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lunes, 25 de julio de 2011

Rudolf Hess: a tumba abierta

Rudolf Hess-1938
Por Mirta Balea

La mayoría de la gente considera que si algo ha tenido lugar es porque debía  suceder. Algunos porque creen en la idea cristiana de la predestinación y otros porque han estudiado a Newton. En cualquier caso, cuando los hechos nos sobrepasan, entramos en la etapa de la desazón y dejamos de lado todas las teorías.


Los medios han dedicado mucho espacio al desmantelamiento, el 20 de julio pasado, de la tumba del segundo hombre en el orden jerárquico del Tercer Reich: Rudolf Hess, situada en la localidad de Wunsiedel,  Baviera, hogar familiar del personaje en Alemania.


La tumba del segundo hombre más importante de la Alemania nazi en los primeros años de la II Guerra Mundial en el pasado siglo se había convertido en sitio de peregrinación anual, cada 17 de agosto, desde su suicidio en 1987 en la cárcel de Spandau, en Berlín. Allí vivió como el último y único inquilino durante mucho tiempo. Unos 5.000 simpatizantes le rindieron una vez más honores en 2004,  un volumen de asistentes que despertó cierto revuelo, obligando al parlamento a prohibir tales actividades, aunque sin resultados prácticos.


La nieta de Hess y otros parientes negociaron con el pastor protestante de Wunsiedel el alquiler de la tumba por otros 20 años, pero éste se negó a ceder habida cuenta de la vergüenza que despertaban los tributos a semejante personaje en la localidad. Las conversaciones derivaron en el desmantelamiento del sepulcro y la fecha se hizo coincidir con el 67 aniversario del fallido atentado contra Adolf Hitler, el 20 de julio de 1944, por un grupo de oficiales liderados por Claus Schenk von Stauffenberg, declarado también Día de la Resistencia Alemana contra el dictador.


Desde las tinieblas del Tártaro, Hess podría hallarse desconcertado ante tamaña descortesía con sus restos, que serán incinerados y tirados al mar. Y es que quizás ni siquiera conozca, ante la nada que le rodea, la frase del novelista irlandés James Joyce de que un fantasma es alguien que se ha esfumado por muerte, por ausencia o por falta de costumbre.


Como muchas otras ideologías y programas políticos, el nazismo nada tiene de original. Bebió de las fuentes del fascismo, según el cual el Estado, para preservar su cohesión y unidad, debía ser totalitario. Hitler amplió estos conceptos con las teorías de Karl Haushofer de la Lebenraum, la distribución étnica de los pueblos germánicos en Europa Central y de cómo movilizarlos para crear el Gran Reich desde el Báltico hasta el Pacífico, con guerras de conquista y ejerciendo una fuerza indiscriminada para ir mucho más allá.


Hess, según algunos de sus biógrafos, fue un hombre educado, respetado, amable, que participaba cada año en competencias aeronáuticas y carecía de los vicios presentes en otros dirigentes nazis. Le llamaban la conciencia del Partido, rara vez aparecía en público y resultaba un idealista sincero. No figuraba como elemento esencial del nacionalsocialismo, a efectos públicos, pero la Historia se habría escrito de otra manera sin su presencia.




Tumba de Hess

Fue Hess quien presentó a Haushofer a Hitler para que le transmitiera su filosofía del poder, la técnica para obtenerlo y su concepto etnicista del mismo. Así que quien fue coronado vice-Führer de Alemania cuando el dictador llegó a canciller en 1933, conocía muy bien la teoría de la Lebenraum.


Mucho antes de que fuera creado el Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP) y se convirtiera en la ideología imperante durante varios años en Alemania,  mucho antes siquiera de que Hitler desplegara sus alas como incitador de masas, Hess formaba parte de un grupo de veteranos de la extrema derecha de Baviera llamado Thulegesellschaft o Sociedad Thule, opuesto a la izquierda de la localidad, integrada en la Spartakakusbund o Liga Espartaco.


Thulegesellschaft, nacionalista, y anti-bolchevique, utilizaba la cruz gamada como emblema y su divisa era: Recordad que sois alemanes; mantened pura vuestra sangre. El investigador, historiador y biógrafo Martin Allen, en su libro El enigma Hess, considera a esta organización como la predecesora del NSDAP o Partido nazi.


Las penosas condiciones por las que Alemania aceptó el Tratado de Versalles y colgó los guantes en la I Guerra Mundial, las añoranzas patrióticas que este acto despertó en la extrema derecha, el miedo al comunismo, que dejaba ver sus garras desde Rusia, y toda la parafernalia en la que basaron aquellos inadaptados la creencia de que el país resurgiría de las cenizas de la República de Weimar, fueron un caldo de cultivo enjundioso para que las ideas nazis prosperaran hasta límites insospechados.


Hitler creyó que en 1923 se daban las condiciones para un golpe de Estado (putsch) con el que tomaría un atajo hacia el poder, teniendo en mente a su admirado Benito Mussolini, quien con sus escuadrones armados fue sobre Roma para coronarse a los 39 años como jefe del Gobierno del rey Victor Manuel III. Los cálculos fallaron y el futuro líder alemán dió con sus huesos, junto a Hess y otros participantes, en la prisión de Landsberg, de donde saldrían indultados un año después.


El putsch supuso un hito en las relaciones entre Hitler y Hess a pesar de sus diferencias de carácter, matizadas por la coincidencia de ideas. Este último destacó por su lealtad durante el confinamiento, cuando actuó como secretario para el dictado del ideario político desgranado en Mein Kampf, símbolo sustancial y duradero del Tercer Reich, una exploración del lado más oscuro del ser humano, y que contó también con la colaboración de Haushofer. En privado, los dos nazis se llamaban Rudi y Wolf y su amistad se consolidó durante los siguientes años.


Carátula de una edición del Mein Kampf
El NSDAP creció hasta agrupar a un millón de almas perdidas de la República de Weimar y permitir a Hitler situarse como jefe del Gobierno. Su vice-Führer quedó encargado de representarlo ante los jerarcas del Partido y las instituciones del Estado. Entre bambalinas, como siempre desarrolló su labor nacionalsocialista, Hess garantizó la eficacia de la maquinaria oficial como materialización progresiva de la Weltanschaung o concepto de Gran Reich. Era el comisario político de la ideología dominante.


El Waltanschaung suponía la aplicación práctica de la teoría geo-política de Haushofer ( integrada al Mein Kampf, libro de cabecera de todo nazi), que preconizaba un mundo futuro con grandes imperios. A fines del siglo XIX, el escocés Halford McBinder había hablado ya de un imperialismo dominante en Eurasia.  Hess creó una estructura diplomática en tres campos, ajenos al ministerio de Asuntos Exteriores.


Primero contaba con la AO, una organización partidista en el extranjero para organizar a los alemanes  con una división similar a la que regía en el territorio de Alemania con un Gau o distrito, bajo el mando de un Gauleiter. Creó también la Amt o Servicio de Política Exterior por y para defender las ideas nazis en otros países.


Por último, quedó constituída la VDA (Volksbund für das Deutschtum mi Ausland) encargada del reforzamiento de las acciones de grupos de origen alemán en territorios vecinos como Austria, los Sudetes y el corredor polaco para facilitar la tarea de integración al Gran Reich. Todo esto como perfecta instrumentalización del concepto de espacio vital para los alemanes, utilizado por Hitler como justificación para sus guerras de conquista.


El Führer nunca expresó públicamente su interés por unas negociaciones de paz porque esto habría minado su credibilidad ante sus compatriotas, sometidos al efecto aureola, que sirvió al incremento de su ideal del Ego hasta un limen psicopático y le hizo creer que era invulnerable. Podríamos hablar también de sus pensamientos esotéricos y la práctica de éstos, pero alargaría un trabajo que es sobre Hess. Añadiré, sin embargo, que Deborah Hayden, quien ha estudiado las repercusiones de la bacteria Treponema pallidum en su libro Genialidad, locura y los misterios de la sífilis, asegura que puede encender la crueldad y la megalomanía, acentuar y distorsionar los talentos e inclinaciones innatas en una persona como si se tratara de una droga alucinógena y cita  a Hitler  y a Iván el terrible como ejemplos.




Tumba desmantelada de Hess


Hess creyó que Alemania había llegado a su meta con la anexión de Austria, Checoslovaquia, Polonia y las ocupaciones de Noruega, Dinamarca, Holanda, Luxemburgo, Bélgica y Francia, e intentó, con el visto bueno del Führer, alcanzar la paz con Gran Bretaña en conversaciones ultra-secretas, pero que han terminado por conocerse y divulgarse por los historiadores cuando tuvieron acceso a documentos en manos de los norteamericanos y que el Foreign Office habría tratado de eliminar, lográndolo en algunos casos.


Gran Bretaña, con la mayoría de Europa ocupada, parecía un iceberg en medio de una terrible tormenta, sufriendo los constantes bombardeos nazis en Londres y otras ciudades y cargando con la derrota en Dunkerque, con un primer ministro de las dimensiones políticas de Winston Churchill proclamando que aguantarían el tirón y darían ejemplo.


El viaje de Hess a Glasgow, en Escocia, después de una travesía en la oscuridad, que le obligó a tirarse en paracaidas al tuntún, fue el colofón de estas negociaciones. Un joven sargento, Daniel Mc Bride, le preguntó "¿Vino a bombardearnos?" a lo que  replicó: "He venido a ver al duque de Hamilton". El periódico local Herald aseguró que el encuentro había tenido lugar e informó de esto dando muchos detalles.


Hitler tenía un carácter adquirido, rallano en la histeria, quizás un tipo de catexia, de la que hablaba Sigmund Freud, en el umbral más de la paranoia que del libido, con ese conocimiento del simbolismo que le permitía comunicarse a pesar de los desórdenes somatogénicos ocasionados por la sífilis y que parecían pasar inadvertidos por las masas alemanas. Fue el primero en gritar en Berlín que Hess estaba loco, algo que algunos biógrafos consideran una expresión consensuada entre ambos por si las cosas salían mal. Londres hizo otro tanto, como control de daños.


Martin Allen dice que a Hess se le esperaba en tres puntos del territorio inglés, pero ante el miedo a sucumbir durante el vuelo saltó prematuramente de su Me-110 y la operación secreta, tan cuidadosamente planeada, quedó al descubierto.


El segundo hombre del Tercer Reich fue juzgado en Nuremberg al término de la guerra, junto a otros jerifaltes nazis, y aunque alegó "responsabilidad reducida", le condenaron a cadena perpetua. Sus revelaciones podrían haber sembrado la desconfianza en Europa respecto al Gobierno británico si comenzaba a dar entrevistas como otros.


Con 93 años, cansado de vivir tras las rejas de una cárcel que llegó a convertirse en su mansión unipersonal, decidió terminar con su vida, pero hasta ahora nadie se había atrevido a intentar sacarlo de la Historia.

1 comentario:

  1. Tema interesante es nustro pasado pero bien podr´´ia ser nuestro futuro.

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