sea por vía de esa Mesa de la Verdad en la que los venezolanos no creen o por el Tribunal Internacional de Justicia (TPI), en la Haya, los  crímenes del régimen saldrán a la luz de una forma u otra y puede que hasta sean condenados.

El pasado 7 de abril, ante el TPI, unos 198 diputados de ocho países de América Latina formalizaron una denuncia por crímenes de lesa humanidad contra Maduro y sus cómplices.

La falta de avances en la solución de los problemas nacionales después del diálogo han servido también para reiterar que si hubiese habido algo que debatir con Maduro la gente no habría estallado y salido a la calle a pedir la dimisión del presidente.

Ha resultado un diálogo equívoco y revelador. Equívoco porque no se ha llegado a nada y ahora resultará aún más difícil mantener un tono libre de golpes bajos y excesos. Revelador, porque ha mostrado la fractura dentro de la oposición venezolana para bien de Maduro.

Puede que los participantes en el diálogo prefirieran, remedando al "Avaro", de Moliére, un vicio cómodo a una virtud fatigante.

Maduro ha dado a conocer, en los días del diálogo, que se había arrestado al menos a 40 oficiales de las Fuerzas Armadas por "conspiración" contra el poder del estado, una acusación a la que dio voz el diario El Universal.

En estos momentos, el presidente venezolano, tras su triunfo frente a un grupo de opositores, que sí, le cantaron la verdad en su cara, pero de nada sirvió, reitera su toque vulgar de recién llegado a la política, con la osadía del que ya no está dispuesto a marcharse.

Por mucho que accediera al diálogo por imaginar su propia necesidad de respiración asistida, al comprobar que las cosas cambian para seguir igual, carecerá ahora de espacios para la reflexión sobre cuándo perdió la conciencia del delito.


Maduro nunca recibirá el reconocimiento de una labor en favor del desarrollo humano y la lucha contra la pobreza. Nunca debió tampoco de cambiar de trabajo, ni firmar con Chávez un libreto inspirado en las aventuras de los hermanos Castro en Cuba, que han llevado a un país en vías de desarrollo y que prometía mucho, a una existencia vegetativa, sin alicientes ni futuro.

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