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viernes, 12 de octubre de 2012

Religión; nuevas evidencias sobre la vida de Jesús (Segunda Parte)

Karen King
Por Mirta Balea

Traducir más fragmentos del Evangelio de María Magdalena ha posibilitado a la académica de Harvard, Karen King, poner en la mesa de teólogos y otros estudiosos lo que parece una prueba más de la importancia de esta mujer en la vida de Jesús y en sus enseñanzas.




Con la clara conciencia de que soy una descreída, que durante muchos años ha prestado atención a los datos históricos y a los muchos libros escritos sobre religión como simple ejercicio intelectual, he pretendido cuando he escrito sobre el tema no herir los valores espirituales cristianos contenidos en el Jesús evangélico. Pero, a despecho de que se me tache de blasfema, como a muchos otros, debo decir que si se hurga podemos encontrar otra vida en otros documentos milenarios, muy diferente de la que nos ofrecen dogmáticamente las Sagradas Escrituras.




De manera que resulta lícito ejercer el derecho tan necesario a veces de la duda si encontramos contradicciones en lo que ha pasado por la verdad inmutable durante milenios. Juan finaliza precisamente su Evangelio con una frase que a muchos parece una clara alabanza del Señor, pero ambigua para los más suspicaces: "Muchas otras cosas hizo Jesús, que si se escribieran una por una, creo que este mundo no podría contener los libros". En cambio, todo lo que sabemos de su historia, ha quedado reflejado en cuatro libritos escritos por Mateo, Marcos, Lucas y Juan, en forma de evangelios, una palabra que significa portadores de la noticia.



Jesús, basándonos en la propia hoja de ruta trazada por los evangelistas,  vivió en Egipto desde niño hasta la muerte de Herodes, por lo que no resulta osado pensar que, como ocurrió con Moisés, absorbiera elementos religiosos y mágicos de esa cultura y los aleara con la faceta mística de la tradición rabínica conocida como la Cábala.




Y si de algo sabían los egipcios antiguos era de vida y resurrección. Me refiero a la tradición de Osiris, traicionado por su hermano Seth, desmembrado y arrojado al olvido hasta resucitar al tercer día con ayuda de su hermana y esposa Isis.  Hasta la figura de ésta con su hijo Horus en brazos ha pasado a formar parte de la imaginería cristiana con Jesús en brazos de María.




Lo del reino de los cielos, que nos parece tan genuinamente cristiano, procede de la tradición de Maat, diosa de la justicia. Los egipcios no solo tenían el dominio de la palabra, sino de los números, que diría Pitágoras, y que tratados como símbolos se estudian en la guematría, y es que nadie es un Iniciado si no ha muerto y renacido. Uno de los discípulos de Jesús, Lázaro, hermano de María y Marta y que muchos asimilan a la figura de Juan "el Bienamado", del que se habla en las Escrituras, pasó por este proceso de iniciación antes que el propio Maestro.





La fé es lo que guía a los católicos para creer todo lo escrito en los evangelios, a pesar de sus más que obvias contradicciones, porque escasean las pruebas del paso de Jesús por la Tierra. Los manuscritos del Mar Muerto, hallados en 1947, y los papiros de Nag Hammadi, dos años antes, nos han abocado a mirar de frente algo que subyace en los textos canónicos: que el Jesús de la historia sagrada no se parece al Cristo de la fé, creado y perfilado por Pablo de Tarso.




Los llamados documentos puristas, anteriores al Concilio de Nicea, reverencian a Jesús como maestro y profeta humano, no como dios. Dicen que entre estos figura uno conocido como Q, cuya existencia admite hasta el propio Vaticano, escrito de puño y letra del Dómine.




El evangelio de Juan es con mucho el que ha concitado mayor interés y esto es así porque se aleja de la forma de escribir de los otros tres evangelistas. Su composición es ambigua y llena de símbolos. Aparte de lo escrito por los "portadores de la noticia", el libro más importante del Nuevo Testamento es Hechos de los Apóstoles, pero no es un escrito seminal. Lucas, su autor, es un paulino, que trabajó con muchas fuentes, las corrigió, las rehizo hasta adaptarlas a los objetivos de la Iglesia, por lo que la cronología presentada nos resulta confusa en ocasiones.



Hechos y el Evangelio de Lucas fueron escritos en griego para un público griego. Todos los textos sagrados se han fechado entre 50 a 120 años después de la muerte de Jesús. Hechos... resulta un documento normativo en el que Pablo es siempre el héroe y todo lo que se cuenta tiene que ver con su punto de vista. A quien se apartara de sus tésis, se le condenaba al ostracismo, como ocurrió con Santiago, hermano del Señor, figura cimera de la primitiva iglesia cristiana, al que incluso llega a endilgarle el calificativo de villano.




El disenso se ha degradado por la Iglesia católica romana a la categoría de pecado. Cuando el actual papa Benedicto XVI fungiera como Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, el moderno sustituto de la Inquisición, impulsó al entonces pontífice, Juan Pablo II, a dejarlo claro en un documento a los teólogos católicos, recordándoles que NO tienen derecho a disentir de las enseñanzas establecidas.





Por cierto que el concepto del pecado ha salvado a muchos de nosotros de llevar una vida sicodélica de comuna nudista en comuna nudista, por los siglos de los siglos, habida cuenta de que todos hemos nacido desnudos y está en nuestro concepto más íntimo ir a favor de nuestra naturaleza. Pero la Iglesia, después del episodio nudista de Adán y Eva en el Paraíso, nos obligó a vestirnos.




Para obtener un cuadro de todo lo acontecido hace dos mil años en Palestina, ya que que la historia y teología del cristianismo colocan una línea de demarcación sobre qué fuerzas sociales, culturales, religiosas o políticas  se movían alrededor de Jesús, habrá que apelar a otros documentos e ir más allá de las calificaciones aceptadas para fariseos, saduceos, esenios, zelotes, nazarenos.





Las enseñanzas del Maestro descartan muchas veces la mansedumbre, como cuando dice que no ha venido a dar la paz sino la espada o en la vigilia en Getsemaní en que instruye a sus seguidores a que se armen. Incluso la crucifixión era, sin ninguna duda histórica, un castigo reservado a delincuentes y revolucionarios o alborotadores contra el poder romano.




Puede que la idea de un dios masculino surgiera durante el cautiverio en Babilonia, en el 586 a. de J.C., según señalan algunos investigadores, cuando el rey Nabucodonosor tomó Jerusalén, destruyó el primer templo y condenó a los judíos a la diáspora. Fue en esa ciudad "pecadora" cuando se reunieron los libros que hoy conocemos como la Biblia, en la que descrubrimos historias sumerias y mesopotámicas como la Torre de Babel, el Jardín del Edén o el Diluvio Universal y se da forma a la idea de un Mesías, un líder, que vendría a liberarlos.




Como incidental recordaré aquí el nacimiento de Noé, el de la famosa Arca. Cuando su padre Lamec regresó de un largo viaje encontró que su esposa estaba embarazada. Esta le dijo que no sabía cómo había ocurrido  porque no había habido varón alguno en su lecho durante su ausencia. Así que el buenazo de Lamec fue a ver a su padre, Matusalén, quien dijo que creía a la mujer, pero que mejor haría en ir a ver a su abuelo, Enoc, quien le sacaría de dudas. Cuando acudió a él, este hombre sabio, versado en las lides familiares, le hizo saber que su hijo había sido concebido por la gracia de Dios para hacer cosas buenas en la Tierra.




La historia de la construcción del Arca por Noé para que fueran en ella parejas de animales de todo el mundo parece como mínimo un cuentazo de tomo y lomo, aunque el diluvio es tema de otros textos paganos de los que probablemente se tomó para incluirlo en la Biblia. Digo lo del cuentazo porque a no ser que el Arca fuera un laboratorio de ADN (algo que sostienen los teóricos de que a la tierra la poblaron los alienígenas) resultaba imposible, física y biológicamente, un hecho que desafía la lógica.




Un barco destinado  a estos fines habría que tenido que ser enorme y Noé tampoco hubiera podido físicamente reunir a todas la especies.  Puede que se trate de un hecho más que real simbólico, pero conozco cristianos que se lo creen, como lo de la virginidad de María, que hasta el propio Benedicto XVI, muy de pasada, ha dicho que se trata de un ejemplo de abnegación y otras virtudes más que algo que habría que tomar al pie de la letra.


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