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domingo, 23 de junio de 2013

Siria: Lo que puede hacerse y lo que se hace






Por Mirta Balea


Cuando una guerra -como la que se libra en estos momentos en Siria- desconoce aquellas leyes internacionales definitorias de lo que está o no permitido hacer, se puede decir que el concepto de estrategia, inventado por Napoleón, se va a hacer puñetas en su más puro sentido del juego limpio.



La mitología griega nos ha hablado de que quienes no se atenían a las reglas del juego establecidas para todos en una guerra estaban sometidos a la ira de Némesis, que les entregaba a sus erinas como alimento. Más adelante, en la religiosa Edad Media, los caballeros intentaban atenerse a estas leyes conocidas de todos y respetaban los sitios sagrados y a sus moradores, así como al personal civil, por temor a ser condenados al fuego eterno.



En la época moderna, esto se traduce en convenios, pactos y normas para el respeto del adversario si es capturado y para la no utilización de armas no convencionales en los conflictos, se han creado comisiones de derechos humanos y se aboga siempre por la paz, aunque las dos guerras mundiales del pasado siglo, por solo citar las más sonadas, dejen mucho que decir en ese sentido.


Hay una disparidad entre los abusos cometidos por las fuerzas leales al presidente Bashir el-Assad y aquellos de los grupos rebeldes, pero resulta importante entender que la disparidad está referida a la intensidad y no a la naturaleza de los crímenes perpetrados por ambas partes.


Tras dos años de conflicto, la guerra civil siria está en un punto muerto, nadie gana terreno, cuando algunos de los contrincantes alcanza alguna victoria viene el otro y se la arrebata, y no parece muy lógico pensar -después de conocer a quienes apoyan a uno y otro bando- que suministrar armas a los rebeldes mejorará el equilibrio de fuerzas en liza.



La bandera negra de los yihadistas ondea en la mayor parte del norte de Siria, las milicias gubernamentales y las fuerzas aliadas del grupo terrorista libanés Hezbollah se pavonean en el centro del país y los kurdos resultan muy efectivos en la defensa de su zona autónoma.


Aquí nos encontramos con tres grupos diferentes: los leales a El-Assad, a Iran y Hezbollah; los kurdos, vinculados a los separatistas de Turquía e Iraq; y la mayoría sunita, influida a lo grande por los yihadistas e islamistas radicales. Esto da al conflicto una naturaleza cada vez más sectaria y violenta.


Esta misma semana han tenido lugar en torno a la guerra siria importantes decisiones, entre las más destacables, la adoptada por siete países occidentales y Rusia en el marco del G-8 de ayudar con mil 500 millones de dólares al millón de refugiados, dispersos entre Turquía y Jordania, para paliar de algún modo esta catástrofe humanitaria que, según cifras de las Naciones Unidas, requerirá de cinco mil 200 millones de dólares.


Tras la reunión anual de dos días de los líderes de Estados Unidos, Japón, Reino Unido, Rusia, Alemania, Francia, Canadá e Italia, realizada en Lough Erne, Irlanda del Norte, un comunicado expresa la necesidad de una rápida respuesta a este problema  y a pesar que el tema del conflicto absorbió una buena parte de la agenda, la única conclusión, al margen de la anterior, es que todos apoyan una solución pacífica mediante una "transición democrática".


Una paz negociada en Siria sigue siendo una astilla en el ojo de la comunidad internacional. Obama y el presidente ruso Vladimir Putin aprovecharon el encuentro para abogar por un gobierno "unido, incluyente y democrático", sin que signifique para Moscú una salida de El-Assad.



Rusia tiene intereses en Siria que incluyen una base naval en el puerto Mediterráneo de Tartus. Según ha escalado la guerra, dos docenas de buques de guerra rusos han navegado por los mares Mediterráneo y Negro para tomar parte en lo que se considera el mayor ejercicio naval en décadas fuera de las aguas territoriales rusas.


El apoyo a Damasco se refiere también al uso del veto en el Consejo de Seguridad sobre cualquier resolución de demandas hacia el régimen sirio  y la negativa a aceptar las alegaciones de Estados Unidos y otros del uso de armas químicas por las fuerzas gubernamentales sirias.


La opinión occidental quedó muy clara durante los encuentros con la prensa tras la reunión del G-8 y la expresó el primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron: "Resulta impensable que El-Assad pueda formar parte del futuro gobierno sirio. Tiene sangre en sus manos y usó armas químicas" contra la población y los rebeldes.



Obama, cumbre de Irlanda.

La baza de El-Assad para argumentar que su presencia es importante en el área la tiene precisamente en el hecho de que Siria está tan dividida que ninguna autoridad por si misma podría volverla a componer.


Esto tendrá efectos negativos en el futuro del territorio gane quien gane debido a la miríada de grupos étnicos y religiosos que han tomado cuerpo con el alargamiento del conflicto. Los que antes compartían el país y trabajaban juntos, al término de la guerra no lo harán y cada cual tirará de la soga para un lado opuesto.


Estados Unidos y sus aliados occidentales se mueven hacia la posibilidad de armar a los rebeldes sirios, a pesar que estos reciben desde Qatar armamento procedente de Libia, sobre todo hacia aquellos favorables a instaurar la ley islámica en el país y que tienen, por sus vínculos con Al Qaeda, el dinero necesario para comprarlo.


El diario The New York Times ha citado fuentes de la Casa Blanca para afirmar que las transferencias de armas desde Qatar obedecen a las relaciones previas de ese gobierno con los rebeldes libios desde 2011, cuando, según la ONU, se embarcaron armas para abastecer a las fuerzas en lucha contra el dictador Muammar el Ghadafi, violando entonces la prohibición expresa en la resolución de 1973 del Consejo de Seguridad. Ahora el emirato busca tener influencia en Siria.


Washington anunció hace una semana que tenía evidencias de que El-Assad había utilizado el gas nervioso sarín en varios ataques, lo que ha servido de pretexto para anunciar el envío de aprovisionamiento militar a los rebeldes. Con esto se une a la red que encargada de armas a los bandos en guerra en un área altamente explosiva del mundo.




Los Amigos de Siria, un grupo creado en febrero del 2012 y que agrupa a países y organismos internacionales, han acordado este domingo en Doha, Qatar, canalizar todo el apoyo militar a través del Consejo Supremo Militar rebelde. Lo destacable de este encuentro es que asistieron solo once ministros, cuando en el último, realizado en Francia en julio del pasado año, participaron 121 países.



Entonces se hablaba de una inminente caída de El-Assad y los asistentes se frotaban las manos para repartirse las riquezas sirias, ahora se mantienen cautelosamente a distancia.


La agenda en esta ocasión incluyó el envío de armas el Ejército Sirio Libre, cuyo jefe de Estado Mayor, es el general Salim Idriss, aunque fuente oficiosas dicen que no existe tal estado mayor de las fuerzas rebeldes, sino que se trata de una coordinación de la OTAN con los grupos armados, dispersos por el territorio, haciendo cada cual la guerra como le parece.



Tras la tercera y anterior reunión del Grupo de Amigos de Siria en Paris (antes se habían celebrado dos, en Túnez y Turquía), apareció en el escenario otro grupo como alternativa, que realizó un encuentro en agosto del pasado año, con Rusia como cabeza pensante, tras la que van China e Iran y otros países de América Latina, Africa y Asia. Entre los latinoamericanos figuran: Cuba, Nicaragua, Venezuela y Ecuador.


La Agencia Central de Inteligencia (CIA) ha venido jugando un papel de apoyo a la recepción de armamento para los rebeldes. Cito fuentes no gubernamentales al resumir que este año han tenido lugar al menos tres envíos, el más reciente este mismo mes.


La Casa Blanca había rechazado el pasado año una propuesta del entonces director de la CIA, David H. Petraeus, apoyada por el Departamento de Estado y el Pentágono, de suministrar armas a los rebeldes. Obama estaba entonces renuente a incentivar la guerra, según expresó.



Dos años de conflicto han bastado para perder a entre 80 mil y 90 mil personas, civiles, militares y rebeldes, así que al utilizar armas químicas, el gobierno sirio parece haber traspasado la "línea roja" impuesta por Estados Unidos para no intervenir y que nada tiene que ver con las víctimas y con lo que ha venido ocurriendo hasta ahora.



Primer ministro británico, David Cameron.



La conclusión de Estados Unidos de que las tropas gubernamentales sirias han utilizado armas químicas tiene en cuenta ataques específicos y la descripción de síntomas experimentados por las víctimas. Una fuente citada por The Washington Post afirma que se han adquirido muestras de sangre, orina y otras de rebeldes heridos o muertos a mediados de marzo en el noreste de Damasco.


El trabajo se realizó en conjunto por Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia e Israel, que establecieron una cadena de custodia de los materiales sobre el uso del sarín. El 4 de junio, investigadores de Naciones Unidas dieron su conformidad con el criterio del uso de armas químicas por parte del régimen de El-Assad y por primera vez citaron también el empleo de bombas termobáricas, que esparcen una nube de partículas explosivas antes de detonar, lo que las hace más letales.


El efecto son una presión y un calor extremos que incinera los pulmones de las víctimas a varios kilómetros alrededor de la explosión.


Paulo Pinheiro, presidente de la comisión para la investigación de las hostilidades sirias por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, dejó claro que "los crímenes topan que fuertemente con la conciencia de las personas se han convertido rutina. La humanidad -señaló- es la gran víctima de esta guerra".


La ONU cree con una base razonable que una cantidad limitada de químicos tóxicos fueron utilizados en Alepo y Damasco en marzo 19, en Alepo, de nuevo, el 13 de abril, y en Idlib, quince días después. Las pruebas las han aportado las propias víctimas de esos ataques, los refugiados con familiares en esas ciudades y el personal médico asistente.


Ambas partes en conflicto han adoptado tácticas para sitiar y atrapar a civiles en sus casas, cortándoles el suministro de alimento, agua, medicinas y electricidad, según han dado a conocer también fuentes de la ONU. La amenaza de ataques ha sido utilizada por los contendientes para forzar a la población a desplazarse a las zonas más convenientes para ellos, lo que se considera un crimen de guerra como todo lo demás.


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