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viernes, 1 de noviembre de 2013

A propósito de Halloween




Por Mirta Balea


Que los humanos pueden vagar entre los muertos es la raíz de la celebración de Halloween, surgida de un festival de la cosecha celta conocido como Samhein o fin del verano.


Durante la festividad desaparecía el velo entre este mundo y el otro, en respuesta al impulso ancestral de los humanos de enfrentarse al miedo a morir construyendo un espacio permeable, flexible, que permita traspasar la puerta sin peligro de quedar atrapado.


Los celtas habitaron en la Bretaña francesa, Irlanda, España, Francia y Alemania por lo que sería justo decir que ayudaron con sus leyes, leyendas, cultura y religión a crear Europa, aún cuando su origen es asiático.


Al margen de que en cada lugar se asentaran como grupo tribal o como estado con rangos y clases - lo que tan solo establece diferencias en la composición social-, es su estrecha relación con la Naturaleza la principal seña de identidad de este pueblo perdido en la niebla del tiempo.


Había entre ellos una casta intelectual y religiosa, por supuesto, porque ya desde entonces los hombres buscaban a los dioses; los druidas, que consideraron imprescindible que los humanos se integraran al medio natural para conocerlo y utilizarlo en su beneficio. Hoy, el país celta por excelencia es Irlanda.




Lo que no pudieron conseguir los romanos, lo hicieron las invasiones cristianas de San Patricio, pero esto no supuso acabar del todo con la cultura celta y sus más preciadas tradiciones.


La Iglesia católica no habría podido obtener soberanía religiosa sobre ese territorio, a pesar de todos las intrigas papales, si en 1172 la fuerza militar del rey Enrique II Plantagenet, soberano de Inglaterra y Señor de parte de Francia, no hubiera sometido a los celtas a su mandato.


El origen de los druidas tiene que ver con los primeros cazadores-recolectores, adoradores del árbol del roble como símbolo de plenitud. Los  bosques de lo que conocemos en la actualidad como territorio europeo estaban poblados de robles cuatro mil años antes de nuestra era.


De esta simbiosis del hombre con su medio, surgió el festival de la cosecha o Samheim ( hoy Halloween) , cuando los días invernales serían cortos y las noches largas, la del 31 de octubre la que más, y los espíritus de los muertos venían a los mortales. Ellos entonces hacían grandes hogueras para calentarse y ahuyentar a las ánimas.


Se dejaba también comida y dulces fuera de las casas y se encendían velas para ayudar a las almas a encontrar el camino de vuelta. Hoy esta tradición ha sido sustituida por niños disfrazados, que piden golosinas casa por casa del vecindario. Los celtas también lo hacían para ofrecer alimento a sus dioses en la larga noche invernal.


Para iluminar el camino, se encendían carbones dentro los especímenes de mayor tamaño de nabos. La tradición en la era moderna es una vela dentro de una calabaza, cuanto más grande, mejor.



Sobre las cenizas de Samheim, la visión cristiana creó el Día de Todos los Santos o en inglés: All Hallow's Day o Hallow'eve, es decir, Halloween. Se pasó al 2 de noviembre para quitar fuerza a la tradición celta.





Con la llegada a Estados Unidos de inmigrantes irlandeses en el siglo XVIII, la cultura, folclore y tradiciones del pueblo celta llegaron a la luterana Nueva Inglaterra, que se opuso fuertemente a absorber todo esto.


La fiesta quedó consolidada a fines del siglo XIX, a pesar de los esfuerzos en contra, como la gran celebración gótica que es.


En esta etapa de consolidación de la tradición, los organizadores no perdieron de vista la necesidad de mezclar diversas creencias, entre estas, algunas de los indios americanos, y surgió la figura taciturna y flacucha de Jack-o-lantern o Jack O'Lantern, quien -según la leyenda- tuvo la mala suerte de tropezarse la noche del 31 de octubre con el mismísimo Diablo.


El candil tenebroso de Jack, convertido en calabaza con vela incorporada, salió a vagar por el mundo; un mundo envuelto en brujas y demonios. La imaginación infantil y adulta cobra por esta razón mucha fuerza a la hora de decorar las calabazas.


Uno de los escritores norteamericanos que hacen referencia en su obra a este personaje legendario es Nathaniel Hawthorne y sus Cuentos dos veces contados.


Si había brujas y demonios, también había un Coco, un fantasma que asusta porque nunca sabes dónde está; si encerrado en una caja de cereales, debajo de una cama, en los goznes de una puerta, en cualquier puerta, hasta la de un banco le serviría y es una advertencia.







La cuestión es que la gran fiesta gótica que se celebra con algunas importantes semejanzas con el Samheim en Estados Unidos, Canadá e Irlanda, varía en algunos países y en otros ni siquiera se celebra.

Los romanos, para remontarnos algo en la historia, rendían culto a sus muertos con ofrendas, flores y oraciones entre febrero y mayo en sucesivas celebraciones conocidas como Parentalia, Lupercalia, Lemuria y Agonurm Veloris, esta última con carácter infernal.


La lemuria hacía alusión a los lémures, que es como se conocen las almas de los muertos.


En México, el Día de los Muertos se conmemora durante tres días, empezando por el 31 de octubre, pero los ingleses, por ejemplo, dejaron de celebrar el Samheim y lo sustituyeron por el Dia de Guy Fawkes.


Fawkes - notorio traidor al rey inglés que intentó volar el parlamento- fue ejecutado el 5 de noviembre, cuando se hacen las fiestas por este muerto en especial. Se queman efigies, después de llevarlas por las calles pidiendo un penique por el "tío" (guy) y esto nos recuerda lo del "truco o trato" tan conocido del Halloween.


Esta fiesta tan norteamericana en la actualidad, en la que se venden disfraces, golosinas, máscaras, adornos y todo tipo de productos, viene de tan antiguo que resulta a veces difícil creer, con todas las transformaciones aportadas por el tiempo, que siga viva su identidad de celebrar la muerte.



Hoy, hay que decirlo también, responde al consumismo de la sociedad moderna. Me pregunto qué dirían los druidas y celtas del primer milenio antes de nuestra era si pudieran-como afirma la tradición- cruzar la puerta y ver los cambios introducidos en una fiesta que no pasaba de ser el deseo de pasar el invierno sin hambre.

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