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lunes, 13 de julio de 2015

Grecia capitula ante la Unión Europea, pero sigue sin garantizar el rescate.




Por Mirta Balea


La superioridad estratégica de la Unión Europea (UE) sobre Grecia en esta última semana ha resultado evidente tras el referendo en que el pueblo griego dio carta blanca a su gobierno para rechazar las medidas draconianas de los acreedores y que ha resultado al final agua de borrajas.

El paquete de medidas resulta ahora significativamente mayor que el que habría podido pactar antes del referendo. El cierre de los bancos, conocido como corralito, ha noqueado aún más a la economía griega y exacerbado lo que era ya una profunda recesión, por lo que el primer ministro Alexis Txipras se ha visto abocado a capitular.

Grecia podría optar por un nuevo rescate de 55 mil millones de euros (55 billones) hasta 2018 si su parlamento aprueba las medidas acordadas este domingo por los jefes de estado y gobierno de la UE, que han dejado claro que no se fían de Syriza.

La desconfianza proviene de la atmósfera de disensión interna de la coalición gobernante en Grecia. Algunos de sus más conocidos aliados y varios ministros han pedido a Txipras que rechace el programa y asuma las consecuencias.

Los acreedores ven en este diferendo lo que podría devenir en una falta de compromiso de Atenas a la hora de pagar y preven incluso que Txipras podría verse forzado a dimitir y a convocar nuevas elecciones.


Desde el inicio, el sector duro de la UE y otros que en las últimas horas se han pasado al lado de los tolerantes, deseaban presionar lo suficiente para que el primer ministro griego y su gobierno dimitieran y así dar paso a un régimen más afín con las ofertas de Bruselas.

Tras el referendo y con un Txipras decidido a pactar lo que sea por tal de sacar al país del embrollo financiero en que se ha metido, convocar nuevas elecciones y colocar otro gobierno no sería la opción más satisfactoria porque podría derivar en más de lo mismo.

Las demandas de Bruselas han estado diseñadas por esa línea dura en las negociaciones liderada por Alemania, Finlandia, Eslovenia y Holanda. Es un paquete que supone colocar en la sien del gobierno griego una pistola cargada porque de rechazarlo el parlamento de Atenas el próximo miércoles los griegos podrían ver colapsado en pocos días su sistema bancario.

De manera que la nación mediterránea tendrá que poner en marcha y con rapidez las reformas fiscales debatidas este domingo, con medidas tan dolorosas como el fuerte aumento de los impuestos y la rebaja de las pensiones, a las que venía oponiéndose Grecia desde el inicio de las conversaciones y que llevó a Txipras a dar un portazo y convocar el referendo del NO, que al final no le ha servido para ablandar a los acreedores.

El resultado del NO del referendo lo que ha hecho es restarle margen de maniobra en las negociaciones y  le ha obligado a pedir el rescate, algo a lo que se negaba no sin esfuerzo pues su objetivo era una quita de un 30 por ciento de la deuda. Ahora el endeudamiento será mucho mayor.

El debate este domingo ha girado en torno a las quejas de Txipras sobre un programa que vuelve del revés los ya vacíos bolsillos de los griegos y que podría haber contenido medidas aún más draconianas.

A Italia y a Francia les ha preocupado que se esté intentando conseguir la humillación de Grecia como castigo por el referend0, que cualquier país democrático tiene derecho a realizar.

Los alemanes se atrevieron a proponer que el gobierno de Txipras pusiera como aval para una inmediatez del rescate a sus monumentos más preciados y a sus paradisíacas islas para venderlos en el mercado privado en caso de incumplimiento.

El primer ministro italiano Mateo Renzi demandó de sus socios que prevaleciera el sentido común y aseguró que Italia no desea la salida de Grecia de la moneda única. Dijo también a Alemania que suficiente, es suficiente (enough it's enough). La alineación de Francia afloró también en la cumbre.

Los acreedores griegos este fin de semana, en maratónicas sesiones de los ministros de finanzas y economía y de los jefes de gobierno y estado de la UE, siguen sin avalar el rescate a la espera del resultado del voto parlamentario dentro de dos días en Atenas. Un sí al programa de parte de los legisladores se vería como un acto de buena fe.

La canciller alemana Angela Merkel observó que es un asunto de reconstruir la confianza perdida en Grecia. Ella precisa como, otros países de la eurozona, el visto bueno de su parlamento para contribuir al rescate de Grecia.

Los bancos griegos podrían colapsar en las próximas horas y provocar la salida griega del euro si en la reunión prevista para hoy del Banco Central Europeo no autoriza la entrega de fondos de urgencia para controlar la situación.

Agencias especializadas han cifrado en casi 95 mil millones de euros los fondos de urgencia necesarios para los próximos tres años, una cantidad significativamente mayor que la que se le dará en caso de que el parlamento vote si el miércoles. Sería el pistoletazo de salida para siquiera empezar a negociar las condiciones del rescate con calendario incluido.

El sí supondrá que Grecia empezará de inmediato a poner en marcha varias de las medidas propuestas por Bruselas, en especial la subida de impuestos.

Txipras intenta salvar de la insolvencia al país que ya incumplió la pasada semana con el pago al Fondo Monetario Internacional de mil 600 millones de euros y que intenta que no ocurra lo mismo con el abono al BCE el día 20 de 3,500 millones.

Como el rescate no está del todo amarrado, los alemanes creen que Grecia podría manejar una "salida temporal del euro" si no se alcanza un acuerdo definitivo con los acreedores, lo que suena a expulsión camuflada.

Resulta curiosa la historia de la propia Alemania en el asunto de la deuda que es algo que agobia a las naciones desde tiempos inmemoriales. 

Cuando Adolf Hitler alcanzó el poder suspendió los compromisos alemanes con los países ganadores de la primera guerra mundial en 1914, pero al perder en 1945 y tras las barbaridades provocadas por el nazismo, los alemanes volvieron a plantearse las deudas no satisfechas y las nuevas establecidas.

En 1953, se llegó a un acuerdo en Londres por el cual Alemania pagaría lentamente las deudas contraídas entre los años veinte y treinta y el resto sería condonado. En 1995, tras la unificación, pagó todo y no fue hasta 2010 que se liquidaron los intereses acumulados un siglo atrás, porque la economía de la fusionada Alemania Democrática les permitió hacerlo a pesar de la absorción.

La deuda griega es a partes iguales responsabilidad de los sucesivos gobiernos en Atenas y del descontrol manifiesto de los ahora exigentes acreedores que no supieron demandar transparencia a la hora de aflojar el dinero.

Alemanes, franceses, españoles e italianos son los acreedores principales que dieron dinero a los griegos de forma irresponsable cuando en 2008 se sabía que la crisis era profunda. Hay que recordar que el primer rescate tuvo lugar en 2010, a solo ocho años de entrar Grecia en el euro.

Se le condonó parte de la deuda y se ofrecieron 240 mil millones de euros, de los cuales solo un 11 por ciento de lo recibido fue a dar a las necesidades públicas porque el resto se ha ido en el pago de los intereses. Pero la UE seguía sin exigir a Atenas la realización de los recortes y aún así se le concedió en 2012 un segundo rescate como parte del monto acordado.

Baste decir que el actual director del BCE, Mario Draghi, era vicepresidente de Goldman Sach's, cuando esta entidad asesoró a los dos gobiernos anteriores a Txipras, uno de izquierda y el otro de derecha, a ocultar las cuentas a la UE para mantenerla en la ignorancia de la degradante situación en la que se hallaba el país heleno.

Los gobiernos griegos han creído que los europeos estarían dispuestos a financiar un modelo económico y financiero con más huecos que un queso gruyère y los griegos y el resto de Europa han debido pagar la falta de escrúpulos de esas autoridades. 

El desbocado e insostenible sector público griego aumentó el gasto  en un 80% entre 1996 y 2008) y su deuda, muy superior a los ingresos en un 400%.

Ocurrió que en enero del 2015 una coalición de partidos de centro derecha e izquierda se agruparon en torno a la denominación Syriza y se hicieron con el poder en medio de un descontento creciente por la falta de compromiso de Atenas en acometer todas las reformas del paquete de austeridad lanzado por Alemania a todas las naciones de la eurozona.

El pregón de Syriza en la precampaña electoral era no respetar las medidas de austeridad, seguir como hasta ese momento, aunque sin salir del euro. Lo que, como se ha comprobado, resulta imposible y que le ha valido el ensañamiento de Merkel y compañía.

Una retirada griega del euro socavaría la solidaridad europea en la que se basa la unión y aumentaría la presión sobre otros socios débiles. Los socios fuertes están preocupados por otro contagio, la demanda de concesiones de parte de Portugal, España e Italia y otros deudores.

Syriza renegoció una ampliación de los límites en los pagos, pero cuando tocó el primero, la pasada semana, incumplió su compromiso. Al no avanzar en las conversaciones, surgió la idea del referendo, que ha dejado a los griegos más confundidos de lo que ya estaban respecto a la utilidad de negarse a seguir el camino de baldosas amarillas trazado por Bruselas.

Mientras duraron las conversaciones, justo hasta el portazo de Txipras, el BCE siguió inyectando fondos y para levantar la parálisis necesita el visto bueno de los socios fuertes.

El problema de la eurozona es que a pesar de que la moneda única tiene un tipo de cambio flexible, es de talla única para los 19 miembros, y los ajustes solo pueden realizarse mediante políticas fiscales. Para estos fines se han seguido las reglas impuestas por Alemania teniendo como leit motiv la austeridad como un oráculo de Delfos.

En 1990 Europa decidió darse una moneda común por la dificultad de mantener el sistema semi-flexible llamado Mecanismo de Tipos de Cambio, creado en 1979 para la estabilidad monetaria entre las naciones europeas integradas desde 1950 en una zona de libre comercio.

Si Grecia debería restaurar algún día su moneda nacional, el dracma, la pregunta sería si lo haría vinculándola al euro.

El problema es que un dracma vinculado al euro sería un blanco fácil para la especulación en cualquier intento de mantenerse. Un tipo de cambio del euro constituiría una limitante para el crecimiento económico del país heleno como lo ha sido también su pertenencia a la eurozona.

Un dracma libre-flotante, cuyo precio quedara establecido por los mercados de divisas, sería imprevisible, los cambios bruscos afectarían la inversión y el crecimiento. Aquí vemos la dicotomía de que a mayor flexibilidad más vulnerabilidad ante los mercados.

Europa se ha hecho con reformas y la zona euro fue concebida para resistir las turbulencias, vengan de donde vengan, partiendo de la solidaridad.  Grecia no podrá pagar la deuda contraída y esto es algo que puede ocurrirle también a España, Portugal e Italia. 

Las quitas se impondrán y pronto porque de lo que se trata es de crecer y producir riqueza. Grecia, por si alguien no se ha dado cuenta a estas alturas, se halla en bancarrota irreversible si no se le tira la toalla por mucho rescate que le den porque la deuda alcanzará dimensiones que humanamente no será posible pagar.

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