España: un diálogo cerrado

Por Mirta Balea




Plantear iniciativas sobre el ordenamiento jurídico, parece no ser la mejor opción en estos momentos para Cataluña, sobre todo si  propone un nuevo pacto fiscal, rechazado oficialmente por el presidente Mariano Rajoy, con tintes independentistas.




En la actitud de Rajoy, al recibir el jueves en La Moncloa al presidente de la Generalidad catalana, Artur Mas, esperando impertérrito a que el invitado subiera solo las escaleras, sin hacer el menor gesto por bajarlas para intercambiar el saludo protocolario de rigor, NO ha existido -como habría podido pasar en una película- el fuera de campo. Todo ha pasado ante las cámaras y los periodistas, haciéndoles partícipe de una intimidad a la que no deberían tener acceso a destiempo, al menos, no hasta que hubiera tenido lugar la conversación prevista.




La probable sensación de creer que se hallaba frente a un mausoleo, debió forzar el gesto de Mas de inclinar un poco hacia delante la cabeza al llegar ante el jefe del Ejecutivo español. Quienes le observaban de cerca, no tenían claro si expresaba irritación o azoramiento, aunque, podría ser también que, mirada y contacto físico a la vez, resultaran excesivos para el catalán.




Sobre la mesa, dos aspectos diferentes de cómo enfrentar la crisis económica y mejorar la convivencia entre los españoles. Rajoy mostró su disposición a reformar los mecanismos de financiamiento de manera negociada y ayudar a la Comunidad Autónoma con el Fondo de Liquidez, establecido por el gobierno para paliar los efectos de las deudas territoriales.



El modelo defendido por Mas -aprobado en julio pasado por el parlamento catalán- había sido impulsado por su partido en el gobierno, Convergencia i Unió (CIU), Ezquerra Republicana per Catalunya (ERC) e Iniciativa per Catalunya Verds, con un apoyo parcial del Partido Socialista Catalán.




Básicamente se buscaba una Hacienda propia para Cataluña con capacidad para decidir sobre todos los tributos, de cuya recaudación se pagaría un cupo al Estado, renegociable cada quinquenio. Lo que hizo Rajoy, con la Constitución en la mano, fue rechazarlo porque la solidaridad entre regiones no es negociable y Mas y quienes lo apoyan querían bajar del barco para no remar junto a resto.




Se aprecia en el fondo un ruido blanco y la arritmia de un relato para debilitar el centro de gravedad del país y comprometer su imagen en el exterior. Los catalanes creen, sin embargo, que pagan más alquiler que el resto, mientras los números rojos chillan en sus cuentas.




La Generalidad catalana dice que el déficit de 16 mil millones de euros de la Comunidad se corresponde con un 8% de su Producto Interno Bruto (PIB), y que se va a Madrid y no regresa. Mas aceptó, sin embargo, los 5.023 millones de euros del Fondo de Liquidez, que le ofreció Rajoy y que aumenta hasta 11 mil millones de euros la suma que le ha concedido el Partido Popular (PP) en lo que va de legislatura, iniciada en noviembre pasado.




La ley orgánica, que permite la financiación autonómica, la LOFCA, recoge un 50% de los impuestos cotizados en esos territorios como el de la renta o IRPF o el del valor añadido a productos y servicios como el IVA, entre otras contribuciones, y luego reparte ese dinero en función variable, teniendo en cuenta el porcentaje que cada región aporta al PIB.

El pacto fiscal rechazado por Rajoy pretendía crear una excepcionalidad para Cataluña que le permitiera salir del régimen común. El otro mayor partido nacional, el PSOE, de Alfredo Pérez Rubalcaba, ha coincidido en este punto de vista, pero no ha dejado pasar la ocasión para recordar que los socialistas, durante las dos anteriores legislaturas, habían concedido un nuevo Estatuto, que el PP se encargó de recurrir al Tribunal Constitucional, con recogida de firmas incluida.




Rubalcaba cree que se impone un nuevo modelo de financiación y que debe resolverse mejor el "encaje" de Cataluña en España, "avanzando en la dirección de un modelo federal como el de Alemania".




El ex-presidente de la Generalidad, Jordi Pujol, una personalidad política en el arco nacional, ha considerado como "casi imposible" la independencia de Cataluña y alertó que si las cosas continúan como van "no será viable" por el "ahogo autonómico de la región".




Todavía hay quien cree que Cataluña existía como sujeto político hace mil años, con unos derechos pisoteados después por España, y que esto les habilita para ser nación independiente. Los sucesivos gobiernos españoles de los últimos 30 años han cedido ante los catalanes bien para preservar la convivencia y en muchos casos - debido a una ley electoral mal estructurada-, se han servido de los votos de CIU para que gobernara el PP o el PSOE a conveniencia y para incluso poder legislar.




Cataluña, lo quieran o no sus dirigentes, está en quiebra técnica, pero eso no les ha impedido en medio de una crisis, explotando los dramas personales, las necesidades reales de la gente, de quienes lo están pasando muy mal, pero a la vez no desean por una cuestión de honor desentenderse de las facturas domésticas, movilizar sentimientos independentistas como ocurrió el pasado día 11 en Barcelona.




Según quien aporte los datos, a la manifestación convocada con claros eslóganes independendistas por todos los partidos nacionalistas catalanes, habrían asistido entre medio millón a un millón de personas; en cualquier caso, resultó de una masividad preocupante. Esto ha envalentonado a formaciones como ERC, que ha llegado a proponer que se vote una declaración unilateral de independencia en el propio parlamento catalán.




Mas, que marcha empujado por el nacionalismo más radical, pronunció en la sede  de la Generalidad en Madrid, tras su conversación con Rajoy, un discurso rupturista, flanqueado en la tribuna por las banderas catalana y de la Unión Europea, con la ausencia clamorosa de la española.




Para entrar en la UE, en el supuesto de que el andamiaje montado funcionara, Cataluña necesitaría contar con todos los votos de los países del club, en el que España tiene derecho a veto. Rajoy intenta por todos los medios no abrir un debate sobre el Estado de las Autonomías porque esto llevaría a un aumento de la tensión nacional en Galicia y País Vasco, que tienen en marcha dos convocatorias electorales, como la que podría realizar la próxima semana Mas.




La manifestación ha sido para los nacionalistas catalanes una prueba, un referente indirecto de que Catluña quiere ser independiente y resulta difícil interpretarlo de otra manera, pero aquí podría introducirse la pregunta de si han pensado cómo llevarse su deuda y todo lo que cualga de ésta y prescindir de los Presupuestos Generales del Estado español.




La Constitución española no contiene solución jurídica viable para la independencia por lo que un adelanto electoral solo tendría una repercusión dentro de la propia Autonomía, lo que excluye que pueda utilizarse, como han reclamado los radicales, como constituyente. El gobierno del PP ha dejado claro que de ser este el caso las anularía, una prerrogativa que le otorga la Ley de leyes.



Entre pancartas de versiones soberanistas, pregones como Yes we Cat y todos entonando el himno catalán Els Segadors, solo faltó el jarro de agua fría en lengua vernácula de aixó no ha anatbé o lo que es igual en español: esto no ha ido bien.




La situación puede inflarse y desinflarse en la informe pubertad del nacionalismo vibrante de los últimos meses atacada por las perturbaciones alimentarias de la política y muy en especial de la crisis, que suele apearnos de la nube con mucha frecuencia.