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lunes, 10 de diciembre de 2012

Egipto: la hora de la verdad




Por Mirta Balea




Si alguien creyó que el presidente egipcio Mohamed Mursi se había pasado con lo del macho alfa al decretar para sí mismo poderes absolutos y con declararlos "inamovibles" y que hace apenas 48 horas rectificó porque entendió que se trataba de un error, se equivoca, y ahí está para demostrarlo la pronta declaración de apoyo de los Hermanos Musulmanes (HHMM) en cuanto a que "ya no hay motivos para que la oposición siga con las protestas".




La Hermandad apoyó la iniciativa del Ejército de convocar un diálogo nacional - al que no asistió el Frente de Salvación Nacional (FSN), que demandaba la anulación del decreto blindando al presidente ante la Justicia e instaba a detener el plebiscito constitucional del próximo día 15 hasta que se alcance un consenso sobre el contenido de la Carta Magna, cuyo borrador fue aprobado el viernes último por la Asamblea Constituyente, mayoritariamente islamista.





Mursi ha rectificado "el decretazo", pero no así lo decidido por la Asamblea Constituyente. Según el dirigente del FSN, Mohamed Abulgar, el documento "confisca las libertades y carece de las mínimas garantías para las clases desfavorecidas".




A la luz de los últimos acontecimientos ha quedado claro que el presidente buscaba que pasara el borrador de la Ley de Leyes sin grandes problemas al aprovisionarse de poderes absolutos durante el trámite. El mismo día de su aprobación en la Asamblea Constituyente, la oposición convocó una manifestación en la plaza Tharir, cuna de las protestas, que dieron al traste hace dos años con la dictadura de Hosni Moubarak.




El Ejército señaló en su primera reacción ante los disturbios que venían teniendo lugar desde el "decretazo" el pasado 22 de noviembre que debe haber "respeto de la legalidad y las reglas democráticas" y aprovechó para recordar que "siempre ha estado del lado del pueblo egipcio" y "está determinado a perservar la unidad nacional".
 
 
 
 
La población desconfía del Ejército porque considera que su pasividad antes los últimos acontecimientos es el resultado de un pacto con Mursi, que hace unos meses se encargó de cercenar a la cúpula militar, dominante en la escena nacional desde la misma caída de la monarquía a mediados del pasado siglo.
 
 
 
 
La etapa de la transición abierta con la deposición de Moubarak fue pilotada por una Junta Militar, encabezada por el que fuera ministro de Defensa durante 30 años, el general Mohamed Hussein Tantawi, a quien Mursi se ha quitado también de encima después que cogiera las riendas del poder tras las elecciones de junio de este año.
 
 
 
Sobre el nuevo ministro de Defensa, Abdel Fattah al Sesi, pesa la sospecha de que pertenezca a los HHMM. Lo relevante es que nunca ha ocultado su tendencia islámica en el ejercicio de la política. Incluso la nueva Constitución, de ser aprobada, le permitiría elaborar al organismo su propio presupuesto al margen del Parlamento.
 
 
 
 
El portavoz de los HH, Mahmud Gozlan, reclamó de la oposición que "respete los resultados del referendo constitucional", cuya fecha se mantiene pese a las demandas para aplazarlo, y se permitió preguntar si aceptarían la votación de ser favorable al borrador presentado o "continuaría en la vía de la manifestación, la amenaza, la destrucción y los incendios". 
 
 
 
 
El odio hacia Mursi y los HHMM quedó reflejado en los ataques de hace unos días a las sedes del grupo en Ismailya, Suez y Munufuya, Maadi y Muqattam.
 
 
 
 
La oposición laica, entendida como el sector que defiende la separación de Religión y Estado, recibió en Tahrir un espaldarazo popular, ha logrado unirse en la causa común de intentar abolir el borrador aprobado por la Asamblea Constituyente y en su lugar alcanzar uno consensuado, pero sigue estando en minoría ante la Coalición Islamista de Egipto.
 
 
 
 
Esta agrupación ha rechazado cualquier retraso en el referendo constitucional, porque -según señaló en un comunicado- la consulta es "un paso en el camino hacia la estabilidad y la construcción de las instituciones del Estado". La Coalición está integrada por los HHMM y su órgano político, el Partido Libertad y Justicia, por el Mursi optó a la presidencia, y los salafistas de las organizaciones Al Nur, Gamaa al Islamiya y el Frente Salafista.
 
 
 
 
El borrador, que será sometido a consulta el próximo día 15, desconoce la diversidad política y social de Egipto, que no ha sido ni es un país árabe al uso. La transición iniciada hace dos años atraviesa en este momento su momento más crítico, incluso considerando la intentona de la Junta Militar de retener el poder a pesar de las elecciones, porque se tambalea la posibilidad de crear un Estado de libertades y derechos para todos como reclamaban en Tahrir hace dos años.
 
 
 
 
El FSN intenta bloquear la deriva autoritaria de Mursi y la aprobación de una Constitución cuyo fundamento de derecho sería la sharia o ley islámica.
 
 
 
 
Esta agrupación está integrada por el Partido Socialdemócrata, el Partido de la Constitución, creado por el premio Nobel de la Paz, Mohamed al Baradei, y la Corriente Popular. Ninguno de estos actores en los los acontecimientos de hace dos años han sabido mover ficha con celeridad y profundidad para obtener más votos que los islamistas en las elecciones de mediados de este año.
 
 
 
 
La muchedumbre de Tahrir, nada silenciosa, nada correcta, nada reverente, se agolpaba para protestar contra Moubarak como lo hicieron el viernes contra Mursi. A su alrededor todo parece lúcido, leal, sencillo, honesto, pero en precario equilibrio.
 
 
 
 
El presidente creyó que el diálogo pondría fin a las protestas si retiraba el decreto. Hay que reconocerle que no tiene intenciones de "largarse a la inglesa", como se dice en los países árabes por lo del Mandato británico de Palestina, es decir, de evadirse, pero sus ideas político-religiosas le hacen incapaz de razonar que la libertad de un pueblo depende de su forma de gobierno.
 
 
 
 
Los islamistas radicales pretenden, según sus ideas, salvar a Egipto de que caiga en el pecado como lo hicieron las bíblicas Sodoma y Gomorra; los hombres de las luengas barbas muestran su noble indiferencia por las cosas humanas, la ignorancia amable de las ideas intolerantes.
 
 
 
 
De todas las enfermedades virulentas del pasado siglo y que trasponen los muros del XXI, el islamismo radical de las más inquietantes. Estos musulmanes no son egipcios ni ciudadanos del mundo, son los defensores  de una ley gestada en el medioevo. Ninguna pasión ha sido jamás tan infeliz como ésta.
 
 
 
¿Como puede aceptar el sentido común que los ciudadanos de un país queden atrapados  en sus relaciones interpersonales por las interpretaciones religiosas de un grupo de fanáticos o que en el mundo puedan existir más verdades ni más lógica que las enunciadas hace siglos? En el borrador de la Constitución,  ha quedado así, fraguado como delito, la blasfemia.
 
 
 
Hay que medir aquí cuan breve es el paso de una ensoñación de libertad surgida hace dos años a la esclavitud política y religiosa de ahora. Es como si al regresar a nuestra casa de un viaje nos la encontráramos ocupada porque nos hubieran desahuciado en ausencia.
 
 
 
 
La plaza Tahir es origen y destino de Egipto, su única razón de ser, la desembocadura de una riada de hombres y mujeres y hasta niños contrariados que llegar lejos, quien sabe a donde, quien sabe cuándo. Dos años de espera no deberían cambiar mucho el tono de las voces ni del tic tac del reloj, que se asemeja mucho al de las horas transcurridas durante y después de la primavera árabe, aunque a veces parezca perdida.
 
 

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