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domingo, 24 de marzo de 2013

Israel y EEUU: las distancias se acortan





Por Mirta Balea

Hay varios aspectos destacables en los objetivos de la visita realizada por el presidente norteamericano Barack Obama a Medio Oriente esta semana y que, para decirlo de forma llana, no ha traído consigo ninguna iniciativa de paz concreta para la región.


Lo primero a mencionar es el intento claro de acortar distancias con el gobierno de Benjamin Netanyahu; lo segundo, que los palestinos se sienten ya a negociar sin esgrimir como justificación los asentamientos judíos en Cisjordania y Jerusalén Este; lo tercero, el peligro que supone Irán y su programa militar-nuclear para la nación judía y en sentido global; y, por último, que la oposición siria se despida, al menos de momento, de recibir armas norteamericanas porque Washington teme que puedan caer en manos de los radicales islámicos.


Las cosas en Oriente Medio rara vez resultan fáciles de resolver, en especial tras la primavera árabe, que ha cambiado el mapa político del mundo árabe de manera impredecible. Respecto al tema que nos ocupa, Obama ha viajado con dos incertidumbres: ¿cómo funcionará el nuevo gobierno de coalición israelí y qué pasará en Palestina con un liderazgo dividido? Puede que en sus entrevistas por separadocon Netanyahu y con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, se haya despejado cualquier duda.


Los cuatro días de gira si bien no aportan gran cosa al camino de la paz, si han logrado colocar al presidente en el suelo ocupado de Cisjordania y frente a Abbas, que ha quedado muy desilusionado de los resultados de la visita, en la que esperaba que Obama, como hizo en varias ocasiones en su primer mandato, reiterara la ilegalidad de las colonias judías y clamara contra el renovado interés de Netanyahu de seguir a marchas forzadas la construcción de asentamientos.


El nuevo gobierno de Netanyahu tomó posesión el 18 pasado, tras las elecciones del 22 de enero, y Obama desembarcó dos días después. El partido del primer ministro, Likud-Beitenu, obtuvo 31 asientos en el parlamento o Knesset, pero ha debido aliarse con otros tres para poder dirigir los destinos del país y cada uno de estos funciona con sus propios intereses, aunque a veces coincidan en ciertos temas políticos.


Lo más importante ha sido la entrada en el mapa político del nuevo partido Yesh Atid o Hay Futuro, de Yair Lapid, con 19 escaños. Le sigue en número, con 12, el Habait Hayehudi o Casa Judía, de Naftalí Bennett, y en último lugar, con seis bancas, el Hatnuá o El Movimiento, de Tzipi Livni, ex-ministra de Relaciones Exteriores de Israel.


Yesh Atid y  Habait Hayehudi, que defiende a ultranza la colonización judía, pretenden -y en esto coinciden con Netanyahu- quitar a los ultraordoxos las prebendas de las que han gozado hasta ahora como serían que empezaran a realizar como el resto de los ciudadanos el servicio militar y el servicio nacional y formen parte del mercado laboral para dejar de recibir prestaciones sociales, y que actúen con responsabilidad ciudadana al asumir responsabilidades públicas.


A excepción del partido Hatnuá, el resto de los que forman la coalición, no tienen como prioridad política el tema palestino porque las arcas nacionales parecen en este momento la mayor preocupación de todo el gobierno. Tanto Netanyahu como Bennett no participan del sentir del proyecto de dos Estados, dos pueblos, puesto de moda por los árabes en ONU, de ahí que Obama se abstuviera de mencionar en especial este tema, a pesar que muchos grupos judíos en Estados Unidos desearían que se pusiera fin al conflicto con esta solución salomónica.


En el Centro Internacional de Convenciones de Jerusalén, el presidente -quien vio mejor hablar a las masas que irse al Knesset con los parlamentarios- llamó a los israelíes a moverse decisivamente hacia la paz como un tema de autopreservación y empatía, pero envió un mensaje, casi un ultimatum, a la margen occidental del Jordán al recomendar a los palestinos que abandonen las condiciones para una nueva ronda de negociaciones.


Aun no se ha cerrado la herida provocada en septiembre del 2011 por la 66 Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) al aprobar que Palestina (Cisjordania, Gaza y Este de Jerusalén) elevara su estatuto de Observador No Votante al de Estado Observador, un avance cualitativo, que Abbas buscó al presentar una petición formal.

Estados Unidos y, por descontado, Israel votaron en contra, pero la mayoría aceptó dar a Palestina el grado de Estado Observador, porque el que solicitaba Abbas de Estado miembro, solo puede darlo el Consejo de Seguridad. Palestina había renunciado en 1947 a ser entonces el Estado 59 porque confiaba que sus aliados árabes, como Egipto, Siria y Jordania, borrarían del mapa a los israelíes y su nuevo Estado mediante la guerra.


Abbas aprovechó la visita de Obama para mostrar sus dudas sobre la nueva línea esbozada en Jerusalén. Expresó que el crecimiento de los asentamientos en la margen occidental bloquea cualquier intento palestino de vivir en un territorio propio y resulta "peligroso". El presidente norteamericano se limitó a dejarle al secretario de Estado, John F. Kerry, la tarea de hacer algo concreto durante su viaje por la zona, que tiene lugar en estos días.



El diario The Washington Post, en sus informaciones sobre la visita, citó a fuentes de la Casa Blanca que mostraron sus dudas de que puedan elaborarse con celeridad planes para revivir las negociaciones directas, suspendidas hace cuatro años, y que Abbas ha intentado saltarse a la torera con su petición a la ONU.


El rotativo precisó, en cambio,  que Obama ofreció a los israelíes el abrazo a que le acostumbraron los presidentes norteamericanos anteriores. Hay que recordar que este mandatario no ha visitado ni una sola vez a Israel durante su anterior peeríodo y mantuvo todo el tiempo un diálogo tenso con Netanyahu, además de que prefirió viajar a Egipto como país preferente en su política en 2009.


Esta es quizás la razón de que pusiera énfasis en reafirmar el inequívoco apoyo estadounidense a Israel, que se había puesto en duda en los cuatro años anteriore. "Aquellos que se adhieran a la ideología de poner en duda el derecho de Israel a existir deben rechazar también la tierra bajo sus pies y el cielo que los cubre", señaló y agregó como deferencia, en hebreo: ah-tem to lah-vahd, que significa "no están solos".


La tensión existente entre los dos más importantes movimientos políticos palestinos, Hammas, partidario de la yihad y desaparición de Israel y que gobierna en la zona de Gaza a espaldas de los dictámenes de la ANP, y Fatah, viable para una negociación de paz, se puso al desnudo durante la visita del presidente norteamericano. El mismo día de su llegada, dos misiles cayeron en el sur de Israel sin provocar daños, pero enviando el mensaje de que los radicales siguen sin buscar la paz.

Durante las conversaciones oficiales, quedó claro que Estados Unidos e Israel comparten la preocupación por la militarización nuclear de Irán, como una lanza que apunta directamente al corazón de la nación judía y pone en peligro la paz mundial.

Lo que exhibe Iran con maniobras en el estrecho de Ormuz resulta preocupante por la capacidad que al parecer tienen los misiles con los que se ensaya para enviar a los israelíes ojivas nucleares. Los últimos ejercicios recibieron el nombre de La venganza de Alá. Esta línea dura de Teherán, que no suscribe el derecho de Israel a existir, es muy del gusto de los chiitas, esperanzados en que tenga lugar una revolución islámica.


Desde hace meses, el presidente Mahmud Ahmadineyah anunció la capacidad de la industria iraní para fabricar barras nucleares y hasta tuvo el talante de fotografiarse con los técnicos in situ. La prensa ha informado que Iran dispone  de 9 mil centrifugadoras con plena capacidad y tiene toda la parafernalia para producir uranio enriquecido al 90%.


Los intentos de Obama durante su periplo por Oriente Medio de restaurar la reputación de Estados Unidos como mediador creíble en el conflicto contrastan con la evidente pérdida de liderazgo en la zona, que se ha hecho notable a partir de los cambios registrados en los últimos dos años en el mundo árabe. De una manera u otra, los radicales han ganado un importante espacio en la zona.


Durante su primera visita a Jordania este viernes, el presidente norteamericano ha tenido que reiterar una vez más la oposición de Washington a armar a los rebeldes sirios porque le preocupa que el país, cuya suerte está lejos aún de definirse, pueda convertirse en "un enclave para el extremismo". El presidente norteamericano - durante una rueda de prensa conjunta con el rey Abdalá II-  ha dicho que "los extremistas se crecen en el caos, se crecen en estados fallidos, en los patios traseros del poder. Son muy buenos explotando situaciones que ya no funcionan".


Estados Unidos viene resistiéndose desde que se constituyera el Consejo Nacional Sirio, aceptado por varios países europeos como representante legítimo de la oposición a Bashir el-Assad, a armar al movimiento por temor a que las armas caigan en manos de los radicales. Obama citó el caso del Frente Al Nusra, de la yihad islámica, que se ha infiltrado entre los rebeldes sirios y para muestra un botón:  hace dos semanas secuestró a 21 soldados de paz de la ONU estacionados en la zona desmilitarizada de los Altos del Golán.


Si Israel resulta un aliado en Oriente Medio, ante la pérdida de Egipto, Jordania, que lo ha sido siempre también, ha cobrado relevancia en la agenda presidencial norteamericana y la visita de Obama lo demuestra. Parece muy necesario el apoyo con la incertidumbre que pende sobre Siria y hacia dónde se inclinará la balanza si se logra poner fin a un guerra que dura dos años.

Jordania, junto con Turquía, se reparte a parte iguales la masa de refugiados sirios en regiones fronterizas. Según organizaciones humanitarias, el número de desplazados puede llegar al millón de personas.


Obama se comprometió con Abdalá II en aportar 200 millones de dólares para aliviar la carga que supone tan elevado número de sin casas. El rey afirmó que los refugiados seguirán siendo bienvenidos en Jordania, aunque reconoció que tal desplazamiento añade peso a sus infraestructuras y genera conflictos sociales y de seguridad.


Como resumen puede colocarse de forma destacada la visita de Obama a la tumba de Theodor Hertzle, ideólogo del sionismo, muerto décadas antes de que el antisemitismo creciera en Europa con los nazis y alumbrara el Holocausto. El peso simbólico del lugar es indudable y el presidente, dispuesto a lo que sea para restañar las heridas surgidas durante su anterior madato, no tuvo reparos rendir tributo a esa figura.


Unas encuestas publicadas por la prensa norteamericana dicen mucho de hacia donde se inclina la balanza. El 69% de los norteamericanos preferiría que la Casa Blanca dejara las negociaciones en manos de las partes. Un 26% cree que Estados Unidos debe llevar la voz cantante para resolver el conflicto, que Obama ha descrito como vital para la seguridad nacional, aun antes de visitar territorio judío.

Trabajos recomendados: http://lasnoticiasdemirta.blogspot.com.es/2011/09/onu-deseos-y-realidades-del-estado.html
http://lasnoticiasdemirta.blogspot.com.es/2012/02/iran-el-manto-oscuro-de-la-inseguridad.html

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