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domingo, 12 de enero de 2014

Sudan y Sudan del Sur: las cuentas pendientes





Por Mirta Balea

El petróleo y el gas natural son recursos limitados no renovables. La humanidad ha consumido la mitad de los hidrocarburos del planeta y las reservas dan a lo sumo -según los expertos- para otro cuarto de siglo.

Los centros financieros y de poder político en el mundo intentan escamotear la verdad, quizás para darse tiempo a encontrar otras fuentes de energía, y arrojan la esperanza de que las existencias dan para otros cien años.

El mundo consume hoy entre cuatro y seis barriles de petróleo por cada nuevo. Hemos sobrepasado ya el límite de producción y descubrimiento de petróleo y ahora no solo lo necesitan en grandes cantidades las potencias tradicionales, sino que India y China han entrado en el bote.

La perspectiva de que la guerra en Sudán se siga extendiendo y prolongando y entren en la ecuación factores como los rebeldes dirigidos por Riek Machar en las regiones donde se concentra la mayor cantidad de petróleo del vasto territorio dividido, nos plantea la pregunta de ¿hasta que punto podrían los intereses en juego manejar una intervención desde el exterior para proteger ese recurso?

Lo primero es que las secesiones, en nuestro mundo conocido, tienen lugar solo en países miserables, con un paro galopante y abundantes en conflictos étnicos y religiosos y en las que hay grandes recursos naturales.

Ese es el caso de Sudán, el país más extenso de Africa hasta junio del 2011 cuando las partes en conflicto, con dos guerras civiles a cuesta, dieron el paso de independizar el Sur, que ha demostrado no tener la infraestructura necesaria para garantizar a su población la seguridad y el bienestar requeridos.

Las guerras civiles  sudanesas desde que el territorio dejara de formar parte de Gran Bretaña en 1956 han enfrentado al Norte, islámico y árabe, con el Sur, cristiano y formado por comunidades negras.

Hablamos de un territorio que fue potencia regional por sí misma durante muchos años y cuyos problemas no pueden ser resueltos al estilo de otros países africanos.

Sudán ha contado y cuenta con petróleo, un bien finito y muy cotizado por Occidente, China, India, Japón, Malasia, y aquí paro para no hacer demasiado larga la lista.

Tiene además una base agrícola nada desdeñable, acceso al gran río Nilo (que en Etiopía y Sudan se le llama Azul) y figura en el punto estratégico de confluencia de Africa con Asia.

Esto explica que en las conversaciones iniciadas en Addis Abeba (Etiopía) el pasado tres de enero entre las autoridades del Norte (capital Jartum) y del Sur (capital Juba), el tema principal sea cómo contener a los rebeldes de Machar y proteger el suministro de petróleo y su exportación a cualquier precio.

Si bien la paz entre ambos lados del Sudan está muy lejos de instaurarse, ahora el "coco" es Machar. El representante chino en las conversaciones de Addis Abeba ha apostado públicamente por alcanzar un pacto para poner fin a la violencia y alega preocupación humanitaria.

La mayoría de los yacimientos pertenecen al Sur o están en la frontera en conflicto en las regiones de Kodorfan Sur y Nilo Azul, aun controladas por Jartum, pero la salida a los mercados depende del oleoducto ubicado en el Norte y que desemboca en Port Said.

El Sur suspendió la producción perjudicándose a sí mismo para forzar al Norte a rebajar sus aspiraciones sobre el peaje de 36 dólares por barril a poco menos de un dolar y mira ahora hacia Kenia para construir otra salida para el crudo por Mombasa.

A los chinos, indios y malayos, con un buen porcentaje de la producción petrolera sudanesa, les desagrada sobremanera la idea de un oleoducto vía Mombasa. Prefieren controlar el crudo dentro del propio territorio de su producción y sacarse de encima a los fastidiosos rebeldes.

En este mundo globalizado, el tiempo de reacción ante hechos inesperados es cada vez más estrecho y las superpotencias se quedan rezagadas, como se ha comprobado ya en el desenlace de la llamada primavera árabe. Me refiero a las tradicionales, como Estados Unidos, Gran Bretaña y la propia Unión Europea en su conjunto.

Ahora las que hacen valer su criterio son China e India, potencias no tradicionales en la región, en el llamado grupo BRIC o emergentes, y, en el marco internacional, la Unión Africana (UA), que antes se mantenía como la cenicienta del cuento frente al empuje de la Organización de las Naciones Unidas.

Los sudaneses de ambos lados están en desacuerdo conque las potencias tradicionales metan mano en sus asuntos y prefieren la mediación de la UA. No les queda otra que soportar el peso de China porque la China National Petroleum Corporation controla un 40% de los consorcios petroleros de ambos lados de la frontera y, sobre todo, las exportaciones.

El prestigioso diario, especializado en economía, Financial Times, publicó el pasado día 7 un artículo de William Wallis, titulado Cheerleaders' naivety laid bare as South Sudan unravels (a continuación les paso el link por si quieren leerlo, otra cosa es que puedan hacerlo sin pagar) y culpó abiertamente al Sur de todo lo que está ocurriendo.

http://www.ft.com/intl/cms/s/0/8c3b610c-76f6-11e3-a253-00144feabdc0.html#axzz2qBG0vrVI

Ha recordado que en pasadas crisis, cuando el país no se había dividido aún, resulta fácil culpar a Jartum y deja entrever que, en la situación actual, la responsabilidad cae  sobre el presidente del Sur, Salva Kiir, y de Machar, porque se trata de una lucha por el liderazgo y el poder.

Puede. En cambio me pregunto ¿por qué en Addis Abeba se busca, bajo los auspicios de la UA y con representaciones de China, India y otros, una solución a la rebeldía de Machar antes de entrar a analizar las posibilidades de un acuerdo permanente sobre el peaje del petróleo? Y el bando de Kiir ha accedido a negociar, a pesar de que para su economía lo más importante es lograr esto último.

Financial Times y su comentarista hablan de corrupción en el Sur, a la que achacan toda la problemática social y económica del nuevo país, miembro 193 de la ONU de pleno derecho, y que era, cuando alcanzó la independencia, y sigue siéndolo, la zona más pobre del mundo.

El artículo obvia recordar que en 1989 Omar Hasan al Bashir, actual presidente del lado Norte, dio un golpe de Estado e impuso la ley islámica o sharia, suprimiendo los credos ajenos, fragmentando a la oposición política y colocando el sistema de justicia y la propia independencia del país en manos de esas normas medievales.

Fue el momento en que las élite árabes avanzaron como un torrente sobre las tierras sudanesas y desposeyeron a los campesinos del sur de su medio de vida, lanzándolos a la diáspora.



Negociadores en Addis Abeba



También se obvia que las élites árabes contaron en todo momento con el apoyo de Jartum para llevar a cabo sus fechorías de hacerse con la minería, la madera y otros recursos naturales, llegando a promulgarse una ley del suelo para favorecer el expolio.


Los árabes formaron milicias, que cometieron innumerables atropellos ante la mirada silenciosa de Jartum, para impedir a las huestes campesinas volver a sus tierras, lo que dio inicio a la etapa de la rebelión.


Kiir ha preferido sentarse a pactar la eliminación de Machar, que como él no es un líder regional sino tribal y controla el Kordofan Sur y las montañas nubias con el 95% de los yacimientos petroleros, en lugar de alcanzar con éste un acuerdo para enfrentar juntos al Norte.


Las luchas entre líderes tribales ha sido el síndrome de Africa, cuyos países adolecen de un concepto desarrollado de nación a pesar que la descolonización del continente tuvo lugar a mediados del pasado siglo y muchos alcanzaron la independencia por esa vía.

La delineación de gran parte del mapa de Africa en la actualidad fue acordada en 1899 entre los colonialistas franceses y británicos al trazar la línea de la cuenca hidrográfica divisoria de los ríos Nilo y Congo.

No hay que ser un erudito a estas alturas para saber que las naciones van a la guerra por períodos largos con argumentos mentirosos, como pasó a los largo del siglo XX. Así que más vale no ponerse del lado equivocado del cañón de una pistola.

La guerra del Golfo permitió a Estados Unidos establecer muchas bases militares en Arabia Saudita, Emiratos Arabes y otros estados de la zona. Pero de lo que no se habla demasiado es de los enormes intereses petroleros, bancarios y militares aparcados tras el estallido de los conflictos.

Wallis tampoco menciona que Bashir está siendo procesado como criminal de guerra y ha sido sancionado por las Naciones Unidas, donde China ha dado su aprobación para esto, a pesar de que, como parte interesada del conflicto, se escora más a que Jartum lo controle todo.

Las autoridades del Sur siguen sin frenar los desencuentros étnicos y en la actualidad enfrentan protestas populares por la falta de seguridad y bienestar dentro de un inquietante escenario belicoso y fragmentado, mientras la comunidad internacional, incluida la UA, nada hace para impedir que el conflicto vaya a más.

Como en 1899, el territorio sudanés, foco tradicional de armas, drogas y con esas reservas petrolíferas, resulta también una base de desestabilización  de otras naciones africanas.

Otra cuestión que contribuye a aumentar la inestabilidad es que faltan por trazar y demarcar unos 5 mil kilómetros de frontera, dentro de éstos, 8 kilómetros que deberán desmilitarizarse si se pretende encontrar una convivencia razonable.

Las conversaciones de Addis Abeba no parece que vayan a centrarse en estos aspectos y cuando en la prensa aparecen comentarios como el de Wallis aumenta la confusión entre quienes desean saber mas sobre el conflicto.


Si se logra sacar a Machar de la ecuación, en lugar de que el Sur llegue a un acuerdo con los rebeldes, se volverá a la casilla de salida. El Norte continuará con sus exigencias y el Sur seguirá inmerso en su pobreza y quizás, al final, pierda la independencia porque la gente necesita alimentarse y tener seguridad para seguir en la brecha.

El programa de reconciliación propuesto no va encaminado a lograr la estabilidad entre las dos partes, que forman hoy Sudán, sino a mantener incólumes los intereses en la producción y exportación del petróleo, aún a costa de más vidas y miseria.

Hay que decirlo con claridad. La apertura de mercados de exportación en Port Said aumenta la resistencia de las potencias a seguir la política de sanciones económicas contra el Bashir, que seguirá controlando las regiones del Nilo Azul y Kordofan Sur, a pesar de los rebeldes, que se lo ponen muy difícil, es cierto.

Estas son regiones pobladas por etnias negroides africanas como los nuba, cuyo lider es Machar, sometidas a bombardeos del Ejército regular de Sudán. Hasta se han divulgado imágenes de fosas comunes indicativas de posibles matanzas de civiles.

De las consultas populares en esas zonas para decidir de qué lado quieren estar nadie habla, aunque están contempladas en el acuerdo del 2005.

El Sur se ha definido como una República democrática, multiétnica, multirreligiosa, multicultural, multilingüe, con separación Iglesia y Estado y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y eso nadie lo valora.

El Norte y Centro se arabizaron en el siglo XV, convirtiendo al Sur en su fuente de esclavos y riqueza sumiendo a la población en la más absoluta pobreza y dando paso a las luchas internas en dos importantes períodos, y así pretenden seguir a pesar de la división. 

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