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lunes, 18 de marzo de 2019

TRUMP Y CUBA


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Por Mirta Balea

Cuando Barack Obama fue sucedido por Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos, reconoció que persistían las diferencias de interpretación  de la democracia y los derechos humanos con Cuba, pero confiaba que la "interacción bilateral" terminaría por solucionarlo. La ratificación de la Constitución Cubana en febrero pasado, sin variaciones en la esencia de ejercer el poder, no parece estar en la línea de la distensión buscada por el ex-mandatario demócrata. 

Lo que el presidente saliente no contó al público sobre las consecuencias de su política aperturista hacia La Habana, fue que el nuevo inquilino de la Casa Blanca se daría de bruces con el tema de los prisioneros políticos en la Isla y la compensación por bienes estadounidenses confiscados a partir de 1959, y Cuba, por su parte, le entregaría una larga lista de reclamaciones entre las que figuraría, de manera relevante, el pago de un mínimo de 833 mil millones de dólares como indemnización "por el daño humano y económico" ocasionado por el embargo de medio siglo de vigencia.

Lo que aspiraba a ser una hoja de ruta para Trump a los ojos de Obama a partir de los cambios institucionales introducidos por él en la tradicional política norteamericana hacia Cuba, se ha encontrado en el camino con el polvorín venezolano y el interés de responsabilizar al régimen por la opresión y los abusos de los derechos humanos como viene ocurriendo desde los años 60 del pasado siglo. La Administración norteamericana ha acusado a Cuba de la crisis en Venezuela, donde dice que militares de la Isla controlan a las Fuerzas Armadas Bolivarianas.

Trump considera a Cuba parte de una troika tiránica, que se retroalimenta, de la que formarían parte también Venezuela y Nicaragua. La ratificación de la Constitución en un país que hace una década actuó de revulsivo en América Latina y el Caribe para la creación de una plataforma de naciones aliadas dentro del llamado socialismo del siglo XXI, tiene ahora otra lectura con la salida del grupo de dos colosos: Argentina y Brasil. 

Obama puso en marcha dos decisiones migratorias de peso justo antes de poner fin a su mandato y después de visitar La Habana y  haberse entrevistado cuatro veces con Raul Castro tras el reinicio de las relaciones el 14 de diciembre de 2014. Con estas directivas, el demócrata eliminó la política migratoria de "pies mojados/ pies secos" agregada por Clinton a la Ley sobre Ajuste Cubano, que venía a decir que los cubanos interceptados en el mar con intención de alcanzar las costas de Estados Unidos serían devueltos a no ser que pusieran pie en tierra, en cuyo caso obtendrían un permiso de trabajo, ayudas iniciales, y tras un año, podrían solicitar la residencia.

El pánico se hizo patente entres los cubanos deseosos de marcharse ante la sospecha de que se fuera al traste toda la Ley de Ajuste Cubano, nacida tras el éxodo masivo de balseros a mediados de los años 90 a finales del siglo XX. La emigración aumentó con la utilización de América Latina como puente. Nicaragua, aliado del régimen cubano, cerró sus fronteras aduciendo riesgos de seguridad y soberanía y transfirió a Panamá y Costa Rica la atención de los  impedidos de seguir viaje a Estados Unidos.

La segunda decisión migratoria tenía que ver con la eliminación del programa conocido como Parole para los médicos cubanos, puesto en marcha en 2006 por el republicano George W. Bush, que permitía a estos profesionales en misión en terceros países pedir asilo en cualquier embajada norteamericana. El fallecido Fidel Castro lo denunció como "un robo de cerebros, algo de lo que podría acusarse a la mayoría de países del mundo. 

Uno de los que más condenó las decisiones de última hora de Obama fue el congresista cubano-americano Mario Diaz Balart, argumentando que eran concesiones al régimen de La Habana y una traición del compromiso de Estados Unidos con los derechos humanos. El presidente llevo adelante el programa a pesar de las reticencias del Congreso en cuanto a la normalización de las relaciones con Cuba. 

La política de Trump desde su toma de posesión ha consistido en reafirmar el embargo y de oposición a las convocatorias para levantarlo de la ONU u otros foros internacionales. Con sus colaboradores, ha reanudado los informes periódicos sobre el progreso de Cuba en materia de libertades políticas y económicas.


Las directivas migratorias de Obama fueron publicitadas como una forma de consolidar los supuestos avances en el "deshielo" para lo cual las convirtió en irreversibles. La Habana, como era de esperar, dijo que aceptaría la repatriación de los cubanos expulsados de Estados Unidos  como había venido haciendo lo que puso al descubierto el doble rasero de los mandamases  de Washington.

Las medidas sirvieron también para definir los intereses del expresidente demócrata en asunto tan peliagudo, como serían la expansión del comercio bilateral y el impulso a reformas económicas, sin que se mencionara la apertura cubana a un sistema democrático, requisito fundamental para todos los gobiernos anteriores. Las directivas presidenciales llegaron después de  nominar al primer embajador en La Habana tras medio siglo de  ruptura.

Trump advirtió durante su campaña que revertiría todas las concesiones a Cuba "hasta que fueran restablecidas las libertades", aunque todos sabían que se metería en un proceso farragoso, largo y complicado para él mismo. Antes había afirmado estar a buenas con el proceso de normalización de relaciones, pero no hay que rasgarse las vestiduras por esto. El presidente tiene acostumbrada a la gente a enviar mensajes contradictorios y si uno se fija en su propia trayectoria ve que ha sido su modo de actuar desde que fuera un empresario de éxito, al que atraía la política.

Formó parte de las filas demócratas hasta 1987 cuando se pasó a las republicanas durante dos años. Transitó por breve tiempo por el Partido de la Reforma y en 2001 regresó a los bazos del Partido Demócrata, que pudo retenerlo hasta que decidió renovarse con el Partido Republicano y presentarse a las elecciones del 2016. Se puede decir que es el primer presidente en la Casa Blanca sin experiencia política ni en procesos electivos y aún así ganó. 

L
os cambios constantes en un individuo se consideran en psicología expresión de alguna fuente de malestar, aunque otra motivación podría ser el simple deseo de cambiar. La gente -al contrario de lo que pueda pensarse- no cambia en un sentido estricto del término, así que dar bandazos de un Partido a otro tenía el objetivo de encontrar el hueco que más beneficiara a su vida e intereses. Los rasgos de la personalidad, en cambio, no varían, y por esto hablamos de un presidente que retiene la forma de expresarse del empresario, actuando con cierto histrionismo, mostrando un lado narcisista y que en muchas ocasiones da la impresión de actuar por impulso. Como hombre de negocios, invirtió años en crearse un personaje como seña de identidad y esto es lo que subyace en su mandato.


John Bolton, consejero de Seguridad Nacional, un hombre de momento de toda su confianza, llegó a decir, en 2002, que Cuba era una factoría de armas biológicas y este parece ser el encargado de trazar su política en esa dirección. Ha denunciado recientemente a Caracas por su ayuda financiera a Cuba y Nicaragua, que  han estado adquiriendo petróleo a precios preferenciales, tal y como había hecho La Habana antes con la Unión Soviética hasta que Gorbachov le cerró el grifo.

La diplomacia petrolera se fue al garate con el hundimiento de los precios en 2014, lo que ha reducido sensiblemente la compra de Cuba. En la actualidad, recibe 50 mil barriles al dia, pero hasta hace muy poco la cantidad era de 115 mil, con los que cubría una gran parte de su consumo. A cambio,  enviaba al régimen venezolano médicos y expertos en áreas claves como Seguridad e Inteligencia. Cuando Trump decidió apoyar explícitamente a Juan Guaidó  se colocó en la línea de derrocar a  Nicolás Maduro.

Empezó por cortar todo acceso al dinero por la venta de petróleo en suelo norteamericano de la estatal PDVSA, que obtiene el 90% de sus ganancias de ese mercado. Impedir el acceso a los fondos venezolanos ha provocado que el país no pueda importar bienes ni revertir una producción petrolera en declive. Ha complicado también los pagos de la deuda pública. Los números hablan: la PDVSA producía casi tres millones de barriles diarios en 2014 y en enero de este año, apenas extrajo 1,1 millón de barriles, en una nación con las mayores reservas probadas de petróleo en el mundo.


Trump decidió dar con el zapato en la mesa hace unos días reduciendo el tiempo de validez, de cinco años a tres meses, de la visa B2 para turismo y visitas a familiares. Cuba reaccionó diciendo que esto constituye un obstáculo adicional para que los cubanos visiten a sus allegados y se suma al cierre de los servicios consulares en La Habana y a la interrupción del otorgamiento de visados, obligando a los isleños a viajar a terceros países.

Washington suspendió la concesión de visados cuando evacuó al 60% del personal de su embajada por unos presuntos "ataques sónicos" a sus diplomáticos. Digo presuntos porque la mayoría de periodistas se pregunta qué ganaría La Habana -si tuviera medios para hacerlo- con tales provocaciones en un momento en que se tambalea el aperturismo de Obama, por no decir que ha ido desapareciendo. Todo indica que los médicos diagnosticaron pérdida de audición y edema cerebral a partir de fuertes dolores de cabeza y otros deterioros cognitivos en las víctimas. El Departamento de Estado acusó al gobierno cubano de no garantizar debidamente la seguridad de la delegación.

Todas las decisiones de Trump van dirigidas siempre a su masa de votantes, muchos de los cuales se muestran contrarios a continuar la política de normalizar relaciones con Cuba.  El 9 de septiembre del 2017, extendió por otro año el embargo como represalia a que los cubanos urgieran a Asamblea General de la ONU a instar a Estados Unidos a levantarlo. La extensión estará vigente hasta el 14 de septiembre de este año, según memorando firmado por el presidente, amparado en la Ley regulatoria de Comercio con el Enemigo (The Trading With The Enemy Act).

El presidente acortó a 45 días los seis meses previstos hasta ahora para que los nacionales afectados por las expropiaciones en 1960 de Fidel Castro pudieran reclamar sus antiguas propiedades. La suspensión en enero de este año atañe a la Ley para la Libertad y la Solidaridad Democrática, aprobada por Bill Clinton en 1996 en cuanto a los títulos III y IV de la norma conocida también popularmente como Ley Helms-Burton.

Desde Clinton, todos los gobiernos han dejado sin efecto esta parte de la norma. Las agencias de noticias han señalado en más de una ocasión que podrían llegar a los 200 mil pleitos. La suspensión entrará en vigor el próximo día 19  y concluirá el 17 de abril, según informó el Departamento de Estado. Las firmas extranjeras quedarían exentas, pero no aquellas de la lista "negra" por estar asociadas al régimen, la mayoría dependientes de estamentos de las Fuerzas Armadas y del ministerio del Interior, junto además de hoteles en La Habana, Santiago de Cuba y Varadero. 

Este tipo de política pretende canalizar las actividades económicas fuera del ámbito militar, incluyendo las transacciones relacionadas con viajes, con el objetivo de presionar al régimen a permitir la expansión del sector privado en Cuba. Los gobiernos norteamericanos han considerado el control militar sobre todos los sectores rentables de la nación caribeña el principal obstáculo para su prosperidad y libertad económica.

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