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miércoles, 4 de marzo de 2020

¿Una nueva crisis de refugiados en Europa?




El presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha volcado sobre Europa a todos los refugiados de guerra, muchos de los cuales tienen que ver con su manera de inmiscuirse en la guerra en Siria.

Turquía acoge a tres millones 700 mil refugiados sirios y otros varios centenares de nacionales como iraquíes, afganos e iraníes. La contrapartida económica de tres mil millones de euros por la firma del acuerdo sobre migración firmado en 2016 con Bruselas, se ha terminado.

Esta es la última amenaza de un aspirante a dirigir un renovado imperio otomano de carácter musulmán, surgido de las cenizas de lo que fuera la Turquía laica de Mustafá Kemal Ataturk.

A Turquía no se le puede tocar porque es un aliado importante dentro de la OTAN,  a pesar de que Ankara decidió hace tiempo tener su propia geopolítica. La apertura de puertas a los refugiados para que pasen a territorio de la Unión Europea es parte de este proyecto. Son personas que nada tienen que perder o que ganar y si alguno evita su paso, son los griegos, no Bruselas, a pesar de las críticas levantadas con vídeos en los que se muestra una represión desmedida contra esa oleada.

Lo primero que hay que decir es que ya tienen su grado de refugiados, obtenido al llegar a los campos turcos. Frente a este reto, los europeos se preguntan si la UE tiene de verdad políticas exteriores y de seguridad funcionales.

El primer ministro Kyryakos Mitsotakis ha señalado que no estamos ante un problema de refugiados sino de un ataque de Turquía para utilizar a estas personas en la promoción de su agenda geopolítica y desviar la atención de la terrible situación en Siria. La presidenta de la Comision Europea U. von del Leyen, en una alocución directa a Erdogan, dijo que fracasarán aquellos que pretendan acabar con la unidad de Europa. No cederemos y la unión prevalecerá, ha sentenciado.

La anterior crisis en 2016 la facilitaron Alemania y Francia porque les venía con el fin de no adoptar a más refugiados y hemos visto el desastre que ha supuesto colocar los campos de refugiados en Turquía, bajo el control de ese gobierno. La UE se desentendió del problema y no se preocupó por institucionalizar estos campamentos y de crear una fuerza para mantener bajo control los límites establecidos.

Así que por mucho que Leyen hable de unidad y hasta pueda parecer que su postura es gallarda frente a Erdogan, Europa carece de la capacidad para resolver con eficiencia un problema de esta naturaleza, de por sí complejo y viral, por la ausencia de una política exterior común y no disponer de medios propios para contener esta epidemia. Los europeos con sus votos y en manifestaciones han dejado claro su cansancio por la defensa de algunos derechos humanos en detrimento de otros.

En el trasfondo, está que Europa le negó a Erdogan los seis mil millones que pedía para atender el problema en su territorio, reduciendo el dinero a la mitad e con un incumplimiento flagrante de su promesa de ayuda. Puede que esta resistencia estuviera dictada por la convicción de que Ankara utilizaría la ayuda para fortalecer su guerra en Siria. La moraleja que deja la historia es que si se negocia con personajes cuyo interés no es la democracia, ocurren estas cosas.

Hablamos en esta crisis migratoria de un asalto masivo, perfectamente organizado y financiado, ilegal, que los grupos buenistas y progres han recogido para sí reclamando ayuda humanitaria. 

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