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martes, 10 de enero de 2017

CHINA EN LA POLITICA DE TRUMP


China entra en este su nuevo año lunar en un período en que la gente empieza a cuestionar la validez de ese mercado y su tasa de crecimiento. Esto podría ser la batalla a librar por el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, pero no será la única en el ámbito de la economía.

Uno de los primeros elementos a notar en los objetivos de Trump lanzados durante la campaña es que tiene intenciones de parar el proceso de globalización. En este camino, los chinos serán los peor parados. Su economía tiene problemas serios, cualquier movimiento, también en política, se examina con lupa, porque la paradoja radica en que es una dictadura comunista en lo político y un capitalismo rampante en lo económico.

Trump asumirá el cargo el próximo día 20 y todos están en ascuas sobre lo que hará con China, en cuanto a si continuará acusando al país de manipulación de divisas. Muchos presumen, incluido Pekin, que podría darse incluso una guerra comercial. El presidente electo habló de las prácticas comerciales injustas al referirse a la devaluación del yuan, una de las grandes disputas entre Estados Unidos y China desde la etapa de Barack Obama. Se ha acusado al país asiático de devaluaciones intencionadas respecto al dólar.

El gupo Bloomberg ha vaticinado para el nuevo año chino, que se celebra del 27 de enero al 3 de febrero, que podría perder su divisa y la liquidez de la que presume. Desde el día primero de este mes, quedó restablecida en el país la cuota de 50 mil dólares anuales para convertir yuanes en moneda extranjera y se teme que la gente venda con rapidez la divisal local. A esto se suma el pago de impuestos y una evaluación reglamentaria, según la misma fuente, que actuaran como limitación en el mercado monetario.


El control del yuan ha mermado y como consecuencia, en el último año y medio, China ha pasado del modelo  de devaluación de su moneda a uno que aumenta la concesión de créditos dentro de la economía. La moneda china cayó en 2016 en un 6,6% y Trump se agarró de esto para decir que están manipulando la caída del precio. Algunos analistas creen que en realidad, Pekin lo que intentaba era evitar un rápido descenso porque el bono estatal chino a 10 años había bajado en 21 puntos básicos. 

Estos son síntomas de una crisis de liquidez y la información disponible del Banco Central chino apunta a una enorme fuga de capital. Esta es razón suficiente para que Pekin ponga énfasis en que quiere preparar a su economía para las políticas monetarias. Los analistas económicos añaden que quiere manipular las condiciones comerciales a favor de sus exportadores para reducir, de manera gradual, las presiones sobre la deuda, que sigue creciendo. 



Estados Unidos y China son los países más endeudados del mundo. El Fondo Monetario Internacional  ha prevenido que la deuda global se sitúa este año en el 224% del PIB, mucho mayor de la que teníamos con el inicio de la crisis en 2007. El organismo financiero mundial apunta a una elevación extrema de la capacidad de gestionar la deuda mediante el descenso en los tipos de interés, que ha extenuado por completo los márgenes del sistema bancario. No hay beneficios operativos por los bajos intereses y como resultado se observa una mayor insolvencia a nivel financiero en instituciones bancarias y en otras que no lo son, como los fondos de pensiones, las compañías de seguros.

El FMI destaca también una aumento significativo de la deuda en las economías emergentes, entre las que figura China, lo que supone una nueva dimensión de la crisis.
Rusia, Noruega, Arabia Saudita y Emiratos Árabes han utilizado la subida del precio del petróleo y otras materias primas para crear reservas y mantener el crecimiento económico en momentos de recesión.

China ha utilizado los excedentes del comercio exterior para crear sus propias reservas, pero la mayor parte ha ido a parar al sistema crediticio por el constante incremento de la deuda y, aunque dispone todavía de un colchón para mitigar las crecientes tasas en el comercio exterior, esto no durará eternamente.

Los procesos industriales se encuentran integrados a nivel global y sería muy difícil en la práctica que Estados Unidos logre re-estructurar de forma considerable el comercio con un socio comercial tan grande como China. La imposición de impuestos directos o la restricción en las cuotas de importación serían medidas regresivas para la economía norteamericana.Trump ha prometido, sin embargo, impulsar la economía en el cinturón del óxido, el pulmón industrial del país, y considera al gigante asiático como su mayor competidor, la mayor amenaza a sus planes. Hay mucha deuda, mucho crédito y muchos bonos entre los dos países, acompañados de informaciones falsas y bulos.

El debate entre solvencia y liquidez es viejo. Al inicio de la crisis de este siglo se hizo necesario cubrir con más dinero a los bancos, que eran y siguen siendo insolventes, como ocurre con las empresas chinas. Muchos de los instrumentos al servicio del sistema financiero global, algo que el FMI nunca menciona, es que son fraudulentos. Hasta ahora, el oro y la plata han sido los mejores barómetros para sopesar en qué nivel de financiación estamos, pero hasta estos han sido objeto de manipulación en los bancos centrales y en los proveedores de los metales, a excepción del big coin, que, según se observa, marca máximos históricos en su capitalización bursátil favorecida por la gran fuga de capitales.

China no es que esté muy ducha en las prácticas capitalistas porque antes era comunista arrecima. La idea sobre el mercado de valores y el comercio de divisas es un concepto muy nuevo para esa república asiática y si a ello añadimos su conocida cultura del fraude tenemos entre manos valores tóxicos.

Los precios cambian a tenor de las operaciones bursátiles generadas por ordenadores, esto se refleja como análisis económico de los diversos medios, pero en realidad recibimos información de una máquina y con estos datos se negocia el 85% de las acciones en Bolsa. La realidad económica queda  de esta manera encubierta para dar paso a una retroalimentación de noticias falsas.


Cuando estalló la crisis, se conoció que bonos y obligaciones colaterales de la deuda y del mercado hipotecario eran falsos y al crearse el mercado de valores entre Estados Unidos y el Reino Unido la fraudulencia quedó incorporada. China pudo crecer así con títulos de entre 18 mil a 27 mil millones de dólares y la interconectividad con la economía global afectó a otros mercados.

Algunos analistas financieros vaticinan que habrá otra crisis como la del 2007, aquella marcada por el cambio de Administración entre George Bush y Barack Obama. Los mercados han mejorado a marchas forzadas, pero están implosionando como cuando la crisis del mercado inmobiliario de 2008. Y esta será la era Trump. Veremos como lo soluciona el magnate.

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