A la hora de sopesar el coste de una guerra, hay preguntas relevantes: quién la hace y por qué y como resulta su desarrollo en el campo de batalla. La invasión de Rusia a Ucrania hace cuatro años ha derivado en el mayor conflicto armado en Europa desde la II Guerra Mundial. Como podemos intuir en nuestra Era tales enfrentamientos tienen lugar la mayoría de veces entre grupos étnicos o religiosos y entre bloques de poder, ¿Qué de particular tiene este? Pues el deseo de un hombre, que aún se siente soviético, de recuperar la esfera de influencia perdida en 1991; el resto responde al propio devenir de la contienda.
El presidente ruso Vladimir Putin, subió a la poltrona del Kremlin en 2012 apoyado por el Partido Conservador Rusia Unida, lo que ya nos puede ir dando una pista de nuestro personaje; y podrá mantenerse en el cargo hasta el 2036 debido a una enmienda constitucional de 2020. Como solía recordar Julio César, lo que yo escribo en un trozo de papel, es la ley y lo mismo siente Putin. En 2014, ocupó el primer lugar de la lista Forbes entre los hombres más ricos del mundo con 40 mil millones de dólares, luego fue bajando a gran velocidad y en la de 2024 no está siquiera entre los diez primeros. Desde el año 2000 ha estado ininterrumpidamente oscilando entre primer ministro y/o presidente de la Federación Rusa. El 17 de marzo del 2022 la Corte Penal Internacional libró una orden de detención en su contra por crímenes de guerra en Ucrania, así que solo puede moverse dentro de las zonas en las que pueda sentirse protegido,
Una de sus biógrafas, Masha Gressen, asegura que en su tiempo en la KGB lo mas que realizó fueron informes inútiles basados en la prensa. Markus Wolf, jefe de los espías de la Stasi de Alemania del Este, coincidió en algunas de estas evaluaciones. Yo no me creo ni medio porque todo esto puede formar parte de un ardid, muy digno de la pasada guerra fría, de restar importancia a sus actividades para evitar alguna investigación periodística, que arroje revelaciones incómodas. En general, su trabajo figuró siempre como satisfactorio para sus jefes de la KGB, en la que ingresó en 1975.
En la guerra que libra contra el pueblo ucraniano, ha dejado varias veces muy clara su idea de que Rusia y Ucrania son "el mismo pueblo", con lo que niega cualquier soberanía e independencia de ese territorio porque no es solo un país vecino, "es una parte inalienable de nuestra historia, cultura y espacio espiritual". Todos estos años se ha dedicado en cada discurso a inculcar la idea de la gran nación rusa y que el imperio soviético "será reconstruido por diferentes medios: la fuerza, la diplomacia y la presión económica". Su pensamiento resulta meridianamente claro: recomponer la amplia zona de influencia y seguridad, que otrora perteneció a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, con una retórica nacionalista para ganar el apoyo de una mayoría de rusos, nada críticos con la guerra porque la ven como la manera de restablecer la gran potencia perdida. Los extremistas en su gran mayoría están convencidos de su propia rectitud y para llevar adelante su postulado son capaces de masacrar a todo un pueblo o a un solo individuo simplemente porque no piensa como ellos. Putin es un hombre inteligente, pero resentido , que forma parte de esa parte de Rusia decidida a llevar adelante una política expansionista hasta el extremo. No quiere terminar la guerra, no ambiciona la paz, y, aunque a veces nos asuste pensarlo, desea empezar otros conflictos.
Si decimos que el objetivo inmediato del presidente ruso -en el punto en que se encuentra en la actualidad el conflicto- es conocer el alcance de la defensa antiaérea de la OTAN, sobre todo los sistemas cercanos a territorio ruso y de países otrora integrantes del desaparecido Pacto de Varsovia, no creo revelar nada que no se pueda intuir. Recuerden, hablamos de un líder expansionista extremista. Él es de los que prospera en la guerra tras haber fracasado en la paz. A los seres humanos, el miedo llena toda nuestra capacidad sensorial, es la forma más primitiva de las emociones, la que nos alerta sobre los peligros y nos muestra nuestras limitaciones y de eso se han valido siempre los terroristas. Es la manera de someternos y hacernos acatar lo que ellos desean, así como también los tiranos, los dictadores, los déspotas, los sátrapas, los que quieren aferrarse al poder, una vez lo alcanzan, y expandirse como una telaraña. Hay que decir, que con Ucrania, el soberano del Kremlin pinchó en hueso, y cuando pensaba presumir de una rápida rendición halló una resistencia digna de apoyo y admiración internacionales.
Después de casi cuatro años de guerra, ¿vamos a apostar ahora porque el déspota ruso se retirará, aceptando una derrota? No. Él ha necesitado siempre, desde el minuto uno de la la invasión, ampliar fronteras y puede que en ocasiones, como ahora, haya estado bloqueado por la sorpresa o la paradoja, pero seguirá en su empeño de reconstruir lo que nunca más será. Puede que a estas alturas hasta haya meditado otro nombre para el gran territorio que tiene en mente conquistar y no lo llame URSS para evitar que lo tilden de "copiota", porque de socialista no le queda nada. El se ve mejor como una Catalina la Grande, una de esos seres célebres capaces de moldear la historia con su inteligencia y ambición.
Si aceptamos la definición de Putin sobre Ucrania, que la empujaría a ser un protectorado de su nuevo imperio, otro tanto habría que aplicar a Polonia, país soberano e independiente, obligado a protegerse de la voracidad colonialista de Moscú. Un breve resumen histórico indica que dejó de ser estado independiente en 1795 durante el llamado Tercer Reparto entre el Imperio Ruso, Austria y Prusia y recuperó su soberanía en 1918, en suma, 123 años después de varias reparticiones entre bloques de poder. A esto habrá que añadir el tiempo en que estuvo dentro de la influencia de la URSS, después de finalizada la II Guerra Mundial, otro reparto más de las zonas de poder en el mundo, que el líder Stalin supo aprovechar a su favor. Es decir, 44 años sin decidir por sí mismos. Esto último se logró, dos años antes de que se viniera abajo la URSS por la lucha sin cuartel del Sindicato Solidaridad, liderado por Lech Walesa, que puso de rodillas al Partido Obrero Unificado Polaco frente a las mismas narices del Kremlin.
Así que no puede parecernos extraño que Putin haya aprovechado para fustigar a los polacos en su estrategia de análisis de las defensas de la OTAN como parte de las oportunidades, que le brinda la guerra contra Ucrania. Pero como ha ocurrido tantas veces en la historia con personajes similares perdió de vista que los polacos, como tantas otras veces en su historia, se defenderán de la ambición del nuevo zar ruso. Porque lo de que Varsovia se viera obligada a invocar el artículo 4 de la OTAN, cuando, entre el 9 y 10 de septiembre pasado, sufriera una agresión sin precedentes desde el estallido del conflicto ruso-ucraniano con la penetración en su espacio aéreo de 19 drones rusos en una incursión bélica no planeada ni autorizada, no es solo digna de tomarlo muy en cuenta sino que como diremos más adelante forma parte de la estrategia fijada por Moscú. El primer ministro polaco, Donald Tusk, declaró que los drones de la amenaza directa resultaron derribados. Un helicóptero ruso de la Flota del Báltico violó las aguas territoriales polacas y voló sobre ese país la misma noche del 9 de septiembre. El artículo 4 permite a cualquier país miembro de la OTAN a solicitar consultas si percibe peligro en su integridad territorial, independencia política o seguridad, pero no desencadena una acción militar inmediata, sino que despliega el abanico de ideas y debates para bloquear lo que esté ocurriendo y afianzar los principios de confianza y ayuda entre los aliados. O al menos así es como está planteado.
¿Nos hemos olvidado acaso de que la II Guerra Mundial dio inició con la invasión de los nazis alemanes a Polonia? Al margen de que el propósito era expandirse hacia Europa Oriental, como aprendemos en los libros de Historia, estaba también la anexión de Gdansk, que ellos no podían pronunciar y llamaron Danzig. Había un plan de conquista llamado Blitzkrieg o guerra relámpago, tal y como pensó Putin al entrar en Ucrania. Si bien para los nazis el factor sorpresa le ofreció grandes réditos al ocupar otros territorios con cierta rapidez, se vieron expuestos después a la derrota con muchos errores cometidos durante la contienda, como el hecho de pasar por alto la voluntad de los pueblos de no dejarse doblegar, tal y como ocurre con los ucranianos. No fue corta aquella guerra, ni lo está siendo ésta.
Previo a la incursión de los drones el 9 de septiembre pasado, Polonia había sido objeto ya de varias provocaciones. Si hacemos inventario vemos que el 29 de diciembre del 2024, un misil ruso sobrevoló el país durante menos de tres minutos. Cometeríamos, sin embargo, un error si confundimos velocidad con movimiento. Ese tiempo fue suficiente para el rastreo por los sistemas nacionales y de la OTAN, de la incursión aunque entonces solo se dieron pasos diplomáticos; fue convocado el encargado de negocios del Kremlin en Varsovia. No habían pasado tres meses, cuando otro misil voló sobre el territorio polaco de Oserdow con destino a Ucrania por error, provocando la activación de las defensas aéreas propias y de los aliados. El 11 de febrero el mismo sistema Su-24, que ocasionó el falló anterior, ofreció otro espectáculo por error cuando sobrevoló la bahía de Gdansk durante un minuto y 12 segundos, adentrándose unos 6,5 kilómetros en territorio polaco. Este puerto frente al Mar Báltico tiene tanta importancia estratégica para los rusos como la tenía para los nazis alemanes, y da igual si dicen que fue un fallo como en los casos anteriores, sabemos lo que hay en juego. Allí nació, por cierto, el movimiento del Sindicato Solidaridad, liderado por Lech Walesa, clave en el fin del comunismo en Europa. Como dije, no importa si aceptan haber incursionado "por error", lo siguieron haciendo dos meses después con un helicóptero de combate de la Flota Rusa del Báltico en las aguas territoriales polacas y siguió viaje hasta su espacio aéreo, rastreado por la Agencia Polaca de Navegación y seguido hasta que abandonó los límites.
El 20 de agosto del 2024 un Geran-2 explotó y se estrelló a medianoche en Osiny, cerca de Lukow, apenas a 100 kilómetros de la frontera común.; al mes siguiente, dos drones rusos penetraron en Polonia mientras atacaban el oeste de Ucrania, fueron custodiados hasta los límite por aviones polacos y de los aliados. Cuando la incursión de septiembre tuvo lugar, ya había caído otro aparato no tripulado en territorio polaco de Polatycze, cerca de la frontera con Bielorrusia, un aliado de Putin, que permitió en su territorio la realización de ejercicios militares a las Fuerzas Armadas Rusas previos a la invasión a Ucrania. En aquellos días, los sistemas de defensa antiaérea y los radares estuvieron en alerta máxima y varios aeropuertos en territorio polaco fueron cerrados hasta el cese de la amenaza. En apoyo de Polonia vinieron aliados holandeses, italianos y estadounidenses. El 19 de septiembre, dos aviones de combate rusos violaron la zona de seguridad de la plataforma de perforación Orlen Perobaltic, Esta última escalada contra Polonia fue planeada desde julio pasado. Lograron instalar y se descubrieron unas tarjetas SIM polacas en drones rusos derribados en Ucrania, según una investigación realizada por el medio de comunicación ucraniano Defense Express, publicada el pasado 10 de septiembre. El descubrimiento puso al descubierto el plan de Moscú de probar la conectividad de sus drones con las redes móviles polacas, y no solo con estas porque una estratagema similar se detectó con fichas lituanas y se sabe que vienen utilizando la táctica en la propia Ucrania. El uso de Internet móvil como se ha visto en los casos de referencia permite a los aparatos no tripulados habilitados con cámaras a trasmitir en tiempo real las imágenes y datos de reconocimiento, ajustar las rutas de vuelo y capturar información sobre los sistemas de defensa aérea en una guerra electrónica. Esta investigación debería alertar a los aliados sobre la importancia de este tipo de tecnología con vista también a maniobras militares rusas los mares Mediterráneo y Báltico como las realizadas hace poco con Bielorrusia Zapad-202.
Los países miembros de la OTAN habían venido denunciado violaciones de sus espacios aéreos por parte de Rusia. Zelensky advirtió durante su intervención en el Foro de Seguridad celebrado recientemente en Varsovia : Moscú está poniendo a prueba hasta dónde puede llegar. En ese espacio de encuentro, propuso crear un sistema conjunto de defensa antiaérea con participación de Ucrania, Polonia y otros socios regionales para contrarrestar la amenaza rusa. Por si a alguien no le queda claro, lo que el presidente ucraniano considera necesario es establecer un sistema paneuropeo de defensa aérea. Las amenazas rusas, en opinión de algunos analistas militares, son la respuesta obstinada de Putin por las sanciones económicas y comerciales impuestas por la Unión Europea y Estados Unidos.
Hay unos 10 países de la OTAN afectados por las incursiones aéreas rusas sobre sus territorios. Estonia fue sorprendida por tres MiG-31 de combate el 19 de septiembre pasado, una operación de 12 minutos sobre el golfo de Finlandia. El encargado de negocios ruso, convocado por las autoridades en Tallin, negó que su país estuviese involucrado en la violación. Pero lo ha hecho cuatro veces este año. Lituania es otra nación expuesta a las amenazas rusas con drones enviados desde Bielorrusia. Cuando en febrero del 2023 varios de estos aparatos cruzaron su espacio aéreo, el ministro de Asuntos Exteriores, Kestutis Budrys, los vio como una señal de que los rusos pretenden ampliar a otros territorios europeos de la OTAN la guerra de Ucrania, medie o no de antemano una provocación. "La amenaza es real y cada vez mayor", apuntó con alarma. Lituania, con una costa amplísima bañada por el Mar Báltico y con Rusia en su flanco sur, ha exigido elevar el tono y pasar de la mera vigilancia a la acción. El Gobierno lituano aprobó recientemente una ley para autorizar a sus fuerzas armadas a derribar cualquier aeronave no tripulada, que viole su espacio aéreo, lo que evidencia la gravedad de la situación en la que se halla. Esta medida de neutralización de aparatos de bajo coste como los drones en relación con el gasto mucho mayor del uso de misiles de largo alcance para tumbarlos resultará a la larga una sangría insostenible para las arcas tanto de Lituania como de sus aliados europeos. Las alarmas no se han disparado de momento porque ninguno de los bandos desea una confrontación a un mayor nivel. Letonia encontró el 18 de septiembre de 2025 fragmentos de un dron ruso Gerbera en una playa occidental cerca del mar Báltico, pero antes, el 7 de septiembre del 2024, un dron militar se estrelló en suelo letón. Y esto es solo el inventario concerniente a las repúblicas bálticas.
Noruega es otro país que ha sufrido al menos tres violaciones de su espacio aéreo entre abril y agosto de 2025. Suecia ha sido otra víctima temprana de estos amagos de amenazas de Moscú cuando el 4 junio del 2024 un bombardero SU-24 sobrevoló la estratégica isla de Gotland, en el mar Báltico, una plataforma ofensiva/defensiva para los suecos y para la OTAN, muy en especial ante las nuevas tensiones creadas por Rusia. El aparato se retiro tan solo cuando el país desplegó dos cazas Jas-39 Gripen y le obligó a salir fuera de su jurisdicción. La ultima incursión sobre Rumania tuvo lugar 13 de septiembre de este año cuando el dron Shahed planeó sobre ese territorio antes de volver a dirigirse a Ucrania, pero un año antes otro dron había sobrevolado el espacio aéreo, según información del Ministerio de Defensa Nacional Rumano. Moldavia ha sufrido múltiples violaciones, la última el 13 de febrero de este año, y Alemania, al menos en una ocasión.
La estrategia de Rusia en su guerra contra Ucrania es de desgaste, con ataques continuos y frontales, el uso intensivo de la artillería y de drones; usa también los pequeños grupos de asalto para resquebrajar la logística y avanzar de manera gradual. La maniobra de apertura de la guerra fue el asalto aéreo al aeródromo de Gostomel para establecer una cabeza de puente y avanzar hacia Kiev con el apoyo de columnas mecanizadas de Bielorrusia. Y aunque Ucrania esperaba el ataque, la desestabilizaron las operaciones de Inteligencia sobre algunos jefes de unidades e instituciones y los sabotajes en la retaguardia en la primeras horas. Zelensky logró trasmitir un mensaje de confianza, resistencia y coraje a su pueblo y la aviación ucraniana mantuvo a raya a los rusos, que no llegaron a Kiev. La estrategia de Ucrania es defender su soberanía y resistir hasta convertirse en una nación fuertemente armada y con cierta táctica, desgastar a su enemigo. Ambas partes usan drones de corto y medio alcance y Kiev desea que a largo plazo los ataques sean muy caros para los rusos. De ahí la utilización de tácticas disuasorias y evitar la batalla convencional y por supuesto, y no menos importante, buscar apoyo militar con países europeos y Estados Unidos. Su idea del paneuropeísmo en la defensa aérea persigue desarrollar un ejército común.
Ante lo que la OTAN ha percibido como una amenaza, se puso en marcha la Operación Vigilancia, una suma de actividades disuasorias para proteger el espacio aéreo y marítimo de sus países miembros. Caso de detectarse una amenaza, se lanzan aviones de combate para identificar y escoltar a la aeronave sospechosa. La Policía Aérea Reforzada es parte de las medidas de seguridad en el flanco este europeo, en el caso del marítimo dispone de la Operación Sea Guardian, en especial sobre el Mar Mediterráneo. Ambas secciones se complementan con operaciones de vigilancia y protección de las infraestructuras submarinas críticas como cables de datos y gasoductos en el Mar Báltico. Si hablamos de capacidades convencionales, la OTAN es más fuerte que Rusia, ya que la supera en aeronaves, buques de guerra y vehículos terrestres. En términos de armamento nuclear, el Kremlin posee un arsenal mucho mayor, lo que un analista militar consideraría elemento clave en su poderío estratégico.
Otro elemento de autodefensa es el proyecto OCTOPUS, una iniciativa de colaboración diseñada para mejor la capacidad europea para contrarrestar las amenazas aéreas, y que implica la producción a gran escala de drones de interceptación en Gran Bretaña diseñados en Ucrania. Esto formará parte de una más amplia estrategia llamada muro de drones. "Rusia no debe tener ninguna duda: la OTAN y sus aliados emplearan, según el derecho internacional, todos los instrumentos militares y no militares necesarios para defendernos y disuadir cualquier amenaza procedente de cualquier dirección, dice una declaración, que agrega: Seguiremos respondiendo de la manera en el momento y el ámbito que elijamos. Nuestro compromiso". Reiteró también "su compromiso de apoyar a Ucrania "cuya seguridad contribuye a la nuestra en el ejercicio de su derecho inherente a la autodefensa contra la brutal y no provocada guerra de agresión de Rusia".
Desde el inicio de la invasión, el Kremlin ordenó que se la llamara "operación militar especial". Cría entonces que su labor de zapa llevaría a la rendición a los ucranianos y aquella entrada en acción duraría a lo sumo unas semanas; a lo que se enfrenta ahora es a una guerra pendular. Los eufemismos, tan del gusto de Moscú, llegan a llamar a la guerra la manera de mantener la paz (nunca violada por parte de la autoridades de Kiev), al más puro estilo tardo soviético; el término guerra jamás se utiliza por los medios de comunicación rusos ni por sus líderes, sujetos todos a la supervisión y control llamado del Rozkomnadzor; prevalece el silencio informativo con la ausencia de imágenes o datos reales de como se desarrolla el conflicto en el campo de batalla. Decía Unamuno que el silencio es la mayor de las mentiras. Ante los suyos, Putin aparece como un líder que se ha visto obligado a llegar a esa situación ante las muchas "provocaciones" de Ucrania, convirtiendo así a la víctima en verdugo. Este es un hombre de gran disciplina ( hasta la brutalidad ) y que presta la máxima atención a los detalles.
El balance humano de esta guerra hasta los índices de septiembre del 2024 es de 600 mil rusos y 480 mil ucranianos muertos. Son datos reveladores de hasta donde puede llegar el Kremlin si echamos cuentas con otros conflictos en los que se ha involucrado Rusia, primero como URSS en la guerra de Corea, la invasión de Checoslovaquia en 1968, la guerra de Vietnam en apoyo del Norte, la afgano-soviética, que duró diez años, y, después, como Federación Rusa en la de Chechenia y la ruso-georgiana y la intervención en Siria en 2015. En Ucrania, podríamos estar ante el más mortífero registrado desde la II Guerra Mundial y el que más bajas ha causado a los rusos.
A medida que los estas fuerzas avanzan y ocupan nuevos territorios, el numero de ucranianos disponibles para la lucha armada disminuye. De 42 millones de ciudadanos residentes en el país antes de la invasión e inició de la guerra, quedan entre 25 a 27 millones. Si bien los rusos han perdido al menos 600 mil soldados y los ucranianos, 400 mil, las cifras no deben engañarnos, las pérdidas proporcionalmente son mayores para Ucrania. Zelenski, alertó ante la ONU el pasado 28 de septiembre que Rusia está poniendo a prueba a Europa con incidentes híbridos, como las al menos seis violaciones del espacio aéreo de los países miembros de la OTAN.
Ante la ONU precisamente, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, amenazó con una respuesta contundente de su país ante cualquier agresión. A pesar de sus varias incursiones sobre el espacio aéreo europeo, el representante de Putin no pudo mencionar ninguna provocación a su país. Aprovechó la ocasión para reiterar, ante la posibilidad de sentarse a negociar un acuerdo de paz, con Ucrania, que esta nación no recuperará los territorios ocupados durante la actual contienda. Hasta el momento, el ejército ruso controla entre un 18 a 20% del territorio ucraniano, concentrado ante todo en el sur y el este, lo que se cifra en 3,200 km2 de tierra ucraniana ahora en manos rusas. Algo similar a lo ocurrido con la península de Crimea en 2014 cuando tuvo lugar la anexión condenada internacionalmente. Aunque en poder de los rusos, este territorio en la costa septentrional del mar Negro en Europa Oriental, sigue considerándose parte integral de Ucrania por la mayoría de países y en particular por las autoridades de Kiev, que la reivindican como parte de las tierras ocupadas. Moscú sigue aplicando la leyes de la Federación Rusa en este territorio. En un censo del 2001, el 77% de los habitantes de esa región tenían como lengua materna el ruso, un 11.4%, el tártaro y un 10.1%, el ucraniano.
La orientación en la guerra es sobre todo, según algunos analistas, una cuestión de matemáticas, un buen líder político o militar, sin embargo, echará mano también a la destreza y al instinto. Existe una gran disparidad entre la realidad y la mitología creada alrededor de un determinado acontecimiento y entre la sutileza de quienes participaron en la contienda y los relatos leídos en la prensa. Ucrania ha demostrado una gran capacidad de resistencia y defensiva con pocos recursos frente a un enemigo formidable. La información de la que disponemos nos indica que los rusos siguen depositando la iniciativa de la guerra en los generales y otros altos mandos, lo que les ha producido pérdidas notables a ese nivel. Al menos diez generales han muerto en el conflicto con Ucrania, según el Kremlin, pero el país ocupado ha reivindicado el deceso de otros cinco, de los cuales Kiev ha identificado a dos. En cuanto a soldados, los rusos han perdido 160 mil de acuerdo a cifras de diciembre del 2024 y 250 mil hacia agosto de 2025, además de 810 mil heridos. Sabemos que este número llega al millón en lo que va de conflicto armado, según el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Ucrania. La cantidad de ambos bandos en total podría ser de 1,4 millones, e acuerdo al Centro de Estudios Estratégicos de Washington.
Después de casi cuatro años de enfrentamientos, la guerra ruso-ucraniana se ha consolidado como un conflicto de desgaste, con ataques continuos y frontales, el uso intensivo de artillería, además de los drones para avanzar de manera gradual mientras deterioran la logística. El uso de drones de largo alcance por ambas partes ha centrado buena parte de las hostilidades. Ha convertido a ambos países en economías de guerra, todo lo que producen y gastan va destinado al conflicto. La utilización de aparatos no tripulados ignora el credo clásico de la guerra porque pueden destruir enclaves considerados antes como seguros. En la última semana, Rusia lanzó unos 50 misiles, más de 3,270 drones de combates y 1.370 bombas guiadas contra Ucrania. Los drones de combate son aviones no tripulados de reconocimiento con carga armada, lo que obliga a la OTAN a redefinir las estrategias de defensa en el flanco este de la Alianza. España, que participa en la Operación Vigilancia, ha aumentado sus capacidades de radar para identificar objetos más pequeños. La movilización ciudadana y gubernamental se sigue extendiendo por el continente. Alemania acordó la vuelta al servicio militar para fortalecer sus fuerzas armadas El principal elemento disuasorio sigue siendo el respaldo inequívoco de la OTAN y su presencia reforzada en la región,
La Alta Representante en Política Exterior y Seguridad Común de la UE, Kaja Kallas, ha reafirmado el compromiso de Europa con Ucrania con financiación y envío de armamento. Esta mujer, en busca y captura por el Kremlin, pretende limitar los movimientos de los diplomáticos rusos en la UE. Esto implicaría que cualquier estado miembro podría rechazar la entrada a su territorio de este personal dentro de sus leyes de seguridad. Esto forma parte de un nuevo paquete de sanciones contra Rusia, que incluye la propuesta de prohibición de la Unión Europea a las importaciones de gas natural licuado ruso en el marco de un año. El proyecto de acuerdo para proteger los intereses comunitarios en materia de abastecimiento energético proveniente de la Federación Rusa nace de la gradual prohibición de petróleo y gas natural licuado con vista a finalizar la dependencia en 2026. Esta propuesta cuenta con la aprobación del Comité de Industria, Investigación y Energía del Comercio Internacional.
Rusia es un importante exportador de gas y petróleo. Las sanciones promovidas por la Unión Europea y Estados Unidos contra Putin han provocado el aumento en los precios de la energía y los combustibles, con el resultado de un impacto grave en la economía de hogares y empresas, El Fondo Monetario Internacional planteó que la inflación mundial, que había crecido significativamente desde el inicio de la guerra ruso-ucraniana, podría alcanzar un 8,3% y así ha sido desde 2022, si bien las cifras varían según los períodos y países. Lo que afecta a la inflación es la oferta de bienes, el transporte, la demanda y los sucesos geopolíticos, como en este caso, la guerra. Uno de los indicadores del merado energético al alza es el precio del barril de Brent (referente europeo) con una cotización por encima de los 100 dólares por barril.
Rusia y Ucrania son grandes exportadores mundiales de cereales y aceites vegetales. Un bloqueo a los puertos ucranianos del Mar Negro, siendo el principal Odesa, cuyo control mantiene Kiev a pesar de los intensivos y constantes ataques rusos, crearía un problema para el tránsito comercial, paralizaría las exportaciones, lo que promovería una subida de los pecios de los alimentos y derivaría en una crisis alimentaria. La mayoría de puertos ucranianos están bajo control de los rusos salvo Odesa, que permite seguir exportando mercancías con una pasarela marítima por aguas territoriales de la OTAN. Turquía, que controla los estrechos del Bósforo y los Dardanelos, creó problemas temporales en dos ocasiones: en marzo de 2022 cuando evitó el paso de buques rusos y en enero del 2024 al bloquear el paso de un dragaminas británico donado a Ucrania. Estas interrupciones intermitentes e importantes fue lo que llevó a la OTAN a crear el corredor alternativo. Seis países comparten en total la costa del Mar Negro: Bulgaria, Georgia, Rumania, Rusia, Turquía y Ucrania. Rusia tiene 800 km y Ucrania 2782, incluido el Mar de Azov.
Han habido varios intentos de poner fin a la guerra ruso-ucraniana desde febrero del 2022. Los desacuerdos sobre puntos claves han impedido seguir con las conversaciones, Rusia reclama la aceptación europea de la anexión de cuatro regiones del sur y este de Ucrania: Donetsk, Lugansk, Jerson y Zaporiya y como quinto elemento la península de Crimea. Serían unos 90.000 kilómetros cuadrados o un 15% del territorio. De llevarla adelante, estaríamos ante la mayor anexión de territorio europeo desde la II Guerra Mundial. Unas encuestas cerradas encargadas por Moscú en Ucrania en julio de 2022 señalaban que cerca de un 30% de los encuestados apoyaban unirse a Rusia, otro 30% deseaba permanecer en bajo soberanía ucraniana y el resto se había negado a responder. En otro sondeo, el del Instituto Internacional de Sociología de Kiev, realizado entre el 13 y 18 de marzo de 2022, el 77% de los ucranianos residentes en los territorios ocupados por Rusia afirmaron que hasta apoyar la prolongación de la guerra era preferible a conceder a los rusos territorio ucraniano y no sostendrían concesión alguna a Moscú, Comparando estas y otras investigaciones sobre el estado de ánimo de la población, solo un 24% de los rusos étnicos en Ucrania apoyaban alguna entrega de territorio a Putin.
Ucrania ha solicitado en ocasiones garantías de seguridad como medida temporal antes de poder integrarse en la OTAN, pero sigue sin haber consenso entre los miembros para un acuerdo de esta naturaleza. Zelenski declaró en 2023 que Ucrania no negociaría con los rusos a menos que retiren sus tropas. Después de EEUU, Alemania es el mayor apoyo de Ucrania, tanto en lo político como en lo financiero, militar y humanitario. La reciente oleada de diplomacia de Donald Trump, desde su nombramiento como presidente, ha puesto sobre una eventual mesa de conversaciones los ricos territorios en minerales de Donetsk y Lugansk, que Putin ha tenido la desfachatez de incluir como territorios rusos en la Constitución. Con este conocimiento, sabemos que en cualquier conversación estarían en la agenda ambos territorios. Ha sido precisamente en el Donbás, que es como se conocen los dos citados territorios, la región en la que se ha librado gran parte de la guerra. La meta rusa es terminar de apoderarse de la parte del territorio controlada todavía por Ucrania equivalente a dos tercios.
Putin intentó mostrar un respaldo a su invasión por parte de los habitantes del Donbás en una burda manipulación de la que se burló la prensa. La mayoría de ucranianos sigue oponiéndose a ceder territorio a Rusia, de manera que, si como desea Trump, se puede poner fin a la guerra, Zelenski debe acceder a las pretensiones del Kremlin. Algunos analistas señalan que ninguna garantía de seguridad, aun respaldada por EEUU, podría servir para concesiones en las que el presidente ucraniano se las vería muy difícil para convencer a su pueblo de que acepte el reparto propuesto por Moscú. Muchos recuerdan cuando tales pactos de nada sirvieron si uno de los bandos se propone agredir al otro y los propios rusos tienen el ejemplo del pacto entre Stalin y Hitler, acuñado como Ribentrop-Molotov, y que los nazis rompieron al invadir a la URSS. La cuestión es que en este momento de la contienda, si los rusos se hacen con todo el Donbás, Kiev perdería las únicas cartas de que dispone para lograr un acuerdo de paz.
Los militares ucranianos razonan que el avance ruso ha sido lento en estos años de guerra en esos territorios y entregar a Putin el resto del Donbás sería proporcionarle ciudades y fortificaciones para verse más reforzado en caso de realizar otras invasión. El Donbás siempre se ha visto como prorruso, en 2010, la mayoría de su población votó por el presidente prorruso Viktor Yanukowich. Unas fuertes protestas a favor de Europa y de mantenerse dentro de las naciones libres del continente cuando el mandatario pretendía plegarse a Moscú, le obligaron a dimitir en 2014. Rusia utilizó cierta ventaja en ese momento y ocupó Crimea. Después fomentó movimientos separatistas con la entrada ilegal de soldados rusos y le echaron la zarpa a un tercio de la zona del Donbás, previo a la actual guerra. Putin estaba en contra de un autogobierno de la región, como proponía el gobierno ucraniano para resolver los problemas en esa zona, tras negociar un acuerdo de paz en 2015. El propósito de Moscú con esa negativa era convertir a Ucrania en un país títere, sin capacidad soberana en política exterior e impedir su ingreso la UE y la OTAN como habían logrado hacer otras naciones antes ubicadas tras el telón de acero.
Zelenski ganó las elecciones de 2019 con la promesa de lograr la paz con Rusia, abierto a la idea de un estatuto especial para el Donbás y ese mismo año aceptó participar con Putin en una cumbre en París, pero las presiones internas y el deseo de la población de no hacer concesiones a Moscú le hicieron dar un giro de 180 grados, lo que hizo enfadar al zar ruso y dio lugar en 2022 a la invasión. Las conversaciones de paz no están más cerca ahora que antes y parafraseando a Helmut von Moltke la paz eterna es una ilusión, ni siquiera es un bello sueño si contabilizamos todo lo que hay que pagar por alcanzarla.