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domingo, 24 de marzo de 2019

¿Qué pasa con el BREXIT?



Theresa May

Por Mirta Balea

La Unión Europea aceptó retrasar la salida del Reino Unido, prevista para el 29 de este mes, hasta el 22 de mayo, si el Parlamento británico acepta el acuerdo pactado con Bruselas por la primera ministra Theresa May, lo que resulta muy improbable. El presidente de la Cámara, John Bercow, advirtió que no posibilitara una tercera votación si no hay "cambios sustanciales" en el texto.
La jefa de gobierno se encuentra en una situación política precaria tras dos derrotas en la Cámara en las que la oposición y figuras de su propio partido han votado en contra de las medidas negociadas por ella durante dos largos años y tras haber perdido en junio del pasado año las elecciones generales, que la obligaron a pactar con el Partido Democrático Unionista de Irlanda del Norte para poder gobernar.

Esto sumado a las advertencias de Bercow la conminaron este viernes a enviar a los diputados una carta en la que afirma que no presentara el acuerdo de nuevo si continúa sin tener apoyos. El documento ha coincidido con la confirmación del PDU de que seguirá sin darle su voto.

Si Westminster rechazara por tercera vez el acuerdo, la siguiente fecha en importancia sería el 12 de abril. Para entonces tendrá que haber decidido como quiere realizar la salida o si solicitará un aplazamiento más prolongado. Tal solicitud tendrá que estar justificada y obligaría al país a participar en las elecciones a la Eurocámara entre los días 23 al 26 de mayo.

Hasta once ministros se han conjurado para forzar la dimisión de la jefa del Ejecutivo, según informa Reuters. Suenan para sustituirla, su segundo, David Lidington,  y también Michael Gove, de Medio Ambiente y Jeremy Hunt, de Exteriores.


El Parlamento quiso arrebatar hace meses el control del proceso al gobierno y hasta se gestó una crisis en su seno con los ministros enfrentados entre si y las dimisiones de dos de los duros. La primera ministra pudo pasar el rubicón comprometiéndose a resolver la inclusión de nuevas exigencias británicas en el acuerdo. Bruselas es renuente a modificar lo que ya se ha alcanzado en las arduas y largas negociaciones.
Negociar el Brexit no ha sido, ni de lejos, una tarea fácil. Los ingleses, si nos guiamos por los votos, más que los británicos, en su calentón por salir como fuera de la UE, a la culpan de todos sus males, se olvidaron de fraguar un plan alternativo. Esta es la razón de que se alcen voces en el país para proclamar ahora la necesidad de un segundo referendo. La plataforma People's Vote convocó una multitudinaria manifestación por el mismo centro de Londres este sábado y una página web ha recogido cuatro millones de firmas para volver a pronunciarse sobre la salida de la UE.

Quizá repetir el referendo sea muy complicado e incluso desaconsejable, pero algunos creen que ganar tiempo sería inteligente y deseable ante la incertidumbre del momento y la amenaza de un caos imprevisible e incontrolable. La legislatura de May llegará pronto a su fin y puede que unas nuevas elecciones hagan de plebiscito de un nuevo Brexit. 
De salir adelante el acuerdo en el Parlamento, antes del 29 de marzo, contra todo pronóstico, el 22 de mayo quedaría como fecha para una salida ordenada del país, que contaría con dos meses para aprobar toda la legislación asociada y no tendría que participar en los comicios europeos.

La UE busca evitar que los británicos sigan siendo miembros de pleno derecho después de las europarlamentarias, lo que redundaría en una mayor fiabilidad en el proceso electoral para los más de 350 millones de europeos supuestos a participar. Si tiene lugar el tercer rechazo, los 27 tendrían que reunirse otra vez, posiblemente el jueves de la próxima semana, para poner la fecha definitiva de ruptura.
Entre los asuntos más espinosos de la negociaciones entre Reino Unido y Bruselas se encuentra el backstop, la salvaguarda alcanzada en los acuerdos de paz de 1988 para mantener las fronteras entre la República de Irlanda, miembro de la UE, e Irlanda del Norte, territorio dentro del Reino Unido y es una de las razones para que el PUD no acepte el acuerdo. Este tendría que contemplar la permanencia de los británicos en la unión aduanera hasta alcanzar el marco de una nueva relación comercial. 
El ex-fiscal general Dominic Grieve, defensor de un nuevo referendo, presentó una moción para ampliar el tiempo dispuesto en el artículo 50 del Tratado de Lisboa, a fin de reducir el riesgo de un Brexit sin acuerdo o duro el 22 de mayo -que es lo que se vislumbra ahora mismo-. Durante el tiempo comprendido entre la fecha límite y la salida definitiva el 31 de diciembre del 2020, el país mantendrá el acceso al mercado único y a la unión aduanera, sin participar en la toma de decisiones, pues ya no sería un Estado miembro. 

El artículo 50 del Tratado de la UE fue activado por primera vez por el Reino Unido el 29 de marzo del 2016 y ha regido el proceso de separación. La letra deja un margen de dos años al país saliente, prorrogable si hay un acuerdo mutuo. Las reglas sobre comercio y aranceles del Estado se regirìa en caso de no haberlo por las de la Organización Mundial del Comercio. 




Las normas europeas no contemplan un reingreso de los estados salientes. La única salida hasta ahora fue la de Argelia en 1962, cuando obtuvo su independencia y aún así figuró en los tratados hasta 1992 como si aún fuera un Departamento de Francia. Groenlandia se marchó en 1985 por referendo, aunque sigue perteneciendo a Dinamarca, miembro de la UE.

Reino Unido ha jugado siempre en la misma liga de la UE, pero con reglas aparte. Esta excepcionalidad, en un matrimonio de 40 años, se consolidó con el Brexit y promovió dudas sobre el proyecto unificador en su conjunto. Ante las presumibles amenazas iniciales de un efecto dominó, el proceso de salida ha tenido un consenso mayor del esperado entre los miembros, lo que no ha sido el caso de Londres, cuyos parlamentarios siguen resueltos a mantener los privilegios, que acumularon durante tantas décadas como ninguna otra nación de la zona.

Las cifras del voto por la salida reflejaron que el 73% de los jóvenes lo hizo por la permanencia en la UE, al igual que las principales ciudades, entre estas, Londres, en donse registró el 60% de tal opción, y un poco más en Escocia, Irlanda del Norte y norte de Gales. Estos votos conformaron un 43% del No a la salida. Fueron las zonas rurales y los mayores de 65 años los que inclinaron la balanza para alcanzar el 58%, cifra ajustada, si cabe, pero suficiente para tomar la decisión de irse de la comunidad de Estados.

Si desgranamos el voto en valores políticos e ideológicos, el 59% de los conservadores y el 90% de los populistas- tanto de izquierda como de derecha-votaron por salir de la UE. Los europeístas, divididos entre demócratas liberales y laboristas, computaron el 75% y el 69%. En aquel momento todo hacía pensar que no habría necesidad de invocar el título 50 ni esperar dos años para la salida, pero ahora vemos que los británicos hablan de ampliar el proceso de manera, incluso, indefinida.



Tras el Si pudo comprobarse que no había plan alternativo para la salida y este se ha venido construyendo en la marcha por la primera ministra, que es, por cierto, la expresión de que el mayor fanático es un converso. Antes abogaba por una permanencia en la UE y al verse abocada a pactar la salida como jefa del Ejecutivo, a pesar de no contar con apoyos, no se cansa de repetir que un segundo referendo es inviable y hay que respetar la voluntad de los votantes.

La UE quedó establecida en 1993 mediante el Tratado de Roma, que contemplaba tres pilares pre-existentes: la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, la Comunidad Europea de Energía Atómica y la Comunidad Económica Europea, a las que se sumaron gestiones de política exterior y cooperación judicial y policial. Los fundadores del proyecto integrador: Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y Países Bajos se hallaban debilitados económica y políticamente por las dos guerras mundiales y necesitados de consolidar la paz alcanzada para dar una estabilidad al comercio. 

Fue el ex-primer ministro David Cameron quien dio luz verde al referendo. El ex-presidente español Felipe González dijo con claridad meridiana que el político británico incendió su casa y quiso salvar los muebles y se ha quedado sin casa y sin muebles. Pasará a la historia como el líder que sacó a su país de la UE, apretando el botón de riesgo, a pesar de pasar por un europeísta.


La democracia participativa está bien, siempre que no se confunda con un sustituto de la democracia representativa. Cameron hizo dejación de sus responsabilidades en la solución del problema migratorio, motivo de queja ante Bruselas, y pasó a la población la patata caliente en forma de referendo en si debían o no permanecer en la UE, pensando ante todo que con esto presionaría a sus socios comunitarios y olvidando que los referendos deben ser excepcionales y tasados. 

Hay que decir que no era la primera vez que hacía una jugada similar. La primer fue con el referendo sobre independencia en Escocia, que ganó por los pelos. Puede que pensara en un resultado similar para el Brexit, pero el tiro le salió por la culata y la situación inmediata fue un desplome de la libra esterlina a niveles de 1985.

Reino Unido aportaba 12 mil millones de libras anuales a las arcas europeas y recibía mucho más de Europa. Un 47% de las exportaciones británicas van a la UE y el 58% de sus importaciones proceden de esa región. Los lazos de inversiones y comerciales, si descontamos a Estados Unidos y Canadá, se mueven en gran parte hacia la región de la que desea separarse.

Alemania y Francia son sus socios mas destacados en el comercio, en tanto en las inversiones lideran Suiza y Noruega. La UE aporta un 5% del PIB británico y la mitad de su intercambio comercial tiene lugar con dos pesos pesados: Francia y Alemania, nada proclives a aceptar los caprichos británicos.

El denominador común entre los líderes europeos que han proclamado la necesidad de salir de la UE es que no están dispuestos a compartir por el bien común sus riquezas y dan preferencia a sus intereses locales, como si se tratara de tribus, en un mundo cada vez más globalizado en el que las luces largas deben estar encendidas de forma permanente.


La UE esta considerado un bloque económico importante a escala mundial y lo seguirá siendo después de la salida de sus filas de la segunda economía del mundo. De cualquier manera, la bofetada dada por Reino Unido a sus socios les ha hecho hablar más de redefinir, defender y preservar el proyecto integrador para evitar que el desencanto prime sobre los valores construidos durante décadas.

Europea debe seguir siendo relevante en un mundo en el que se estrenan en la lucha por los mercados otras fuerzas económicas emergentes. 

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