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martes, 19 de febrero de 2013

Israel: el prisionero X


Prisión de Ayalon
 



Por Mirta Balea


Israel no ha sido nunca un crisol de agua viva como para mostrar al mundo su política de seguridad ni la actividad de su servicio de inteligencia Mossad. Al contrario, ha hecho de todo esto una depresión como de hielo machacado en sentido oblicuo para evitar narices indiscretas y en ese camino de secretismo ha practicado sin sonrojo el juego sucio.


Claro que siempre pueden haber goteos en los nichos del glaciar, identificados por los alpinistas medios de comunicación, armados de crampones de acero y de martillos de montañeros para penetrar la capa gélida y sacar a la luz lo que se quiere mantener en silencio.



El diario británico The Sunday Times lo hizo en octubre de 1986 al publicar las revelaciones y fotos proporcionadas por el extécnico israelí Mordechai Vanunu sobre el programa nuclear emplazado en Dimona, en el desierto de Nejev. Su construcción comenzó en 1958 con la ayuda de Francia y el objetivo declarado de construir un reactor para alimentar una planta desalinizadora, que permitiría el cultivo de una zona tan inhóspita.


El reactor de Dimona derivó después sus fines a la construcción de armas nucleares, aunque Tel Aviv ni afirma ni desmiente este archiconocido asunto. La mayoría de expertos integra a Israel en el selecto club de los países que posee "la bomba", al que se ha sumado más recientemente Corea del Norte, que, con esa baza de su parte, hace difícil cualquier negociación para que no se dedique a provocar al Sur y desestabilizar el Extremo Oriente, donde el gigante chino tiene también algo que decir en lo del arma atómica.



Mordechai Vanunu
En la guerra de los seis días en 1967, Israel hábía preparado dos artefactos para hacerlos detonar sobre los países árabes que le atacaron: Egipto y Siria y que después fueron derrotados con armas convencionales. Pero el plutonio producido en Dimona y el uranio enriquecido adquirido de forma aun sin determinar, se hallaban en manos de las Fuerzas de Defensa israelíes desde alguna fecha entre 1962 y 1964.


Construir un artefacto no parece tan difícil. El material se comercializa y la información para elaborar una bomba sucia está disponible en la web. Aunque las guerras han tenido lugar a lo largo de la vida de los hombres con excesiva frecuencia, en esta época han pasado a ser el mayor peligro de exterminio del planeta.



Vanunu probó la existencia de Dimona con fotos, infligiendo a Israel una dura humillación después de que hubiera construido una falsa planta de control para una visita guiada de científicos  norteamericanos, que no llegaron a saber el tamaño real de la instalación. Los israelíes desarrollaban su programa nuclear debajo de los pies de los técnicos enviados por Estados Unidos.



 El artículo y la publicación de las fotos de Dimona por The Sunday Times no se realizaron hasta que Vanunu fue sorprendido en Roma por un comando israelí del Mossad, que lo trasladó a Israel, lo procesó y le condenó a 18 años de cárcel, de los cuales 11 fueron en aislamiento absoluto. Esto probó a los editores del rotativo que la historia del enajenado técnico era cierta.


El Parlamento Europeo condenó el trato que Israel dio a Vanunu y se ha referido a su secuestro en Roma como una violación flagrante de la soberanía italiana y el derecho internacional. El técnico traidor había nacido en Marruecos y cuando decidió dar el paso final de descubrir el programa nuclear huyó a, entre otros países, Australia, donde se convirtió al catolicismo y tomó contacto con el editor del The Sunday Times y viajó a Londres.


Su captura en Roma fue el resultado de la labor de seducción de una agente del Mossad, con quien entabló una relación en Londres, antes de que ella le propusiera vivir unos días felices en Roma, en casa de una hermana.


Vanunu ha sido el caso más connotado en Israel por traición. Pero por el propio Estado judío, como por Estados Unidos y Canada, se pasean los integrantes de la Naturei Karta, que mostró a presuntos rabinos abrazándose en Iran con el presidente Mahmoud Ahmadinejad durante la conferencia de negación del Holocausto, efectuada en Teherán en 2007.



Los miembros de Naturei Karta se abrazaron sin pudor con elementos del KuKluxKlan y otras corrientes mundiales xenófobas y racistas asistentes y con las máximas autoridades iraníes, que manifiestan abiertamente su intención de borrar del mapa a Israel.


Naturei Karta significa Guardianes de la Ciudad en arameo y son una secta de judíos ultraortodoxos con admiradores que se pasean en libertad por los distritos de Beit Shemesh y  Meah Shearim, cercanos a Jerusalén, y por el de Bnei Brak, al este de Tel Aviv.



Tumba de Ben Zygier
En estos días, la prensa se ocupa de un supuesto agente del Mossad de nombre Ben Zygier, conocido como el prisionero X, que se suicidó en 2010 bajo custodia israelí en la cárcel de Ayalón, en la localidad de Ramle, en el sur de Tel Aviv, colgándose de una sábana en el baño de su celda ante el único espacio que no controlaban las cámaras de vigilancia.


Zygier, como Vanunu, tampoco nació en Israel, sino en Melbourne, Australia, desde donde se trasladó en el año 2000 para convertirse en ciudadano israelí. Detenido por el delito de alta traición, como lo fuera Mordechai, hibernó en Ayalón durante unos meses antes de suicidarse. Al parecer, habría revelado secretos a la inteligencia australiana.


La televisión ABC de Australia destapó todo el asunto la pasada semana. El exministro de Asuntos Exteriores, Alexander Downer, declaró que probablemente la revelación de secretos a la inteligencia de su país no sería la única razón de su encarcelamiento. Zygier podría haber formado parte del comando del Mossad que dio muerte al líder de Hamás Mahmud al Mabhuh, en un hotel de Dubai.


Los asesinos utilizaron primero un fármaco paralizante antes de asfixiar a su víctima el 20 de enero del 2010. La tensión política subió varios grados cuando el emirato publicó una lista de 26 sospechosos, ciudadanos israelíes, provistos de pasaportes falsos de Reino Unido, Francia, Irlanda, Australia y Alemania en colaboración con esos países.


Las autoridades de Dubai  anunciaron la creación de una unidad especial para dar caza a los sospechosos y una delegación británica visitó Tel Aviv para interesarse por el empleo de pasaportes falsos del Reino Unido por parte de 12 ciudadanos judíos.  Israel ha negado hasta hoy su participación en los hechos.



Australia ha pedido cuentas a Israel sobre el caso del prisionero X y el Parlamento israelí ha abierto una investigación a cargo de la Comisión de Asuntos Exteriores y de Defensa del Knesset, sobre el supuesto agente del Mossad, cuya identidad y suicidio se había mantenido en secreto desde el 2010.


El primer ministro Benjamin Netanyahu justificó el secretismo como que no puede hacerse una exposición abierta de las actividades de seguridad e inteligencia porque "dañaría severamente la seguridad del Estado, en algunos casos". Todo el tema parece haberse adaptado a la cadencia de una vieja película de los años 20, parpadeante, de grano mineral y pigmentada.



Creo que la verdad profunda de todas esas actividades se encuentra en el glaciar de los servicios de inteligencia, que para penetrarlo hay que olvidar los reflejos propios, las costumbres y modos de deducción occidental para poder ver los destellos del hielo sin caer en una trampa.

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